martes, 16 de junio de 2020

EL LUGONES GAUCHO


En los círculos literario o entre los lectores de temas argentinistas, decir Lugones, es referirse al poeta, cuentista, novelista, político, periodista, pensador, conferencista, historiador, ensayista, etc., pero pocos o muy pocos, recapacitan en su condición de autor gaucho.
Los amantes de las tradiciones (y los argentinos en general), debemos a Lugones, el lugar que hoy ocupa el “Martín Fierro” en nuestra cultura, y en lo que ésta significa para el mundo.
Si bien la obra hernandiana estaba muy reconocida por el pueblo, no pasaba lo mismo en los cenáculos literarios donde -salvo alguna crítica favorable- se la tenía por ‘obra menor’, quizás justamente por aquello de estar escrita en versos menores (octosílabos), y por representar a un personaje, el gaucho, que por su carácter libertario e independiente, no era bien visto por muchos.
Por 1913 el escritor ha regresado al país procedente de Europa, donde ha permanecido por casi dos años; viene a arreglar sus asuntos, porque tiene pensado establecerse en París con la idea de llevar adelante un ambicioso proyecto literario, hispanista, por cierto.

En esos días se cruza con quien conducía los destinos del Teatro Odeón, su amigo Faustino Da Rosa, quien sin pérdida de tiempo le propone ofrezca en dicha sala, algunas conferencias contando sus vivencias de viajero atento y observador. (Parece que era algo común por entonces, cuando la “clase patricia argentina” viajaba mucho a Europa, donde inclusive tenían residencia).
No le responde en el momento, pero días después le recuerda el ofrecimiento, le dice que acepta, pero que él no va hablar de cosas mundanas, sino que va a desarrollar temas propios de la Argentina.
Sucede entonces la serie de seis (6) conferencias en las que a teatro lleno, se encargó de elevar a obra maestra al poema de Hernández, y de personaje representativo de la nacionalidad, al gaucho. Lugones ha puesto todo su esfuerzo intelectual y dialectico, en “el sentido de razonar lo sustancial de nuestro ser nacional”. (1)
Escribió el Dr. Pozzi Albornoz que “Su éxito fue tan extraordinario que el teatro agotó sus localidades  durante todo el ciclo de aquellas, contándose entre los asistentes más conspicuos el entonces presidente de la República Roque Sáenz Peña con buena parte de sus ministros”.
Si bien vuelve a Europa a establecerse, el inicio de la Primera Guerra, hace que abandone su proyecto y vuelva ya definitivamente a la Patria.
Su obra “El Payador”, aparecida con motivo del Centenario de la Independencia, reúne los temas desarrollados verbalmente en sus conferencias, a los que agrega otros temas que considera de interés y afín con lo ya adelantado en el Teatro.
Dicha publicación, sienta un precedente ineludible en lo referente a la ‘identidad nacional’.
¿Por qué tituló así al libro? Porque “…fueron ellos -los payadores, dice- los personajes más significativos en la formación de nuestra raza”.

Lugones nació en 1874, en el norte cordobés casi lindante con Santiago del Estero. Tuvo la ocasión de conocer al gaucho neto de aquellas regiones, en tiempos que el de acá estaba abrumado en la lucha con el indio. Sabe de lo que habla. No es que lo sabe porque lo ha leído o se lo han contado. Puede entonces decirse que hurga en sus propias raíces para rescatar la esencia, la identidad, y poder transmitirla, difundirla, conservarla viva, y no yacente como objeto intangible de museo.
Su cabal interpretación del “Martín Fierro” lo convirtió en un auténtico referente de nuestras letras. Al respecto su hijo “Polo” (exégeta de la obra paterna), sentenció que fue “… el primero de los primeros cuya pluma, con glorificar aquellos versos, enalteció la figura del gaucho, personaje de romance en el medio argentino”. (Aclaremos que eso de “personaje de romance”, remite a los romances de gesta, con que el pueblo español cantó a sus héroes, cuando la lucha con los moros).
Ya que citamos a España, en crítica que el autor hiciera a la aparición del “Don Segundo Sombra”, destaca que el gaucho mantiene del antiguo conquistador hispano, el “… mismo idioma, (que) conserva su castellano arcaico y sabroso…”. Y con esto está reafirmando que la fundación del género gauchesco justamente está basado en la forma expresiva, en el lenguaje, en la utilización de lo que podemos llamar, “el habla gaucha”, devenida por lo tanto de aquel castellano de los conquistadores.

