martes, 29 de enero de 2019

ABEL GONZÁLEZ ¡Hasta más ver...!


En la madrugada de este domingo 27 de enero, como se decía en la campaña de ayer “se cortó” el existir de uno de los tradicionalistas más importantes del amplio movimiento que hoy nos comprende. Su nombre Abel González.

Si no le erro fue en el pasado invierno que una cruel enfermedad le tronchó el camino. En un primer momento, tomar conciencia de esa situación, lo conmocionó y lo llevó casi a entregarse, mas pasado un tiempo se repuso, y si bien era consciente de que su situación era muy complicada, recapacitó y analizando que todos andamos por la vida “a plazo fijo”, se dispuso a vivir el tiempo que le quedaba, sin entregarse.
Por el último día del año 18 mantuvimos una larga conversación telefónica, y me alegró saber que se encontraba grabando pasajes de su rica vida, para que esas experiencias y esos saberes no estén presentes en el traje que lo arrope en la partida, porque de ser así quedan sepultados bajo la negra tierra de la tumba final, perdiéndose irreparablemente.
Las primeras imágenes de Abel que quedaron grabadas en mis retinas, se remontan a 1981 y 82, cuando en la Ciudad de La Plata y su zona de influencia, el movimiento tradicionalista estaba efervescente, atareado y enfocado en celebrar gauchamente el Centenario de la Ciudad de Rocha.
Había llegado de Navarro para atar y hacer desfilar por las calles citadinas, la gran chata cerealera de Muñeca; y por cierto que se lució en dicha empresa. Fue la primera vez que uno de esos ‘gigantes de la llanura’, anduvo participando de un festejo gaucho en la Ciudad Capital. Por entonces era Abel un joven paisano de 31/32 años, y ya estaban impresos en él: el gesto reservado, la palabra medida, la falta de ostentación, la observación sentenciosa.
No sé si ya la habían fundado u ocurrió unos años después, pero cuando en Navarro ‘hizo roncha’ la Agrupación “Gauchos de Manuel Dorrego”, que tenía en Rubén Trezza el espíritu creador, allí anduvo aportando el paisano evocado. Hacia el inverno del 93, cuando Trezza invitó a un grupo de amigos a compartir un asado en su “Rancho El Cencerro”, nos volvimos a encontrar.
Aquel día, mientras en el fogón la carne se doraba, se me acerca Abel y me pregunta si tenía algo que hacer; le respondo que no, solo compartir con los allí reunidos. Entonces me invita a salir a dar una vuelta para conocer el pueblo y algunos lugares que él consideraba importantes. Le dije si podía invitar un par de amigos, y sumé a Agustín López y Manuel Rodríguez. Por entonces tenía un “Falcón”, y arrancamos la aventura a la que nos invitaba.
Me dijo que a un pueblo había que conocerlo comenzando por sus muertos, y fue así que enfilamos al viejo Cementerio de Navarro. Fuimos al sector más antiguo donde se mantienen vigentes varias tumbas con la reja que las rodeaba, como se acostumbraba “allá lejos…”; una correspondía a uno de los oficiales que había acompañado a Lavalle en su derrotero final de 1840. Luego estuvimos frente a un viejo boliche ya cerrado, en el que la historia lugareña ubica a Moreira tomando la copa; pasamos por la iglesia de amplia escalinata, donde -cuando unas elecciones- sostuvo un comentado duelo a cuchillo. El paso siguiente fue visitar el lugar donde se lo fusiló al Cnel. Dorrego, sitio que hoy ocupa el Museo que lo evoca. Allí cerquita, el casco y el monte de la Ea. “El Talar”, y gracias a su conocimiento del lugar y su gente, pudimos acercarnos al viejo edificio, al que si bien no pudimos entrar, se nos permitió observar a través de una ventana, la habitación -entonces desierta- en la que pasó su última noche y donde escribió sus últimas esquelas, el Cnel. Dorrego.
Agarrado allí de los barrotes de la reja, sentí vibrar la historia, escuché las voces del pasado.

