sábado, 16 de diciembre de 2023

EL MATE EN EL TIRADOR

 El despropósito de algunos “aficionados” al tradicionalismo gaucho, suele mostrarnos en reuniones del ambiente y desfiles, algunas cosas que no resisten el más mínimo análisis respecto del encuadre de “usos y costumbres tradicionales”.

Por ahí, antes de continuar, sería bueno recordar que las tradiciones no evolucionan, son estáticas, se ubican en una época, un período; si se quiere, son como una foto de momentos del ayer.

Se ha hecho casi común ver alguien que ensilla y prende la manea en el lazo, y como si fuera poco, le anuda el bocado, y para estar completo le pone ‘pulseritas’ a las manos del pingo (por supuesto que los trabajos son muy buenos, nuestros artesanos son de gran calidad).

Las pontezuelas han pasado a formar parte de los estribos, y se suelen ver unas macucas alzaprimas sosteniendo los facones, cosas estas que nunca existieron en tiempos del gaucho.

Todo estos dislates se amparan en una simple frase que bien podría ser: “el paisano hace lo que quiere, o lo que le gusta!”. Entonces me pregunto: ¿Y las tradiciones… dónde quedan…? ¿Quiénes las custodian? ¿Quiénes las respetan y las valoran? ¿…Los gringos de otras naciones…?

Como dirían los chicos de hoy: ¡Estamos al horno!

Pero pretendo ahora referirme a un tema en particular: el mate en el tirador.

¿El gaucho, lo portó de tal manera…? ¿Se usó así?

Si bien no hay pruebas fehacientes puede decirse que sí, y que en aquellos hoy lejanos tiempo, el mate fuese de guampa, por su resistencia a los golpes en la azarosa vida de aquellos hombres que ‘tropeaban’ grandes puntas de hacienda vacuna, y antes tropas de mulares con destino al norte argentino.

Cuando en el Siglo 20, hasta el desarrollo del sistema ferroviario, a aquellos trabajadores ecuestres se los comenzó a denominar ‘reseros’, y estos siguieron usando 'el mate al cinto’, pero ahora el mate, ante el avance industrial, eran los económicos jarritos de chapa (algunos enlozados), con una o dos asas, tan resistente a los golpes como ayer lo fuera el de ‘guampa’.

Para paquetear, no para el trabajo, se usaron calabacitas de las llamadas ‘galleta’, en todos los casos con trabajo de platería en la base y boca, teniendo ésta por lo general, tapita, de cuyo centro, asida a un ojo del mismo metal, salía la cadenita con que se lo sujetaba.

La bombilla no se llevaba en el mate (en ninguno de los casos hasta ahora enumerados), porque se habría perdido rápidamente. La más de las veces ésta se portaba en la caña de la bota, aunque había algunas con un quiebre en la mitad (como una bisagra) que permitía doblarla y así poder llevarla en un bolsillo abotonado de la blusa.

Esos que hoy vemos, de calabazas, retobados, con montones de decoraciones, inclusive y como ¡disparate superior con la bombilla retobada en cuero!, y ésta puesta en el mate, nunca existieron ni son gauchos, más allá que los trabajos del artesano sean maravillosos.

A las tradiciones no las generamos nosotros; apenas si podemos tomarlas del ayer cada vez más lejano, y tratar de reproducirlas de la forma más auténtica.

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Las fotos que acompaño, son de la década de 1950.

Una corresponde a Don Pablo González, paisano oriundo de Salto Argentino, como él llamaba a su pago, y que según contó, en su juventud (era nacido en la última década de 1890) había manejado unas chata “allá por el oeste”, con la que arrimaba durmientes de quebracho para la extensión de las vías férreas. Fui agraciado siendo solo un ‘niño gauchito’, con poder tomar en un fogón, los amargos que él cebaba en ese mate que llevaba prendido al tirador.

La otra corresponde al paisano de Chascomús, Don Andrés Barreiro, quien vivía en la Estanzuela “La Trinidad” de ese pago. Este hombre era el padre de la cantora criolla, bautizada en la audición “Amanecer Argentino”, como “La Calandria Sureña” Nélida Barreiro, la que más adelante, al casarse con el tradicionalista de “La Agrupación la Montonera”, José Jaca, se radicó en Ensenada.

La foto fue tomada en “El Prado” de Montevideo.

Don Pablo González - Foto de 2/07/1950


Don Andrés Barreiro (de ropa clara) con Salvador Buriñigo - 04/1958

La Plata, 15/Diciembre/2023

martes, 10 de octubre de 2023

ALZAPRIMA

 

    Voz que deriva de la antigua ‘alzaprime’, según la Real Academia, y que está compuesta por la unión de los imperativos ‘alzar’ y ‘prime’, y que originalmente designaba a una ‘palanca’, o sea un elemento para transmitir fuerza.

Entre nosotros y en Uruguay, dicha Academia expresa que es “la cadenilla que sirve para levantar y fijar al  talón las espuelas pesadas”, y que es de uso en el medio rural.

Hablando claro, el maestro criollista Justo P. Sáenz (h), en su célebre “Equitación Gaucha”, define: “…guasca, cadenilla o eslabonado de plata de la espuela, que pasando por el empeine del pie, sirve para asegurar mejor está,  e impedir que al colgar excesivamente hacia abajo, se arrastre demasiado la rodaja al caminar”.

Viendo el fin que cumple, podemos inferir que, de alguna manera, ejerce una especie de palanca, sobre todo en los tiempos viejos cuando las grandes espuelas se usaban destalonadas. Esto nos remite al origen español de aquella ‘alzaprime’ ya citada al inicio. Sobre este punto, poéticamente dijo Nicolás Granada en las decimas de “El Recao”: “Estas espuelas coquetas,  / de ruidosas alabadas, / colgaban destalonadas / de la ‘alzaprima’ sujetas”.

Y si bien hoy en nuestra campaña el uso de la espuela ha decaído, se las usa mucho en las ensilladas ‘domingueras’ de los desfiles, y entonces suena la palabra “alzaprima”, como cuando Pedro Risso cuenta: “Y al lucir en mis talones / unas espuelas sin brillo / con nudo fuerte y sencillo / las ‘alzaprimas’ guapeaban, / y a mis botas las maneaban / del empeine y del tobillo”.

