domingo, 22 de noviembre de 2020

LA POSTA

 “Casa de Posta”, o “Posta” a secas, así se llamaba a un sistema establecido fundamentalmente, para facilitar el viaje de los correos, el que se extendió también a los viajeros. Dicho sistema lo heredamos del que se utilizaba en España, donde: “Las primeras disposiciones reales sobre los correos -tanto de a pie como de a caballo-, aparecen en el año 1260”.

En definitiva, la “casa de posta”, era la “Parada donde tomaban caballos de refresco los correos y los que viajaban en posta”, según lo define el Diccionario de la Lengua.

O sea que en origen, los caminos en los que se establecían “postas” estaban signados por el recorrido que debían hacer los correos oficiales, ya que éstas se establecían “en las principales poblaciones a lo largo de las líneas de correos y en las vías principales para proveer el suministro de caballos necesario para realizar los viajes. Muchas servían también de parada de diligencias para viajeros”.

La Posta, Santa Fe, 1858 - Jean León Palliere

En un trabajo denominado “Divagaciones Semánticas”, se infiere que: correo y posta, son sinónimos; ‘correo’ deriva de ‘correr’, da idea de movimiento rápido, de transporte con velocidad, de comunicación entre dos lugares. Esta fue la voz que primero difundieron los persas y griegos, y luego los romanos dispersaron por toda Europa durante sus conquistas; ellos fueron los inventores de las ‘postas’ y llamaron “cursus” al ‘correo’ que era la comunicación entre distintos puntos de las regiones conquistadas. Y para hacerlo funcionar establecieron ‘postas’, palabra que significa ‘algo instalado, edificado, firmemente fijado’.”, y tomamos prestado este saber de la Revista “Postas Argentinas”.

En su libro “Travesías de Antaño…”, dice Don Carlos Moncaut que: “La palabra posta deriva del latín ‘posita’ (o “positus”),  y agregamos que significacolocado” o “apostado”, porque los caballos de los correos estaban efectivamente apostados a distancias fijas para servir de relevos. Continúa Moncaut: “Ya se hacía uso (de la “posta”) en la Persia antigua”. (Aprox. antes del año 800 el poderoso) “Carlo Magno organizó un servicio de correos sobre la base de ‘postas’ las que siglos más tarde se propagaron  por toda Europa”.

El mismo autor nos informa que el sistema de ‘postas’ existió en toda la América dominada por la Corona Española; entre nosotros, las primeras se establecieron hacia 1771 (casualmente el año en que aparece escrita por primera vez la palabra “gaucho”), en el Camino del Norte (hacia Córdoba).

Ya en 1762 el Rey había establecido normas para el funcionamiento de estos establecimientos de los caminos, y la vigencia de dichas reglas que se extendieron hacia nuestra tierra “…establecían, entre otras cosas, que el cargo de ‘maestro de posta’ debería ser desempañado por un ‘vecino honrado’ que estaría obligado a mantener determinado número de caballos. El cargo podía pasar, a la muerte del titular, a los hijos, yernos u otras personas que cuidaran de la posta. Los ‘maestros de postas’ podían nombrar y remover los postillones de los que se valdrían para el desempeño de sus cargos. Además de muchos otros privilegios acordados a los ‘maestros de postas, como el llevar armas y poseerlas, el no poder ser desalojados de las casas donde habitaren, el no poder se detenido por nadie, ni por la justicia misma en el camino que debían recorrer para el desempeño de su cometido, les estaba permitido tener ‘libremente mesón, posada o cualquier granjería, aunque sí pagando los derechos existentes para tales negocios”.

Estos detalles nos van avisando que no cualquier lugar apto para una parada en los caminos de ayer, era una ‘posta’, y si no veamos lo que dispone el gobierno criollo surgido en mayo de 1810, cuando establece su primera ‘carrera de postas’ entre Buenos Aires y la Ensenada de Barragán, o sea entre las dos localidades con puertos: “cada posta debía tener una ‘pieza de posta’ que se construiría a 25 varas de la casa principal, ‘debiendo tener de 10 varas de largo por cinco de ancho, un corredor a la puerta, 4 catres, una mesa y 4 sillas, una tinaja con un jarro, estando blanqueada por dentro y fuera”. Además debía haber en cada “posta” “vino, aguardiente, aceite, vinagre y legumbre”. Queda claro que acá el gobierno fija el recorrido y hace construir esas paradas, estableciendo un ‘modelo edilicio’ de “posta”.

Pero esta tipificación no siempre fue aplicada, y a medida que los caminos se internaban en el desierto más precarias eran las construcciones de esas obligadas paradas, y han sido los viajeros foráneos quienes dejaron testimonios de esas carencias. Por ejemplo Pablo Mantegazza, hacia 1856, en forma muy delicada al arribar a una “posta” escribe: “las dos urgentísimas necesidades del alimento y del sueño, vuelven sabrosa la pobre cena y la pobrísima cueva que os esperan”.

Treinta años antes, en su “Viaje por Buenos Aires, Entre Ríos y la Banda Oriental”, John A. B. Beaumont testimonia en un pasaje que “La segunda posta era bastante mejor que la primera; el rancho más grande, provisto de puertas con bisagras, y entre otros muebles tenía varias sillas con respaldo alto y había estampas de santos. El maestro de posta era aquí una mujer, no mal vestida, que nos recibió con atención…”.

