martes, 15 de octubre de 2019

PRÓLOGO DE "FOGONES", de ALBERTO DA ROCHA


Corría un invierno de 36 años atrás, y era yo un hombre de jóvenes 31 años, cuando en los anaqueles de una librería de usados -uno de esos santuarios llamados “librería de viejo”-, me encontré con un libro de 1939 titulado “Fogones” a cuyo autor, llamado Alberto Da Rocha, desconocía.
En el marco de silencio e introspección que dichas librerías ofrecen, comencé a hojear detenidamente la obra, comprobando que sus cuentos eran gauchos, muy gauchos, y la cosa comenzó a gustarme, sobre todo después de leer el prólogo con que el mismo autor presenta el libro.
La intuición no me defraudó, y disfruté su lectura, pero antes de hacerla, al inicio del prólogo le estampé: “Este prólogo, que de por sí cobra dimensión de argentinidad, merece un marco de filigranas de oro. ¡Ojalá mantenga el nivel toda la obra!”.
Como ya dije: disfruté su lectura y el descubrimiento de un autor, que lo encuentro al final de sus días, radicado y muriendo en la ciudad de Magdalena, cabecera de mí pago gaucho.
Se me ha ocurrido ahora compartirlo con quienes visitan mis páginas
                                                                                                                                                       C.R.R.


Humilde, como su cuna, es este trabajo. Chispitas de los fogones, que sin dejar apagar, plasmé en libro.
Pobres cuentos gauchos, de gauchos pobres. Descripciones de su escenario que lo son los campos  de la patria, con bambalinas naturales y decoraciones de barro. Sus personajes, analfabetos.
Con dichos elementos, no se hacen operas. Apenas sainetes, salpicados a veces por los dramas provocados por la existencia obscura de sus actores; dramas de la vida de la chacra, que no vemos porque sus aguas son turbias, o que no queremos ver porque presentimos hediondo el limo de su fondo.
Estos dramas, pequeños e intrascendentes, constituyen, sumados, el tremendo drama nacional que se traduce en el atraso moral y material del nativo, distanciado de la civilización, que lo cabrestea con un lazo de quinientos años de barbarie.
Es la tragedia del criollo, que periódicamente forma parte de la sedienta caravana que abandona sus lares, perdidas cosechas y ganados, porque no hay dinero para la búsqueda del agua, este dinero que -más vil que el de Judas- sobra para suntuosidades.
El drama de la indiferencia ante los problemas de la natalidad, de la propiedad de la tierra, del riego, de la instrucción, y de la lucha contra el acridio, que conspiran contra la perpetuación de una raza sana, noble y buena.
Pero esa raza, como el nopal, vive de la nada, y donde no hay nada.
Se ha disecado al criollo para buscarle defectos. Como muchos al nopal, solo le ven las espinas. Pocos, el sabroso higo chumbo.
Se enrostra al paisano su falta de instrucción. ¿De quién es la culpa? ¿Existen los internados de campaña, única solución, hoy por hoy, del problema del analfabetismo? Hay escuelas, es cierto. Pero escuelas con maestros famélicos y alumnos hambrientos. Maestros que mientras les “silban las tripas,” coreadas por las de sus alumnos, explican gravemente, que la nuestra, es una de las naciones más ricas del orbe…
Se engaña al criollo. Se tergiversa la historia. Hoy, ni sabe que él, y solo él, hizo la patria. tampoco, cuánto ésta le debe.
Se le enseña que “tenemos” el deber de ser la nación albergue de la resaca del mundo. Se le disimulan las caras virtudes militares de nuestros héroes, haciéndolos aparecer como jesuitas predicadores de cruzadas que nadie practica.
Continuemos el absurdo de hostigar nuestras generaciones nativas. Si la patria lo llamara, nuevamente sembraría los campos con sus huesos, que destrozarían después, los arados de un patrón venido de Europa. Mas puede que un día, ante el peligro clamen, clamen auxilio los embaucadores, y entonces, de los desiertos argentinos, solo el eco responda a sus voces. Pero también, que alguien despierte al nativo de su marasmo, y entonces veamos sus caballos, atados esta vez al obelisco, a guisa de palenque. Si tal ocurriera, un macabro aplauso de huesos de próceres, recorrería la patria.
Pido a Dios que en nuestra hora inevitable, manos criollas nos asistan. Que aún haya ponchos para reclinar nuestra cabeza. Que sean guitarras quienes nos entonen el requiescat.
Pidamos la dicha de que nuestra vida se apague, sin que lo haga nunca el fogón patrio. Mantengamos sus fuegos. Pensemos cómo los sabios e íntegros hombres de Mayo, contemplaron el problema de las razas nativas. Hoy, sería interesante saber cuántos descendientes de soldados de  nuestras  gestas, tienen tierras en propiedad. También, en qué situación se hallan los hijos de los “indios amigos”. Si dicho censo se hiciera, las cifras hablarían de la injusticia cometida. Explotados y engañados por seudo argentinos, los nativos están pasando a ser los extranjeros en su tierra.
Pese a su inmensa desdicha, incomprendida pero no ignorada, nuestro paisano tiene sus resplandores de ingenio -como una vela que se extingue- dentro de temas monótonos, que giran alrededor de las necesidades básicas del hombre: alimento, amor, trabajo.
Este, el de toda una vida que se inicia en la pobreza y termina en la miseria…
Y en el fondo de todo, el criollo, cimiento de la patria que tambaleará si éste desaparece.