Hay otras “alzaprima”, como también se llama, que es la trencita o cadenilla que se prende a los ojales superiores del tirador, para que la rastra quede más suelta y con cierta caída.

Y aunque nada tiene que ver con nuestra campaña, en la gran región del ‘Chaco’, al rústico carruaje de dos ruedas que se usa para transportar troncos, también se lo denomina “alzaprima”.

……………….

 Hay otra “alzaprima”, moderna y contemporánea y nada tiene de tradicional, que es la que se prende de la punta de la vaina del facón y se asegura al tirador con la finalidad de que aquel no se balanceé. Dicho implemento no existió en los tiempos del gaucho neto.

La Plata, 10/Octubre/2023

jueves, 5 de octubre de 2023

CARONERO

    Esta voz deriva de “caronas”, y señala al arma blanca de grandes dimensiones que se usaba en el recado de lomillo, entre las caronas, por lo general del lado de montar, salvo que el portador haya sido zurdo.

Su uso se dio durante el Siglo 19, cuando el campo pampeano era una planicie cubierta de pastizales, al que se conocía como ‘desierto’, y donde, para los que se aventuraban al borde de las fronteras interiores o las traspasaban (muchas veces por bolear), acechaban tanto el indio como ‘el lión’, como el gaucho llamaba al puma americano.

Los hombres de Carpio Caro, como los llamados “Junineros”, eran gente de portar ineludiblemente dicha arma, como tampoco debe haber faltado en los recados del Gaucho Molina y sus ‘Tragas’.

Nunca fue arma de cintura, pues su tamaño dificulta o imposibilita desenvainar con premura.

El tapalquenero Tito Saubidet aclara que el “caronero” era “fabricado a menudo de hoja de espada, sable, etc., de grandes dimensiones…”. Y así fue, ya que entre nosotros no existía industria metalúrgica para poder confeccionarlos.

A diferencia del facón, nunca se lo consideró herramienta, siempre fue un arma blanca.

Su cita no ha estado ausente en la poesía criolla, y así Don Pedro Risso, supo escribir en algún momento: “Un buen facón ‘caronero’ / no ha de faltarme jamás…”.

Con la llanura tranquilizada e incorporada a la civilización ‘huinca’ (criolla), el lomillo fue poco a poco reemplazado por el basto, luego éste recado se acortó, los campos se alambraron, y ya no había necesidad de andar portando “caroneros”.

La Plata, 26/Junio/2023

LA TRAPALANDA GAUCHA

 

   Comencemos por aclarar que no es una voz de nuestra campaña, no la usaron los gauchos, pero tiene tanto sentimiento su creación que bien vale recordarla.

La que pergeñó Don Roberto, la “trapalanda gaucha”, es única y celestial, y nada tiene que ver con la que se mistura con la búsqueda de la ‘ciudad del oro’ o ‘el dorado’. Era otro el pensamiento de ese ‘escoces gaucho’ que amaba al yeguarizo, llamado Robert Bontine Cunninghame Graham, o simplemente “Don Roberto”.

Por empezar él no habla de una ‘ciudad’ perdida, está por encima de eso, habla de: “El Cielo de Los Caballos”. ¡Maravilloso!

Casi podría afirmar que usa por primera vez la expresión tras la llegada de ‘Gato’ y ‘Mancha’ con Tschiffely a Nueva York. Para un enamorado del caballo, la hazaña lo maravilló, y cuando se enteró que los caballos, de regreso en la Patria, pastaban tranquilamente en el parque de “El Cardal”, la estancia de Solanet, escribió: “Más felices que los humanos, los dos caballos tienen ahora su ‘Trapalanda’ en la tierra, comen pastos dulces en sus llanos nativos, beben aguas blandas en algún arroyo barroso y, aunque ellos no lo saben, naturalmente <nunca más la cruel espuela los cansará>”.

Cuando en su libro “Rodeo”, escribe sobre “La Pampa” (la geográfica), comienza diciendo: “Todo es pasto y cielo, cielo y pasto, y más cielo y más pasto. La pampa se extendía desde los pajonales de las márgenes occidentales del Paraná hasta la mismísima planicie pétrea de Uspallata… Se extendía desde San Luis de la Punta hasta abajo a Bahía Blanca, y cruzando nuevamente el Uruguay, comprende toda la república de ese nombre…”.

Esa gran llanura es al decir de Alicia Jurado -su biógrafa- “inexplicable en su desnudez de bosque”, porque realmente carecía de árboles, los que solo señoreaban junto a los ríos y arroyos y en los márgenes de alguna laguna. El gran espacio era un inmenso pastizal que ondeaba con el viento, y todo indica que allí se inspira ‘su’ “Trapalanda”, pero quitándola del plano terrenal la eleva a un sitio celestial, un cielo paralelo pero sin religión: “El Cielo de los Caballo”, al que solo pueden acceder para observar aquellos que han sido gauchos de verdad. (Quizás esto lo esté agregando yo).

Puede que para el término o voz en cuestión, lo inspirara la palabra española “trápala”, onomatopeya del acompasado trote y galope del caballo. (Él hablaba correctamente ésta lengua habiéndola aprendido de su abuela).

La Plata, 5/Octubre/2023

lunes, 3 de julio de 2023

"DON SEGUNDO SOMBRA" - ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA OBRA

 El viernes 30/06/2023, a eso de las 13.15 hs. recibo una comunicación de Radio Mitre Córdoba; un productor del programa “Mitre Club”, Federico, con motivo de que el 1º/7 se cumplía un aniversario más de la impresión del “Don Segunda Sombra”, me invitaba a grabar un audio de 3 o 4 minutos hablando del contenido y valor de dicha obra, y si era recomendable su lectura. Me invitaba también a presentarme contando algo de mi labor. El audio salió al aire pasadas las 11 hs. del domingo 2. Allí el conductor del espacio, Pablo Collazo, dialogaba con Federico, y difundían también otros audios con opiniones de otros autores.

