martes, 12 de marzo de 2024

JUSTINIANO DE LA FUENTE - EL "BÁSICO" GAUCHO


“La Tradición

no es palabra para todos,

porque no todos pueden hacerla rezo

en la fatiga cotidiana”.

J. de la F.

Parece mentira, pero… ¡que pocos registros -casi nada diría- han llegado hasta nosotros de este hombre que tanto hizo para organizar el movimiento tradicionalista!

Algunos por ahí han dicho que era de la Ensenada, pero esa relación quizás provenga porque -aparentemente- fue funcionario de Puerto La Plata.

Tenemos en la memoria como una vaga referencia de nuestra niñez, que vivía en las inmediaciones de Plaza España (Avda. 7 y 66).

“Básico” de la primera hora, fue en lo que llamaban “el rancho criollo de Justiniano”, por Punta Lara, donde el 13/12/1937 se habló por primera vez de hacer algo para institucionalizar una fecha como “El día de la Tradición”.

Se lo estimaba con un gran orador, de palabra pronta y precisa, sin necesitar de un papel para dirigir la palabra a la concurrencia de un acto.

Supo vestir las prendas criollas con naturalidad y recato, así como ensillar prolijo y saber pasearse sobre el lomo de un pingo. Tenemos conocimiento que algunas de las pilchas que lucía -por ejemplo, una hermosa rastra- eran propiedad de un señor de apellido Richardson, de Ensenada, que supo ser Comisario allá en lejanos años.

Mientras que los “Básicos”, por ejemplificarlo de algún modo, eran todos hombres ‘de saco y corbata’, Justiniano fue el único que se engalanaba con las pilchas criollas, y eso hizo que al declararse el “Día de la Tradición”, fuese el que estuviese adelante en todos los actos, homenajes y desfiles que al respecto se organizasen.

Y cuando “Bases”, ante la magnitud de los fastos en La Plata, de 1940, vislumbra que la organización de los mismos escapan a sus posibilidades, propugna la creación (04/1942) de la Federación Gaucha Bonaerense, la que se engalana con la presencia de Don Santiago Rocca que será su primer presidente, aunque más no sea durante el primer año, y allí se destaca el ímpetu y la capacidad organizativa de De la Fuente, quien ya a partir de 1943 será su presidente, cargo que desempeñará hasta 09/1950, siete positivos y fructíferos años.

O sea que la tarea de fomentar en las distintas localidades bonaerenses, la creación de centros abocados a la defensa y difusión de la tradición -puntualmente: la creación de “los fortines”-, corrió exitosamente bajo su férrea dirección. ¡Pavada de tarea!

Antes de la Federación solo existían: “Leales y Pampeanos” de Avellaneda (de 1932) y “El Rodeo” de Santos Lugares (12/1939). Sáquense cuentas de lo efectivo de esa gestión.

Nada sabemos de su nacimiento (ni fecha, ni lugar), y tampoco de su fallecimiento; conocemos que tenía un hermano, Ginés, que fue capataz en los primeros desfiles, y un hijo de su mismo nombre (un niño entonces) que participaba de las fiestas; pero SI sabemos cómo pensaba:

La Tradición, no obstante la opinión de ciudadanizados teorizantes que bastardean el concepto, constituye el pasado glorioso de la Patria sobre cuya base inconmovible se asienta, se amasa y se elabora la grandeza y el porvenir de la Nación. Por eso, y a pesar de los argentinos intelectualizados con pujos de extranjería en su conciencia, nosotros venimos trayendo en el tamboril de los cascos, la resonancia magnífica de los tiempo nuestros.” (el subrayado nos pertenece).

En el libro de 1940, evocativo de lo que fue la primera celebración del Día de la Tradición en La Plata, se dice de él: “Fervoroso cultor de nuestra tradición, de la Fuente fue un singular animador de esta fiesta, en cuya organización y desarrollo tuvo una actuación descollante, lo que nos hacemos un deber destacar en estas breves líneas”. (el destacado nos corresponde).

Su acendrado sentido de la identidad le hizo expresar: “…las fuerzas morales de la Nación están aquí, desde que gauchos fueron los que al mando de Pueyrredón defendieron Buenos Aires, gauchos lo que atravesaron los Andes con San Martín y gauchos los que al mando de aquel táctico intuitivo de los campos de Salta mantuvieron a raya veinte invasiones realistas”.