(los destacados nos corresponden)

viernes, 11 de octubre de 2019

PACTO DE CAÑUELAS, SIESTA DE LAVALLE Y DULCE DE LECHE


Ocurre a veces, que al hablar de nuestra historia un poco ‘a la ligera’, se deslizan errores, que repetidos terminan en convertirse ‘en verdades’.
Algo así ocurre con el “Pacto de Cañuelas”, el catre de Rosas y la siesta de Lavalle, y la distracción ante esto, de la multa que le estaba preparando la lechada a su patrón.
Pues bien, la estancia del histórico encuentro se encontraba en el Partido de Cañuelas; llamada “La Caledonia”, era propiedad del escocés John Miller que había comprado esos campos dando lugar a su establecimiento ganadero, en 1823.
Por lo tanto descartamos a la estancia conocida como del “Virrey del Pino”, en el actual partido de La Matanza, muchas veces citada a la ligeras, como lugar del encuentro.
“La Caledonia” fue famosa por el mejoramiento de las razas bovinas, ya que allí prestó “servicios” el famoso toro “Tarquino”, de raza “shorthon”, importado de Gran Bretaña en 1836.
Volviendo a los que nos interesa, el lugar del encuentro no era una estancia de Rosas, ni un establecimiento que él explotara, por lo tanto… mal podía haber tenido una negra que lo esperara al regreso del campo, con la lechada para el mate.
Es muy posible que Lavalle, después de andar 13 leguas desde Buenos Aires, se echara en un catre a descansar. No tenía porque caerle mal al futuro Restaurador, ya que estaban en un lugar neutral, apropiado para firmar un pacto que se conoce como “El Pacto de Cañuelas – 1829”, firmado apenas pasados los seis meses, del fusilamiento de Dorrego, acaecido no lejos de allí, en Navarro.
La estancia famosa de Rosas se llamó “Los Cerrillos”, en jurisdicción de San Miguel del Monte. Fue de ésta de donde se extrajo el largo rancho de adobe que con mil precauciones se trasladó intacto a un terreno frente a la Plaza España, donde se encontraba el busto del poeta local Don Enrique Uzal, que actualmente se encuentra en la Casa de Cultura Municipal que lleva su nombre.
……………..
No obstante, la siesta de Lavalle, la llegada de Rosas que pide a su gente no molesten al héroe, y la transformación de la lechada en dulce de leche, conforman una hermosa leyenda popular.
……………..
Ahora, valga aclarar por último que al igual que muchas otras cosas (la pólvora, el papel, el compás, las pastas…), al dulce de leche ya lo habían inventado los chinos, siglos antes. Claro que como todas las cosas que nos trajo el conquistador, acá se acriollaron tomando particularidades que las han hecho únicas y “propias”.
La Plata, 11 de octubre de 2019

Carlos Raúl Risso


(Fuentes varias, fundamentalmente: Historia de Cañuelas de Don Lucio García Ledesma -1994)

lunes, 9 de septiembre de 2019

DÉLFOR B. MÉNDEZ - Abogado y Escritor Gaucho


Allá por 1982/83 supe de Délfor B. Méndez por boca de mi admirado Carlos Antonio Moncaut, cuando en una de nuestras entretenidas charlas sobre la historia del “Viejo Pago de la Magdalena”, me inquirió: “-¿No lo conoce a Méndez…? Tiene que leer su novela ‘Silvano Ponce’”, y por suerte tiempo después pude adquirirla en una “librería de viejo”, como llamamos a aquellos locales dedicados a textos antiguos o raros. El amigo Mario Lenzi me la consiguió.

Ahora bien, resulta que dicho autor -abogado de profesión, y por muchos años y por vocación, columnista del diario “El Día”-, había tenido trato amistoso con mi abuelo Desiderio Espinel, e incluso solía llegar a “Los Ombúes” en el paraje “El Zapata”.
(Lástima grande que entonces yo no tuviera edad para recopilar los datos que me permitirían hoy, cubrir ese bache que es lo poco que sobre él se conoce).
El 3/08/1998, el diario “El Día” de La Plata, me cedió el espacio para unas líneas tituladas “Un Recuerdo Para la Obra de Délfor B. Méndez”, y ellas motivaron que un prestigioso periodista de dicho medio, el Prof. Juan José Terry, se comunicara conmigo para contarme, que cuando el 18/julio/1969 se impuso, en un acto académico llevado a cabo en la Municipalidad de Magdalena, el nombre del escritor al Club Literario local, había tenido a su cargo las palabras evocativas.
Para entonces ya habían transcurrido 19 años de su fallecimiento (acaecido en 1950), y si enumeramos que a más del aludido profesor hicieron uso de la palabra el Secretario de Gobierno municipal, Sr. Félix Gorrasi, y el Director de Cultura de la Provincia Prof. Horacio Carballal, contándose con la asistencia al citado acto del Director de Cultura de La Plata, funcionarios de la Subsecretaría Provinciales, el presidente y vicepresidente de la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP), salta a la vista que su importancia intelectual era mucha.