Agradeciendo a ellos, difundo ahora por escrito, lo que pensé para ese momento.

 

Pablo y Federico muy buenos días allí en Mitre Club, y muy buenos días a la audiencia.

Me llamó Carlos Raúl Risso, cien por cien bonaerense, o como se decía en tiempos de mis bisabuelos: de la campaña porteña.

Allá por 1984 fui fundador de la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas, y hoy soy “asesor” de su Comisión Directiva; y en 2015 fui fundador de la Academia de Folklore de la Provincia de Buenos Aires, y hoy soy su ‘Presidente Honorario’.

Me dedico a la literatura costumbrista desde 1968, y a la fecha llevo 34 trabajos publicados en poesía, cuento, biografía, historia y ensayo.

……..

“Don Segundo Sombra”, la bella obra de Ricardo Güiraldes, corresponde a mi parecer, al “gauchesco tardío”.

El género nació y se nutrió con la poesía oral, construida a pesar del analfabetismo del gaucho, fiel a los trazos heredados del conquistador hispano, modos que copiaron hombres letrados como Bartolomé Hidalgo, Luis Pérez, Ascasubi, Del Campo y Hernández, dándole trascendencia literaria.

En cambio en la prosa escrita, impropia del gaucho por la condición antes expuesta, el “Don Segundo Sombra” es obra pionera, ya que si bien hay algún antecedente, no tienen estos peso, y no deben incluirse allí ni al “Matadero” ni a “Amalia”, porque no son gauchescas.

El “Don Segundo Sombra” es una novela de iniciación, que se desarrolla en el período de transición entre la desaparición del gaucho, y la consolidación de un nuevo tipo, que es el ‘hombre campero’.

“Don Segundo” es un hombre que ya usa bombacha, a la que por pudor, cubre con su chiripá talar (o sea: largo); ya no calza botas de potro habiendo adoptado el uso de medias gruesas y zapatillas alpargatas, abiertas en el empeine para dar cabida a su empeine amplio.

Ya su criolla labor no se desarrolla a campo abierto (finalizada las campañas al desierto, el campo sufre un rápido proceso de transformación, alambrándose), entonces, en su vida de tropero, arrea hacienda por caminos de tierra embretados por el tenso alambrado.

Si observamos con atención, la novela no hace la biografía de ese paisano pardo, más vale acompaña la vida de ese chiquilín travieso del principio llamado Fabio, que se hará hombre al lado de ese paisano tutor, que en nada cambia en el devenir de esa historia.

“Don Segundo” como obra literaria señala la transformación marcada al principio, y remarca una forma de vida que podemos decir se extiende por toda la primera mitad del Siglo 20.

Güiraldes sabía de qué hablaba, y lo plasmó en una obra, que aunque lineal, marca e identifica una vida de estancia criolla, que hoy ya tampoco existe.

La versión cinematográfica de Manuel Antín, es fiel reflejo en el celuloide de lo antes plasmado en el papel, donde Don Adolfo Güiraldes (a quien tuve la suerte de conocer) y Carballido, componen dos personajes antológicos para la vida criolla de la pantalla.

…..

Los que hoy peinamos canas o nada peinamos porque la melena se nos fue, vemos que a los jóvenes poco y nada les interesan las cosas que hacen a nuestra propia cultura, pero claro, dice un viejo proverbio: “No se puede querer lo que no se conoce”.

En mis lejanos años de alumno, el “Segundo Sombra” estaba incluido en las cartillas escolares como también obras de Payró y Lynch. Lejos ya mis hijos también de esa etapa, desconozco que se enseña hoy, pero no dudo en supones que de cuestiones criollas ¡nada!

Es aconsejable leer al “Don Segundo Sombra” pues no es tan viejo, aún no es centenario; su prosa es amena, ágil, entendible aún para los ajenos al tema porque no se ciñe a la expresión gauchesca como si lo hace el “Martín Fierro”, de todos modos siempre es recomendable un ejemplar provisto de un buen vocabulario. Por otro lado si al gaucho se lo ha tildado de vago y peleador, eso no ocurre en estas páginas, porque como ya expusimos, los tiempos y el campo habían cambiado.

Leer esta obra nos traerá el ramalazo de un pampero para llenar los pulmones de aire puro y despertar las ganas de aprender a querer lo nuestro.

La Plata, 30/06/2023

sábado, 1 de julio de 2023

PULPERÍA "LA COLORADA"

                                         A David Tokar, disparador de estas breves líneas

 Dicen que fue pulpería

pa’l tiempo de las galeras,

aura tan solo es tapera,

rincón, pa’ las brujerías;

pero conserva entuavía

una paré levantada

con varias letras pintadas

que al leerlas, al pasar,

uno se viene a enterar

que’sa fue ¡”La Colorada”!

 

Viejos que tienen memoria

cuentan de que aqueya esquina

fue pa’ los tiempos de Alsina

un mojón para la historia;

que ayí perdieron su gloria

entre pelea y jugada,

gente que fue muy mentada

recorriendo los caminos,

y que hasta el mismo Gabino

ayí templó su encordada.

 

Como si leyenda jueran

cuentan, que’sa pulpería,

en su costado tenía

una cancha pa’ cuadreras;

que un día yegó de ajuera

-del lao del ‘Rincón del Toro’-

un mozo yamado Floro

y desafió en güena ley,

al flete “Pangaré Güey”

pa’ correrle con su moro.

 

Y se amontonan las mentas

de aqueya esquina campera

que’n otros tiempos luciera

como el gauchaje lo cuenta,

y aunque tal vez se le aumentan

las cosas, como si nada,

pienso que’stá bien ganada

la fama que antes tuviera,

¡y que’s triste ver tapera

la que fue “La Colorada”!

 Las cuatro décimas que anteceden, son fruto de la creativa pluma de Víctor Abel Giménez (“Vasco”), y curiosamente no están incluidas en el libro póstumo “Mirando Lejos”.

