viernes, 29 de junio de 2018

LOS SUCESOS DE MAYO Y MI PATRIA CHICA


Variadas y de diverso origen fueron las causas que desembocaron en la Revolución de Mayo, y dos fueron las corrientes ideológicas que se manifestaron en sus hombres.
Entre las primeras las hubo de origen local, americano y europeo, pero simplificando, tiene fundamental importancia el resultado de las Invasiones Inglesas y la abdicación del monarca español a favor del dominio político-militar de Bonaparte.
En cuanto a la ideología, hubo criollos decididamente revolucionarios dispuestos a cortar con España, y otro grupo dispuesto a gobernar por sí, interinamente, hasta tanto sea repuesto en el trono el monarca depuesto. Se los llamó “patriotas” y “realistas”.
Como expresión testimonial de la época,, tomemos la referencia de Juan Ignacio Gorritti, cuando dice: “La revolución de América no fue un suceso repentino que debía sorprender a un sujeto medianamente pensador. (…) La defensa que logró Buenos Aires en 1807 contra el formidable ejército británico que la invadió, fue un rayo de luz que advirtió a toda la América cuanto puede un pueblo resuelto a perecer antes que sufrir un yugo extranjero”.
Por otro lado, depuesto Fernando VII, había quienes, como el Obispo Lué, sostenían que estando España ocupada debían tomar el mando en América los españoles residentes, y que ese mando solo podía pasar a manos de sus hijos cuando ya no hubiese vivo un solo español.
Mientras que Juan José Castelli recordaba que para las leyes de la monarquía, América pertenecía al Rey y no al pueblo español, y que faltando el monarca, la soberanía quedaba vacante y debía ser asumida por el pueblo americano.

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En los acontecimientos previos, la Ensenada estuvo asociada a los sucesos. Así nos encontramos que Santiago de Liniers, jefe de la escuadra naval, en mayo de 1806 recibe del Virrey Sobremonte, la orden de hacerse cargo de la defensa del Fuerte de Barragán; finalmente los invasores desembarcan en Quilmes, y avanzan sobre Buenos Aires.
Ante esto, Liniers decide organizarse en Montevideo, y hacia allí parte acompañado de jóvenes ensenadenses “que constituyen el primer plantel del ejército de la Reconquista”.

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Cuando la segunda invasión, el Fuerte se encontraba desmantelado, situación que aprovecha el jefe inglés -Whitelocke- para desembarcar en estas costas, y ahora sí, será un vecino, Pedro Duval, quien juega un papel principal. Según el insigne don José María Prado que documentó el acontecimiento, fue Duval, quien a riesgo de su vida le indicó al enemigo que el mejor camino para llegar a las barrancas era cruzar el bañado, al tiempo que con un chasque, remitía al Cabildo la información que permitiría la defensa.

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Sin estar estrictamente vinculado con este “pago chico”, hay una relación de cierta vecindad con uno de los miembros de la Primera Junta de Gobierno, nos referimos al Presbítero Manuel Maximiliano Alberti. Había nacido en Buenos Aires, casualmente un mes de mayo del año 1763. En la Universidad de Córdoba se graduó en 1785, de Dr. en Teología, ordenándose sacerdote en 1786.
Tiempo después al quedar vacante el curato de la Magdalena, fue nombrado “cura vicario interino”, cargo que ocupó, aproximadamente, por cuatro años.
Al iniciarse el año 1802 es designado cura de San Fernando de Maldonado, en la Banda Oriental, sufriendo vejámenes por parte de los ingleses en 1806, quienes sostenían que actuaba de informante de sus movimientos, y lo obligan a refugiarse en Montevideo.
Al producirse los sucesos de Mayo, se desempeñaba en la Iglesia de San Nicolás de Bari, en Buenos Aires; participaba de las reuniones en casa de Rodríguez Peña, y su voto en la asamblea del día 22 fue francamente revolucionario, y se destaca en él “la liberalidad y decisión con que había abrazado la causa de la Patria”.
Intimo de Mariano Moreno, fue su auxiliar en la redacción de la “Gaceta”. En la Primera Junta de Gobierno Patrio fue el único sacerdote, donde se destacó por su esclarecido patriotismo. Falleció en Buenos Aires el 2 de febrero de 1811.
No deja de ser un orgullo que su voz resonara habitualmente en la Iglesia de la vecina Magdalena, en un templo que no es el que se erige frente a la Plaza.
La Plata, 18 de Mayo de 2004



Bibliografía

-Apuntaciones Históricas sobre Magdalena, de Andrés Calcagno (1930)
-El Fuerte de Barragán – Revista “Centenario” N° 1 (1/1981)
-Historia Argentina, dirigida por Vicente Gesualdo (Ed. Oceano 1985)
-Revolución de Mayo, de Elba T. Cosso (Ed. Atlantida, 1960)

miércoles, 27 de junio de 2018

MIGUEL ÁNGEL CASTAGNINO (Charla 1)


AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 49 – 27/06/2018
Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de los Poetas”.
MIGUEL ÁNGEL CASTAGNINO (Charla 1)
Este poeta tan identificado con Chascomús, había nacido en la Ciudad de Berisso en épocas que ésta integraba el Ptdo. de La Plata, el 14 de agosto de 1911; ese era el pueblo en que residían sus abuelos maternos; fueron sus padres Estefanía Elso y Francisco Antonio Castagnino.
Pasó su infancia en la Estancia “San Bartolomé” en el partido de Laprida, cursando en vecindades de aquella, el primer grado de la escuela primaria; luego, a los 10 años, en 1921 y 1922 hará 2° y 3° grado en una escuela de Berisso, completando los años de la primaria en una escuela porteña, donde vivía en casa de su abuela paterna.
Hasta cumplidos los 9 nueve años (1920), vivió con los suyos en la entonces llamada Estancia “El Mirador” en Brandsen, sitios estos en los que su padre se desempeñaba como mayordomo.
En “Guía de Autores Chascomunenses” se cita que su padre era mayordomo en una estancia de Don Santiago Rocca, pero no se nombra en cual, y desconocemos si “San Bartolomé” o “El Mirador”, le pertenecieron a ese gaucho señor.
En 1926 su familia se radica en la Capital Federal donde cursa todos sus estudios posteriores: los secundarios en la Escuela Comercial “Carlos Pellegrini”, y los superiores en la UBA, egresando de allí con el título de contador.
Tiene 18 años cuando escribe su primer verso, “Pichón”, inspirado en un compañero de andanzas en sus épocas de muchachito de campo, un chico huérfano al que consideraba “mi compañero”, y a decir verdad debuta con cuatro décimas muy bien hechas y muy sentidas, sin tener golpes bajos a pesar del tema. En 1936 interpreta ese tema en una radio porteña el gran Ignacio Corsini que lo canta como estilo.
Hablando de cantores, el afamado “Charlo”, haciendo dúo con Sabina Olmos, en 1940 cantó su chacarera “Mis Sueños”, que llevaba música de Diego Petigreu y Alberto Salto.
Sus primeras publicaciones fueron en medios gráficos: en el diario de Capital Federal “El Oeste” en 1938, y dos años después en la revista “El Chasqui” de la Asociación Mutual de la DGI.
En febrero de 1943, después de un breve paso (seis años) como empleado de la DGI, se radica a fin de ejercer su profesión, en la Ciudad de Chascomús, donde con el correr del tiempo es tenido por un hijo pródigo, y donde asienta el hogar que constituyera el 5/01/1951 al casarse en Buenos Aires con Clarivel Echeverri, unión de la que en octubre de ese mismo año nacerá su único hijo, César Miguel.
En su verso “Asi Soy”, se define: “Para mí la tradición / es el honor, la decencia, / la libertad, la prudencia, / el orgullo y el coraje / que al gaucho no lo hace el traje / sino su hombría y su cencia.”. Ilustramos ahora con su criollito “Ennnoviao”: (Se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")

domingo, 24 de junio de 2018

NOVIOS


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 76 – 24/06/2018

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Por una cuestión natural la mujer y el hombre siempre se han buscado para enyuntarse, en cualquier comunidad, bajo las más dispares condiciones, y desde los comienzos de la vida humana en territorio africano, siempre ha sido así: la mujer y el hombre se reclaman.
Y entre nosotros ha tenido sus particularidades, y como en el norte ha existido el “cirviñacu”, en nuestra campaña ha tenido sus características y reglas no escritas.
En el “campo de ayer” la vida social prácticamente no existía, y la que había casi que  dependía del trabajo, la más convocante quizás haya sido la de las grandes yerras que duraban varios días, juntaban al vecindario, y solían terminar con gran asado, y habiendo guitarreros, con un baile. Esa era para los mozos la “ucasión” propicia de ronciar a alguna chinita, y comenzar un trato amistoso, aunque más no sea.
Muy de vez en cuando, en algún rancho o en algún puesto donde había varias hijas en edad “de merecer”, éstas solían pedir a la “mama” que diera un baile, ansiosas por conocer a algún palomo con quién, sin falsas promesas, pudiese alzar vuelo.
Otra forma de relacionarse era motivada por la higiene de las pilchas del paisano; pues muchas veces, en las grandes estancias, los mensuales eran hombres solos, sin familias, ya que éstas eran por lo general, las que ocupaban los puestos. Así que donde había alguna muchacha, esta tenía la posibilidad de ganarse unos pesos oficiando de lavandera. Resultaba entonces que el domingo era día de  visita para algunos peones, que se allegaban al puesto con la muda de ropa para lavar, y era también la excusa para compartir un mate con los de la casa, y poder cruzar algunas palabras y comentar algunas novedades triviales con  la o las muchachas del lugar, naciendo así el interés por alguna, buscándole entonces la comba al palo queriendo ser correspondido.
De allí que don Luis Domingo Berho graficó con exactitud: “le lavó un par de bombachas / y se las siguió lavando”.
¿De qué modo se cristalizaba la relación en una primitiva sociedad patriarcal alejada de leyes y cleros?: robando “la prienda”: una noche perfectamente acordada, la moza se hacía perdiz en las ancas del pingo que su hombre le ofrecía feliz y gentil. Al día siguiente, “preocupada” la familia por la ausencia de la muchacha, tras buscarla por los alrededores sin encontrarla, tocado en su amor propio, sería el padre quien saldría -en apariencia- sin rumbo cierto, prometiendo no volver hasta encontrarla, pero en lo íntimo, la más de las veces, todos sabían con quien se había alzado y donde debía estar. Un ritual criollo no escrito, pero respetado hasta entrado el siglo 20.
Una bonita poesía del poeta Don Miguel Ángel Castagnino, nos pinta el caso de un enamoramiento en el medio rural, que ha titulado “Ennoviao”. (Se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")