La obra aludida al principio “Silvano Ponce – La novela de un mensual”, publicada en 1938, es una exquisita pintura de costumbres, ambientada en una estancia magdalenense que el autor denomina “El Sarandí, de Don Rudecindo Llanos”, en la que Silvano nace en “la población de la costa, denominada ‘El Descanso’”, el puesto que ocupaba su padre.
Sin duda es su obra cumbre, novela con la que obtiene el Primer Premio Provincial de Literatura; indudablemente es un genuino homenaje a su pago natal, demostrando un profundo conocimiento de su ambiente rural.
Con anterioridad había publicado: “Flores de Luz” (1913), “Caminito sin Fin”  (1919), “Vida - cantos de juventud, de amor y de optimismo” (1921) y “Tibieza de Nido” (1923), todos de poesía; “La Hierra” -narración- (1934), y posteriormente, ya como póstumo, “Viñetas Platenses” -prosa- (1950).
Permanecen inéditos: “La Canción Buena” (poesía), “Tientos Trenzados” (poesía gauchesca), y las novelas: “Corazón adentro” (novela breve), “El Vasco Aguirre o El Vasco Martín” (sobre los vascos en el país), y “El Agregado” (sobre el peón de campo y los viejos saladeros), por lo que se sabe, las dos últimas  vinculadas a su querido terruño natal.
En 1993, otro admirado que me distinguió con su trato, el historiador Fermín Chávez, incluía en su antología “Aquí Me Pongo a Cantar”, las cuartetas de Méndez tituladas “Facón”.
Délfor B. Méndez nació en Magdalena, provincia de Buenos Aires, el 24/08/1894.
Realiza estudios superiores en La Plata de cuya Universidad egresa como Doctor en Leyes.
Desde muy temprana edad se manifiesta en él, el gusto por la poesía, al punto que escribe a los 15 años su primer libro que publicará cuatro años después.
Mozo de 21 años, escribe el himno deportivo “Gimnasia y Esgrima”, y años después compone el tango deportivo para piano “Mens Sana”, dedicado a su club. En este rubro musical, digamos que, entre otros temas, es letrista con música del violinista Hugo Galli, del tango “La Fulana” que el dúo Magaldi-Noda estrena en Radio Belgrano. El reputado historiador del tango platense, Don Juan Cendoya, nos ha informado que en  los cinco temas de su autoría registrados en SADAIC utiliza el seudónimo de “Delfín Mendizabal”, como que también compuso una zamba titulada “Vidita Mía” que también fue grabada.

Desarrolla una intensa actividad cultural y literaria, publicando con asiduidad; y como ocurrió con otros platenses de su tiempo, también frecuentó el movimiento de la Agrupación Bases, y a la disolución de ésta se integra a la naciente Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP), donde, entre 1948/49 lo encontramos como directivo.
Integra la redacción del diario “El Día” de La Plata, y en oportunidades es jurado de certámenes literarios.
Con jóvenes 56 años falleció en la ciudad Capital provincial, el 29/10/1950
No debemos olvidarnos de citar que en diciembre de 1973, la Biblioteca de la Escuela Nº 60 “Hugo Stunz”, fue designada con su nombre, acto en el que estuvieron presente sus hijos Susana y Manuel.
A 125 años de su natalicio, bien se merece este recuerdo.
La Plata, 15/marzo/2019


Fuentes
-Diario El Día de La Plata, edición del 21/03/1993
-“Aquí me pongo a cantar” -Antología-, de Fermín Chávez
(1993)
-“Los Profesionales y el tango”, por Juan Cendoya (Rev. Colegio de Veterinarios)
-“Diccionario Biográfico de Escritores Costumbristas Platenses”, de C. R. Risso (2010)

