viernes, 10 de enero de 2014

EL SALTO DE LA MAROMA

Ilustración de Enrique Rapela
El Salto de la Maroma. ¿Quién no lo ha oído mentar? Pero… quién puede contar que lo hacía o que lo ha visto hacer…? Se repite y se afirma que “El Gaucho Rubio de Los Cerrillos” -Don Juan Manuel de Rosas-, lo realizaba con gran destreza… pero es como una leyenda… No obstante, en una edición de “Instrucciones a los Mayordomos de Estancias”, comentada por Carlos Lemee, dice éste en el “Prefació”: “Según las crónicas de la época y las referencias del ilustre Darwin, que lo visitó en su campamento del Río Colorado, cuando hizo su expedición al desierto, Rosas efectuaba fácilmente una prueba llamada De La Maroma, en boga antiguamente en las estancias, y que consistía en colgarse de una maroma que reunía las extremidades de los postes de la puerta del corral, y dejarse caer horqueteado sobre un potro chúcaro que se soltaba del corral. Podía igualmente, parado en la puerta del corral, saltar sobre uno de los potros que salían y jinetearlo. Nótese que lo dicho en esta última oración señala otra forma de hacer el salto, distinta a la común del imaginario criollo.
Volviendo a Lemee, señala como fuente: “las crónicas de la época”, y de los “dichos de Darwin”, no se desprende lo haya visto realizar o si se lo contaron.
No me animo a negarlo porque aceptando los conocimientos camperos del Restaurador, y conociendo la intrepidez y arrojo de los hombres gauchos de aquellos tiempos, bien lo pueden haber efectuado.
En el siglo pasado, a quien mucho le preocupó el tema y dos por tres lo traía al campo de las opiniones, fue don Julio Secundino Cabezas, y él… de alguna manera lo negaba: “Esta es una de las hazañas más difíciles  para el hombre jinete y más discutida  entre la gente del ambiente; (…) yo no la he visto realizar, pues siempre que se pretendió hacerla quedó el premio desierto.” “…no lo he visto desde 1900 para acá”.
Antes, en 1938, en la Revista La Carreta de “Leales y Pampeanos” de Avellaneda, alguien que firma Armando Cordo, dedica dos páginas a negar la realidad de tal destreza, y dice: “Esta es una “prueba”, que para los espíritus analísticos resulta inverosímil, dada la faz de la proeza que la misma revista y que solo en elementos sircenses, se concive su realización, pues son verdaderas acrobacias, propias de una sistemática maestría, que no posee el hombre de campo.” (sic)
Luego trae a colación opiniones de un entusiasta criollista como Ricardo Hogg, quien ya había escrito: “Un deporte que algunos creen que ha existido y que ni Hudson ni Cunninghame Graham han mencionado, es el llamado salto de la maroma. Hernández en “Martín Fierro” no dice nada de ese presunto tan difundido deporte de la pampa”. Luego, en su libro “Yerba Vieja” (1940), agrega: “Algunos periódicos han llamado equivocadamente hacer el salto de la maroma a montarse en un animal ensillado saltando desde un poste del costado del corral; pero esa prueba solo la efectuaron dos de los profesionales que mostraron más pericia: Sinforoso López, de Río Negro, y Martín Moyano, de Puán” (esto en un concurso organizado hacia 1909).
No conforme con lo expresado, Hogg cree conocer el origen de esta cuestión, y cuenta: “Para beneficio de los maturrangos, explicaremos como nació en la Argentina la famosa fábula de la maroma. Hace años abundaban aquí los andaluces, y uno de tantos contó a Darwin y a otros expedicionarios, que los criollos eran tan de a caballo, que hasta el Restaurador le ganaba al Diablo, porque se dejaba caer de una maroma sobre un potro, con un rebenque en cada mano;…”. La verdad, que lo que resulta increíble es su suposición.
Para no pasar de largo la referencia de “circenses” dada más arriba, transcribimos esta anécdota: “Se sabe que el Coronel Cody (Bufalo Bill), vino a las pampas argentinas en busca de un gaucho que saltara de la maroma, para su circo, pero los que sabían hacerlo se negaron, diciendo que ‘no eran payasos’.”
Si hay un escritor al que personalmente tengo por veraz y muy bien informado, ese es Don Justo P. Sáenz (h), y éste, en su reputado “Equitación Gaucha”, según información que le es suministrada, transcribe que en la “estancia <La Concepción> (del Rincón de Nogoyá), por los años 1900 a 1910, muchos domadores se largaban de la maroma a poco que se lo pidiesen”, y por si fuese poco agrega en una llamada: “Mi amigo Ignacio Camps Pintos, por otra parte, infórmame que aún hoy  día (aproximadamente 1940) existen jinetes en los departamentos de La Paz y Feliciano que practican ese lance con bastante frecuencia.”.
Pero reforzando estos comentarios, Sáenz (h) recurre a la descripción que el geógrafo inglés H. C. Ross Johnson, en su libro “Vacaciones de un inglés en la Argentina”, hace de dicha destreza, según lo que pudo contemplar en 1867 en una estancia del sur santafesino: “…el gaucho que había quedado balanceándose en la barra de arriba (la maroma) se dejó caer con toda limpieza sobre la brava yegua, la que, sintiéndolo, completamente atónita, dio la impresión por un instante de detenerse en su disparada…”.
Es interesante reconocer que tres de los libros más consultados sobre voces y costumbres camperas, dan al salto de la maroma como un hecho consabido; así Enrique Rapela (de Mercedes, Bs. As.), informa e ilustra con las generalidades del dominio común, mientras que Saubidet y Capdevila -curiosamente, ambos de Tapalqué-, lo describen y aportan datos, como por ejemplo, Saubidet, que dice que el salto nunca se hizo con un solo animal en el corral, “Según me ha sido relatado por algunos viejos criollos que han presenciado la prueba en estancias de estos pagos, como, en la Estancia Vieja de los Casares, en Tapalqué (donde) lo ejecutaba el temerario y arriesgado gaucho llamado Artaza”.
Haciendo hincapié sobre lo mismo, Capdevila reitera y agrega: “En la Estancia , de Don Francisco L. Casares, establecimiento de unas 40000 hectáreas, practicaron el -entre otros paisanos- los gauchos tapalqueneros Ambrosio Artaza y Pancho Reynoso”.
Sobre personas que dicen haber sido testigos presenciales de ésta difícil prueba, vale transcribir lo que hacia 1940 narraba Don Ángel Amarante: “Don Rafael Toso, que llegó a ser mayordomo del establecimiento de campo , de Jorge Queen, y que en la actualidad cuenta 71 años, vio hacer esta prueba en 1882 a un tal Pettigrew, quien se dejaba caer de la maroma sobre el padrillo de la manada. Don Roque Macchiaroli de 75 años de edad, quien domador el mismo, vio efectuar el salto de la maroma en el año 1879 al gaucho Feliciano Gómez, conocido por Feliciano , en la estancia de Don Tomás Igarzabal, en Sauce Corto, cerca de la laguna el As de Bastos.
Doña María Almagro de Campos vio hacer esta prueba en el año 1892 al gaucho Pablo Alcaráz, conocido por , en el establecimiento El Quinto, poblado por Don Manuel Isidro Campos. La señora R. Sullivan, de Lennon de 85 años, vio efectuar el salto de la maroma a Gualterio Paolaso, peón domador de la estancia La Vigía, de Huges. El señor Ramón Videla Dorna (h) vio también de igual modo a Irineo Centurión en la estancia San Pascual, del partido de Monte. El señor Sixto A. Cordero vio hacer esta prueba en Chivilcoy, en el año 1885, a Belisario Chirino, famoso domador de Nueve de Julio.”
César Lescano, aproxim.1981 - foto revista emtrerriana "Destreza Criolla" 