Tentados nos sentimos de transcribir expresiones suyas, pero haríamos muy largo esta evocación, no obstante no omitiremos la que sigue, cuando hablando de los fastos y el desfile tradicionalista del 40, rememora en voz alta: “Lo hemos hecho los hombres de la Agrupación Bases, afiebrados por un ideal superior, porque queremos llevar el convencimiento y la sensación al espíritu de los descreídos y de los que han perdido toda fe en el ideal y el romanticismo de los hombres,, cómo y con quienes fue posible se convirtiera  en realidad el ensueño de la libertad”.              

Sabe una cosa Don Justiniano (¡qué lindo nombre!), los que hemos venido atrás, mucho le debemos… le debemos mucho! Discúlpenos.

 

El poeta uruguayo, Don Tabaré Regules, que lo conoció y lo trató, así lo describió en certeras décimas:

    A DON JUSTINIANO DE LA FUENTE


Inmensa pampa bravía

libre de mezclas extrañas

donde viven las hazañas

de tu raza y de la mía,

donde en tremenda porfía

vibra tu brazo valiente

y atajando la corriente

que se viene zolapada

tu nombre es una avanzada:

<Justiniano de la Fuente>.

  

Gaucho de ley, tu entereza

como tronco de quebracho

templa un corazón de macho

desbordante de nobleza;

alma de una sola pieza

transparente y cristalina

aferrado a tu Argentina

patria con garras de puma

y blando como la espuma

para querer a la china.

 

Cuando en hora bienvenida

pusiste pie en este suelo

trayendo un trozo de cielo

sobre una enseña querida,

una racha incontenida

se elevó desde la playa

y sin hallar una valla

corrió su dulce rumor

como una ofrenda de amor

sobre la tierra uruguaya.

 

Y en los montes y en los llanos,

en las lomas y cuchillas

fue cayendo la semilla

de los afectos hermanos,

los sentimientos paisanos

vibraron a un mismo son

y fundidos en la unión

de sus comunes destinos,

uruguayos y argentinos

son un mismo corazón.


Que vengan con sus tenaces

ímpetus lejanos vientos

queriendo romper los tientos

con que se ata nuestro enlace,

ahí está “Agrupación Bases”

guardián de la tradición

con ese gaucho tesón

que en hora de s honda   ansiedad

nos trajo la libertad

en la punta de un facón.

 

Y llevando la bandera

que luce gallarda al frente,

Justiniano de la Fuente

muestra su figura austera.

Poco importa que severa

lo juzgue cierta opinión,

él tiene su convicción

enraizada en lo profundo

y si es chica para el mundo

es grande en su corazón.

              Montevideo, 04/1942

 DEL ANECDOTARIO

Enfocando la memoria en la lejana infancia, recuerdo que mi primer desfile fue en el año 1958, por lo que sigue debe haber ocurrido en 1960/1962.

Para aquella vez primera no tuve recado; mi padre y un amigo, con dos matras y un cojinillo me improvisaron el apero que se asujetó al lomo de un petizo zaino.

No sé como, creo que mi padre se enteró que en el entonces nuevo Barrio Jardín, al sud de la ciudad, se vendía un “recadito para un chico”. Y allí fuimos. Digo fuimos aunque en realidad me llevaron mi padre y mi abuelo. Y me compraron dicha prenda, que según lo informado era el que había ensillado el hijo de De la Fuente en aquellas fiestas del inició de los 40.

No mucho después yo ya andaba en caballos grandes, y no tengo idea si el mismo se desarmó para usar los bastos y la encimera, o si se vendió completo. Por más que hurgo en la memoria, no consigo aclarar el dilema.

Una pequeña pincelada que me une a quien no conocí

 

La Plata, 12/Marzo/2024

 

 


De izq. a der.: J. de la Fuente, el resero Julián Fernández de 116 años, y Ginés de la Fuente, el 22/08/1942 al comunicarle que el estado provincial le otorgó una pensión

lunes, 5 de febrero de 2024

EL CANTAR DE LA LLANURA

 Intentaremos en la ocasión hacer un paseo por la música y el canto que se consideran propios de la región pampeana, esa que habitualmente llamamos expresión “surera”.

Tomando algunas referencias para fundamentar nuestro decir, nos respaldaremos en las investigaciones de Ventura Lynch, Carlos Vega, Lázaro Flury, Domingo Lombardi, Ñusta de Piorno y Joaquín López Flores, todos ya hace años fallecidos, por lo que sus estudios los podemos ubicar por las últimas décadas del 1800 y las cuatro primeras del siglo pasado, cuando aún podían encontrar gente del pueblo -no artistas-, que interpretaban viejas melodías, habidas a su vez de padres o abuelos, por lo que con ellas se iban bastante entrado el siglo 19, o sea la centuria del 1800.