lunes, 26 de agosto de 2019

"SANTA ANA" de CEPEDA - Bavio, Magdalena


Por rama de mi abuela materna, Ana Isabel Cepeda (“Chicha”), mi tatarabuelo se llamó Francisco Cepeda, nacido en 1813, y muerto a los 70 años de edad en 1883; según la tradición oral familiar, en su campo, siendo velado en el casco de “Santa Ana”, y sepultado en el Cementerio de Magdalena.
Hasta allí llegan los recuerdos de familia. Luego, gracias a inquietudes de un primo hermano de mi madre, Miguel Cepeda, que se preocupó en reunir viejas escritura entre las que estaba la antigua posesión familiar, comprobamos que Francisco era nieto de Manuel Ponce de León y Cepeda, por lo que, en algún momento y desconociéndose el motivo, miembros de la familia acortaron su apellido, simplemente a Cepeda.
Francisco Cepeda hacia 1880.
También vestía de chiripá
Viene a cuento referir que en las inmediaciones de lo que fue “Santa Ana”, en ese vecindario rural, existían pobladores Ponce de León, aparentemente sin vínculos con la familia Cepeda, pero… si vamos más atrás algún parentesco deben haber tenido.
Guiándonos por la planificación actual, “Santa Ana” quedaba comprendida en lo que hoy es la localidad de Bartolomé Bavio. Su ubicación es sobre el lateral norte de la Ruta Provincial 54 que empalma con la Ruta 11 en un cruce de caminos conocido como Paraje “El Pino”. Dicha ruta es una recta que antes de llegar al pueblo de Bavio se abre en una amplia curva; pues bien, a lo largo de toda la recta se desarrollaba la vieja estanzuela de Cepeda.
En ésta margen del Plata, el apellido ya estuvo presente cuando la primera fundación de Buenos Aires, pues entre las tropas que trajo el adelantado Don Pedro de Mendoza, formaba un Capitán de apellido Cepeda. Ignoramos si estuvo entre los que iniciaron el regreso junto al Adelantado, si formó parte de los que remontaron el camino hacía el litoral norte, o si cayó en alguno de los tantos combates librados con los naturales del lugar.
En la familia no faltan los que han querido ver una vinculación directa con Santa Teresa de Jesús, pues el nombre de ésta santa española es Teresa de Cepeda y Ahumada o Teresa de Sánchez Cepeda y Dávila, pero no hay ningún indicio documentado que pruebe tal aserto.
Valentín Cepeda, hacia 1870/75
Ignoramos con quien estuvo casado Manuel Ponce de León y Cepeda, pero sí que su hijo Saturnino Cepeda (ya sin el Ponce de León) lo estuvo con Isabel Cepeda, probablemente prima o sobrina. Francisco, uno de sus hijos, quizás el mayor, fue quien conformó la estanzuela “Santa Ana”, curiosamente su primera esposa, con la que tuvo cuatro hijos, se llamó Ana Castro. No sería de extrañar que el nombre haya sido en su homenaje.
Es de estimar que el casco de la propiedad es de mediados del Siglo XIX, y a la fecha se encuentra en muy buen estado, conservando casi exacta la forma original. Es un edificio más vale chato, en forma de “U”, con un patio/jardín central, con el clásico aljibe al medio. En su frente y el ala este, tiene una amplia galería.
Plano de "Santa Ana" al momento de la sucesión 
Sabemos que en 1862 Francisco compra al Estado una fracción de casi 430 has., tierras consideradas de “bien público o fiscales”, las que anexa a la extensión que ya tenía, obteniéndose una señal de que el casco ya existía, porque el agrimensor Gonnet dice: “El primero de abril en Casa de Dn Fco Cepeda observé la altura meridiana…” (textual).
En noviembre de 1876 vuelve sobre tierras fiscales, y solicita a las autoridades - el Jefe de la Oficina de Tierras Públicas-, la compra de un retazo que encaja dentro de su propiedad, el que se aproxima a las 170 has. El gobierno designa al Agrimensor Don Pedro M. Cortina la mensura de dichas tierras, las que finalmente son adjudicadas a Cepeda, en julio de 1877.
Juan de Dios Cepeda
Por la testamentaría realizada tras su fallecimiento, sabemos que al menos a ese momento (1883), “Santa Ana” tenía una extensión de 1.006 has. y que efectuado el reparto, el casco con una fracción de 463 has  pasó a poder de su segunda esposa, Doña Petrona Hornos y al hijo mayor de ese matrimonio, Epifanio Rufino Cepeda (1869 / 1952), mi bisabuelo.
Este Epifanio fue un hombre progresista, con ganado prestigio en la zona y en ‘el pago’; en la política de su tiempo formaba fila con los conservadores (los boina colorada, orejudos o vacunos, como la ‘contra’ los designaba) y supo estar cerca de las autoridades provinciales de su partido.
Fue uno de los primeros vecinos en tener automóvil, toda una novedad por entonces; también dotó al casco de luz artificial, ya que instaló un sistema a gas de carburo, adelanto del que ninguna otra población del vecindario gozaba, y luego, años más adelante sumo la luz a molinillo.
A su muerte, la casa principal de “San Ana” y una fracción del campo pasó a pertenecer a su hijo Silvano, y actualmente lo conserva uno de sus hijos, un nieto de aquél, de nombre Miguel.

TRES NOTICIAS AL MARGEN

La Primera

Una historia de la tradición oral de la familia -que desgraciadamente conocí de grande, cuando ya no quedaban más mayores que las dos tías abuelas que me la contaron, y ya no tenía donde más indagar-, dice que a la muerte de Francisco Cepeda el 28/09/1883, sus dos hijos mayores, Juan de Dios y Valentín se hallaban poblando campo hacia el sudeste, por el partido del Vecino.
Hasta allá se mandó un chasque portando la infausta nueva, y se esperó la llegada de esos hijos a “Santa Ana”, para entonces sí dar sepultura al finado en el Cementerio de Magdalena.
Contaban que a mata caballo, con tropilla por delante, cruzando ríos y arroyos pudieron cumplir con el propósito de despedir al padre. Luego volvieron a aquella zona donde se establecieron definitivamente, constituyendo familias reconocidas, con descendientes que llegaron a los más altos cargos municipales.
¿Por qué al Vecino? Parece ser que allí también tenía campos Francisco Cepeda.
De un estudio de 1964 de Don Justo P. Sáenz (h), sobre la importante Estancia “La Quinua” de aquellos lares, afirma que al venderse las más de 33.000 has. que por entonces la constituían (originalmente eran más), en dos fracciones, al emprendedor Don Pedro Luro, en febrero y julio de 1877, Don Francisco Cepeda figura como lindero en ambos campos, en la ubicación Sud Oeste.
Posiblemente ese fue el motivo de la radicación de aquellos hijos en El Vecino, hoy Gral. Guido.
Anecdóticamente agregamos que Don Carlos A. Moncaut, en su libro “Pulperías, Esquinas y Almacenes de la Campaña Bonaerense” (1999), en la página 626 del Tomo II, enumerando esquinas y pulperías de la provincia, cita <‘La Protegida’ de Laplace, en campos de Cepeda>, en territorio del actual partido de Gral. Guido.