Cobraron popularidad a partir de que Alberto Merlo las grabara en 1971 en su larga duración “El Lunar de mi Tropilla”; de allí en adelante, aficionados al canto y la guitarra, cantores fogoneros y otros, las incluyeron en sus repertorios y así se fue ganando en cocinas, materas y salones de todo el ámbito provincial.

Particularmente no da ninguna referencia de locación, no se cita ningún topónimo, ni el nombre de algún dueño que permitiera ubicarla en tiempo y espacio.

Cita varias generalidades, como que allí no solo se tomaba sino que también se jugaba, que hubo peleas, y que había a su costado una cancha de cuadrera. Todo común a cualquier pulpería de campo.

Justamente en esta corrió “El Pangaré Buey”, cosa que de ser cierta, debió ocurrir en la década de 1840, tiempos de apogeo del famoso parejero criollo.

Habla de los tiempos de Alsina, y esos los deberíamos ubicar hacia 1855, o de allí hacia adelante.

Y por último menta que allí cantó el mismo Gabino, y esto podría ser a partir de 1880.

De estos datos deducimos que su desarrollo comercial fue en la segunda mitad del Siglo 19, pero al momento indefinido del relator en verso que nos habla de ella, ya es tapera, es pasado…

Tratando de encontrarle la punta a la madeja de esta historia, recurrimos a varios libros dedicados a las pulperías, o donde se habla de ellas.

En “La Pulpería - Mojón civilizador”, León Bouché cita una de tal nombre ubicada en Balcarce, y dice que lo hace “…por ser de las más alejadas (con respecto a Buenos Aires), pero también sin duda, las más heroicas”.

El historiador azuleño Alberto Sarramone evoca -sin precisar ubicación- “por Olavarría y La Madrid, a ‘La Colorada’ del bearnés Tresarrieu…”.

En el “Diccionario de Pulperías” que conformó Don Carlos Antonio Moncaut en su obra en dos tomos “Pulperías, Esquinas y Almacenes de la Campaña Bonaerense” (1999) hicimos el siguiente rastreo:

“En Jeppener -partido de Brandsen- (fundado en 1865), el primer Almacén de Ramos Generales fue ‘La Colorada’, de Don Santiago Rodríguez”.

“En Capitán Sarmiento sobre el Camino Real que conducía a Córdoba, estaba el Almacén y Posta ‘La Colorada’, allá por 1880. (Las primeras dueñas fueron dos mujeres pelirrojas)”.

“En Los Toldos funcionaba ‘La Colorada’, cerca de la Escuela Nº 6, en campo de ‘La Tribu’, fue levantada por Don Baldebenito Calderón, casado con Agustina, una hija del Cacique Coliqueo.”

Por Necochea existía otra pulpería “La Colorada”, en la que además de la actividad comercial propia de ese tipo de negocios “…se cristianaba y se casaba”.

Por último, “En jurisdicción del partido de Ajó, entre las esquinas más antiguas se cuentan ‘La Esquina del Tuyú’, y próxima, en relación a leguas, la mentada del ‘Real Viejo’ y la de ‘La amistad’. Hacia Conesa era mentada ‘La Colorada’, y pasando de Villa Roch, como quien va para Dolores, ‘La Esquina de Croto’.”

Con relación a “Vasco” Giménez, ésta es la más próxima a su pago natal, pero no hay indicio alguno que en ella se inspirara.

Es opinión de quien escribe que el autor no se inspiró en ninguna en particular, y sí de todas en general, pero lo importante es que al leerla o escucharla, dicha letra nos transporta indefectiblemente al tiempo aquel en que las pulperías, como dijo León Bouché, eran un mojón civilizador, ya que en su entorno crecía un paraje o se asentaba un pueblo.

La Plata, 1º/07/2023

ADENDA

Finalizada la evocación y compartida a David Tokar para que vea que había sucedido a partir de su pregunta, éste nos transmite la información de que en el partido de Chivilcoy, en vecindad “de la Escuela Rural Nº 136, hay una ‘Esquina’ llamada ‘La Colorada’ que podría ser de 1870. Está sobre un camino de tierra, a 7 km del asfalto de la Ruta Nacional 5 y la entrada a Chivilcoy".

No quisimos dejarla afuera del raconto realizado, y es por eso que la agregamos al final.

La Plata, 1º/07/2023

jueves, 29 de junio de 2023

RICARDO DEL CAMPO - Poeta

   Nació en Buenos Aires el 17/10/1870.

Cursó el bachillerato en el único Colegio Nacional que había entonces en la Capital y se graduó de doctor en jurisprudencia y ciencias sociales en la UBA, en 1895.

Fundó la revista “Criminología Moderna”, en la que colaboraron, por primera vez en el país, Lombroso, Ferri, Ferrero, Bovio, Colajanni, Zanardelli, Serboglio, Sighele, etc., y colaboró asiduamente en diarios y revistas tales como “La Nación”, “La Prensa”, “La Razón”, “Caras y Caretas”, “Atlántida” y “Fray Mocho”.

Entre sus obras escritas figuran varias de carácter profesional y las siguientes literarias: “En Aguas Turbias”, comedia dramática en colaboración con Carlos Silveyra (1913). “Al Margen de las Heras”, poesías (1915). (…).

(Le escribieron…)  conceptuosos prólogos Álvaro Melián Lafinur y Roque Otamendi.

(Sus obras…) merecieron muy elogiosas críticas de los grandes diarios nacionales.”

Murió en su ciudad natal el 9/04/1947. Tenía 76 años.

Ricardo era el hijo mayor de Doña Ana Gutiérrez, hermana del médico-poeta Ricardo, del abogado y político José María, del novelista Eduardo y del profesor y periodista Carlos; siendo su padre Don Cupertino Del Campo, hermano del poeta Estanislao del Campo, autor de El Fausto.

Fueron sus hermanos: Cupertino, poeta y artista plástico, Carlos María, abogado, y Ana María.

Lo incluimos en este trabajo, porque a diez años de su fallecimiento, en 10/1957, se publicó el libro “Aires Camperos”, que como lo sugiere el título es de poesía gauchesca y muy interesante.

