miércoles, 16 de septiembre de 2020

CRIOLLO // PAISANO

 Criollo y Paisano, son dos voces que solemos usar -muchas veces- como sinónimo de “gaucho”, pero cada una de éstas tiene su origen y trataremos de analizarlo hasta llegar a ese uso actual. Creemos que el orden por aparición, es el de “criollo”, primero, y posteriormente “paisano”.

Comencemos entonces por decir que “criollo”, es voz que deriva del portugués ‘crioulo’, y ésta a su vez de ‘criar’.

Según el diccionario contemporáneo, tal es la persona ‘hija o descendiente de europeos, nacida en los antiguos territorios españoles de América o en algunas colonias europeas de dicho continente’. Hacemos hincapié en ‘descendiente de europeos’, lo que da a entender de una pareja de españoles en el caso de nuestros conquistadores. Pero bien… hay un inconveniente…

Cuando el conquistador hace visible su presencia en esta parte de América, mayoritariamente son hombres, y no han viajado con sus mujeres; si pueden haberlo hecho algunos jefes, pero son contados con los dedos de una mano. Y ahí viene la pregunta: aquellos hombres que gestaron “criollos”, con qué mujeres los engendraron…? Sin palabras, creo que no hacen falta (Vaya esto para que lo expliquen algunos ‘puristas’).

Visto esto, la definición del diccionario debería cambiar (por lo que fue la realidad), a: ‘hijo de europeo nacido en los antiguos territorios de América’.

En realidad era “criollo” cualquier hijo de conquistador nacido fuera de su tierra original. (en América, en África, etc.).

A aquel hijo de europeo nacido en estas latitudes se lo denominó además de “criollo”: ‘mancebo’, ‘hijo de la tierra’, ‘mozo de pata al suelo’, e inclusive ‘mestizo’ que sería la definición más apropiada. Casualmente éstos, que rápidamente se hicieron de a caballo, fueron los que, como peones, se dedicaron a las tareas pecuarias.

El mismo diccionario contemporáneo, aclara que la expresión “criollo” también refiere a aquella persona que actualmente conserva las cualidades estimadas como características de su origen. Porque decir “criollo” es como citar al poblador originario, por lo menos de nuestra civilización, de allí que se lo podría definir como “nativo hijo de europeo”.

Esto lo reafirma don Félix Coluccio cuando define que es el “propio del país, auténticamente nativo, aunque a veces haya ascendencia extranjera. No se refiere exclusivamente al hombre. Se aplica por extensión a los animales, a la vestimenta, al alimento, etc.”

En este mismo rumbo, el muy español Diego Abad de Santillán que vivió entre nosotros y tanto trabajó por el bien de nuestra cultura, lo definió: “hijo del país y, más particularmente, el nativo auténtico”.

“Martín Fierro”, a quien siempre hemos considerado un “gaucho” que cuenta su vida y sus pesares -que son los de todos sus pares-, varias veces acude a ejemplificar con “criollo” las cuestiones que trata, claramente identificable ese decir, con “gaucho”, que a sus vicisitudes remite. Dice por ejemplo: “Mas ande otro criollo pasa / Martín Fierro ha de pasar”, “hasta que venga algún criollo / en esta tierra a mandar”, o “Pero diré, por si acaso, / pa’ que me entiendan los criollos”, y vaya si lo entendieron sus contemporáneos de la campaña argentina.

Uno podría preguntarse, por qué no usó directamente la palabra “gaucho”?, pues bien, por la simple razón que no denominaba a sus pares con tal voz, solo lo hacía en alguna plática, con dos sentidos: de alabanza, como ser: “¡Que hombre gaucho Don Ataliva!”; o como denostación o poniendo reparos: “Ese es gaucho de boliches y jaranas”.

Así tenemos “versos criollos”, “platería criolla”, “telería criolla”, “pilchas criollas”, “aperos criollos”, “caballo criollo”, “zapallo criollo”, “hacienda criolla”, “cocina criolla”, como afirmando que es lo propio del lugar, lo originario, lo auténtico, lo que está desde hace mucho tiempo.

Con el avance del Siglo 20, la palabra “criollo” cada vez más se asimila a “gaucho”, llegando a ser, casi casi, como un sinónimo, pero nunca un reemplazo cabal, porque no tiene ‘el peso significativo’ que incorporado tiene “gaucho”.

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 “Paisano”, para el Diccionario Académico, deriva del francés “paysan”, y éste a su vez de “pays”, que significa “territorio rural, país”, aclarando que ese “país” no tiene el mismo significado que hoy le damos a tal palabra, que sería “Territorio constituido en Estado soberano”; prestemos atención a la aludida definición de “territorio rural”; y el Diccionario define a “paisano” como “Dicho de una persona: natural del mismo país, provincia o lugar que otra”, que indudablemente es una definición muy actual, poco acorde a lo que queremos demostrar.