La Segunda

Mi abuela materna Ana I. Cepeda (“Chicha” o “Lala” para mí), era una memoriosa conocedora del pasado familiar y zonal; en una oportunidad en nuestras muchas conversaciones, evocando anécdotas de su niñez y juventud en “Santa Ana” de Cepeda, recordaba cuando en la casa se comentaban los viajes que “a la estancia” hacia en coche de caballos, el Gral. Hornos, a visitar a Doña Petrona Hornos, su abuela. Cuando inquirí las razones, si había motivos de parentesco, dijo desconocer todo, ya que nunca había oído al respecto otra cosa que lo narrado, como que tampoco se había comentado que “la abuela Petrona” pudiese ser entrerriana, provincia en la que se afirma nació el General.
Epifanio R. Cepeda
hacia 1895
Ya que mi bisabuelo Epifanio nació el 7/04/1869 debemos suponer… que Francisco Cepeda y Petrona Hornos debieron casarse hacia 1867/8, y como Hornos falleció en Buenos Aires el 14/07/1871, esas visitas deberían haberse realizado en ese breve lapso de tiempo (1867/8 – 1871).

La Tercera

Cuando mi abuela y sus hermanos recordaban lejanos años de niñez y juventud y contaban anécdotas, se referían a “Santa Ana”, como “la estancia”; inclusive Tío “Panchito” Cepeda (1895) -hijo mayor de Pedro, el hermano menor de Epifanio-, hablando sobre una vieja fotografía enmarcada que conservo, en la que se ve a un paisano junto al caballo ensillado, en un corral con la tropilla, cuando le pregunté si se sabía quién era, me respondió “…no, yo era chico, y  ese cuadro con otro parecido, estaban colgados en el comedor de ‘la estancia’, le decíamos ‘los capataces’…”.
Sobre el final de sus días, mi abuela me refirió que cuando mocita, ella, en “la estancia” montaba a caballo con silla de amazona. Dato que me llamó poderosamente la atención, pues nunca en la zona había escuchado algo por el estilo. Pregunté enseguida que había sido de ella. Y me respondió que al casarse y establecerse en “San Miguel” de Espinel, había quedado en “la estancia”.