 Del antiguaso monte de talas que da nombre a la estancia, nos contó Abel que estaba alambrado, lo que impedía el ingreso de animales, entonces, las hojas secas, las ramitas y ramas que caen cuando alguna tormenta, han ido tapizando el suelo formando un colchón que de a poco se va integrando al suelo. Me decía que en ocasiones él entraba, porque había allí una energía especial producto de una naturaleza que se mantenía virgen y que sentía que le transfería un sentimiento positivo.
¡Jamás de los jamases! Olvidaré lo vivido en esa jornada.
Después la vida nos cruzó los caminos en diversas ocasiones, siempre propicias para el abrazo fraterno y la charla fructífera.
Siendo que era él un sabio, me distinguió con un  trato deferente honrándome con una reciprocidad que no sé si la merezco.
Había nacido en Bolivar el 30/09/1950, por lo que tenía 68 años.
Supo contarme que en su ser convergían la sangre de antiguos estancieros criollos y de chacareros pioneros, por lo que decía que tenía los profundos saberes de esas dos corrientes, que si bien a veces parecen antepuestas, en él convivían parejitas y entabladas.
Como decían nuestros mayores, se “cortó su esistir”, y ha pasado a vibrar en otra dimensión, menos humana… más espiritual.
Abel González y Carlos Risso, en el 10° Encuentro de Sogueros de Cañuelas (18/04/2015)