Vale reafirmar que toda la música popular de la región siempre es cantada, ya sean interpretaciones de fogón, como la de las danzas criollas, y en esto nos afirmamos en los decires de Flury, quien también afirmó que son propias de la región: la huella, la chacarera, la firmeza, la media caña, el marote, el malambo -a las que podemos agregar la cifra, el estilo y la milonga-, y que estas se dispersaron desde Buenos Aires hacia el norte, el este y oeste, llegando inclusive a los valles patagónicos.

Hoy por hoy, hay un trípode en el que se sustenta el canto surero: Milonga-Estilo-Cifra, pero la historia es más larga, vamos por ella.

                                                                >>>>>>>>O<<<<<<<<

Orden del desarrollo:



1)   Cifra

2)   Huella

3)   Triste

4)   Triunfo

5)   Mazurca

6)   Habanera

7)   Vals

8)   Estilo

9)   Gato

10)   Milonga


 

1 - CIFRA

 Es por excelencia un canto macho. Fue la expresión más difundida entre 1850 y 1900, y fue también el arma preferida en las tenidas payadoriles.

Carlos Vega supone que su nombre, “cifra”, “se relaciona con técnicas históricas de notación” musical, ya que el “bajo cifrado” “consistía en la colación de números sobre las notas fundamentales -en una partitura- para indicar las notas que debían completar los acordes”, y en España se usaban los sietes primeros números (del 1 al 7) para indicar las sietes notas, o sea que ‘do’ era igual a 1, ‘re’ era 2, ‘mi’ el 3, y así hasta terminar la escala. Tal es así que hasta no hace mucho se vendían cuadernillos para aprender a tocar la guitarra por el “método de cifra”.

Lo que no se sabe es por qué extraño motivo se bautizó a esta especie musical como “cifra”.

Si se cree con alguna certeza, que la especie musical tiene marcadas coincidencias rítmicas con la “seguidilla española”, pero -aclara Flury- “es evidente que el gaucho (…) estableció una modalidad propia y la hizo rigurosamente silábica…”, dicho en otros términos más comunes: como a muchas otras cosas, la virtud del gaucho fue acriollarlas.

En cuanto a la poesía, en origen se interpretaba por cuartetas, pero andando el tiempo predominó el uso de las octavillas y décimas, y así es como ha llegado hasta nosotros.

2 - HUELLA

 Es otra de las expresiones musicales consideras propia de la región de la llanura.

La leyenda popular tiende a verla nacer en las tropas de carretas, en sus largas marchas del Plata al lejano norte, o del Plata a Cuyo… abriendo huellas.

Ese también habría sido el modo de dispersión, pues si bien es representativa inconfundible del ámbito pampeano, cierto es también que ha andado por todas las regiones como que ninguna la rechazó y en todas se ha bailado.

El ya varias veces citado Ventura Lynch, nos relata: “…entre los lindos bailes del gaucho tenemos la Hueya. Su música es un quejido y un grito de alegría, un suspiro y una sonrisa, una lágrima y una carcajada”.

Si bien se sabe que es una expresión antigua pues se han recogido textos de los años posteriores a las Guerras de la Independencia, no hay una historia que refleje su existir.

Poéticamente, la letra se escribe en cuartetas quebradas, ya que el 1er. y 3er. verso, son octosílabos, y el 2do. y el 4to. pentasílabo, o sea de cinco sílabas.

En aquellos años de la Patria Vieja, es casi un hecho que la Huella se tocaba y cantaba para que las parejas la bailaran, actualmente, donde está muy presente en el repertorio de los cantores sureros y es muy abordada por los poetas gauchescos, se ha transformado en una valiosa expresión cantada.

 

3 - TRISTE

“Ninguna canción sudamericana tuvo jamás la originalidad, la belleza, la difusión y la aceptación del Triste. Apareció en Perú a fines del S. 18 (aprox.1790) animando un verdadero movimiento de canto y trovas (…) y a poco andar toda Sudamérica canto el Triste.” (C. Vega)

En esos inicios, el Triste corre apareado al Yaraví, y hay un momento donde se mezclan estas canciones llamándoselas indistintamente “yaraví” o “triste”.

Lo de “triste” le viene de aquello de cantar, dolores, frustraciones, pesares, por ejemplo la muerte de alguien, la pérdida de un amor, el abandono de una querencia, etc.