domingo, 17 de junio de 2018

TORMENTA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 75 – 17/06/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
El 22 de abril dedicábamos este espacio a “la lluvia”, y por lo general, ésta ha sido anticipada por la “tormenta”, aunque a veces, en épocas de sequía, amaga una y otra vez, sin llegar a descargar -la en ese momento ansiada- lluvia.
Los estudiosos definen a la “tormenta” como “aquella nube capaz de producir un trueno audible”, y también a aquellos fenómenos violentos en el aire, que pueden culminar en fuertes lluvias, granizo, fuertes vientos, nieve y descargas eléctricas, con el peligro que conlleva la caída del rayo.
Siempre a nivel de los investigadores, “tormenta  es “el choque de dos masas de aire de diferente temperatura; este contraste térmico provoca una inestabilidad que culmina en la lluvia”.
Quien presta atención a los fenómenos de la naturaleza (y el hombre de nuestra campaña ha sabido hacerlo), pueden o suelen anticipar con cierta certeza su aproximación, su vecindad.                           
Así, cuando se observa en las hormigas una actividad mayor que la habitual, como “trabajando” a destajo, acumulando material para varios días, es señal fehaciente que el tiempo se descompondrá; si los yeguarizos, un de repente comienzan a disparar haciendo tronar al potrero, tirando patadas al aire en un estado de excitación, costeando el alambrado como buscando ganar distancia, es clara señal que se avecina una tormenta brava.
Si cerca de las casas en algún árbol hay una colmena de abejas o un panal de avispas, y de pronto éstas desaparecen, abandonando su trabajo habitual, como que buscaron refugio, también es señal evidente que viene tiempo malo.
Por último, entre otros muchos avisos, digamos que si uno de los perros de la casa es víctima de una desesperación por ganarse a lugares en los que regularmente no entra, llámese la cocina, una pieza, el galpón o algún otro lugar cerrado, y anda de un lado a otro con la cola entre las patas, gimiendo y buscando de esconderse, también es señal indicativa que viene tormenta con descargas eléctricas y lluvia; ocurre que algunos perros perciben sonidos y olores que a nosotros no nos llegan.
Esos días de veranos en los que la temperatura y la mucha humedad en el ambiente se vuelven insoportables, también es señal de que el tiempo mejorara porque vendrá una lluvia abundante.
En la inmensidad de la llanura, divisar hacia el horizonte, la formación de una “tormenta” que parece avanzar hacia donde estamos, no deja de ser un paisaje, a veces bello, otras temible, y a ese momento lo pinto Omar Moreno Palacios: “El toro de los truenos viene bramando, pechando nubarrones, negriando el campo”. Recurrimos ahora a la inspiración de Pedro Boloqui, con las cuatro décimas de "Temporal". (se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")

miércoles, 13 de junio de 2018

JULIO MIGNO (Charla 3)


AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 47 – 13/06/2018
Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de los Poetas”.

El propio poeta definió que su poesía “establece el nexo entre lo histórico y lo imaginario; cuando la palabra logra comprimir la eternidad en el instante mágico de la metáfora”.
Un crítico que no identificamos dijo que Migno resultaba “…un poeta original profundamente conmovido por el paisaje indígena del terruño y la idiosincrasia de sus gentes.”
Como algo llamativo para un escritor de raíz nativista podemos contar que la famosa emisora BBC de Londres, en 1947, a raíz de la aparición de su libro “Yerbagüena”, le brindó un juicio altamente valorativo en una de sus audiciones literarias.
En 1991, la “Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe”, en su Tomo II, le dedicó casi dos páginas, evocativas y loables cuando aún el poeta vivía. Dice por allí que resultaba: “El poeta testimonio de su pueblo que sabe captar y expresar los valores subyacentes en el alma del mismo, nos recuerda además, permanentemente, las injusticias, los abusos, los excesos de autoridad a que son sometidos los que menos tienen. (…) Pero donde el poeta alcanza niveles estéticos interesantes y logra llegar hondo a la sensibilidad del lector es cuando toma como eje protagónico de sus poemas a los seres sufridos, muchos viviendo una vida casi infrahumana, víctimas de la pobreza, la incomprensión de los demás  o el olvido de los poderosos”.
Su obra mereció importantísimos premios y distinciones, como “El Martín Fierro” de APTRA, el “Santa Clara de Asís”, el “Calendario Azteca” por su poema “Canto a México” otorgado por el país homónimo; la Asociación Santafesina de Escritores le acordó el Premio a la Labor Literaria del bienio 1981/82 por el conjunto de su obra; antes, mucho antes, en los Juegos Florales organizados en homenaje al Libertador por la Provincia de Corrientes, fue galardonado con su “Canto a San Martín”.
Cuando en Santa Fe ocupó la Subsecretaría de Cultura, Carlos Mariano Busaniche, Migno fue integrado al programa musical-cultural “Raíces de mi Tierra Litoral”, lo que fue un claro reconocimiento a su silenciosa y encomiable labor en defensa de los valores nativos de su provincia.
El poeta sanjavierino, el poeta de la costa, el poeta de los que no tiene voz, murió por una deficiencia pulmonar, en la Ciudad de San Fe, a los 78 años de edad, el día 5/12/1993 -hará este año un cuarto de siglo-, seguramente preguntándose como tantas veces lo hizo: “¡Qué tendrás pago, que te quiero tanto!”
Cerramos este ciclo de su evocación, con los paisanos versos de su inimitable “Tata Nica”: (Se puede leer en el blog "Antología del  Verso Campero")