Otro testimonio interesante es el que nos brinda el Cmdte. Manuel Prado, cuando rememorando su incorporación a la Comandancia de Trenque Lauquen, en 1877, a la temprana de edad de 14 años, como ‘cadete aspirante’, cuenta que hasta Chivilcoy el viaje fue en tren, y a partir de allí en galera. Entonces refiere: “De pronto oyóse un silbido prolongado y poco después hacíamos alto en la primera posta. Era un rancho largo, sucio, revocado con estiércol, especie de fonda, prisión, de pulpería y de fuerte. Al lado del rancho un mangrullo que el viento cimbraba como si quisiera arrancarlo del suelo, y más allá un corral de palo a pique donde se apretaban asustadas unas cuantas yeguas y unos pocos caballo. El todo protegido por un foso enorme, lleno de agua verdosa y nauseabunda, criadero de sapos y saiguapés.

Eran dueños u ocupantes del rancho un antiguo sargento del 2° de Infantería y su mujer -madre de tres mulatillos desgreñados y harapientos, cuya misión en la vida consistía en vivir, relevándose de vigías sobre el mangrullo-. El ex sargento tenía lo que él llamaba ‘posada para los viajeros’ cuando la galera no podía seguir adelante, y despachaba además ginebra, caña, cigarrillos negros y yerba argentina de lo peor que se puede imaginar…”.

Corral de Posta, 1870 (acuarela) - Jean Marie Alfred Paris

   En una reseña histórica de “Correos y Telégrafos de la Argentina”, se puede leer: “Las postas se establecieron paulatinamente, a medida que las necesidades del servicio lo requerían y siempre que se encontrara en el lugar elegido un vecino que, a la par de reunir las condiciones exigidas, estuviera dispuesto a ocupar el puesto”.

Como fácil se comprenderá, alejadas de la civilización, las “postas” eran pobrísimas ranchadas. “Muchas de ellas carecían de los elementos más indispensables y eran simples ranchos a cargo de un ‘maestro de posta’, que solía ser un rudo y pobre indio”, evoca J. M. Sáenz Valiente.

No obstante los empresarios de transporte, ya en la segunda mitad del Siglo 19, hacían esfuerzos por mejorar sus servicios y valorizarlos, y si no veamos el emprendimiento de Don Timoteo Gordillo que fue el hombre que modernizó el traslado de las mensajerías.

Ubicándose hacia 1860, dice en sus Memorias: “Solicité del congreso que me diera gratis terrenos fiscales entre las Provincias de Santa Fe y Córdoba para hacer un camino postal directo que uniese a Rosario y Córdoba, con estaciones cómodas para los pasajeros de cuatro en cuatro leguas; hacer pozos y represas donde no hubiera  agua, levantar fortines para la defensa contra los indios y otras medidas precaucionales contra los peligros que en esos caminos había.

Esto concedido, me puse inmediatamente a la obra, poblando los desiertos. Desde el Carcaraña al oeste la primera casa de puesta, fue en Las Totoras, 2da. Cañada de Gómez, 3ra. Ranchos, 4ª . Tortugas. En el Carcaraña hice una casa y un puente¸ coloqué también una chata en el río con el consentimiento de Dn. Ramón Medina propietario de esos terrenos.

En la 5ta posta (Espinillo) hice una casa fortín que consistía en un foso ancho, de 4 metros por 3 de profundidad con puente levadizo. En ese punto los indios con frecuencia atacaban a los pasajeros. 6ta posta Los Leones, casa y fortín, 7ma. Los Dos Árboles id. id. 8va. Casares, 9na. Las Palmas, en terrenos particulares, 10ma El Águila, estación principal, 11ra. Cuchi-Corral, 12da. Las Chapas, casa particular y posta, 13ra. Bella Vista, 14ta. Casa Villalonga, 15ª. Río Segundo, posta y casa particular, 16ta. Toledo y de allí a Córdoba.

El camino medido en línea recta por los ingenieros Saint Remy y Ladrier, daba 72 leguas, desde la Barraca de El Progreso (Rosario) hasta Córdoba, midiendo el antiguo camino por donde viajaban las mensajerías de Firtal y Ruiseñor, por cuenta del estado 103 leguas. (lograba un ahorro de 31 leguas, o sea 155 kms.).

Una vez concluido el camino llevé familias honradas y buenas para ocupar las casas que había construido en su trayecto”.

Queda claro con lo expuesto, que esas 16 “postas” solo prestarían tales servicios a las mensajerías de Gordillo, y el recorrido fue acordado con el gobierno. Por lo tanto, insistimos, no cualquier lugar en que pudieran parar los viajeros en un camino, era una “posta” cabal.

En cuanto a la distancia entre “posta” y “posta” no había nada establecido, y la misma dependía del tipo de camino, podía ser dos leguas y medias, como estas podían ser cinco.

En zonas ya alejadas del ‘problema del indio”, la vida de “postas” era distinta. Al respecto, hacia la década de 1880 y en su zona de Dolores, apunta Ambrosio Althaparro: “La proximidad de la galera a la posta era anunciada por el mayoral con toques de clarín, que el silencio del campo permitía oír desde varias cuadras de distancia, provocando la alarma primero y la disparada después, de la yeguada que hubiese en las inmediaciones. La inquietud de los caballos en el palenque, confirmaba pronto el arribo de la galera”.

En aquellos ya lejanos años de la vida gaucha, llegar a una “posta”, a pesar de todas las carencias, era arribar a una parada breve, de comodidades precarias… “Pero llegar a ella significaba amenizar la rutina del viaje, recibir impresiones, olvidarse de las molestias sufridas y saborear un buen churrasco”. Que a veces… hay que ponerle buena cara a las incomodidades de la vida.

La Plata, 8/11/2020