El momento del auge de esta expresión es entre 1800 y 1850 aproximadamente, y su popularidad en la llamada región de los ríos y la llanura es muy grande y considerada música propia del gaucho. Dijo Ernesto Quesada en 1902: “Hay tristes que hacen vibrar dolorosamente el alma.”, y para no quedarse atrás Flury sentenció: “Los trovadores de la llanura, entre ellos Santos Vega -aventura-, hicieron del triste la canción preferida.”

Pareciera ser que en origen, la forma poética no se ajustaba a patrón alguno, habiendo versos de métricas irregulares, con repeticiones fijas, p. ej. “Desde el día en que mis ojos / sí, ay, ay, ay, / en los tuyos se fijaron / paso los días gimiendo / sí, ay, ay, ay / y las noches suspirando”, pero ya entre nosotros y al tomar los modos del gaucho, se lo canta por octavillas o décimas, estrofas muy populares en los cantares de la llanura. Mantiene del origen esa estructura del tema doliente, aunque puede también apartarse.

 4 - TRIUNFO

 Ñusta de Piorno supone que se originó con posterioridad “a la Revolución de Mayo, y que en los primeros tiempos debió ser simplemente un canto épico al que luego se le agregó la danza”. Y Carlos Vega cree que los triunfos militares fueron los que le dieron el nombre, y que fue danza del país, ya que no encontró antecedentes de que se haya bailado en países vecinos.

El santafesino Don Lázaro Flury supone con firmeza que nació en el noroeste argentino ya que en documentos de Tucumán es donde encontró las referencias más antiguas, aunque recién fue popular en la época de la gesta libertadora. Y curiosamente sostiene que los primeros Triunfos solo eran cantados en forma de décima. Y ahora nos preguntamos ¿sería el mismo triunfo que conocemos?, pues esa estrofa no se ajusta a la música.

Ahora, como el folclore no es una ciencia exacta, don Joaquín López Flores, cree que el gauchaje rioplatense soñando con “mejores días de soberanía, creo una danza que perpetuara nuestras ansias de ser libre, y nació el triunfo”.

Lo cierto es que fue música nacional como que al igual que la huella anduvo los cuatro rumbos de la Patria naciente.

Poéticamente, sus letras están constituidas en estrofas de tres versos (tercetos) quebrados, como que el 1ro. y el 3ro. tienen siete silabas, y el 2do. cinco.

Hoy, hablando de cantos de la llanura, no puede estar ausente el triunfo.

5 - MAZURCA

 A mediados del Siglo 19 (aprox. 1851), llegan al Río de la Plata varias danzas de origen europeo, que se afincan y se acriollan, pero… manteniendo su nombre de origen: chotis, vals, polka y mazurca. También por la misma época llegó la habanera.

Ésta última que es la que ahora nos interesa, provenía de la zona rural de Mazovia, en Polonia, donde había nacido y era muy popular.

Ya entre nosotros, en el vecino Uruguay se la pasó a llamar “ranchera” o “mazurca”, indistintamente.

Ventura Robustiano Lynch, refiriéndose a la provincia de Buenos Aires en un folleto de 1883, en base a lo que en años anteriores había comprobado, escribió: “Hoy, la gran cantidad de organitos que explota nuestra campaña ha introducido entre el gauchaje el vals, la cuadrilla, la polka, la mazurca, la habanera y el chotis”.

Por supuesto que como pasó con todo lo foráneo, se incorporó al repertorio popular pero acriollándose, tomando de nuestra gente su estilo y modos. Todo lo que el criollo tomó, lo acomodó a su antojo.

Si bien la mazurca era una danza, también en nuestros fogones se divulgó solo como una expresión musical cantada: “Che hermano… cantate aquella mazurca…”.

 6 - HABANERA

 Al hablar de la mazurca ya dijimos que por la misma época llegó a nuestras costas la habanera. Este es un género musical propio de Cuba donde en el año 1842 se registra la primera habanera documentada, pero sin autor, publicada en un periódico de La Habana.

Normalmente es música con letra para ser cantada, lo que no quita que ocasionalmente sea solo instrumental.

Puede decirse que es un canto romántico, aunque también, de acuerdo a las necesidades expresivas ha sabido adquirir un carácter más impetuoso y rebelde.

Entre nosotros y actualmente, cuando los payadores improvisan en versos mayores, es común que suelan hacerlo por ritmo de habanera.

 7 - VALS

 La Real Academia Española define al Vals como un baile de origen alemán, que ejecutan las parejas con agiles giros, mientras se trasladan por la pista de baile.