domingo, 10 de junio de 2018

CHINA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 74 – 10/06/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Es esta una palabra que ha caído en desuso en el habla cotidiana de nuestra campaña, pero que se mantiene viva en el campo de la literatura sea en prosa o en verso.
Hay certezas en que es una voz de origen quechua, pero se supone que es de la época inmediatamente anterior a la llegada del conquistador, o bien de los primeros tiempos de éste en el Imperio Incaico. ¿Por qué esta suposición? Pues bien, el conquistador, para hacer más efectivo su poder y dominio, se preocupó a través de religiosos y funcionarios especializados, en aprender el idioma de los lugareños, y así fue que hubo quienes compendiaron esas voces con la respectiva definición/explicación, y en aquellos libros primeros publicados en 1560 y 1608, no se incluyó la voz “china”. Vale recordar que Pizarro toma el Imperio en 1533, o sea que la primera de esas recopilaciones está confeccionada en los primeros años de la llegada del español. Nos aligera en estos conocimientos el experto quechuista Don Domingo Bravo.
Según este estudioso, en su primera acepción, “china” significa “hembra, animal de sexo femenino”; en 2do. lugar “querida, manceba, concubina”; en 3er. término “criada, muchacha del servicio doméstico”; y en la 4ta., de carácter despectivo “mujer de baja condición moral”.
Entre nosotros, la designación de “china” aludía a “la compañera, la esposa”, aunque en la antigua campaña porteña el casamiento legal y formal, era escaso o muy escaso. Esta práctica es coincidente con la 2da. acepción antes aludida de “querida y concubina”.
En la vida de la vieja estancia criolla en la que el dueño o patrón vivía permanentemente en la misma ocupando la casa principal o casco, también se denominaba “chinas”, a las mujeres encargadas de las tareas domésticas.
Vale también tener en cuenta, que usada dicha voz en forma familiar, una madre o padre que alude a “mis chinitas”, se refiere afectivamente a sus hijas.
No solo se la usó en las provincias que tuvieron influencias del Imperio Incaico, como La Rioja, Catamarca, Salta o Santiago del Estero, sino que tuvo muy amplia difusión y se la usó tanto en el litoral como en la región pampeana, con el sentido que antes ya explicamos, y que es, fundamentalmente, el que a nosotros nos interesa: el que uso el hombre para referirse a su “querida”, su “prienda”, su “compañera”, esa “china”, que le ha inspirado tantos temas a los poetas y a las que tanto se les ha cantado con enamorado afecto.
En otras oportunidades ya hemos citado a un “Diccionario de Argentinismos” de 1875 que recién vio la luz en 2006, y allí, “mi china” se define como expresión de cariño.
Mucho de lo que nosotros quisiéramos decir, ya lo dijo muy lindo nuestro conocido en estos decires, Artemio Arán, por eso lo copiamos: “Es lo mejor que tiene la pampa. / Se parangona con sus cielos, que nos emponchan la vida, con seda tornasolada. / Se nos trepan por las paredes del alma, / como la madre-selva y se dan en flores de sonrisas y en aromas de besos. / Cuando gurisitas, son gorjeos de pájaros, canción de cuna o resplandor de aurora. / Ya quinceañera, se endominga con alboradas y se sahumeria en ensueños para amagar ternuras. / Y pintona todavía, suele treparse de un salto, a puro estribo de corazón, sobre la grupa de un pingo, para cabrestearnos distancia y espumarnos los días mate a mate. / Mas tarde, cuando madre, sublimiza su tiempo, amparándonos a caricias y envejece sin quejas. / Como los crepúsculos”.
Más allá de esta bella prosa, cerramos ahora con “Ah China”, de Benjamín Fernández y Medina: (Se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")

miércoles, 6 de junio de 2018

JULIO MIGNO (Charla 2)


AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 46 – 06/06/2018
Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de los Poetas”.
Antes de continuar tratando de adentrarnos en la vida y obra de este poeta, digamos algo de su apellido, ese que comúnmente pronunciamos “Miño”, pero que en realidad es “Migno”, como que se escribe M-I-G-N-O.
Supe de Migno por primera vez cuando ya tenía 24 años; lo descubrí en una feria de libros usados y sobrantes editoriales, y con él también descubrí a su ilustrador, Juan Arancio, un magnífico pintor del gaucho islero, del costero, del canoero y también del de a caballo en aquellos bañados y esteros litoraleños.
Aquel libro -el primero para mí-, se llamaba “Yerbagüena – el mielero”, y éste, el del título, era un personaje de aquellos pagos santafecinos que andaba rodeado de pájaros, al que describe: “Yerbagüena el Mielero / tenía azules los ojos como flores de salvia. / ¡Vaya a saber que juerza briyaría en esas nubes / que hacían dormir los pájaros sosegando sus alas!...”. Y leyendo esos versos en más de una página lagrimearon mis ojos inundados de emoción sincera.
Al deflorar el primer verso pintó su lugar: “Timbó, laurel, curupí, / lindos ceibales en flor, / pago de indio mocobí / San Javier donde nací / no hay otra tierra mejor. // Timbó, laurel, curupí…”.
Pero no solo en pájaros y plantas se detiene “El Mielero”, que es también de a caballo, y en un compuesto de 19 estrofas titulado “El Rebencaso…”, nos pinta una punzante cuadrera que comienza diciendo: “-¿A qué tiro son las bravas? / -Dos libres y a igualar peso; / va ver cumpa lo que es eso / en cuanto trencen las tabas. / La forastera se alaba / diciendo que’s pan comido. / -Eso lo dirá el carpido; / no vaya a créir don Rolón / que contra ese charabón / corre en tortuga un dormido”.
Me animaría a afirmar que seis de sus ocho libros fueron editados por la prodigiosa Librería y Editorial Colmegna de la ciudad de Santa Fe, siempre abocada a los autores terruñeros, bien nativistas. Y bien hay que aclarar que sus ediciones no eran de 300 ni 500 ejemplares sino ¡de miles! y que casi siempre necesitaban una 2da., 3ra o 4ta. edición.
El ya citado Tomás Rodríguez, lo define: “Los escritos y poemas de Migno Parera están llenos de un profundo conocimiento del sufrimiento humano, del sentimiento campesino y costero, tienen sentenciosidad y didactismo y planean el eterno drama que provocan los hechos injustos, producidos por la mano del ser humano hacia sus semejantes y la relación con la naturaleza.”
Su obra completa se resume así: “Los Nuestros” (1932), “Amargas Camperas” (1943), “Yerbagüena, el Mielero” (1947), “Chira Molina” (1952), “Cardos y Estrellas – Antología” (1955), “De Palo a Pique – Antología” (1965), “Miquichises” (1972), y “Suma Poética” (1987); aguardan inéditos sus cuentos y obras de teatro.
(Se ilustró con "El Escarmiento", que se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")