Don Rafael Darío Capdevila en su “El Habla Paisana”, infiere por “país”: “Patria. Lugar de origen, de nacimiento” y agrega, “En el S. 19 la gente decía ‘país’ cuando se refería al lugar de nacimiento de una persona”, y esto rápidamente lo corroboramos con la Foja de Filiación de Juan Moreira, cuando dice: “A saber: Patria, Buenos Aires. Edad y estado, 28 años soltero;…”. No dice ‘Argentino, de Buenos Aires’. Ni en los papeles oficiales de entonces se utilizaba como hoy lo hacemos.

Hacia el último tercio del Siglo 19 existía en Buenos Aires la Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes, que entre 1875 y 1879 elaboró el primer Diccionario del Lenguaje Argentino, que se mantuvo inédito hasta 2006, en que su continuadora, la Academia Argentina de Letras, lo hizo público. Lo interesante para nosotros es que el mismo contiene la voz “paisano”, y nos trae una definición e interpretación de un tiempo que nos resulta primordial.

Nos dice de “paisano”: 1) habitante y natural de la campaña 2) gaucho, en su segunda acepción 3) natural de las provincias argentinas del interior 4) los gauchos le dan este nombre particularmente a los santiagueños.

Acorde a nuestros decires, vemos que tal Academia, reemplaza el español ‘territorio rural’, por el más propio ‘natural de la campaña’, y que inmediatamente asocia la voz a la de “gaucho”, ya que la pone como un sinónimo. Recordamos que estamos en 1875 / 79, o sea que es una interpretación de época, sin intermediarios.

Resulta curioso el punto 4), pues parecería que los gauchos son solamente los de la región pampeana, pues convierte a los de otra provincia en “paisanos”. Resulta curioso -reiteramos-, pues vayan por ejemplo a decirle a los salteños que no son gauchos…

Coincidente con esa definición de 1875 / 79, es la que Daniel Granada vuelca en su Vocabulario Rioplatense Razonado de 1890, cuando dice que “paisano” es la “persona que es del campo. Su prototipo es el gaucho”, y ya no hay medias tintas: para Granada “gaucho” y “paisano” son lo mismo.

En nuestra percepción, “paisano” es el sucesor del “gaucho”, a partir de las transformaciones que poco a poco trae el alambrado: conserva sus usos y costumbres, su cancionero y bailes, sus mismas habilidades en las rudas tareas de campo, etc., pero, perdida su ‘libertad e independencia’, se ha sometido a la regulada vida de una estancia alambrada. Ahí se formaliza entre nosotros la expresión “paisano”.

Y más o menos lo mismo es lo que ha sintetizado el para nosotros muy respetado dolorense Eduardo Acevedo Días (h), cuando explica que es la persona de campo o (la) que ha seguido los usos y costumbres de la vida de la campaña”, o sea que es “paisano” el que siguió respetando los modos del “gaucho”.

El estudioso del vocabulario del Martín Fierro, Francisco Castro, y el investigador Félix Coluccio, le agregan un significado que particularmente no le he conocido, y es que se usa como sinónimo de amigo, camarada, compañero, hermano. No lo encuentro en la práctica.

No podemos desconocer que también hay una significación ajena a nuestro uso, y es que cuando por ejemplo, dos napolitanos, o dos catalanes (elegimos al azar), se encuentran lejos de su tierra, se reconocen entre sí como “paisanos”, porque son del mismo lugar, región o provincia, no porque son de Italia o España.

Entre nosotros, especialmente en el área pampeana, a los identificados como “indios mansos”, se los llamaba “paisanos”, y al respecto hay un libro renombrado llamado “Nuestros Paisanos, los indios” de Carlos Martínez Sarasola.

Ese al que hoy vemos de bota, bombacha, corralera y el resto de los atavíos típicos, al que el observador común llama o ve vestido de “gaucho”, ese, ese es el “paisano”.

En la segunda mitad del Siglo pasado Atahualpa Yupanqui popularizó la expresión “Paisano es el que lleva el país adentro”, y es verdad que suena bien, pero allí esa expresión “país”, intuyo que no remite al lugar donde se nació o se reside, sino al “país” como estado soberano. O sea que es una expresión contemporánea y no del tiempo del “gaucho” donde hemos querido rastrear el significado.

La Plata, 16/09/2020

Carlos Raúl Risso E.-

jueves, 10 de septiembre de 2020

TSHIFFELY - Algunas referencias de su marcha y vida

 Aimé Hellmuth Félix Tschiffely, “el gringo o el gaucho rubio” como se le supo nombrar, fue el artífice de una hazaña que le hizo bajar los ojos, a todos aquellos que lo trataron con indiferencia y menosprecio cuando hizo público su interés en cabalgar las Américas uniendo Buenos Aires con Nueva York.