¡Hasta más ver, paisano amigo Abel González!
La Plata, 27 de Enero de 2019

Carlos Raúl Risso E.-

martes, 15 de enero de 2019

JULIO SECUNDINO CABEZAS -Vida y Obra-

Don Julio y su sobrino Víctor Cabezas

Fue -quizás- el primer hombre en realizar la animación de una jineteada tal como hoy se conoce, y esto allá por la segunda mitad de la década de 1950 (aunque hay quien arriesga que ya por el ‘40 lo hacía); reconocido hacedor de botas de potros, blancas y sobadas como un guante, cuando en aquellos mismos años no era tan común que los jinetes las usasen; antes había sido jinete, y aunque no se recuerden hazañas de sus montas (prefería las clinas y el cuero tendido), sí es sabido que en “jineteada por equipos”, junto a Manuel González, Cipriano Terán, Manuco Galíndez, Eustaquio Parodi y Manuel Fernández, resultaron el equipo campeón internacional en 1931, en Montevideo. Donde se cuenta que más se destacaba, era con el lazo. Y esto no es todo, porque debemos agregar que fue poeta, y si quizás por ahí estuvo un escalón por debajo de Charrúa, Menvielle y Risso, no se puede negar que fue un genuino hacedor de versos camperos que supieron ganarse un lugar propio en los fogones gauchos.
Ese hombre se llamó Julio Secundino Cabezas, y fue “Cunino” para el trato familiar y con la gente amiga.
Nunca tuvo empacho en decir que había nacido en el sur patagónico, más precisamente en el Chubut, habiéndose criado en la estancia de la familia Yenki, por Esquel. Pero nunca dio más detalles que esos, ignorándose cuando y donde había nacido.
Pero en agosto de 1963, en entrevista que el famoso soguero Don Luis Alberto Flores le realizara en su casa de Villa Insuperable, Lomas del Mirador, partido de La Matanza, le cuenta haber nacido en 1909, en Gobernador Costa, Chubut. El reportaje fue publicado en la edición N° 266 de la importantísima Revista “El Caballo”.
Mucho más acá, abril de 2016, y a raíz de un artículo mío publicado en Internet, recibo una comunicación de Virginia Drazer, quien me cuenta ser la nieta mayor de “Cunino”, y me informa que poco se conocía en familia, de Don Julio y sus dos primeras décadas vividas en el lejano sur, pero también me dice que es tenedora del documento del abuelo, donde figura asentado el 25/02/1909, en Fuerte Roca, Río Negro. Dato que nos complica la historia.
Año 1938, jineteando con el cuero tendido, en Parque Camet, Mar del Plata
En carta del 1/04/2003, el ya citado Flores, conocedor de mis vínculos familiares y amor por “el viejo Pago de la Magdalena”, me cuenta que Cabezas le había referido que su padre era natal de La Magdalena, quien mozo se había ido al sur, siendo “uno de los primeros pobladores del oeste del entonces Territorio Nacional de Chubut”. Casualmente, conocía por relatos de mi abuelo Desiderio Espinel, que el capataz de la estanzuela de mi tatarabuelo Miguel Espinel, era un tal Cabezas o Cabeza, y un hijo de éste bien podía haber sido el padre de “Cunino”, pero… también recuerdo que me había contado que solo tenía una hija, de su misma edad, y que ésta era ciega. Casi casi… tengo el origen de Cabezas en los campos de “El Mirador”
Por 1929, al llamado del Servicio Militar, se traslada a Bs. As. para cumplir con dicha obligación, y aunque ignoramos a que cuerpo se incorpora, sí sabemos que luego será domador del Regimiento 8 de Caballería, que desde principios del Siglo 20 y hasta 1953, tuvo su asiento en la Guarnición Militar de Campo de Mayo. Dicho cuerpo es el que hoy, como Caballería Mecanizada, tiene su destino en Magdalena. Es muy posible que en él cumpliera como soldado, y que a raíz de ese vínculo se enganchara luego como “domador”.
A este respecto, en lo que él en sus libros llama “Prosas”, refiere que se fue criando en la costa de la Cordillera, por Río Pico, Somán, Esquel y Gobernador Costa, y que en su vida patagónica fue domador en las estancias “El Piche” y “Las Lagunas”.
Ya comentamos que hay cuestiones de su vida que poco se conocen -inclusive en la familia- pero su nieta Virginia nos ha brindado información que a ayuda a clarificar el tema de un hijo varón.
Parece ser que al trasladarse a Buenos Aires, viene con él, o lo sigue al poco tiempo, un hermano de nombre Maclovio; mientras “Cunino” cumplía como soldado, conoce a una joven llamada Emilia Gobbi, con la que comienza una relación de noviazgo; ésta tenía una hermana de nombre Elisa, que, valga la casualidad, se pone de novia con Maclovio, y tiempo después las dos hermanas Gobbi se casan con los dos hermanos Cabezas; del matrimonio de Julio nacerá su única hija Alicia, y del de Maclovio, nacerá Víctor.
Se cuenta en familia que Maclovio trabajaba embarcado, o sea, que estaba en la marina (ignoramos si en la mercante o de la Armada), ahora, lo cierto es que un día, cuando Víctor aún era muy chico, Maclovio se embarcó y no volvió más a su casa y nunca más se tuvieron noticias de él; fue un duro golpe para “Cunino” quien resultó un ‘padre’ para aquel niño, que al hacerse adolescente y joven, siempre lo acompañaba a todas las fiestas por las que andaba, inclusive se lo ve en las tapas o contratapas de alguno de sus libros, y hasta era común que lo presentara o se refiriera a él, como hijo.