La Plata, 25 de Agosto de 2019

domingo, 2 de junio de 2019

GIMÉNEZ, Víctor Abel - Semblanza de un quehacer


Este reconocido poeta, a quien la familia y sus amigos íntimos llamaban “Vasco”, así a secas, sin el artículo “el”, como habitualmente se lo nombra “El Vasco”, nació en “La Rinconada”, el barrio más típico de Cnel. Vidal (antiguo pueblo de ‘Arbolito’), el 9/01/1922 en el hogar formado por Victorina Martina Rípodas y Luis Santos Giménez.
Dos hermanos varones completaban la familia: Luis Jorge (doctor en historia), el mayor, y el más chico, Carlos Raúl.
Siempre recordaba con mucho aprecio y agradecimiento al hermano de su madre, el tío Alejo Rípodas, su amigo y guía, como a la persona que le supo inculcar el amor por nuestras costumbres y tradiciones gauchas.
Parece ser que la inclinación por el verso la tuvo desde temprana edad, porque él mismo recordaba con pícara sonrisa que en 5to. grado primario, cuando la maestra le daba tema para una redacción, desarrollaba el mismo… pero en verso!!
El destino del servicio militar lo trasladó de su querido Arbolito a Mar del Plata, donde terminó radicándose y estableciendo su vida laboral y familiar.
En aquellos años de la juventud se involucró con el movimiento nativista de su ciudad adoptiva, y así fue cantor, guitarrero, bailarín y recitador; en este rubro se presentaba con el seudónimo de “El Chasqui”; y como cantor formó parte del conjunto “Tierra Querida”.
A diferencia de muchos de los poetas que en este espacio hemos recordado, que sustentaron su obra y difusión a través de los libro, como Charrúa, Menvielle, Boloqui, Berho o Cabezas, Giménez nunca tuvo como objetivo primario publicar, pero su vinculo directo con el ambiente de los cantores folklóricos, lo transformó en uno de los autores con mayor cantidad de temas grabados, y si bien abarcó con sus composiciones los cuatro rumbos cardinales, se destacó más en aquellos de marcado color surero, sean huellas, triunfos, poemas o milongas, y así fue que lo grabaron artistas como Alberto Merlo, Víctor Velázquez, Argentino Luna, José Larralde, Miguel Franco, Chino Martínez, Francisco Chamorro, Claudio Agrelo, Atilio Payeta, Rodolfo Lemble, Beto Ruidíaz, Santiago Lettieri, Triviño Montiel, etc.
Por eso podemos decir que fue uno de los poetas más prolíficos y difundidos de la segunda mitad del S. 20, como que más de 100 composiciones suyas fueron grabadas y en SADAIC se registran unos 250 temas de su autoría.
“Vasco” Giménez, no fue un hombre de campo, pero las tradiciones gauchas calaron tan hondo en su espíritu, que supo cabalmente interpretar la vida rural y transmitir todas esas sensaciones a sus versos, con tal fidelidad, que hace que el que desconozca ese aspecto de su vida, lo imagine acabadamente como un hombre de campo.
Cursó la primaria la Escuela Sarmiento de su pueblo Vidal; y luego, libre, algunos años del secundario, más siempre se consideró autodidacta.
Puede decirse sin tapujos, que “Vasco” fue un hombre de los medios, y si bien han sido importantes los programas que creó y condujo, que ya nombraremos, no podemos olvidar que fue libretista de Miguel Franco en las audiciones “Las Alegres Fiestas Gauchas” de La Hoja, por LR3 Radio Belgrano y LR4 Radio Splendid, y “Surcos Estelares” de Hanomac, por LR1 Radio El Mundo.
También condujo sus propios espacios, como “Buenos Días, Sr. Día” (23 años en el aire en LU6 Emisora Atlántica de Mar del Plata, de lunes a sábado, de 6 a 7.30hs.), “Folklore Junto al Mar” (LU9 Radio M. del Plata), “Motivos Musicales Argentinos” (LU9 y LR2); “Muy Buenas y con Licencia” que se emitía grabado por LU22 Radio Tandil, entre otros programas.
La TV no le fue ajena, y así condujo “Encuentro Criollo” por el porteño Canal 11, que le valió importantes reconocimientos y un muy buen encendido de pantalla; “Mangrullo 10” y “Rastrillando”, por Canal 10 y 8 respectivamente, de Mar del Plata.
Asimismo fue animador/conductor en los más grandes festivales del país, como por ejemplo el “Festival de Doma y Folklore” de Jesús María (Córdoba), “Fiesta de la Ganadería” en Victorica (La Pampa), “Fiesta Nacional del Gaucho” en Madariaga (Bs. As.), “Fiesta Nacional del Trigo” en Leones (Córdoba), “Fiesta Nacional de la Esquila” en Río Mayo (Chubut), “Fiesta de las Tropillas” de Lobería, y por supuesto en la gran fiesta criolla de Miguel Franco y Orlando Gargiulo: “A Lonja y Guitarra”, en las ediciones de Cañuelas, Lobos, Pehuajó y Balcarce, e/o. Acá podemos agregar que fue el autor de dicho nombre que en su momento fue emblemático: “A Lonja y Guitarra”, recordando que surgió en una reunión en lo de Gargiulo en la que también estaba Franco.
Giménez se definía con precisión: “Yo soy Argentinista”, y también supo resumir su pensamiento: “No podemos renunciar a lo que nos pertenece por legítimo derecho; la Patria es una sola y la vivimos todos a través de la música, la danza, las costumbres, la tradición…”, y en aras de bregar por imponerlo, dedicó su vida a manifestarse en ese sentido, y sin darse cuenta quizás, a hacer escuela con el ejemplo de su sano y puro proceder.
Corría 1986 y era joven aún como que tenía 64 años, cuando decidió retirarse de la conducción de festivales: había concurrido a Chubut por la “Fiesta de la Esquila”, cuando sintió que las distancias lo cansaban y que ya no disfrutaba de lo que con tanta pasión hasta entonces había hecho… y allí plantó bandera.
Del mismo modo, en 1998, a los 76 años, le echó cerrojo a las puertas del poeta, cuando decidió clausurar su profuso oficio de versificador, después de escribir el poema “Cautiverio”.
Sus programas radiales y televisivos, y su actividad como autor y hombre de los medios, fue reconocida con importantes distinciones, por ejemplo, mereció el celebrado “Martín Fierro” de APTRA, el Premio “Santa Clara de Asís”, la “Cruz de Plata” del Instituto Fray Mamerto Esquiú, el “Premio Payador” otorgado por LS11 Radio Provincia de Buenos Aires, el “Premio Broadcasting” de la porteña Universidad de Belgrano, la “Distinción Trayectoria” de los Escritores Tradicionalistas, y el “Lobo de Mar” de la ciudad de Mar del Plata; y a nivel internacional el Premio de la Revista Literaria “Vendaval”, y la “Llave de Oro” de Radio Popular de Lugo, España.
También merecidamente su pueblo natal y el adoptivo, lo reconocieron con orgullo; así en 1993 fue declarado Ciudadano Ilustre de Cnel. Vidal (Ptdo. de Mar Chiquita), y en 2000 Ciudadano Emérito de Mar del Plata (Ptdo. Gral. Pueyrredón).
Como no siempre lo artístico da para vivir, “Vasco” tuvo otras actividades, y así podemos decir que fue por espacio de 40 años, agente de seguros de la Cía. La Primera, en su Vidal natal; fue también gerente del City Hotel de Mar del Plata durante dos décadas. Y por si era poco, Síndico de la S.A., León Desbots y Cía.
La cuestión es que los temas de “Vasco” Giménez, andaban de fogón en fogón, de escenario en escenario, apareciendo a veces en revistas criollas y cancioneros folcloricos, pero… ni por asomo reunidos en las páginas de un libro; ocurre que el hombre tenía sus pareceres y forma de pensar, tal es así que sobre el particular, opinaba: “Para no darle de comer a las propias vanidades”, fue que nunca encaró una edición de autor. Él esperaba que alguna editorial lo convocara para publicar “su” libro. Y allá por septiembre de 1998 su aspiración estuvo a punto de concretarse cuando quienes manejaban la edición de una revista llamada “Proyecto Nacional”, le solicitaron material y aportó 70 temas inéditos para dar cuerpo a un libro, que finalmente… no llegó a ver la luz.
Enfermo ya, internado en un geriátrico con demencia senil, aparecerá su primer libro; ocurrió que su esposa Nydia Vázquez (con quien se había casado en 1947), ordenando sus libros y papeles, se topó sin querer, con una carpeta que contenía el original de un libro, ordenado de la primera a la última página, y titulado “Yuyos”: “…tan humilde como la hierba campera”, según testimonió en el prólogo.