Volviendo atrás, en 1896, un joven poeta cordobés de 21 años llegaba a Buenos Aires, con toda la intención en insertarse en los círculos culturales; quienes se animaban a recomendarlo avisoraban en él un futuro brillante en las letras.
“Empezó recibiendo -dijo Carlos Erro en La Nación- la influencia de Almafuerte, y aquella huella nunca se le borro del todo”. Oh casualidad: aquel encendido poeta era un admirador sincero del arte de los payadores, y aunque no cultivó ‘el gauchesco’, quienes lo conocieron afirmaron que mucho de criollo había en su figura y su personalidad. Buen espejo entonces, en el que mirarse, tuvo el joven Lugones.
Antes de las charlas del Odeón, ya había incursionado en las letras gauchas, como que en 1905 había dado a luz su novela histórica “La Guerra Gaucha”, donde exalta y pone en su lugar la gesta de los gauchos de Güemes, sin los cuales y su guerra de guerrillas, San Martín, no hubiese podido coronar su ambicioso, arriesgado y complejo plan libertador. Tiene 30 años y ya está muy bien afirmado en su sentimiento y proyecto de revalorizar nuestro pasado e historia.
Unos treinta años (30) después, en la madurez de la vida y en la plenitud de su saber, como una de sus últimas obras, el libro póstumo, da a las prensas un trabajo magnífico, quizás nunca lo suficientemente ponderado, me refiero a sus “Romances del Río Seco”. Allí, en esos versos “menores”, muestra cuanto sabe él de la vida de la campaña, y por lo tanto, cuanto hay en él de gaucho. Su conocimiento, el vocabulario utilizado, nos hablan de una interesante consustanciación con la vida rural de sus norteños pagos cordobeses.

RESEÑA BIOGRÁFICA

Leopoldo Antonio Lugones, nació el 13/06/1874 en Villa de María del Río Seco, Córdoba, en el seno de la familia constituida por Santiago Lugones López y Custodia Argüello Bulacio, siendo el hijo primogénito, continuándolo Santiago Martín (1878), Ramón Miguel (1880) y Carlos Florencio (1885).
Los Lugones era una familia de antigua prosapia santiagueña, mientras que la de su madre era cordobesa, de la Villa de María. Por entonces, Córdoba y Santiago del Estero se disputaban la integración provincial de dicha localidad.
Tiene 18 años aproximadamente, cuando a través de la prensa escrita comienza a dar a conocer sus juveniles creaciones.
Tempranamente se casa con Juana González, en la ciudad de Córdoba, donde residía. Corría 1896. Ese mismo año se muda a Buenos Aires, donde rápidamente se inserta en los ambientes culturales, trabando amistad con José Ingenieros y Roberto Payró, entre otros.
Se emplea en la Dirección de Correos y Telégrafosa en la que permanece hasta 1900, año en que es designado Inspector de la Dirección Gral. de Educación Secundaria, y en 1915 será nombrado Director de la Biblioteca Nacional de Maestros, cargo que desempeñará hasta su muerte.
De su matrimonio con Juana, nacerá en 1897 su único hijo, Leopoldo, al que apoda “Polo”, el tristemente célebre creador o introductor de la “picana eléctrica”.
El mismo año aparece su primer libro: el poemario “Las Montañas del Oro”,  que marcará el rumbo a una profusa y variada obra de unos cuarenta (40) títulos.
En 1924 es distinguido con el Premio Nacional de Literatura, y cuatro años después, a instancias suyas se funda la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), de la que será su primer presidente; y es a través de ésta, después de su fallecimiento, que se instituirá al 13/06 como el Día del Escritor, la fecha de su nacimiento.