Si avanzamos en el tiempo y nos venimos hacia fines de la década del ’70 y principios de los ’80, está el caso del mentado jinete César Lescano que solía realizar exitosamente el mencionado salto, y así ha quedado registrado en una seguidilla de fotos que publicara la revista entrerriana .
En lo personal, aunque no lo hemos presenciado, conociendo el temple y carácter de nuestra gente campera, y haciendo una composición de aquellos años de la “Patría Vieja”, nos inclinamos por aceptar su real existencia.
Por último, recurriendo a la memoria, mi querido amigo Manuel Rodríguez (Teodelina, 05/1924), me cuenta que hacia 1940, por un corto tiempo fue caballerizo en Cabañas “Santa Juana” de Dubou, en vecindades de Estación San Marcelo, establecimiento que entre trabajadores y sus familias rondaban las 3000 personas, entre cuya paisanada vio en los hombre mayores vigente aún el uso del chiripá. Por entonces, con motivo de la inauguración de la Capilla de la estancia, se llevó a cabo una gran fiesta que duró unos tres días, en el transcurso de la cual hubo jineteada de potros y salto de la maroma, y que al decir de aquellos paisanos, se realizaba de dos maneras: la largada, colgando el hombre de la maroma (como ocurre en todas las referencias anteriores), y el salto, para el cual el hombre se acuclillaba sobre la maroma y de allí “saltaba” sobre el yeguarizo. Esta forma no está referenciada en ningunas de las citas que hemos encontrado, pero nos ha parecido interesante informarla, ya que de una u otra forma, convencido estamos que tal destreza gaucha existió.
La Plata, 19 de Enero de 2013
Bibliografía
  • Revista “La Carreta” Nº 68 – 3/1938
  • Yerba Vieja, de Ricardo Hogg – 1940
  • Equitación Gaucha, de Justo P. Sáenz (h) – 1951, 3º Edición
  • Gaucho Parejo, de Julio Secundino Cabezas – 1959
  • Instrucciones a los Mayordomos de Estancia – 1968, edición Plus Ultra
  • Vocabulario y Refranero Criollo, de Tito Saubidet – 1975, 7º Edición
  • Revista Cámara Argentina de Consignatarios de Ganado – 1º Bim. 1975
  • Conozcamos lo Nuestro, de Enrique Rapela – 1977, tomo I
  • El Habla Paisana, de Rafael Darío Capdevila – 02/2004
(Publicado en Revista El Tradicional Nº 109)