A lo encontrado, Nydia le arrimó varios trabajos de su autoría confeccionados en tinta china, que se estamparon como viñetas, completando el libro que tomó forma en Imprenta Del Plata “La Imprenta” de Mar del Plata en septiembre de 2006.
Perla Carlino, amiga y colaboradora que lo acompañó por largos años en la audición mañanera, dice que “Yuyos” fue tipeado íntegramente en su <vieja Remignton, en la década del ’90, en el campo “La Lomita”>, donde vivió durante 6 años, ya jubilado de sus actividades y en parte retirado de la actividad radial.
Ahora bien, obra en mi archivo una carta suya del 12/09/1998, donde dice que lo único que escribió en esa partecita de su vida que se fue a pasar al campo, fue un  poema que titulo “Cautiverio”, que desconocemos, y que no integra las páginas de “Yuyos”.
El libro fue presentado en La Feria del Libro de Mar del Plata, en la Fiesta Nacional del Gaucho de Madariaga y en la muestra de Tandil, “Escuela, Campo y Folklore”.
Ya póstumo apareció su segundo libro, “Mirando Lejos”, ordenado y seleccionado por su esposa, al que se le agregaron ilustraciones confeccionadas por el pintor de Areco, Miguel Ángel Gasparini. Este libro apareció en octubre de 2007, bajo el sello de la marplatense Editorial Martín.
No podemos dejar de mencionar, que recordando sus épocas de “El Chasqui”, había hecho una producción discográfica que tituló “Muy Buenas y Con Licencia”.
Si bien, como ya comentamos, escribió sobre cuestiones de toda la geografía Patria: “Por razones de lugar de nacimiento y de actuación, me quedo con el sur. Me gusta la milonga, la huella…”, sentenció. “Yo hice lo que me gustó siempre: defender la identidad de mi tierra. Estoy más que conforme y contento.”

El domingo 30/09/2007, a la edad de 85 años, falleció en Mar del Plata, y en sencilla e íntima ceremonia sus restos recibieron sepultura en el cementerio de Cnel. Vidal,  su pueblo natal.
                          La Plata, 02 de junio de 2019


domingo, 21 de abril de 2019

JUAN ANTONIO BÉHÉRAN


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
                                 Micro Nº 87 – 15/12/2012
Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

La página de hoy está dedicada a un poeta que no es conocido por el público general, en virtud de que su obra solo se difundió en reuniones familiares o en campereadas con amigos; la escasa difusión pública es producto de lo hecho por el cantor de Rauch, “Pacho” Duhalde, que por su condición de amigo personal, disponía de temas que cantaba y que tras su fallecimiento, grabó a modo de homenaje. No obstante, convencido, afirmamos que estamos ante un gran poeta al que es necesario hacer conocer.
Su nombre: JUAN ANTONIO BÉHÈRAN. Nació el 18/03/1951 en la ciudad de Bs. As., en el hogar conformado por Olga Dora Del Potro y Juan Bautista Béhèran Sarciat. Pasó su infancia en el establecimiento paterno “El Porvenir”, en Udaquiola, partido de Ayacucho, cursando la primaria en la Escuela Nº 19 “La Blanqueada”.
Ya con edad de estudios secundarios, la familia se estableció en la Capital, donde cursó en el Colegio Champagnat, y luego los universitarios en la Facultad de Agronomía de la UBA, donde le faltó una materia para recibirse de Ing. Agrónomo.
Tras este período se afincó definitivamente en Rauch, dedicándose a las actividades rurales en campos de la familia, donde supo desarrollar las tareas camperas, domando sus propios montados, trabajando con el lazo en el corral o a campo, oficiando de soguero cuando las necesidades así lo requerían, etc.
En su etapa universitaria conoció a Rosario Seminario con quien se casó en la Capilla de la Estancia “Cinco Lomas”, en Langeyú, el 29/12/1984.
Su inclinación por la poesía le viene “de siempre”, si así entendemos que a la edad de 9 años compuso “Canción de Cuna de la Luna Lunita”, que cuarenta y algo de años después Duhalde incluyó en su grabación “Del Mismo Pelaje”.
La práctica de la vida criolla le dio el material necesario que su inspirada moyera supo concretar en acabados versos de un sentir muy paisano, como que es muy campera su forma de expresar, a través de distintas formas estróficas, las cuestiones criollas.
Y no satisfecho con lo que en versos creaba, dedicó tiempo también a expresarse en prosa, manifestando su imaginación por medio de cuentos criollos.
Estamos seguros, como ya dijimos, que de haberse manifestado en vida sería hoy un reconocido poeta, pero aún estamos a tiempo de conocerlo, y nos alegra saber que su familia -su esposa y sus cuatro hijos-, están abocados a compendiar en un libro la obra que lo sobrevive, y allí destacamos a su hijo Martín, quien ha tenido la generosidad de facilitarnos la información que ahora compartimos con los oyentes.
A la edad de 50 años, falleció el poeta en Rauch, el 7/12/2001, hace ya 11 años.
La Plata, diciembre/2012

viernes, 22 de marzo de 2019

AUSENCIA, DE NOVILLO QUIROGA - DESMENUZANDO SUS DECIRES


                       “AUSENCIA”
                                  (triste)

Como listas’e poncho se me jueron los días,
qui’arrimao a sus ojos ramonié su querencia.
Jué un’alfalfa tiernita su presenci’a mi gusto
y el hayarla era fácil, como agüita di’acequia.

 Alboriaba su encuentro mirasol d’entusiasmo,
golondrina di’ocaso m’enlutaba su ausencia:
peru’había en su pago trebolar d’esperansa,
q’encontrarl’a otro día me verdiaba promesas.
  
Floreció’e vidalitas su camino de siempre
-mi guitarra en canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el camino lamentao’e los tristes:
la vidala es un triste cuando busca y nu’encuentra.
  
Su ricuerdu’es el sol que me arrea las noches,
el reparu’y reposo de suestadas y leguas,
la defens’a los áhugos, contra mal tan grandote,
pans’arriba, a sarpasos, como gatu’en la leña.