La palabra Vals deriva de la voz de Galicia “valses”, que a su vez proviene de la alemana “walzen” que significa “girar, rodar” que es justo lo que figura la danza. Y tal expresión -Vals-se estima que nació en la centuria del 1700, aunque la danza aparenta ser mucho más antigua.

Entre nosotros posiblemente el Vals se bailó en los salones de la clase acomodada en época de la Revolución de Mayo, pero se popularizó en la campaña, simplificado en su baile, muchos años después.

Parecería ser que la inmigración polaca, alemana, suiza, que se asentó en el litoral, llevó a las reuniones populares la música y el baile del chotis, la mazurca, la polca y el Vals, ritmos que fueron muy bien recibidos por el pueblo en general, y todos fueron recibiendo, al ser interpretados por músicos locales, sin estudios, orejeros los más, una impronta criolla, que los alejó del señorío europeo, acriollándolos. Por ej. el Vals se convirtió en una danza más rápida que la original, y con un ritmo más vivo, naciendo así, a finales de la centuria del 1800 “el valsesito criollo”, tan utilizado por los cantores nacionales o criollos, sea Betinotti, Corsini como Gardel.

Se podría pensar que la aceptación de aquellas “danzas de agarre” (polca, mazurca, vals), contribuyó al lento abandono de los bailes criollos o “de a dos” como se los llamaba, donde más allá de tocarse las manos, otro contacto no había entre los bailarines. En cambio, en estos de pareja unida, el acercamiento era, si se quiere, más íntimo; de allí su éxito.

Lo cierto es que al Vals no solo se lo bailaba, sino que también se lo escuchaba, y hubo valsesitos criollos que se hicieron famosos: Caserón de tejas, Eche Otra Vuelta…

 8 - ESTILO (o Décima)

 Cómo habrá sido de importante la estrofa en décima en los cantares de la centuria del 1800, que a veces el solo decir “cántesé una décima” era lo mismo que decir “cántesé un estilo”, o sea que “Estilo” y “Décima” eran una misma cosa. Por eso es que Don Lázaro Flury expresa: “Los estilos que emplean exclusivamente la décima toman este apelativo”.

El Estilo es la expresión más dulce del cancionero criollo de la llanura, y más de una vez, el ideal para tratar temas de amor.

Podemos decir que pertenece a la familia del Triste, y por éste está emparentado con el Yaraví peruano.

Según Vega el Estilo recobra su auge allá por 1890, sobre el final del Siglo 19, pues en la obra en pantomima “Juan Morerira”, había solo dos temas musicales cantados: un gato, y el Estilo que canta precisamente el personaje principal: Moreira. Y dicha interpretación era de una sola décima, en este caso una del poema “Lázaro” de Ricardo Gutiérrez. Y parece ser que muchos Estilos contaban de una sola décima, lo que reafirmaría el asunto de que ‘interpretar una décima era cantar un estilo’.

Dice Vega que a raíz de lo anteriormente explicado, el Estilo se desparrama vigoroso por todas las regiones del país, y siempre ha estado presente en “El Cantar de la Llanura”.

 9 - GATO

 Al igual que la Huella y el Triunfo, el Gato fue una de las danzas criollas que más aceptación tuvo en nuestra campaña

Don Lázaro Flury, que la cataloga entre las danzas vivaces, ubica su origen en el noroeste del país, pero como también fue de las danzas que anduvieron todos los rumbos, supo aquerenciarse en nuestra zona bonaerense, donde -acota Don Domingo Lombardi-, fue de las últimas danzas que se mantuvieron vigente hasta el despertar del Siglo 20, provincia donde, argumenta, se lo bailó íntegramente acompañado por el canto de viva voz. Ahora bien, como las discrepancias existen, Don López Flores lo considera en esencia, pampeano.

Fue tan popular, que lo hizo asegurar a Ventura Lynch “…no hay gaucho que no sepa rascar un gato”, y esta popularidad debe haber sido tal, ya que hay referencia que tanto se lo bailó en los salones porteños, como en los fogones o reuniones criollas.

En esta región se lo bailaba, la mayoría de las veces, sin relaciones aunque a pedido de un bastonero se podían agregar, y afirma Althaparro, que dentro de los bailes, “fue el gato el preferido”.

La conservación de las antiguas especies, originadas en el Siglo 20, han traído hasta nuestros días al Gato, ya como danza, ya solo como interpretación en canto y guitarra.

