jueves, 29 de julio de 2021

CHARLES ENRI PELLEGRINI - Un Argentino Cabal

 

 A pesar de que no nació en el país puede considerárselo un argentino cabal, pues habiéndose radicado de joven, todo lo que encaró lo coronó con éxito; aquí se casó formando familia, se consagró como pintor, realizó grandes obras civiles, fue estanciero, pionero en los movimientos culturales, y además, por si lo expuesto fuese poco, el primer inmigrante que tuvo un hijo que alcanzó la primera magistratura de la República. ¿Alguien puede dudar que fue argentino?
Nos estamos refiriendo a Charles Henri Pellegrini o para decirlo en criollo Carlos Enrique Pellegrini.

Nació en el hogar conformado por el arquitecto italiano Bernardo Bartolomeo Pellegrini, y la francesa Marguerite Berthet, siendo su lugar de nacimiento la ciudad de Chambéry, capital del Ducado de Saboya, donde vio la luz el 28/07/1800, siendo el 8vo. hijo del matrimonio.

Comenzó su formación educativa en el colegio de su ciudad natal. En 1819 inicia sus estudios superiores en la Universidad de Turín, los que finalizará en la École Polytechnique de París, donde en 1825 obtiene su diploma de ingeniero.

Las gestiones que por entonces realizaba en Europa el gobierno de Rivadavia, con el objetivo de atraer profesionales para desempeñarse en nuestra tierra, lo acercan al país, y así, a mediados de 1828 llega al Río del Plata, pero a raíz del bloqueo naval que Brasil imponía a causa de la guerra que se libraba en ese momento, se ve obligado a permanecer durante seis meses en Montevideo.

Arriba definitivamente a Buenos Aires en noviembre de ese año, siendo designado en el Departamento de Ingenieros Hidráulicos, donde se planeaban ambiciosas obras públicas como la construcción de un muelle de desembarco, la clarificación y distribución de las aguas del Plata, el establecimiento de baños públicos -proyectos rivadavianos, podría decirse-, pero a ese momento -según informe del Centro Virtual de Arte Argentino- Don Bernardino ya había abandonado el gobierno y el Gral Viamonte, que lo sucedió, disolvió el Departamento y canceló todos los planes de obras públicas. Había transcurrido un año de su arribo al Plata.

Necesitando trabajar para mantenerse, recurre a su afición por el dibujo y el retrato; y en aquellos años en que en la primitiva aldea la fotografía no se había aún hecho presente, y los buenos pintores, escaseaban, se le abrió un campo inexplorado con un auspicioso futuro económico, ya que según todos sus biógrafos, entre octubre de 1830 y septiembre de 1831, a raíz de 25 retratos por mes, confeccionó un total de 200, lo que le reportó la nada despreciable suma de $17.000 fuertes de esa época.

Cielito. Baile Nacional

Trabaja en sociedad o colaboración con el litógrafo César Hipólito Bacle quien ya estaba establecido con local propio, y al parecer la demanda era muy grande, encargándosele obras que plasmaban las reuniones sociales del patriciado porteño de entonces.

Para fines de esa fructífera década del ‘30 ya cuenta con local propio, y era como si todo el patriciado de aquella sociedad deseara quedar registrado por Pellegrini. Acapara la clientela.

Esos años fructíferos le han permitido agenciarse de un capital con el que en 1837, quizás queriendo tomar distancia de la política rosista, compra en Cañuelas -según algunos investigadores- la Ea. “La Figura”, haciendo una pausa con el arte y dedicándose a las tareas rurales.

1841 será un año significativo, ya que el 18 de mayo se casa con María Bevans Bright, hija del ingeniero inglés James Bevans, a quien había conocido en su breve paso por el Departamento de Ingenieros. De este matrimonio nacerán Julia y Carlos, éste, el futuro presidente de la República.

Julio E. Payró nos agrega que “en el mismo año de su boda, el ingeniero-artista fundó con Luis Aldao la ‘Litografía de las Artes’, que publicó gran número de estampas. Después de Caseros vendió su estancia y volvió a Buenos Aires, fundó la ‘Revista del Plata’ (1853) y desplegó actividad como ingeniero y arquitecto”. La citada revista, que se abocó a asuntos económicos, agropecuarios y culturales, tendrá una corta vida, como que en 1855 cesa su publicación.

En dicho taller y en el año de su fundación, se publican dos ediciones de su álbum Recuerdos del Río de la Plata’, compuesto de 20 láminas que reproducen vistas de la ciudad, iglesias, bailes y también escenas gauchescas.

Pellegrini y Flía. - Aproximadamente 1863 - AGN

Ya cuando su arribo a Buenos Aires a fines de 1828, principio del 29, había hecho a la acuarela, varias vistas de la Plaza de la Victoria y de otros espacios que llamaron su atención, como por ejemplo, El Fuerte.

Es importante resaltar -y en esto copiamos al CVAA- que conjuntamente con Mitre, Vélez Sarsfield, Alsina, Mármol, Duteil y Tejedor,  fundan el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata.