El 23/04/1925, desde las instalaciones de la Sociedad Rural Argentina en Palermo, dio el punto inicial de su cabalgata con rumbo a Rosario, montado en “Gato” (15 años) al que había ensillado con un cirigote -obsequio del gaucho inglés Edmundo Griffin, dueño de la Ea. “La Palma” en Paysandú-, con “Mancha” (16 años) de carguero; sus dos “veteranos” caballos criollos, provenían de los que se trajeron del Chubut, habituados a climas extremos, a los faldeos cordilleranos y a la poca pastura; le habían sido facilitado por el “padre” de la recuperación de la raza, Don Emilio Solanet, dueño de la estancia y cabaña “El Cardal”, de Ayacucho.

El cirigote fue confeccionado por la firma talabartera “Masseilot Hnos”, de Paysandú, que posteriormente promocionará su firma con el lema: “Con aperos de esta marca Raid Bs.Aires – N.York”. El carguero portaba sobre su lomo, unos 60 kgs. en promedio.

Logró unir las 3 Américas en una marcha sin precedentes, arribando a Washington, Capital de los Estados Unidos, el 28/08/1928, después de haber viajado durante 3 años y 126 días, recorriendo 4300 leguas, unos 21500 kms., en 504 etapas, a razón de 42 kms. por cada una, habiendo alcanzado una altura de 5200 mts. sobre el nivel del mar en el Paso “El Cóndor” entre Potosí y Chaliapata, en Bolivia.

El día 29 lo recibió el presidente estadounidense, Sr. Calvin Coolidge.

En Nueva York, el 20/09, recorrió toda la Quinta Avda., siendo escoltado por la Policía Montada local, hasta la Casa del Ayuntamiento, donde el Alcalde Jimmy Walker le entregó la Medalla de la Ciudad, y Tschiffely retribuyó con unas boleadoras engarzadas en plata. Ese día “Mancha” lucía un rico apero criollo, y el jinete vestía a la típica usanza criolla, todo gracias a la gentileza de Gustavo Muñiz Barreto que facilitó apero y atuendos para un mayor lucimiento del “gringo gaucho”.


Había atravesado por once naciones americanas: Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y EE.UU.

Cumplida su meta, el 1/12/1928 se embarcó junto a sus pingos criollos en el paquebote “Pan América”, de la línea Munson, que en realidad era un barco de pasajeros, pero como excepción por quienes se trataban, se improvisaron en la bodega dos pequeños boxes para alojar a “Gato” y “Mancha”, que debieron hacer todo el viaje, sin poder echarse en ningún momento. Arribaron el  día 19, a las 13 hs. a Dársena Norte, siendo sorprendidos porque “…una frenética bienvenida los esperaba en Buenos Aires. Tschiffely cuidó de que se mandaran a sus dos amigos a las campos de pastoreo de que habían salidos 2 años y medios atrás…”. Recibido por el Pte. Hipólito Yrigoyen, dialogaron por más de una hora.

Su compatriota y biógrafo Benno Affolter nos cuenta que había nacido en Zofingen, Cantón de Argobia, Suiza, el 7/05/1895, en el hogar de Amalia Sutermeister y Jorge Federico Alfredo Tschiffely; en Berna hizo los estudios primarios y secundarios, formándose como maestro. A los 17 se trasladó a Inglaterra, donde residió cinco años.

En 1917 arribó a Buenos Aires para ejercer la docencia contratado por el St. George’s College de Quilmes, y más adelante también por el Buenos Aires High School, donde fue Director de Estudios.

Aventurero de raza, con posterioridad encaró otros viajes: en 1934 cabalgó desde Salisbury, sur de Inglaterra, hasta el condado de Devon, Escocia, casa central de los Cunninghame Graham, la familia de su gran amigo Don Roberto.

1937 a bordo de un Ford T proporcionado por la propia automotriz, recorre la Patagonia, viaje que tuvo su inicio en la Ea. El Cardal, y que es conocido como “Por este camino hacia el sur”; y en 03/1950 recorre durante cuatro meses, unos 8000 kms. por España, en la península ibérica, en una moto inglesa.

Falleció joven, en Londres -donde residía- el 5/01/1954; a ésta su patria adoptiva, retornaron sus cenizas el 10 de noviembre de ese año, justamente el “Día de la Tradición”.

Con el objeto de la repatriación, se había conformado una Comisión de Homenaje que era presidida por el Ing. Felipe Ballester, acompañado por Emilio Solanet, Antonio Vaquer, Darío Anasagasti, Antonio Benitez, Raúl Freire, Máximo Aguirre, Juan B. Tapia, Raúl Rodríguez Corti, Justo P. Sáenz (h) y Luis J. Lacey, contando siempre con el apoyo de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos.