 10 – MILONGA

 Afirma Carlos Vega que la Milonga “es una especie lírica platense”, con lo que refiere a la región del Río de la Plata, no a la ciudad, por lo que podemos afirmar: ¡bien de nuestra campaña! Agrega que la palabra es, sin duda, de origen africano, y estima que su nacimiento musical se da por 1860/1870, pues si bien empieza a ser citada en escritos y documentos a partir de 1880, es que ya existía antes de esa fecha.

Los papeles antiguos que traen citada la palabra Milonga se prestan a veces a confusión, pues cuando refieren que “había una milonga” o “se armó una milonga”, están diciendo que “había un baile” o “se armó un baile”, y es que una de las definiciones de dicha palabra era “bullicio, algarabía, fiesta, baile”, y eso nada tiene que ver con el empaque paisano, serio y reflexivo de nuestra Milonga de campo.

Ventura Robustiano Lynch, que es -por 1883- prácticamente el primeros que la cita como elemento musical, dice que en la Milonga, el gaucho “hace gala de todo su ingenio, su talento, su agudeza y malicia”.

Si bien de origen platense, su gran aceptación en la gente de la campaña, hizo que rápidamente se difundiera por todo el país. A tal punto, que cuando en 1921 los Maestros de las Escuelas Láinez hicieron un relevamiento de cultura popular entre el alumnado y sus familias, hasta en Jujuy se tomaron referencias de la Milonga, pero… sin que esta pierda su origen, y si no veamos la cuarteta tomada: “Señores voy a cantar / como cantan los porteños / no sé si a los presentes agrada / lo que les canta un jujeño”. Vale aquí aclarar, que en los viejos tiempos, la palabra porteño no solo distinguía a los de la ciudad de Buenos Aires, sino que también comprendía a todos los de la campaña, de allí la nominación de “gaucho porteño”.

Ya en el pasado siglo aparecen subespecies de la Milonga, y esta puede ser campera, corralera, galponera, etc., marcando más que nada, las variaciones en la velocidad del ritmo, no su esencia.

Actualmente decir Milonga, es nombrar la expresión surera por antonomasia.

 Una Yapa: EL CIELITO

Este, que tanto es danza como canción, nace en nuestra región allá por fines del Siglo 18 y cobra muchísima importancia durante las guerras de la independencia, tal es así que es llevado en sus dos versiones a Uruguay, Chile y Bolivia. En lo coreográfico se lo considera derivado de la contradanza europea que se bailaba en los salones porteños durante el Virreynato, y ya “acriollada” ganó amplia difusión en el pueblo de la campaña, al punto que el pintor Carlo E. Pellegrini hizo un cuadro donde retrata la danza titulándolo “El Cielito”, y el mismo Sarmiento relató que era una danza muy  apreciada por el "gaucho".

En la versión cantada era allá por 1820 tan difundido como lo es hoy la milonga, y lo siguió siendo durante las luchas intestinas, o sea la época de los caudillos, ya cantando a los unitarios, ya loando a los federales.

Su estrofa es normalmente una cuarte simple o cuarte doble, donde por lo general la palabra cielo o cielito, tiene repetición. P. ej.: “Cielito, viva mi cielo, / insigne en obras grandiosas; / vivan, en bien de la Patria: / Quiroga, López y Rosas.” de 1834; o este otro doble:

“Murió la unidad / sin decir Jesús, / y el jefe ha corrido / como un avestruz. / Cielito, cielo que sí, / cielito del desconsuelo: / en ocasión unitarios, / que hagáis vosotros, el duelo.” También de época parecida al anterior.

Ahora, más allá de estos temas políticos-militares, también se cantó por “cielito” a cuestiones de la vida cotidiana.

                                                                                                            La Plata, 07/09/2018)

 (*) Coordinando -de alguna manera-, el ciclo de Charlas de Cultura Criolla que organizaba la Agrupación Tradicionalista y Cultural “Rinconada Criolla”, en el Rotary Club “Los Hornos” (Ciudad de La Plata), Claudio Agrelo me ofreció la posibilidad de contar con su presencia y su canto; pero viendo que lo que hacíamos no eran espectáculos musicales, le propuse que interpretara una variedad de ritmos sureros, previo explicar o historiar el por qué de cada uno, a lo que me respondió algo así como: “Eso hacelo vos, yo los canto”. Entonces hice una lista de ritmos y se los comuniqué para que en su repertorio buscara el tema apropiado y así lo presentamos, bajo el título “El Cantar de la Llanura”, en el anochecer del viernes 21/09/2018 a sola completa. Cinco años después me gratifica recordar que terminamos con el público aplaudiendo de pie.