Nota: el texto encomillado fue tomada del último libro citado.

domingo, 30 de abril de 2023

PERRO CIMARRÓN

     Cuando por 1875 se intentó el primer Diccionario de Argentinismos, se definió allí a “cimarrón”, como: “salvaje, silvestre; se califican así comúnmente los árboles y yerbas sin cultivo, o que se asemejan  a las cultivadas, como ‘papa cimarrona’, ‘durazno cimarrón’, etc”. Poco después Daniel Granada ensayó otra definición: “animal montaraz o planta silvestre, en contraposición al doméstico o manso y a la que se cultiva en las huertas. Así se dice ‘perro cimarrón’, ‘vaca cimarrona’, ‘apio cimarrón’…”.

“La voz corre en el país -dice Abad de Santillán- desde fines del S.XVI.; a principios del siguiente (1614) ya aparece como calificativo de animales: ‘potro cimarrón’, ‘yegua cimarrona’. Hacia fines del S. XVIII se aplicaba preferentemente a los ‘perros salvajes’ que llegaron a constituir una verdadera plaga en las campañas, donde diezmaban al ganado”.

Según Walter Cazenave, de la UN de La Pampa, “…en una fecha tan temprana como 1621, se registra la primera queja oficial realizada en estas latitudes (por) vecinos de Buenos Aires…”, por los perros que asolaban en la campaña.

 “El Vasco” Rubén Iriart, en revista “Inclusiones” de Monte Hermoso, trae a colación un comentario del capellán Richard Walter que anduvo por las costas atlánticas entre 1740 y 1744, quien en 1748 publicó una “relación” de su viaje alrededor del globo, y cuenta que por 1742, en el extremo sur de lo que es la provincia de Buenos Aires, encontraron “el país lleno de caballos libres y de grandes perros que corrían en tropas por los campos”.

Como mucho nos interesan las opiniones añosas de gentes nuestras, bien vale citar lo que por 1884, en Palmas y Ombúes” volcaba Alejandro Magariños Cervantes, autor montevideano: “En el Plata aplicase el adjetivo con característico significado al ‘perro salvaje’, oriundo de los que trajeron los españoles, y que se propagaron de un modo asombroso, ahuyentando y destruyendo los ganados, aterrorizando las poblaciones diseminadas en nuestras vastas soledades”.

Como su origen radica en perros domésticos silvestrados, no se ha podido identificar un tipología especial como para definir a una raza, y algo de esto se aprecia en un comentario de Sáenz (h), quien dice que por referencias de tíos y abuelos suyos, como así también de viejo gauchos pobladores, “…el perro cimarrón no ladraba nunca. Aullaba solamente y con mucha frecuencia; era característica su gritería en las noches cálidas y tormentosas. Tampoco meneaba la cola como signo de amistad… (…) Su pelaje era bayo, aunque en Entre Ríos había algunos negros y de panza amarilla., sus orejas eran erectas, como el aguará de grande. Su tamaño era de la alzada de un perro policía alemán común,...”.

Otros los han descripto como que tenían una talla similar a los dogos europeos, de hocico largo, orejas derechas; su cuerpo flaco pero musculoso, de patas largas y fuertes, aptas para largas correrías.

Y estas diferencias se deben según el escritor Fernández Saldaña, a que los años “que pudo durar su ciclo no fueron suficientes para que plasmara con caracteres definidos”.

“Ya en el S. XVIII -afirma Don Carlos Moncaut en su libro “Pampas y Estancias”- los ‘perros cimarrones’ se expandieron en abundante colonias por los pagos de la Magdalena, Matanza, Morón, Lobos, Guardia del Monte, Ranchos, Luján, Areco, Pergamino, El Pilar, Monte Grande, Saladillo y Chascomús. Merodeaban por las extendidas estancias de los Anchorena, en Ajó, Tordillo, Pilar y Vecino, y se los vía muy frecuentemente por los ríos Samborombón y Salado, como así también por todas las riberas de las lagunas encadenadas, y hacia el sur, por las sierras del Tandil y de la Ventana, y particularmente por los pajonales y bañados de la costa atlántica”.

Pero dicha plaga no fue privativa de nuestra campaña y también en la vecina costa oriental del Plata la sufrieron, por eso tomamos esta referencia de “Historia de la Ciudad y el Departamento de Salto”, de César Miranda y Fernández Saldaña (1920), donde se lee: “Los perros criollos, flacos y ágiles se atrevían con los jinetes que aventuraban travesías sin precauciones. Se solía ver en pleno campo, misteriosos rodeos de hacienda sin percibirse quien pudiera pararlos. Eran los ‘perros cimarrones’ que chicoteados por el hambre acorralaban a los vacunos con ánimo de cazadores (…) baqueanos en una clase de faena en que sus antepasados habían servido al hombre”.

Si bien no hay precisión, la desaparición de esas inmensas jaurías, se da en las dos últimas décadas del Siglo 19, cuando la estancia se alambra y comienza su modernización, y para cuyo patrón, los “perros cimarrones” fueron un enemigo declarado.

La Plata, 30/04/2023

sábado, 29 de abril de 2023

JUEGO DE BOCHAS

 BOCHAS (juego de): La expresión deriva del italiano “bocce”, y con la inmigración de esa nacionalidad no solo llegó a nuestra campaña, sino a todos los puntos del mundo donde esa comunidad se asentó. Se calcula que está entre nosotros desde la década del 80 del siglo 18. La forma en que tal cual hoy se lo juega, se estableció en Italia.

Al origen del juego, los historiadores lo datan en tiempos muy antiguos, unos 5000 años antes de la era cristiana, pues los pueblos de Egipto ejercitaban un juego similar, por supuesto más rudimentario, haciéndolo con piedras pulidas, y desde Egipto el juego se propagó a Grecia alrededor del 800 a.C., según informa la historiadora Virginia González Ferrer, y ya en la Edad Media (época en que comienzan los viajes a América), se había difundido a toda Europa, por lo que no sería de extrañar que el conquistador lo aportara.