Expresó un medio de la época: “Encarado con decisión y unánimemente apoyado el proyecto se llevó pronto a cabo. Fue así como el 13 de noviembre, en una ceremonia  no menos solemne que conmovedora, un cortejo de jinetes auténticos, concebido y realizado con evidente dignidad, acompañó en su último viaje a quien tanto amó a la Argentina y a sus caballos.”

Ese día el marchero Jorge Molina Salas, criollamente vestido y gauchamente aperado su  caballo gateado, llevando de tiro un overo criollo ensillado, que sobre el recado portaba las cenizas del “gringo rubio”, encabezó la columna que se dirigió al Cementerio de la Recoleta, procesión silenciosa y emotiva de la que además de las columnas gauchas, contó con la presencia de clubes hípicos y el escuadrón de la Policía Montada en parada de gala, sobre caballos blancos y tordillos, poniendo un marcial toque de solemnidad.

 A mediados de la década del ’90, en el Archivo de “El Cardal”, se encontró una carta de la esposa de Tschiffely, donde expresaba que su última voluntad era descansar junto a los dos caballos criollos. Así las cosas, con la organización de la Flia. Solanet y la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, el 21/02/1998 se realizó el traslado de las cenizas desde el Cementerio de la Recoleta hasta el monumento erigido en el parque del casco de la Ea. “El Cardal” en Ayacucho, donde desde entonces descansan junto a los compañeros de su hazaña, muertos, “Gato” el 18/02/1944 -a los 36 años- y “Mancha” en 1947 -a los 40-, los caballos criollos que le había facilitado Don Emilio Solanet, quien los había adquirido al Cacique tehuelche Juan Lienpichuin, de Sierra Kepi, al sudoeste de Chubut.

La placa que hace 59 se años colocó en la Sociedad Rural, la Comisión de Homenaje y que hoy está en “El Cardal”, reza: “Amó a nuestra Patria y le ofrendó generosamente el triunfo de su hazaña memorable, llevando sobre el lomo de “Mancha” y “Gato” el mensaje fraternal de la Argentina a través del continente americano”.

Fue su esposa la cante de opera anglo-argentina, Violeta Teodora Hume, quien le fue presentada por don Roberto Cunninghame, casándose el 21/12/1933, matrimonio que no tuvo descendencia. Lo sobrevivió cerca de 30 años.

 


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El sentó un precedente para todos los marcheros posteriores: ¡El viaje era posible!, por el camino que eligieran, él ya les dijo ¡Se Puede!, y a decir verdad: ¡qué gran ayuda fue esa!, les abrió la tranquera a los que venían detrás…

La Plata, 23/08/2020


“GATO Y MANCHA"

Gato” ha dejado en la historia

del yeguarizo argentino

un capítulo divino

tras una estela de gloria;

con “Mancha”, en la trayectoria

que les tocó recorrer,

se supieron imponer

contra obstáculos y escollos,

mostrando así que los criollos

guapean hasta vencer.


Llevaron en su embajada

a los Estados Unidos,

méritos reconocidos

de nuestra gran caballada

y así en la inmensa cruzada

de dura realización,

fue su crin el pabellón

que de la patria pasearon,

y allí un relincho grabaron

para siempre en la extensión.


Versos de CHARRÚA


Bibliografía

 -“Con todo el lazo”, de Charrúa – 8/1948

-“Los restos de Aime Tschiffely descansarán en la Argentina” – Revista

  Raza Criolla – 08/1954

-“Descansan ya en nuestro país los restos de A. Tschiffely” – Revista El

  Caballo N° 131 – 12/1954

-“Homenaje a Tschiffely”, por Máximo Aguirre – Revista Raza Criolla

  N° 50 – 06/1961

-“Homenaje a Tschiffely – Revista El Caballo N° 200 – 03/1961

-“El viaje a caballo más largo de la historia”, por Scott Soegers –

   Selecciones del Reader’s Digest – 5/1970

-“Mancha y Gato”, de Aimé Tschiffely – Emecé, 11/1989

-“Cascos de Acero”, por Constantino Sobrino – Revista Camping N° 10 –

  05/19701998

-“Un jinete que dejó huella”, por Analía Testa – Diario La Nación,

  28/02/1998

-“El jinete de las Américas descansa con sus amigos”, por Analía Testa –

  Diario La Nación, 22/02/1998

-“Recuerda a Prof. Suizo”, por Carlos R. Risso – Diario El Día de La

  Plata, 29/01/2004

-“En la huella de Mancha y Gato”, por Susana Pereyra Iraola – Diario La

  Nación, 09/10/2004