sábado, 2 de junio de 2018

ALGO MÁS DE PELAJES Y JINETES


En la sección “El Tradicional” del N° 465 de “El Federal”, intentamos un acercamiento al tema de los pelajes de caballos vinculados a conocidas personalidades de nuestra historia y nuestro medio, y ahora resulta, que revisando papeles que habíamos acopiado en aquella ocasión, encontramos material como para continuar la misma, informando de otros caballos y otros personajes, que son los que vamos a mostrar ahora.
Si uno dice “Allá Lejos y Hace Tiempo” o “Tierra Purpúrea”, está diciendo Guillermo Enrique Hudson (para escribirlo en criollo), y éste, para sus investigaciones, trabajos y viajes se valió del habitualmente del caballo, y parece haber sido muy de a caballo. Y Luis H. Velázquez, en un enjundioso trabajo sobre su vida, supo recopilar información al respecto. Por ejemplo nos cuenta que a los 6 años aprendió a andar a caballo sobre el lomo de un “tostado oscuro” llamado “Zango”, pingo que había sido de un oficial de caballería, que lo deja al cuidado del padre de Guillermo -cuando el animal tiene ya 28 años-, preocupado en que tenga un buen final, a campo abierto, después de los valiosos servicios que le prestara.
A los 13 años compra su primer caballo, un “picazo”, aparentemente muy bien domado y de muy buena boca, el que fue su caballo hasta que murió, y que le hizo recordar alguna vez: “Después he sido dueño de veintenas de caballos, pero a ninguno le tomé semejante cariño”.
Otro animal de su silla por diez años, fue un “tordillo acerado o tordillo moro”, al que simplemente bautizó “Moro” y que por “su ímpetu, su temple, fue superior a todos los innumerables caballos que montó…” (1).
Siguiendo con los jinetes de habla inglesa, viene a cuento Roberto Cunninghame Graham, quien por otro lado fue muy amigo de Hudson. Este curiosísimo e interesante personaje, era una escocés, aristócrata y socialista (cosa rara, si la hay), hombre de mundo, aventurero, que conoció nuestra tierra por 1870 y quedó prendado de ella, al punto que andando la vida afirmó que si volviese a nacer “le gustaría ser un gaucho”, y por si la afirmación no alcanzaba, en carta a un amigo le decía que su mejor ‘escudo de armas’, era la marca que tenía registrada en Gualeguaychú, Entre Ríos.
Muchos fueron los animales que ensilló ya en Texas, o en Venezuela, España, Colombia o entre nosotros, pero hay una anécdota que lo pinta como hombre que afinó el ojo en la observación criolla: en 1891 había viajado a Glasgow donde se “encuentra, tirando de un tranvía, un caballo que llevaba la marca de Curumalán, la ‘E’ y la ‘C’ entrelazadas de Eduardo Casey, cuya estancia próxima a Tandil, había conocido (…) El animal, un oscuro, acababa de ser comprado”. Pero “cuando Roberto ofreció un buen precio por él se lo vendieron”. ‘Pampa’ lo llamó, y fue el animal de su silla por 20 años. Cuando murió, lo sintió más que al mejor amigo humano (2).
Y si de extranjeros hablamos, no podemos olvidarnos del suizo Aimee Félix Tschiffely y sus célebres caballitos criollos, de cuya asombrosa marcha, el próximo abril se cumplirán 90 años de su inicio; y si bien los pingos eran marca del Cardal de Solanet, el pueblo los asocia indisolublemente al jinete suizo, ese que les marcó el rumbo a todos los otros marcheros que lo siguieron, sabedores ya ¡qué se podía!, cosa que él ignoraba… pero intuía.
Don Emilio Solanet le obsequió dos pingos ya hechos -15 y 16 años-, y que pertenecían a la manada que había comprado en el sur patagónico al cacique Liempichum; “Mancha es un overo rosado manchado. En EE.UU y en Inglaterra este color es denominado ‘pinto’. Gato, como lo sugiere su nombre, es un gateado, lo que los cowboys norteamericanos llaman un ‘buckskin’. (…) deseo estampar  mi opinión de que ninguna otra raza caballar del mundo tiene la capacidad del criollo para continuo trabajo forzado” (3).
En la nota anterior escribíamos sobre “el rosillo” del Gral. Belgrano, y ahora queremos agregar una anécdota sobre dicho pingo, tal cual la relatara quien firma “Scissor” en la Revista “El Caballo”. Dice al respecto: “El General Belgrano tenía un caballo de hermosas líneas que se había hecho famoso en su ejército y fuera de él. Un día lo regaló a su sargento Mariano Gómez, por las valientes hazañas que había realizado.
El conocimiento que había del caballo era muy grande y así se sabía que, donde estaba el caballo, estaba el sargento Gómez. De esta manera, una partida realista ubicó al suboficial,  que dejó su cabalgadura junto a una parva y se echó a dormir. Gómez fue prendido y llevado a Humahuaca, donde se lo fusiló tras juicio sumarísimo” (4).