 And’está l’arroyito que mojaba mi sé,
and’el sauce yorón que sombriaba mi siesta?
¡La Chiquita es agatas un siñuelu’engañoso,
y yo soy un guachito que le bala a su pena!
  
Floreció’e vidalitas su camino de siempre
-mi guitarra en canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el camino lamentao’e los tristes:
¡la vidala es un triste cuando busca y nu’encuentra!
  
Versos de Diego Novillo Quiroga
Música de Magaldi-Noda

“AUSENCIA”, DE NOVILLO QUIROGA Desmenuzando sus Decires


Novillo Quiroga se manejó en esta poesía (y en otras también), con un lenguaje muy campero y metafórico. Era muy propio del hombre de campo de antaño, hablar, explicar cosas, haciendo “comparancias” con elementos de su vida habitual, incluso muy común  comparar con animales.
Contaban mis padres, cuando en un censo en la primera mitad del S. XX, llegan las maestras censistas a una chacra, donde había un matrimonio joven con una hija en la cuna, y como la mayoría de los trabajadores rurales, o analfabetos o semi analfabetos.
Preguntan los datos de rigor, nombre de cada uno, fechas de nacimientos, etc. Al preguntar cuando había nacido la beba, se miran los esposos, hasta que la mujer reacciona y mirando al marido le dice: “Viejo, cuando fue que tuvo cría la yegua alazana…?” . La certeza era que ubicando el nacimiento del potrillo, deducía el de su hija.
Valga todo esto como un introito.
“Ausencia” es el poema de un amor perdido.
La estrofa primera es toda una gran figura (no es una metáfora porque expresa “como”). Dice que los días se le escaparon sin solución de continuidad, “Como listas’e poncho se me jueron los días…”. Los antiguos ponchos tejidos en los telares criollos de Córdoba, La Rioja, Catamarca (por ello llamado por nosotros, los de la llanura: “arribeños”), eran o totalmente lisos, o bien listados, a veces en todo su paño, y otras con guardas de listas en sus costados, por ej. (Hay otras variantes), y la imaginación del poeta ve que sus días son como las largas listas de su poncho, una junto a la otra.
Para decir de la felicidad de estar con su amada, arma la metáfora (ahora sí es metáfora), en que remite a un animal (casi con seguridad pensó en su caballo), y dice que despuntó los tallos de la alfalfa tierna -ramonió- (habla de una mujer joven) y bebió del agua clara de una acequia (no es de arroyo ni de laguna), su pureza.
En la segunda estrofa, siente que cuando está, ella es su sol, y cuando le falta la vida se le pone negra como el plumaje de la golondrina. Pero creer en sus promesas le daba esperanzas.
En la tercera, refiere que ir a verla era recorrer un camino en el que las dulces vidalitas que entonaba iban dejando señales; ahora que no está, en vez de vidalita entona un triste, canción dolorosa emparentada con el yaraví, y posiblemente, madre del estilo, que es un ritmo muy sentido.
Dice en la cuarta que la luz de su recuerdo le aleja las sombras, le sirve de reparo en las sudestadas, y lo ayuda en el reposo del mucho andar. Su recuerdo lo salva de la asfixia del dolor que lo aqueja, contra el que lucha como gato entre las leñas (de nuevo la referencia animal).
Por último se pregunta ¿dónde está… qué fue de ella?
Por último: el paisano enamorado canta de dolor, ¡y canta un triste!

Lo que no sé explicar es la referencia que hace a “La Chiquita”, o bien ese era el apodo con que la nombraba, o por qué no?, una hija… (¡La Chiquita es a gatas un siñuelo’engañoso, / y yo soy un guachito que le bala a su pena!)
Para armar las tropas y para ponerlas en marcha, como para hacerlas entrar a un corral o para encarar el cruce de un arroyo, los reseros se valían de un grupo de animales, mansos ya, adiestrados a tal efecto, que eran los que hacían punta cuando hacía falta. Se los llamaba “siñuelos”, y acá nos dice que “la Chiquita es un siñuelo engañoso”.

A grandes rasgos y con mis limitaciones, esta sería una explicación. De hecho que un poema no se explica, pero habiendo en éste una terminología muy campera, con giros y expresiones, es que intenté desmenuzarla.
Espero haber sido claro. Cualquier duda, ¡acá estoy a su mandao!
La Plata, 30/05/13

Nota: este comentario surgió a raíz de una consulta del estudioso e investigador Christian Gaume. En realidad, digamos que fue una carta privada, pero hoy, casi 6 años después, me parece interesante compartirla con los lectores.

jueves, 21 de marzo de 2019

MARCHA ECUESTRE "BS. AS. - CATARATAS DEL IGUAZÚ - BS. AS."


La Condesa Elena Batthyány de Szechenyi, montando a “Taragüi” -un overo rosado de la cabaña entrerriana de don Nicasio Garat- y a “Pampero Ché” -un lobuno tobiano-, ambos pingos de raza criolla, unió la Ciudad de Buenos Aires con las Cataratas del Iguazú, y regresó al punto de partida.
La marcha se extendió por un período de siete meses, por regiones desoladas y bravías.
Dicha referencia la tomamos de Elías Carpena en su libro “Defensa de Estanislao del Campo” (1961), en la que en realidad hace la defensa del pelaje “overo rosado”.
No hemos encontrado otras citas que confirmen o reafirmen dicho viaje hípico, que estimamos realizado entre 1946 / 1950.
La Plata, 10 de Junio de 2018