viernes, 22 de marzo de 2019

AUSENCIA, DE NOVILLO QUIROGA - DESMENUZANDO SUS DECIRES


                       “AUSENCIA”
                                  (triste)

Como listas’e poncho se me jueron los días,
qui’arrimao a sus ojos ramonié su querencia.
Jué un’alfalfa tiernita su presenci’a mi gusto
y el hayarla era fácil, como agüita di’acequia.

 Alboriaba su encuentro mirasol d’entusiasmo,
golondrina di’ocaso m’enlutaba su ausencia:
peru’había en su pago trebolar d’esperansa,
q’encontrarl’a otro día me verdiaba promesas.
  
Floreció’e vidalitas su camino de siempre
-mi guitarra en canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el camino lamentao’e los tristes:
la vidala es un triste cuando busca y nu’encuentra.
  
Su ricuerdu’es el sol que me arrea las noches,
el reparu’y reposo de suestadas y leguas,
la defens’a los áhugos, contra mal tan grandote,
pans’arriba, a sarpasos, como gatu’en la leña.

 And’está l’arroyito que mojaba mi sé,
and’el sauce yorón que sombriaba mi siesta?
¡La Chiquita es agatas un siñuelu’engañoso,
y yo soy un guachito que le bala a su pena!
  
Floreció’e vidalitas su camino de siempre
-mi guitarra en canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el camino lamentao’e los tristes:
¡la vidala es un triste cuando busca y nu’encuentra!
  
Versos de Diego Novillo Quiroga
Música de Magaldi-Noda

“AUSENCIA”, DE NOVILLO QUIROGA Desmenuzando sus Decires


Novillo Quiroga se manejó en esta poesía (y en otras también), con un lenguaje muy campero y metafórico. Era muy propio del hombre de campo de antaño, hablar, explicar cosas, haciendo “comparancias” con elementos de su vida habitual, incluso muy común  comparar con animales.
Contaban mis padres, cuando en un censo en la primera mitad del S. XX, llegan las maestras censistas a una chacra, donde había un matrimonio joven con una hija en la cuna, y como la mayoría de los trabajadores rurales, o analfabetos o semi analfabetos.
Preguntan los datos de rigor, nombre de cada uno, fechas de nacimientos, etc. Al preguntar cuando había nacido la beba, se miran los esposos, hasta que la mujer reacciona y mirando al marido le dice: “Viejo, cuando fue que tuvo cría la yegua alazana…?” . La certeza era que ubicando el nacimiento del potrillo, deducía el de su hija.
Valga todo esto como un introito.
“Ausencia” es el poema de un amor perdido.
La estrofa primera es toda una gran figura (no es una metáfora porque expresa “como”). Dice que los días se le escaparon sin solución de continuidad, “Como listas’e poncho se me jueron los días…”. Los antiguos ponchos tejidos en los telares criollos de Córdoba, La Rioja, Catamarca (por ello llamado por nosotros, los de la llanura: “arribeños”), eran o totalmente lisos, o bien listados, a veces en todo su paño, y otras con guardas de listas en sus costados, por ej. (Hay otras variantes), y la imaginación del poeta ve que sus días son como las largas listas de su poncho, una junto a la otra.
Para decir de la felicidad de estar con su amada, arma la metáfora (ahora sí es metáfora), en que remite a un animal (casi con seguridad pensó en su caballo), y dice que despuntó los tallos de la alfalfa tierna -ramonió- (habla de una mujer joven) y bebió del agua clara de una acequia (no es de arroyo ni de laguna), su pureza.
En la segunda estrofa, siente que cuando está, ella es su sol, y cuando le falta la vida se le pone negra como el plumaje de la golondrina. Pero creer en sus promesas le daba esperanzas.
En la tercera, refiere que ir a verla era recorrer un camino en el que las dulces vidalitas que entonaba iban dejando señales; ahora que no está, en vez de vidalita entona un triste, canción dolorosa emparentada con el yaraví, y posiblemente, madre del estilo, que es un ritmo muy sentido.
Dice en la cuarta que la luz de su recuerdo le aleja las sombras, le sirve de reparo en las sudestadas, y lo ayuda en el reposo del mucho andar. Su recuerdo lo salva de la asfixia del dolor que lo aqueja, contra el que lucha como gato entre las leñas (de nuevo la referencia animal).
Por último se pregunta ¿dónde está… qué fue de ella?
Por último: el paisano enamorado canta de dolor, ¡y canta un triste!

Lo que no sé explicar es la referencia que hace a “La Chiquita”, o bien ese era el apodo con que la nombraba, o por qué no?, una hija… (¡La Chiquita es a gatas un siñuelo’engañoso, / y yo soy un guachito que le bala a su pena!)
Para armar las tropas y para ponerlas en marcha, como para hacerlas entrar a un corral o para encarar el cruce de un arroyo, los reseros se valían de un grupo de animales, mansos ya, adiestrados a tal efecto, que eran los que hacían punta cuando hacía falta. Se los llamaba “siñuelos”, y acá nos dice que “la Chiquita es un siñuelo engañoso”.

A grandes rasgos y con mis limitaciones, esta sería una explicación. De hecho que un poema no se explica, pero habiendo en éste una terminología muy campera, con giros y expresiones, es que intenté desmenuzarla.
Espero haber sido claro. Cualquier duda, ¡acá estoy a su mandao!
La Plata, 30/05/13

Nota: este comentario surgió a raíz de una consulta del estudioso e investigador Christian Gaume. En realidad, digamos que fue una carta privada, pero hoy, casi 6 años después, me parece interesante compartirla con los lectores.

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