Siguiendo el rumbo de militares de las guerras de la independencia y las luchas intestinas en los largos años de la organización, en breve recuento podemos citar que el Cnel. Mariano Necochea ensillaba un pingo “tostado”; el rebelde general chileno José María Carrera, que tanto batalló en nuestra patria, tenía de su silla un “bayo overo” (5). “El cadáver del Gral. Lavalle fue atravesado en su famoso tordillo de guerra, sostenido por unas petacas, iniciando así la marcha para librarlos de la persecución de sus enemigos” (6).
El oriental Manuel Oribe, también montó un tordillo” cuando tuvo bajo su mando las fuerzas de la Confederación, y Castelli, quien debió ponerse al frente de las fuerzas reunidas cuando el levantamiento de los hacendados en  Dolores y Chascomús en 1839, huyó hacia la zona del Tuyú “en un tordillo plateado de los montes grandes…” (7).
El venezolano Gral. José de Sucre, ensilló al frente de los ejércitos libertadores, un “zaino oscuro”. Más cerca, en nuestras luchas intestinas, el Cnel. Juan Saa, a quien llamaban “Lanza Seca”, tenía de su monta un guapo “rosillo”; al Gral. Pascual Echagüe se le recuerda un flete “malacara”, mientras que Chacho Peñaloza y Felipe Varela, en sus arduas andanzas por las zonas cordilleranas ensillaban en resistentes mulas: “parda” -la del primero-, zaina” la otra. (5)
No puede faltar en este resumen la presencia del hombre natural de la tierra, y si bien es cierto que el indio en general se destacó con sus montados de pelea, viene a cuento citar al cacique Calfiao, quien montaba en un “zaino pangaré” sobresaliente y superior. Del ha dejado escrito el Sgto. Mayor Cornell, que en un ataque sorpresivo a sus tolderías, de madrugada, alcanzó a huir en su caballo de pelea llevando en ancas a su hijo ya mocetón; durante tres leguas, 3 oficiales muy bien montados, lo persiguieron sin lograr darle alcance a pesar del sobrepeso que llevaba. Al día siguiente, mientras los soldados custodiaban a la indiada que llevaban prisionera, apareció a la distancia la figura de Calfiao y su guapo caballo, pero ya nadie osó perseguirlo (8).
El famoso “Buey”, parejero invencible, también fue “pangaré”, y su  historia es increíble e inverosímil. Criollo, criado en la estancia “Tamanquiyú” de Machado, en Lobería, se extravió en la desbandada de las fuerzas revolucionarias que actuaron en “Los Libres del Sur”, en Chascomús, en 1839. Vaya a saber cómo, junto a otros animales de marca desconocida, cayó a la estancia de Ford, que era además posta de galera, y de allí salía tirando en las cuartas, pues ya lo dijo el poeta: “nunca falta un mancarrón pa’ un mayoral de el galera”; y un día que en la estancia había esquila, ya terminado el trabajo, los esquiladores armaron un polla de diez cuadra, como para ir gastando lo ganado con tanto esfuerzo, y Ford, no queriendo quedar afuera, anotó al flaco y transijado “pangaré”, que para sorpresa de muchos, ganó sin apremio. A partir de allí fue parejero, y ante él se rindieron los más mentados cuadreros sin respetar invictos. Ya sin rivales a la vista, es vendido a Brasil para seguir allí su vida hípica, pero la noche previa a ser embarcado, murió en su box: parece que por rascarse quizás, metió la mano en la cogotera del bozal y se ahorcó (9).
Ya que hoy nombramos a los caballos de Solanet, veamos ahora de recordar los que montaron Soulet, Ana Beker y Baretta, por nombrar solo algunos de los viajeros ecuestres. Marcelino Soulé se hizo a la huella montado en “Argentino”, un “alazán”, llevando de carguero a “Bolivar”, un “bayo huevo’e pato”, que moriría en Colombia, ambos eran de raza criolla (10); Ana Becker inicia su marcha con un “alazán malacara” llamado “Príncipe”, y un “alazán” bautizado “Churrito”; luego, a lo largo del camino montaría varios caballos más. Y el bonaerense de Pellegrini, Alberto Baretta, ensilló en dos criollos uruguayos para llevar de regreso el caballo a España, “Queguay” y “Charrúa”, “rosillo moro” el primero, “gateado” el otro. “Charrúa” no pudo ingresar a EE.UU. por problemas sanitarios, así que a España solo llegó “Queguay”, quien finalmente retornó a su querencia oriental.
Y no es todo, hay más, por áhi… por áhi… en otro momento retomemos.
La Plata, 18 de Noviembre de 2014

CITAS y BIBLIOGRAFÍA
(1) Guillermo Hudson, de Luis H. Velázquez (1963)
(2) El escocés errante, de Alicia Jurado (2001)
(3) Gato y Mancha, de A. F. Tschiffely (1989 – 4ta.edición)
(4) Pelo delator, por Scissor - Revista El Caballo N° 163 (10/1957)
(5) La historia de los caballos, de Leopoldo Lugones (h) (1966)
(6) Caballos, por León Benarós – Rev. Todo es Historia N° 12
(7) Los tordillos nadadores, por Tomás Ryan – Rev. Raza Criolla N° 47 (12/1958)
(8) Revista El Caballo N° 227 (9/1963)
(9) Recordando el pasado, de Antonio del Valle (1926)
(10) Cortando el continente, de Marcelino Soulé (1944)
(11) Amazona de las Américas, de Ana Beker (1957)
(12) Entrevista a Baretta en Revista Pa’l Gauchaje N° 11 (7/1986)