Julio sufrió mucho con esa desaparición, y su pensamiento se atormentaba pensando que su hermano se suicidó. A raíz de esa conclusión escribió un verso de tono reflexivo que se titula “Ingratitud”, incluido en su primer libro.
Su tarjeta personal
Cuando en 12/1966 se batió en “duelo criollo a primera sangre” con el escritor Dalmiro Sáenz, Víctor Cabezas fue quien ofició de juez, y esto lo relataremos más adelante.
En cuanto a sus estudios, él mismo dijo que cursó hasta 3° grado, lo que allá por 1920 era decir mucho, pero es posible así haya sido, pues es probable que en la estancia en la que se crió, o había escuela, o asistía algún maestro que daba clases a los chicos de la misma.
Volviendo a su primera época en Buenos Aires, después de estar como domador en el Regimiento 8, se conchabó en la misma condición en el Mercado de Hacienda de Liniers.
A mediados de los ‘90, el paisano Don José Yebré (El Turco Yebré), que también había sido trabajador del Mercado de Hacienda, me contó que Cabezas, andando el tiempo, si bien tenía nombramiento de ‘domador’, se desempeñaba en realidad en la sección “Marcas y Señales”
En el ambiente de las jineteadas, hay total coincidencia en considerarlo el creador del “floreo” en la animación, y por nuestra parte le damos la derecha pues no suenan nombres de paisanos en la misma función que los hayan utilizados. Cuando niño aún, lo vi y escuché a Don Rodolfo Nicanor Kruzich animar en “La Montonera” de Ensenada, utilizaba floreos de su propia cosecha, pero claro… el “¡Voy al hombre… nomás!” de Cabezas ya era popular.
Don Julio y su esposa Emilia Gobbi
Como tuve un trato muy amistoso con Don Nicanor, hoy me lamento no haberle preguntado cómo eran las animaciones que hacía junto a Pedro Risso, y ahora ya es tarde…
No tenemos referencias sobre en qué momento de su vida se involucró con la composición de versos, y en nuestras búsquedas por viejas revistas, hemos encontrado colaboraciones suyas a mediado de la década del 40, pero para entonces ya era hombre de 36 años, por lo que suponemos, que debe haber iniciado mucho antes, siendo más joven.
Su primer libro se tituló “Gaucho Parejo” y apareció en 01/1959 bajo el sello de Editorial Caymi, sello que en las décadas anteriores había publicado incontables libros de los más variados autores criollos; en 1967, Ed. Luminton realizó una 2da. edición. A "Gaucho Parejo" lo siguió “Herencia de Tata” y solo podemos decir que es anterior al año 65, pero sin poder determinar el año real; luego viene “Abarajando Chispas” de 1965, que es en realidad un folleto de pocas páginas, y así lo calificamos pues está abrochado por el lomo, o sea, no tiene encuadernación; en 1971 publicado por Ángel Estrada y Cía. apareció "Campereando"; el próximo por Ed. Luminton fue “Voy al Hombre” en 1973; luego, en 1974 hay dos ediciones de “Jinetes y Reservados”, ambas de Ed. Luminton, que llevan la misma tapa, pero una tiene más páginas que la otra, o sea: es distinto en el interior. Y por último en 1980 -para nuestros registros, su octavo libro-, aparece “Recostao en la Tranquera”, que tiene unas cuantas páginas pero es abrochado por el lomo. Debe haber otro titulado “Floreos”, que como no hemos visto, no sabemos si contiene versos criollos o son solo “floreos”, ni de qué año es.
Existe otro pequeño folleto que contiene unas cuatro composiciones de Cabezas y una de Martín Castro, titulado “Con Baguales y Milongas”, que creemos publicación realizada por el cantor Carlos Martínez Luna. Tampoco tiene fecha de edición.
Su obra no solo se encuentra en las páginas del libro, sino que también hay registros discográficos, y así podemos decir que antes de 1969 realizó una grabación con el ‘Payador Sampedrino’, Roberto Ayrala, que lleva por título “Camperiando”, y también junto al cantor Roberto Sánchez, “El Zorzal Entrerriano”, concretaron una producción que bautizaron “Voy al Hombre!”, que fue realizada para el Sello “Europhone” y Ramón Merlo Producciones, hacia 05/1977. Al respecto tenemos en nuestro archivo un recorte de un diario rosarino -que no identificamos-, fechado 23/05/1977, que anuncia la presentación de dicho disco para el 25/05 en el transcurso del Festival “Jineteada y Canto Argentino”, en la Sociedad Rural de Rosario.
05/1977 - Don Julio y Roberto Sánchez
 Sus letras sencillas, nada pretenciosas pero gauchonas, fueron llevadas al disco, a más de los ya nombrados Martínez Luna, Ayrala y Sánchez, por intérpretes como: Héctor del Valle, Suma Paz, Manuel Rosa, Roberto Garayalde, Mario Sosa, Claudio Agrelo, éste último: su ahijado artístico.
En diciembre 1966, alrededor del día 11, en las instalaciones del Círculo  Criollo “El Rodeo” (entonces en el Palomar), se batió en duelo a cuchillo y a primera sangre, con el escritor y periodista Dalmiro Sáenz. ¿El motivo?, ofrecerle a la muy nueva revista “Gente y la Actualidad”, una nota de riesgo, corajuda y de color. Sáenz trabajaba para la revista y se le ocurrió vivir esa experiencia y ofrecerla como una nota curiosa. Vaya a saber porque lo eligió a Cabezas, porque éste no tenía fama de hombre peleador; él mismo un par de años después aclaró en un reportaje: “…yo sé manejar el cuchillo pero no soy cuchillero; debe ser lo más malo cortar a un hombre a sangre fría…”. Por su lado Dalmiro recordaría las horas previas al duelo: “…iba a la casa de un hombre llamado Julio Secundino Cabezas, un domador de prestigio, un verdadero artista del lazo, un hombre que maneja el cuchillo con la misma naturalidad con que yo manejo la birome sobre este papel donde estoy escribiendo. Iba a pedirle que sostuviera conmigo un duelo criollo a primera sangre”.
