Me motiva escribir estos renglones, la circunstancia de que en estos últimos meses fueron publicados dos artículos, por dos autores distintos –donde se me menciona y se referencia mi libro, cosa que agradezco-, en los que se da a entender que el célebre caballo doradillo colorado del cuerpo de Granaderos a Caballos llamado “Decano”, fue animal de la silla del General San Martín, lo cual es inexacto, ya que ninguno de los libros de memorias de camaradas suyo, lo citan, ni tampoco los historiadores, empezando por Mitre y los López, lo dicen.
Se novela la realidad y se la
idealiza; el caballo ni nació a la sombra protectora de un ombú cercano a la
casa de la estancia, ni fue criado por quien después sería el Tnte. Cnel. Miguel
de los Santos Cajaraville (hasta entonces este era solo “un niño” porteño).
Hay que tener idea de la vida de
la antigua estancia criolla. Entonces no existían las cabañas criadoras de
yeguarizos; no había animales de raza, y todos los montados respondía al
caballo que después se dio en llamar “raza criolla” y entonces se distinguía
como “el caballo del país”. Las estancias tenían manadas en estado natural y
estas, por lo general, se aquerenciaban en las peores partes del campo, como
pueden ser los bajos y bañados. La doma, sin vuelta de hoja era a la criolla, y
sabían salir caballos como este que se ganó en la historia.
De esa manada y ya hechos
caballos, fue que Don Andrés Cajaraville eligió dos para que su hijo pudiese
cumplir el sueño de integrar los granaderos.
Concluida la Campaña de Chile y
enfermo el soldado, éste pidió la baja, y tras volver a la Patria fue a
recluirse en la Estancia paterna ubicada geográfícamente en la zona rural de lo
que HOY es el pueblo de Bavio.
Allí no había galpones. Solo un
rancho a dos aguas, con paredes de ladrillos (fabricados estos en un puesto de
la estancia que tenía horno), bastante largo, techado con tejas de ripia (de
madera, estas). Según el historiador de Atalaya, Don Raúl Afranchino, el
soldado transformó en box la habitación del extremo sud de esa construcción
para brindar cobijo a su animal, que vivió allí desde (aproximadamente) la
primavera de 1820 hasta 1825, dato este que nos sirve para cerrar diciendo que
este año se cumplen 200 años de la muerte de tan noble pingo.
¡Valga tu recuerdo, valeroso
“Decano”!
La Plata,
04/febrero/2025
Carlos Raúl Risso E.-