(Publicado en la sección “El Tradicional” del N° 474 de “El Federal”)


DE PELAJES Y JINETES


Se ha dicho hasta el cansancio que “la Patria se hizo a caballo”, y no tenemos dudas que así fue. De los jinetes, muchos perduraron en la historia y hoy conocemos sus nombres, no así de los guapos pingos que las más de las veces sucumbieron en el cumplimiento de una misión. Apenas si de un puñado de ellos, conocemos el color de su manto: su pelaje.
Así como de pasada, recordemos que el caballo llegó a América con la segunda expedición de Colón en 1493, en una escuadra compuesta de diecisiete naves (1), y al Río de la Plata, unas cuatro décadas después merced a Don Pedro de Mendoza…
Recorriendo “Pelajes Criollos” de D. Emilio Solanet, podemos hacer un resumen, ya que trae datos de caballos del país, de América y del mundo. Con esa fuente, más otras que también hemos confrontado, es que intentaremos brindar esta reseña.
Y aunque así lo parezca, no es redundante comenzar con el caballo que montara San Martín en San Lorenzo, aquel que sucumbió a la metralla y que hizo que el soldado  Cabral al quitar al Capitán de debajo de su cuerpo entregando la vida por salvarlo, fue ascendido “post-mortem” a Sargento. El bayo… recuerdo de Don Pablo Rodrigáñez”. De tan breve existencia en la historia pero que quedó grabado en ella.
Hace más de medio siglo, trajo discusión la cita de ese pelaje, pues se entendía que era producto de una mala traducción del inglés; pero en 1950 Don Justo P. Sáenz (h) -¡cuándo no!-, en su “Caballería del Gral. San Martín”, se encargó de confirmar el pelaje, basándose en las “Memorias del Gral. Espejo”, que es quien da la información primigenia (2), y quien describe al Libertador: “tan bien plantado a caballo como a pie”.
Atestigua Espejo, que mientras San Martín permaneció en Mendoza, durante la preparación del ejército, “algunas tardes salía de paseo a caballo en un alazán tostado…”, y otras ocasiones en un zaino oscuro…(3); esto ya fue apuntado en El Tradicional N° 22, por el historiador Diego Sarcona.
De aquellos años primeros de la Patria, no podemos olvidar el dato de que el docto devenido en General, Don Manuel Belgrano, montaba en “mansísimo rosillo, popular ya entre los tucumanos”(4), a pesar de lo cual en la Batalla de Tucumán, “al primer cañonazo de la línea de los patriotas, el dócil rosillo se asustó, se encabritó, giró sobre las patas traseras y dio en tierra con el General” (4). En la misma contienda, el entonces Tnte. Lamadrid brilló con su espada sobre un “superior lobuno, el que tras la lucha debió -por orden del Gral. Balcarce-, ceder a José María Paz, quien realizó “a media rienda numerosas comisiones en el mismo día” (5). Podemos sentenciar: “lobuno… como vos ninguno”.
Este mismo Lamadrid, casi veinte años después, durante las luchas intestinas, enfrentó con suerte adversa a Facundo Quiroga, en La Ciudadela (Tucumán), y recordará en sus “Memorias” que ese día montó “un moro”, el superior que conociera.
Volviendo a San Martín, recordemos que éste, para la concreción de gesta, confió la seguridad de sus espaldas -el norte, digamos-, en un criollo salteño, quien un ejército irregular, cumplió con creces el cometido, frustrando todos los intentos españoles: Don Martín Miguel de Güemes. Éste, entre otros, “tuvo un caballo oscuro excepcional, sin duda de raza criolla peruana llamado (6). Acaecida su muerte, de sus exequias sabemos que “Detrás venían dos bellos corceles en arneses de duelo. Veíanse al uno de ellos volver tristemente la cabeza como si buscara a alguien. Era aquel , testigo de tantas glorias y compañero del héroe hasta la muerte”(7).
Y si hablamos de los años de la Independencia, ¿cómo no nombrar a “Decano”?, el “doradillo colorado” que de su estancia en Pagos de la Magdalena tomó Don Andrés Caxaraville, para que sirva de monta a su hijo, futuro oficial, Don Miguel de los Santos Cajaraville, quien tras servir como granadero de 1813 a 1820, siempre junto a “Decano”, pidió la baja, traspuso nuevamente la cordillera junto a Tomás Guido, y llevó al caballo, (famoso entonces en el ejército decir de otros camaradas), a descansar a la estancia paterna de la que había salido, donde cuidado y mimado por su amo, se supone murió en 1825 (8).
A poco de finalizada la liberación de América, nuestro país entre en guerra con el Imperio de Brasil, y de esa lucha que ganada por las armas se “perderá” en los escritorios, vale destacar que el bravo coronel francés, D. Federico de Brandsen, morirá en el campo de la batalla de Ituzaingó, el 20/02/1827, “montando un caballo alazán chileno, que murió como su dueño destrozado por la metralla” (5).