En El Gaucho Florido (1932), el escritor uruguayo Carlos Reyles dice: “La pulpería y sus alrededores estaban animadísimos. Los gringos jugaban a las bochas, los criollos a la taba, los naipes y el tejo.”

Como tantas otras cosas que nos llegaron importadas y al adoptarse se acriollaron, lo mismo pasó con este juego. Pero dejemos correr la palabra del dolorense Ambrosio Althaparro: “…este juego era muy grato al gaucho, pero se jugaba con variantes fundamentales con respecto a la forma en que se practica actualmente (dicho esto en 1944), solamente a esas variantes me referiré por tratarse de un juego tan conocido.

En primer lugar se prescindía de la cancha y se jugaba en terreno abierto, por lo general en el camino y sus adyacencias (…) El arrime era más difícil que en cancha lisa. Desde la raya de partida y a pie firme se arrimaba y para bochar se daba un paso solamente en lugar de los ‘tres trancos’, en cancha y al estilo italiano.

A las bochas se las llamaba “orejanas” y “herradas” (vocablos típicos del habla campera). Las bochas eran algo de menor tamaño que el de las actuales, y se hacían de madera muy dura, muy oscura, casi negras; posiblemente de urunday.

He visto en el juego de bochas algo muy criollo: tomando la bocha con la lonja del rebenque y arrojándola, sin tocarla para nada, con la mano.

La expresión criolla era “le tiró el chico lejos” (hoy se dice: al fondo), y cuando un bochazo daba de pleno en una bocha desplazándola y quedándose en ese sito, se decía “sentada” (hoy es chanta).

Actualmente no se lo práctica en la campaña propiamente, pero si en los pueblos y ciudades, en clubes con canchas cerradas por lo general, que participan de campeonatos regionales, provinciales y nacionales. Córdoba es una provincia que se destaca en dicho deporte.

La Plata, 1/04/2023

ANDAR VENAO

 VENAO (andar…): de venado. El venado de las pampas, es un cérvido de tamaño mediano, propio de las llanuras con pastizales altos y presencia de arbustos, que también frecuenta  zonas de bañados y cangrejales.

El macho es reconocible a la distancia por su fuerte olor ‘almizclado’ secretado por unas glándulas interdigitales, con el que marca su territorio, sobre todo durante la época de celo (Wikipedia). Lo de ‘almizclado’ viene de ‘almizcle’ palabra que deriva del árabe hispano ‘almisk’, donde significaría ‘testículo’, y señala -según la Real Academia- una grasa untuosa de olor intenso. A propósito, Don Carlos Moncaut señala: “se dice que antiguamente el venado que deambulaba por la provincia porteña, despedía fuerte olor, un tufo almizclado. Andar venado era andar en ayunas, con mal aliento. Matar el venado, se lograba, por lo general, con el primer mate.”

Reforzamos con lo que en ‘Voces y Costumbres del Campo Argentino’ nos dice Inchauspe: “es andar con el estómago vacío, o sea sin comer, especialmente en horas de la mañana cuando, por cualquier circunstancia, no se ha podido hacer el ‘almuerzo chico’ (que se hacía a la mañana temprano), circunstancia que da lugar a eso que medicamente se denomina ‘alitosis’ y que no es otra cosa que ‘el mal aliento’.

La Plata, 08/04/2023

miércoles, 8 de marzo de 2023

TUSO - TUSAR

     Voz anticuada que proviene de “tundir”, y ésta del latín “tonsus” (corte de pelo) o “tondére” (trasquilar, rapar, cortar), esto según el Diccionario de la Real Academia, que además, en la 3ra y 4ta acepción define que “tusa es acción de tusar”, voz propia de Argentina y Uruguay; y otra vez “tusa” para aclarar que es voz rural Argentina que refiere a las crines de los caballos. Con lo expuesto certificamos que la expresión nos llegó con el conquistador hace unos cuatrocientos ochenta y pico de años. A pesar de lo cual, el muy español Diego Abad de Santillán, dice que es un americanismo, sinónimo de “trasquilar”.

Queda claro pues que “tusar” responde a cortar el pelo, y entre nosotros, en la campaña, a cortar las crines de yeguarizos y mulares, y esto último queda certificado pues lo dice Don Justo P. Sáenz (h), en su libro “Equitación…”, y continuando con él nos enteramos que “Tenemos varias clases de tusos, como el ‘cabo de hacha’ (o tuso bajo, casi a ras de la crinera), el de ‘cogotillo’ (o de arco), el de ‘clavija’, ‘barquitos’, de ‘penacho’, etc.

Llámase ‘martillo’ a cierta parte más elevada de la crin que se permite sobresalir del resto del tuso, a partir de la cruz del animal, y ‘agarradera’, a un espeso mechón de cerda que, para facilitar al jinete el montar de salto, déjase crecer en la cruz”. En este punto nos llama la atención que Don Federico Oberti refiere que la expresión “de cogotillo” tan común entre nosotros, es uruguaya.

Lo que en la campaña llamamos “la crinera o clinera”, técnicamente es “la tusa”, y al hecho de recortar ésta, se le llama “tusar” y ésta si es voz de uso corriente en el ámbito rural.

El serio investigador oriental, don Fernando Assunçao, hablando del “tuse” y posiblemente refiriéndose a los tiempos más remotos, dice que se hacía “a cuchillo o con tijera especial…”, y acá se hace necesario aclarar que las “tijeras de tusar” eran las creadas para esquilar, que nuestro gaucho las integró rápidamente a sus enseres, aprendiendo a darle un uso especialísimo, fundamental para el arreglo del pingo.

Respecto del asunto tan particular de tener primorosamente “tusado” al caballo de andar, costumbre propia del Río de la Plata, ajena a otras culturas, llamó la atención del entonces jovencísimo pero ya atento observador Roberto Cunninghame Graham, quien describe a su llegada a Buenos Aires allá por 1870: “Las calles, con veredas de tres o cuatro pies de altura, estaban llenas de caballo de larga cola y crines recortadas, y ¡ojo!, que no estaba hablando de un pueblo de campaña. La costumbre “de buen gusto” era generalizada.