Su aspecto de hombre serio y estructurado parece que se quebró en más de una oportunidad ante el encanto femenino. Es así que se cuenta que por 1926 -cuando ya es hombre de 52 años- inicia una relación con la joven Emilia Santiago Cadelago que se extendió por más de diez años; esto lo cuenta una amiga de aquella, María Cárdenas de Monner Sans, en su libro “Cuando Lugones Conoció el Amor”. Pero otros hablan de otra joven llamada María Alicia Domínguez de quien “en plenitud de juventud y belleza”, se enamora. La recordada y consagrada escritora platense Aurora Venturini la evoca como la amante a la que el poeta le dedicaba poemas que “destilaban ternura de hombre decadente hacia una muchacha hermosa y tal vez frívola, frivolidad que adjudicaba a Ma. Alicia, mi extrema juventud, y seguramente mi envidia.”
Enterado su hijo de esta relación, temeroso que saliera a luz provocando deshonra y deshonor a la familia, se dice que lo persiguió insistentemente, llegando a presentarse en la casa de la joven amante, poniendo a sus padres al tanto de los sucesos, obligándola a dar fin a esa relación. Y este habría sido uno de los puntos altos que lo llevó al derrumbe y debacle final.
Desde Retiro viajó en tren al Tigre y desde allí en la lancha “Egea” al Recreo “El Tropezón”. En una tarde calurosa pasó largos ratos mirando al río. Luego en su habitación, pidió un whisky y agua. Ya solo, ingirió el cianuro que de ex profeso llevara, apurándolo con medio vaso de la fuerte bebida.
Más luego lo encontrarían convulso y con la cara violácea por el veneno.
En la mesa de luz había una carta que entre otras cosas decía: “Pido que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohíbo que se de mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos”. Corría el 18/02/1938. Tenía 63 años.
Sin querer justificar esos amores prohibidos, vale recordar una anécdota que relata Manuel Mujica Láinez: “A Leopoldo Lugones lo conocí bastante. Poco antes de su muerte, me invitó a almorzar en el Yacht Club. Estaban, además, su mujer, Juanita González, y el escritor español Eugenio Montes. Cuando, días más tarde, tuvimos en Mar del Plata la noticia de su suicidio, recordamos que durante ese almuerzo su insoportable mujer no había hecho más que contradecirlo irritantemente. Era un hombre fascinador”.
Sus restos recibieron sepultura en el Cementerio de la Recoleta, permaneciendo allí 55 años, ya que el 18/02/1993, en homenaje organizado por la SADE y las autoridades municipales de Villa de María del Río Seco, fueron trasladados al cementerio local, en un avión de la Fuerza Aérea Argentina. De dicho acto solemne participaron el Secretario de Cultura de la Nación, el Presidente de SADE, y autoridades municipales.
Al momento de su muerte expresó Borges: “Decir que ha muerto el primer escritor de nuestro idioma es decir la estricta verdad, y es decir muy poco”.
Por 1949, Carlos A. Erro escribió en La Nación: “Asombraba por el magnetismo de su palabra. (…) Era un criollo hecho y derecho. Criollo de tierra adentro a quien el influjo telúrico había marcado indeleblemente”.
En este 2020 se cumplen 145 años de su natalicio y 82 de su partida.
La Plata, 10/03/2020

(1)   El Payador de Leopoldo Lugones, por F.L.B. (La Nación, 14/01/1962)

Bibliografía

-Romances del Río Seco, de Leopoldo Lugones – Edición 1948
-Leopoldo Lugones, por Carlos A. Erro (La Nación, 13/03/1949)
-El Payador, de Leopoldo Lugones – Edición 1961
-Leopoldo Lugones (selección), por Leopoldo Lugones (h) – 1962
-El Payador de Leopoldo Lugones, por F.L.B. (La Nación, 14/01/1962)
-Otro Lugones se mata, por A. Saez Germain (Rev. Gente 331, 25/01/1971)
-También fue de Correos y Telégrafos, por Roberto Asquini (Rev. Postas Argentinas 362,
  5-6/1974)
-El Día, 13 y 18/02/1993
-Entre la flecha y la espada. (El Día, 27/06/1999)
-Lugones enamorado, por Aurora Venturini (El Día, 22/10/2000)
-Opinión de Mujica Láinez. (La Nación Cultura, p.2 – 18/04/2004)
-Lugones y el “Martín Fierro”, por Ismael Pozzi Albornoz (El Tradicional 55, 9/2004)
-Evocación de Leopoldo Lugones, por Antonio Cóccaro (El Día, 24/02/2005)