En el período de la organización de las provincias, cuando las luchas intestinas, se destacan los caudillos y las montonera, épocas de cargas a lanza de caballería, y allí jugó importante papel “El Supremo Entrerriano”, Francisco “Pancho” Ramírez, a quien sus coetáneos recuerdan jinete sobre un azulejo superior de ligereza de parejero. Montaba en él al llegarle la hora, y dicen que le dijo a su Delfina: “Ya sabés que huyendo yo solo con mi azulejo, no hay quien me agarre” (5), pero al iniciar su escape, viendo peligrar a su amada, volvió grupas al montado, y lo que fue la salvación de ella, resultó su fin. Era el 10/06/1821.
Casi exactamente 10 años después, quien es tomado en un entrevero como el anterior, es el unitario cordobés José Ma. Paz, cuando gente de Estanislao López le bolea el “malacara chiquizuela blanca” que montaba. Recuerda en sus “Memorias”: “…uno de los que me perseguían, con un acertado tiro de bolas, dirigido de muy cerca, inutilizó mi caballo de poder continuar mi retirada. Éste se puso a dar terribles corcovos, con que, mal de mi agrado, me hizo venir a tierra”(9).
Y a ese López -Brigadier General santafesino- que hemos aludido, se lo recuerda jinete sobre un “bayo cabos negros”.
Y hablando de caudillos no puede estar ausente de estas líneas, aquel caballo de Don Facundo Quiroga, pingo con virtudes de adivino, el que con su compartimiento (tranquilo o encabritado), le “aconsejaba” al amo la decisión a tomar, nos referimos al “moro” del “Tigre de los Llanos”.
De Don Juan Manuel de Rosas, hombre muy de a caballo y entendido en el tema, varios montados se recuerdan, pero sintetizando, refiere Solanet la anécdota que le transmitieran en 1923, teniendo su origen en lo que contara D. Ezequiel Cárdenas como testigo del hecho: “…dos días antes de Caseros, el Restaurador revistaba las tropas en Palermo llevando su gateado de pelea, marca del chileno Saavedra, cuando picando el pingo desató las tres marías y las arrojó al pie de un poste que llevaba en lo alto la bandera patria, al grito de ¡Viva la Federación Argentina”, y abajo el gabinete del Brasil”.(5)
En su exilio, Rosas deja otro testimonio: “…el mejor caballo que he tenido y tendré jamás me lo regaló D. Claudio Stegman. Era bayo, del Entre Ríos. Murió en la expedición de los desiertos del sur comido por un tigre, que encontrado después, lo enlazó y mató el Gral. Rosas”. (10)
Hablando de Rosas, cómo olvidar a Manuelita? De ella refiere Solanet, aportando como fuente lo referido por Monseñor Ezcurra, que “El preferido de la silla de Manuelita Rosas fue un doradillo que paseaba con las crines y cola largas en San Benito de Palermo.” (5), y más adelante, sin ciuta de fuente, cuenta: “Manuelita Rosas, alta y delgada, la más elegante amazona de aquella época, tenía entre sus caballos uno oscuro como de raso, para cuando vestía de gala” (5).
Pero si en todos lados se cuecen habas, digamos que del bando unitario, cuando la Revolución de los Libres del Sur, según relata el historiador Ángel Carranza: “La patriota chacomusera señora Carmen Machado de Deheza, apodada la “Heroína del Sur” por las fuerzas revolucionarias, (…) durante su visita al campo revolucionario fue obsequiada por el jefe con un brioso overo negro, al que le trenzaron la crin (…), mientras ella se ponía para montarlo su vestido muselina color cielo”.
Caudillo y estanciero también, D. Justo José de Urquiza supo de la atracción equina, y se evoca a su “tordillo” llamado “Sauce” como monta preferida; pero cuando los sucesos de Caseros -según Martiniano Leguizamón-, dirigió la batalla desde el lomo de un brioso “moro”, que no debe ser otro que el del relato que sigue: “Vistiendo poncho blanco con amplias listas rojas y tocado con galera de felpa, tal como lo muestran los daguerrotipos de la época, el Gral. Urquiza, vencedor de Caseros, entró a Buenos Aires el 18/02/1852, cabalgando un soberbio moro resplandeciente de prendas de plata, el mismo que poco después admiró Buenos Aires con sus hazañas de parejero” (10).
Y podríamos seguir con los fletes de Oribe, Castelli, Estanislao Zeballos, Aimeé Tschiffily, Soulé, Ana Beker, Cnel. Machado, Gral. Hornos y tantos más… Pero si dicen que de muestra sirve un botón, valga de ilustración lo resumido. Pero… como frutilla del postre, yéndonos a la poesía, cerremos diciendo que cuando a Fierro lo llevan a la frontera, anda sobre un “moro” (sobresaliente el matucho), y cuando de las tolderías regresa, lo hace en el “oscuro tapao” que era de un indio.

Citas

1.- Assuncao, Fernando – El Caballo Criollo (1985)
2.- Revista El Caballo N° 146 (3/1956)
3.- Sáenz (h), Justo P. – en Antología Sanmartiniana de Raffo de la Reta (1950)
4.- Lugones (h), Leopoldo – La historia de los caballos (1966)
5.- Solanet, Emilio – Pelajes criollos (1971) Pags.56, 65, 67, 75, 81 y 106
6.- Zappa, Ángel – El caballo - su protagonismo histórico (1998)
7.- Gorriti, Manuela – Relatos (Capítulo: Carmen Puch)
8.- Risso, Carlos R. – Miguel de los Santos Cajaraville ¡El Guapo de San Martín! (2012)
9.- Paz, José María – Memorias (Capítulo XVIII)
10.- Labiano, Alberto – Manual de los pelajes de caballos (1994)

(Publicado en “El Tradicional”, dentro de Revista “El Federal” N° 465)