Y en este punto se hace necesario detenernos a leer al ya citado Oberti, cuando sesenta años atrás en su escrito “Los Oficios: El Tusador” (4/1962) expone: “En general, el gaucho de ayer, el que se preciaba de tal, desde niño aprendía a manejar las tijeras de tusar, conocía los tusos más corrientes, tenía noción de las horas adecuadas para hacerlo, los días sin moscas y el estado de la luna. Su tijera, herramienta de su privativo uso (…) ni la prestaba ni la ejercitaba en crines o cerdas gruesas o sucias, cuidando de ella como una alhaja…”.

Hablando del corte a cuchillo, vale recordar que en los encierres anuales de las manadas en las estancias, para “cerdiar”, estas se hacían a mansalva y a cuchillo, sin el uso de tijeras.

Dentro de los variados “tusos” reparemos en el muy particular “de penacho” usado en el yeguarizo al que se ha iniciado en el proceso de la doma, que: “en la parte media y superior se les deja un largo penacho, detalle sobresaliente que servirá para distinguir su especial condición de amansamiento” informa Oberti, y que deberá desaparecer del cogote del animal, cuando ya ha tomado el freno.

Nuestro hombre rural ha sabido usar muchas cuestiones referidas a los animales de su entorno, para darles un uso figurado señalando cuestiones humanas. Por ejemplo, Francisco Javier Muñiz, cuando allá por 1845 compila las voces de su “Vocabulario Rioplatense”, no le da a “tusar” el significado de cortar las “crines o clinas” del yeguarizo, sino que se queda con: “Cortar el cabello á una muger p® afrentarla. Esta baja y cobarde accion la ejecutan los gauchos con sus queridas cuando Zelosos, ó si despues de abandonarlas con causa ó por caprichos intentan volver á ellas y son repulsados no por el dolór de la pasada afrenta q ya paso, sino p® haber contraído un nuevo amartelam(to) la solicitada. (…) En el día, estos actos tan vergonzosos… son por fortuna menos comunes…”  (Se ha respetado la grafía original).

No nos puede faltar el decir de los poetas, y así tenemos que Gualberto Márquez le dedicó tres décimas, “El Tuse De Mi Pingo”, donde canta: “Naides podrá criticar / el tuse de cogotillo, / ni la altura del martillo / que siempre le sé dejar. / Y han de ponerse a mirar / cada pata bien pelada, / y la cola recortada / arribita del garrón, / a la cáida del jamón / bien abierta y cepillada”.

La Plata, 8/Marzo/2023

martes, 28 de febrero de 2023

CHIFLE

     Es una voz de origen portugués, derivaba de “chifre” que significa ‘cuerno vacuno grande’, a pesar de lo cual el Diccionario de la Real Academia lo da en la 4ta. acepción como voz rural de “Arg. y Ur. Recipiente hecho de asta de vacuno, cerrado por un extremo y con tapa en la punta”.

Su uso ya era habitual en los pueblos pastores europeos, siendo muy común en la península Ibérica (España y Portugal).

Con observación y acierto, Francisco I. Castro en su “Vocabulario del Martín Fierro” (1957), lo describe: “Recipiente para llevar líquidos. Fabricado de cuerno de animal vacuno. Los viajes a caballo hacían difícil llevar agua o caña para el camino; el chifle permitió hacerlo con comodidad. A un cuerno de vacuno cortado del tamaño deseado, se le colocaba en la punta agujereada una tapa a tornillo o un simple tapón bien ajustado, la base o extremo ancho se tapaba con un trozo de madera. Por medio de una cadenita o tiento se lo llevaba colgado de los tientos delanteros del recado, del lado izquierdo (el lao de montar); las personas pudientes usaban chifles de lujo, con refuerzos y adornos de plata y oro”.

Ya que en aquellos lejanos años portar una botella de vidrio no era recomendable porque en las rudas tareas de a caballo podían romperse fácilmente, fue que se recurrió al “chifle”, por lo resistente y porque los grandes podían cargar a veces, hasta casi dos litros.

Hablando del tamaño, en la Banda Oriental se mentan los “chifles de franquero”, construidos con las grandes guampas de los vacunos llamados ‘franqueros’, siendo estos, según el investigador Juan C. Guarnieri: “Ganado del sur de Brasil, descendiente de la raza criolla, que se distinguió por su gran cornamenta y apreciable corpulencia, llegando a constituir una raza. También se crió en el norte uruguayo”.

Lo dicho queda refrendado por el gran poeta oriental Don Wenceslao Varela, cuando en la décima de siete de “Ni Amor Ni Juego”, canta: “…véia en el humo traición / si pitaba ‘e su tabaco / o si me empinaba un taco / de su chifle de franquero;…”.

Sobre la antigüedad de este implemento nos habla Fernando Assunçao cuando recuerda que en la vieja Europa, “los cazadores y soldados lo utilizaban para llevar la pólvora necesaria para las armas de cargar por la boca”.

Es importante saber que ya en 1845, Francisco Javier Muñiz incluyó la expresión en su “Vocabulario Rioplatense”, en forma coincidente con las descripciones ya hechas, pero respecto de su uso nos habla del área de dispersión cuando cuenta que: “Se usan en los viajes por las cordilleras y desde el Perú y de las provincias internas hasta Buenos Aires. Esta vasija no tiene equivalente, cuanto porque resisten a las caídas de las bestias y a los golpes que sufren en las largas travesías y en caminos escabrosos”.

Esas cantimploras criollas no solo se cargaban con agua, sino que normalmente se lo hacía con caña o ginebra, por eso en el “Martín Fierro” se dice: “Pero al chifle voy ganoso / como panzón al máiz frito”.

La Plata, 27/febrero/2023

jueves, 23 de febrero de 2023

ENTABLAR / ENTABLADA

     Andar juntos, uno al lado del otro sin separarse ni perder de vista a la “madrina”. Así, entre nosotros, debería definirse la palabra con referencia a los yeguarizos.