Por entonces Cabezas ya estaba ‘orejiando’ los 58 años, y Sáenz andaba por los 40; Cabezas vestía bombacha sujetada por la faja, sin tirador, y lucía sobre el cuello de la camisa de puños abrochados, un pañuelo tendido, usando su clásico chambergo chico, de ala requintada; empuñaba un facón sin defensa, que a juzgar por los testimonios gráficos bien pudo haber sido una daga. En el brazo izquierdo un ponchito liviano de guarda pampa, le hacía de escudo.
Por su parte, el contrincante se presentaba descalzo, con un pantalón tipo “vaquero” algo arremangado, empuñando un facón con defensa en ‘S’, que según dijo, correspondía a un caronero que por habérsele quebrado, lo había acortado. Con el brazo izquierdo, libre al uso de los esgrimistas, buscaba el equilibro.
De público: dos reporteros gráficos para registrar las acciones, y el jurado, que era su sobrino Víctor. (quizás entre los árboles haya habido paisanos pispiando).
Escena del duelo, con Sáenz ya cortado
El duelo no tenía tiempo estipulado, sí, que al primer corte, a la primera sangre que se asome, automáticamente se suspendía.
Según la crónica de Sáenz combatieron durante 45 minutos, pero según Cabezas contó años después, no fueron más de 30 minutos. Lo cierto es que Cabezas lo cortó en un brazo, y aunque hubo sangre, Dalmiro encarnizadamente, no se daba por enterado y seguía tirando buscando de cortarlo; Cabezas lo volvió a cortar arriba de un ojo, un tajo que lo marcó en la frente, y Dalmiro más se afanaba en el combate. Cabezas intentaba llamarlo a la realidad al grito de “Pare hombre! Pare Dalmiro!”, pensando -íntimamente- que lo único que le quedaba era tirarle de punta y a fondo, cosa voltearlo o matarlo, y su sobrino, casi sopesaba ya un ladrillo para dormirlo de un golpe. Finalmente, Dalmiro se sosegó, aceptando la derrota.
A Sáenz, la nota le reportó en el momento cierto renombre al encarar algo tan riesgoso, y a “Cunino” le permitió embolsar $10000 de la época, según habían pactado de antemano, que no deben haber sido poca cosa. Han transcurrido ya 52 años.
Para evocar como lo conocí, traemos una anécdota al fogón: el domingo 23/03/1958, la Cooperadora de la Escuela del Paraje El Pino -zona de Bavio, partido de Magdalena, Bs. As.- , organizó una fiesta criolla para recaudar fondos, y la misma se realizaba en la casa de mis mayores: “Los Ombúes” de Espinel.
A diferencia de los grandes afiches de la actualidad, un pequeño volante de 19x27cm (que agujereados en un extremo se colgaban en el almacén, el boliche, la casa consignataria de hacienda, en la feria, etc.), anunciaba: “Gran Jineteada de Potros Reservados” a partir de las 14hs. se subirían potros y reservados de La Montonera y La Totora, El Vale Cuatro, El As de Espada, El Picante y Andá si Puedes, del Sr. Rey, y  La Tostada y La Canaria del Sr. Mercaníe.
Y aunque era muy chico -tenía 6 años-, hay cosas que quedaron grabadas en mi memoria; por ejemplo, que como cualquier concurrente, pagó la entrada y entró a la fiesta un paisano que recuerdo bien vestido, con un pequeño envoltorio bajo el brazo, que al cruzármele en el camino ya llegando al campo de la jineteada, me detuvo y me alzó sobre un tronco alto, y desatándome el pañuelo colorado que tenía al cuello, haciéndome en él el nudo espuela me lo dejó nuevamente puesto. Aquel hombre era Julio Secundino Cabezas, y el pequeño envoltorio eran unas botas de potro, con las que si no me equivoco, se hizo una rifa.
Después de un punto y aparte, recuerdo que por aquellos mismos años o 1960, la entonces novísima televisión, o sea el Canal 7, los días domingos a la nochecita transmitía un programa argentinista llamado “Fortín Fiesta”, y de él participaba Cabezas haciendo galas de sus decires, sus versos y floreos.
Los últimos 10 años de su vida, ya retirado de la actividad y creo que habiendo enviudado, los pasó en Gral. Rodríguez, donde falleció el 13/12/1988 a la edad de 79 años.
En 1998, a diez años de su partida, en dicha localidad se inauguró en su homenaje, un gran monumento que lo muestra de cuerpo entero. En su base hay una décima que dice: “Unas botas me han quedao / como un recuerdo paisano / de quien fuera un artesano / y con justeza, mentao; / pero ha de ser recordao / porque jué güen pialador / y en fiestas, animador / que ha gustao al paisanaje, / supo el tema del pelaje / era pueta y floriador”.
Vale aclarar que el autor de la misma es Don Agustín López, y no quien allí quedó registrado.
1972, Ayacucho. Con el jinete Rogelio Lamenza
Por mucho tiempo en los campos de jineteadas, como si Cabezas estuviera presente, resonará el eco de su “¡Voy al hombre… nomás…!”.
La Plata, 14 de Enero de 2019