Gracias amigo Claudio por permitirme participar a tu lado.

La Plata, 5/02/2024

domingo, 28 de enero de 2024

 














ORLANDO GARGIULO, de Ea. "La Valeria" de Cañuelas

Foto publicada en Revista Pa'l Gauchaje de 02/1989.

La sestina me pertenece

sábado, 16 de diciembre de 2023

EL MATE EN EL TIRADOR

 El despropósito de algunos “aficionados” al tradicionalismo gaucho, suele mostrarnos en reuniones del ambiente y desfiles, algunas cosas que no resisten el más mínimo análisis respecto del encuadre de “usos y costumbres tradicionales”.

Por ahí, antes de continuar, sería bueno recordar que las tradiciones no evolucionan, son estáticas, se ubican en una época, un período; si se quiere, son como una foto de momentos del ayer.

Se ha hecho casi común ver alguien que ensilla y prende la manea en el lazo, y como si fuera poco, le anuda el bocado, y para estar completo le pone ‘pulseritas’ a las manos del pingo (por supuesto que los trabajos son muy buenos, nuestros artesanos son de gran calidad).

Las pontezuelas han pasado a formar parte de los estribos, y se suelen ver unas macucas alzaprimas sosteniendo los facones, cosas estas que nunca existieron en tiempos del gaucho.

Todo estos dislates se amparan en una simple frase que bien podría ser: “el paisano hace lo que quiere, o lo que le gusta!”. Entonces me pregunto: ¿Y las tradiciones… dónde quedan…? ¿Quiénes las custodian? ¿Quiénes las respetan y las valoran? ¿…Los gringos de otras naciones…?

Como dirían los chicos de hoy: ¡Estamos al horno!

Pero pretendo ahora referirme a un tema en particular: el mate en el tirador.

¿El gaucho, lo portó de tal manera…? ¿Se usó así?

Si bien no hay pruebas fehacientes puede decirse que sí, y que en aquellos hoy lejanos tiempo, el mate fuese de guampa, por su resistencia a los golpes en la azarosa vida de aquellos hombres que ‘tropeaban’ grandes puntas de hacienda vacuna, y antes tropas de mulares con destino al norte argentino.

Cuando en el Siglo 20, hasta el desarrollo del sistema ferroviario, a aquellos trabajadores ecuestres se los comenzó a denominar ‘reseros’, y estos siguieron usando 'el mate al cinto’, pero ahora el mate, ante el avance industrial, eran los económicos jarritos de chapa (algunos enlozados), con una o dos asas, tan resistente a los golpes como ayer lo fuera el de ‘guampa’.

Para paquetear, no para el trabajo, se usaron calabacitas de las llamadas ‘galleta’, en todos los casos con trabajo de platería en la base y boca, teniendo ésta por lo general, tapita, de cuyo centro, asida a un ojo del mismo metal, salía la cadenita con que se lo sujetaba.

La bombilla no se llevaba en el mate (en ninguno de los casos hasta ahora enumerados), porque se habría perdido rápidamente. La más de las veces ésta se portaba en la caña de la bota, aunque había algunas con un quiebre en la mitad (como una bisagra) que permitía doblarla y así poder llevarla en un bolsillo abotonado de la blusa.

Esos que hoy vemos, de calabazas, retobados, con montones de decoraciones, inclusive y como ¡disparate superior con la bombilla retobada en cuero!, y ésta puesta en el mate, nunca existieron ni son gauchos, más allá que los trabajos del artesano sean maravillosos.

A las tradiciones no las generamos nosotros; apenas si podemos tomarlas del ayer cada vez más lejano, y tratar de reproducirlas de la forma más auténtica.

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Las fotos que acompaño, son de la década de 1950.

Una corresponde a Don Pablo González, paisano oriundo de Salto Argentino, como él llamaba a su pago, y que según contó, en su juventud (era nacido en la última década de 1890) había manejado unas chata “allá por el oeste”, con la que arrimaba durmientes de quebracho para la extensión de las vías férreas. Fui agraciado siendo solo un ‘niño gauchito’, con poder tomar en un fogón, los amargos que él cebaba en ese mate que llevaba prendido al tirador.

La otra corresponde al paisano de Chascomús, Don Andrés Barreiro, quien vivía en la Estanzuela “La Trinidad” de ese pago. Este hombre era el padre de la cantora criolla, bautizada en la audición “Amanecer Argentino”, como “La Calandria Sureña” Nélida Barreiro, la que más adelante, al casarse con el tradicionalista de “La Agrupación la Montonera”, José Jaca, se radicó en Ensenada.