Cuando se habla de tropillas siempre se especifica: “tropilla entablada” de un pelo, “tropilla entablada” de redomones, de yuntas, de entrepelados, de trabajo, etc. Y nunca se ha dado una explicación del por qué de “entablada”.

Buscándole la punta al lazo tratemos de desarrollar algunas posibilidades que aclaren el entuerto.

La voz “entablar” y “entablada” tiene a su vez otros significados. Por ejemplo si dos personas se disponen en una conversación, se dice de ellos que “entablaron conversación”; si en una elección a mano alzada en una Comisión Directiva, dos individuos igualan la cantidad de votos, se dice que salieron “tablas”, que empataron. Lo mismo en una jugada de ajedrez donde los contendientes no logran vencerse, se define que al estar iguales y quedar uno al lado del otro hicieron “tablas”, y en éste tanto como en el juego de damas, se habla de “entable” y “entabladura” que es la disposición del juego sobre el “tablero”, valga también esta palabra.

“Entablar” es también hacer un cerco con tablas, y “entablado” se ha llamado desde antiguo a los pisos hechos de tablas.

Tanto en los pueblos de la campaña, como en la propia campaña, existieron casas hechas de madera, que hoy llamaríamos “prefabricadas” (1), a su vez al ir evolucionando la construcción del rancho, los pisos de las ‘piezas’ comenzaron a hacerse de tablas encastradas, los “entablados” ya citados.

En las grandes estancias ovejeras de la campaña porteña en el S. 19, cuando la tarea de esquila, la palabra ‘lienzo’ tenía dos acepciones: una referida a la tela (arpillera) cuadrilonga en que se envolvían los vellones de lana, y otra, como bien explica Saubidet en su “Vocabulario Criollo”: “Rectángulo formado por tablas, con travesaños, que se usan para formar bretes o separaciones en los corrales de ovejas (…) generalmente tienen un metro de alto por varios de largo”.

Sirvan todos los ejemplos dados para suponer que la aguda observación del gaucho, lo llevó por comparación y sentido figurado, a inferir que los caballos de la tropilla, al rodear la madrina y no separarse, al igual que aquellas tablas en diversos usos, estaban “entablados”.

Pero hay una raíz más antigua que arranca en la Vieja España y entronca con las corridas de toros, entretenimiento o deporte que el conquistador trajo a América, y es que allí, “al toro que se aquerencia a los ‘tableros’ del redondel de las corridas”, se le llama “entablerarse”, no es de extrañar entonces que acriollada la voz, “al aquerenciarse los yeguarizos a la madrina”, entendió aquel proto gaucho, que se habían “entablado”·.

Pero no podemos pasar por alto la interpretación del estudioso Francisco I. Castro, y por eso copiamos lo que dice: “el paisano usa la frase ‘como tabla’, para significar algo perfecto, igual, muy lindo y vistoso, ‘parejito’. Una hacienda ‘como tabla’ es un conjunto de ganado de buena clase, tipo uniforme y gordura pareja. Una tropilla ‘como tabla’ está formada por caballos de un pelo, de líneas armoniosas, parejos y buenos. Es sinonimia arcaica de ‘tabla’ y ‘pintura’, por pintarse el cuadro sobre una tabla”.

La Plata, 23/02/2023

  -1- Al abuelo materno del autor, en el año 1908, huérfano de padre, dos hermanos de éste lo llevaron de peoncito a un almacén de campo, que él recordaba era de madera, y no estaba apoyado al suelo, quedando una separación, quizás prevista como ventilación; dicha construcción ya tenía años de existencia. El bisabuelo paterno, en su chacra, la casa era mitad de madera (de tablas) y la otra parte de rancho de barro, a principios del S. 20.

sábado, 18 de febrero de 2023

LA CUAJADA

 La cuajada es un postre de textura cremosa elaborado en base a leche que se coagula por acción del cuajo (que puede ser vegetal, como el cardo, o animal, del mismo tipo que el usado para elaborar quesos); se endulza con bastante azúcar o en su defecto miel.

El Diccionrio de la Real Academia la define, en su 5ta acepción como: “Producto lácteo cremoso que se obtiene al cuajar la leche y separarla del suero”. Si buscamos “cuajar”, dice: “Transformar una sustancia líquida, como la leche o el huevo, en una masa sólida y pastosa”.

Según fuentes hispanas, su origen está en el Valle de Ultzama, en Navarra, pero también se lo considera postre típico en el País Vasco, en Castilla, León y La Rioja, donde además se le conoce como: "mamia", "mamiya", "kallatua" o "gaztambera".

Indudablemente llegó a nuestra campaña de la mano del conquistador.

En su tierra de origen se utilizaba para su fabricación, leche de ovejas, y aquí quizás entonces la diferencia criolla, pues entre nosotros se la hace con leche de vaca.

El cuajo vegetal se obtiene de la flor del conocido entre nosotros, como “cardo castilla”, cuyo nombre científico es “cynara cardunculus”.

Para su preparación es necesario un recipiente para 3 o 4 litros de leche recién ordeñada, se azucara bastante; se toman dos flores grandes y se cortan todos los pétalos de la flor. Paso siguiente se envuelven en un trapo blanco, bien limpio, y se los machaca. Hecho esto se introduce el envoltorio en el recipiente con leche, y se lo deja actuar, o sea cuajar la leche.

Cuando en el recipiente que se depositó la leche se observa la superficie unificada, ya no líquida, sino con el aspecto de sólida, se recomienda proveerse de una cuchara grande, y comenzar a degustar el potaje.

Que era un postre criollo por todos conocidos, se deduce porque los poetas lo han citado, como por ejemplo, cuando en “Vecindario”, Omar Menvielle, pinta: “¡Ah tiempos!... -dijo un moreno- / que era postre la cuajada, / pa’ los de áhura ya no hay nada /de aquello que jue tan güeno.

Asimismo su existencia nos ha brindado algún refrán, como por ejemplo: “No hay que apurarse por cuajada estando la vaca atada”.

Curiosamente no recoge la palabra ninguno de los diccionarios o vocabularios sobre cuestiones criollas que conocemos.

La Plata, 07/febrero/2023