En la última etapa de su vida retoma la profesión de ingeniero/arquitecto, y de esa época se destaca la edificación del primitivo Teatro Colón, su obra edilicia más importante, que se inaugurara en 1857.

Volvemos a copiar a Payró para una definición final: Espíritu culto e inquieto, también se dedicó en cierta época a la composición poética. Son, sin embargo, sus dibujos, sus acuarelas y sus litografías los que inmortalizaron a Pellegrini…”.

El prolífico artista y profesional, falleció en la ciudad que lo acogió, el 12 de octubre de 1875, a la edad de 75 años.

Del valor de su obra en retrospectiva, nos habla la subasta de ‘arte argentino’ llevada a cabo por la casa “Hijos de Martín Saráchaga”, el lunes 9 de mayo de 2005, cuando su obra “El Fuerte de Buenos Aires”, fue vendida en la suma de $ 120.000, unos U$S 41.700 de la época.

Una ‘bicoca’… como quien dice.

La Plata, 15 de Noviembre de 2020

Bibliografía mínima

 

+ Payró, Julio E. – 23 Pintores de la Argentina 1810 – 1900 (EUDEBA, 1962)

+ Centro Virtual de Arte Argentino – Centro Cultural Recoleta

+  https://artedelaargentina.com.ar/disciplinas/artistapintura

+ Clarín, 09/05/2005 – Los precursores

+ La Nación, 1/05/2005 – De Palliére a Warhol

miércoles, 28 de julio de 2021

AROLDO RITACCO - Un Norteño en Buenos Aires

 Aclaramos de entrada que vamos a ocuparnos de un libro que no responde a la temática costumbrista, pero que sí habla de nuestra gente.

“Un Norteño en Buenos Aires”, de Araldo Ritacco, es un relato desarrollado en 120 páginas y dividido en 15 secuencias.


En él, un docente tucumano -Eustaquio-, cuenta su experiencia de radicarse en plena Capital Federal, una vez que estuvo jubilado.

La obra, que es lineal en su desarrollo, sin superposición de tiempos, situaciones ni personajes, se destaca por la sencillez de recursos y lenguajes, lo que no deja de ser un aval para su intención de ser un ejemplo útil, a quienes, muchas veces, se sienten deslumbrados y atraídos por las luces de la gran urbe.

El personaje se presenta diciéndonos: “Nací en Yerba Buena, allá al final de la avenida Mate de Luna, cerca del cerro San Javier, y en ese rincón casi descampado en aquel tiempo, fui creciendo, me hice hombre, estudié y al final llegué a director de mi querida escuelita de la niñez.”

Eustaquio (Negro) está casado con Zulema (Zula), porteña y también maestra, que joven se fue a ejercer a Tucumán; tienen una hija, Ana María que casada con Roberto, se radica en Bella Vista cuando a éste le dan Campo de Mayo como destino laboral; el matrimonio tiene un hijo, Robertito.

La mudanza de la hija y el distanciamiento del nieto, comienzan a despertar en Zula, nostalgias por su Buenos Aires de ayer, y poco a poco, su insistencia logra convencer al Negro, de abandonar la apacible vida de Yerba Buena para ir a radicarse a la Capital, a la casa que su esposa ha heredado de sus padres, en barrio de Palermo.

De aquí en más, el relato habla del desarraigo, del ser cuasi extranjero en su país, de lo doloroso de la migración interna; y de lo innecesario que a veces esta resulta.

En esta circunstancia Eustaquio reconoce que en su pueblo tucumano, su familia vivía en felicidad, aunque entonces esta pasase desapercibida... y lo descubre, pues, al perderla.

El pulpo de Buenos Aires, que atrae con su modernidad, sus luces, su tecnología y sus aparentes posibilidades de superación laboral, exige una gran cuota de sacrificio y adaptabilidad, que no siempre se justifica sufrir, según el relato de Eustaquio.

En las distintas secuencias nos habla de la incomunicación, la intolerancia, la educación, el apuro, la vida en departamentos, el ruido, el respeto, todo en relación a la vida de los habitantes de una gran urbe.

La experiencia para Zula y el Negro resulta nefasta, a tal punto que la misma Zula conciente en el retorno al apacible Tucumán; aunque no lo digan: en busca de “su” edén perdido.

En contratapa del libro la editorial ha expresado: “...deben leer este libro todos los provincianos, preferentemente antes de decidir su radicación en Buenos Aires, y deben leerlo los porteños para conocer la opinión de sus compatriotas del interior del país.”.

“Un Norteño en Buenos Aires” fue publicado por Editorial Mundi, en marzo de 1972, y su portada está engalanada por una tinta de Rodolfo Ramos.

Valga decir que Don Araldo Ritaccco, era nativo de Luján, ciudad en que nació el 26/11/1917. Cursó estudios hasta graduarse como odontólogo, habiendo ejercido la profesión y también la docencia universitaria.

Participó activamente de la vida política, siendo electo diputado nacional en 1963.

Como escritor realizó obras temáticas sobre su profesión y obras literarias como la citada, y además “Deslumbrantes colibríes”.

Falleció en Buenos Aires a la edad de 67 años, el 30/09/1985.

La Plata, 17 de julio de 2001 (y 04/2005)