La foto fue tomada en “El Prado” de Montevideo.

Don Pablo González - Foto de 2/07/1950


Don Andrés Barreiro (de ropa clara) con Salvador Buriñigo - 04/1958

La Plata, 15/Diciembre/2023

martes, 10 de octubre de 2023

ALZAPRIMA

 

    Voz que deriva de la antigua ‘alzaprime’, según la Real Academia, y que está compuesta por la unión de los imperativos ‘alzar’ y ‘prime’, y que originalmente designaba a una ‘palanca’, o sea un elemento para transmitir fuerza.

Entre nosotros y en Uruguay, dicha Academia expresa que es “la cadenilla que sirve para levantar y fijar al  talón las espuelas pesadas”, y que es de uso en el medio rural.

Hablando claro, el maestro criollista Justo P. Sáenz (h), en su célebre “Equitación Gaucha”, define: “…guasca, cadenilla o eslabonado de plata de la espuela, que pasando por el empeine del pie, sirve para asegurar mejor está,  e impedir que al colgar excesivamente hacia abajo, se arrastre demasiado la rodaja al caminar”.

Viendo el fin que cumple, podemos inferir que, de alguna manera, ejerce una especie de palanca, sobre todo en los tiempos viejos cuando las grandes espuelas se usaban destalonadas. Esto nos remite al origen español de aquella ‘alzaprime’ ya citada al inicio. Sobre este punto, poéticamente dijo Nicolás Granada en las decimas de “El Recao”: “Estas espuelas coquetas,  / de ruidosas alabadas, / colgaban destalonadas / de la ‘alzaprima’ sujetas”.

Y si bien hoy en nuestra campaña el uso de la espuela ha decaído, se las usa mucho en las ensilladas ‘domingueras’ de los desfiles, y entonces suena la palabra “alzaprima”, como cuando Pedro Risso cuenta: “Y al lucir en mis talones / unas espuelas sin brillo / con nudo fuerte y sencillo / las ‘alzaprimas’ guapeaban, / y a mis botas las maneaban / del empeine y del tobillo”.

Hay otras “alzaprima”, como también se llama, que es la trencita o cadenilla que se prende a los ojales superiores del tirador, para que la rastra quede más suelta y con cierta caída.

Y aunque nada tiene que ver con nuestra campaña, en la gran región del ‘Chaco’, al rústico carruaje de dos ruedas que se usa para transportar troncos, también se lo denomina “alzaprima”.

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 Hay otra “alzaprima”, moderna y contemporánea y nada tiene de tradicional, que es la que se prende de la punta de la vaina del facón y se asegura al tirador con la finalidad de que aquel no se balanceé. Dicho implemento no existió en los tiempos del gaucho neto.

La Plata, 10/Octubre/2023

jueves, 5 de octubre de 2023

CARONERO

    Esta voz deriva de “caronas”, y señala al arma blanca de grandes dimensiones que se usaba en el recado de lomillo, entre las caronas, por lo general del lado de montar, salvo que el portador haya sido zurdo.

Su uso se dio durante el Siglo 19, cuando el campo pampeano era una planicie cubierta de pastizales, al que se conocía como ‘desierto’, y donde, para los que se aventuraban al borde de las fronteras interiores o las traspasaban (muchas veces por bolear), acechaban tanto el indio como ‘el lión’, como el gaucho llamaba al puma americano.

Los hombres de Carpio Caro, como los llamados “Junineros”, eran gente de portar ineludiblemente dicha arma, como tampoco debe haber faltado en los recados del Gaucho Molina y sus ‘Tragas’.

Nunca fue arma de cintura, pues su tamaño dificulta o imposibilita desenvainar con premura.

El tapalquenero Tito Saubidet aclara que el “caronero” era “fabricado a menudo de hoja de espada, sable, etc., de grandes dimensiones…”. Y así fue, ya que entre nosotros no existía industria metalúrgica para poder confeccionarlos.

A diferencia del facón, nunca se lo consideró herramienta, siempre fue un arma blanca.

Su cita no ha estado ausente en la poesía criolla, y así Don Pedro Risso, supo escribir en algún momento: “Un buen facón ‘caronero’ / no ha de faltarme jamás…”.

Con la llanura tranquilizada e incorporada a la civilización ‘huinca’ (criolla), el lomillo fue poco a poco reemplazado por el basto, luego éste recado se acortó, los campos se alambraron, y ya no había necesidad de andar portando “caroneros”.

La Plata, 26/Junio/2023