viernes, 24 de febrero de 2012

AGUSTÍN LÓPEZ: Tradicionalista!

Las más de las veces no alcanza con “sentirse tradicionalista”, ¡hay que serlo y saber transmitirlo!.
Y en esa definición encaja con perfecto encastre, Agustín Alberto López.Ser hombre gaucho, para él no es pose afectada ni actitud de simulación; y no lo es, simplemente porque un espíritu gaucho late en su ser.
Hombre con claro sentido de la nacionalidad cultural, roba abusivamente tiempo, a su escaso tiempo libre, para ponerlo a disposición de difundir todos aquellos aspectos de la actividad cultural, que como atraídos por invisible imán, llegan al mostrador de su carnicería “El Resero”, buscando quizás, el impulso multiplicador que allí toman las ideas y las propuestas.
Agustín nació hace 65 años en Alsina, partido de Baradero, criándose hasta los 12 años en la chacra de sus tíos Barreiro, cursando sus estudios primarios en la Escuela Rural 18, a la que -como orgullosamente evoca- concurría de a caballo.
Los otros estudios, los superiores, los cursó en la escuela de la vida, allí donde con títulos y honores se diplomó de señor gaucho.
El devenir del destino que un día lo acercó a San Isidro y luego a la Capital, le cruzó en su camino a Ana María para que con ella conformara un nido, nido en el que emplumaron tres pichones maravillosos -hoy hombres-, criados a imagen y semejanza de su espíritu altruista.
Todos los aconteceres de la vida, hasta los más insignificantes, Agustín los vuelca en versos; versos que muchas veces, en primorosos sobres y portados por modernos “chasques”, cruzan las distancias del país para llevar en su calidez paisana, sentidas rimas que emocionarán a su receptor.
Su espíritu de poeta lo arrimó hace casi 20 años, a la recién creada Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas, donde despuntó y consolidó sus condiciones de dirigente, ayudando a que la institución crezca y trascienda, desempeñando por dos períodos, durante cuatro años, el cargo de presidente.
Es, a pesar de su modestia, conocido en distintos pagos de la provincia donde el tradicionalismo iza sus banderas engalanadas de celeste y blanco.
Su fina galanura paisana lo distingue; su amor por la Argentina, lo destaca. Que así es Agustín López, un paisano como muchos más, aunque mirándolo bien, a veces... algo más que muchos paisanos.Simplemente ocurre que es buen tradicionalista y sabe transmitirlo fielmente.
(1º/04/2004)

miércoles, 22 de febrero de 2012

LUIS CARLOS PINTO ¡Defensor del Gaucho!

Al comenzar a hojear el ejemplar Nº 78 de “El Tradicional”, nos llevamos la sorpresa de toparnos con la reproducción facsimilar de la página de la publicación “La Opinión” de Avellaneda, del 13/07/1943, en la que José Roberto Del Río y Luis Carlos Pinto, retrucan un artículo de Pedro Julio Echagüe titulado “Sobre el gaucho”, publicado por entonces, en Revista Atlántida.
El Escribano José Roberto Del Río, hombre de Avellaneda, ha sido un aplicado panegirista de José Hernández.
Luis Carlos Pinto -porteño él-, ha sido un apasionado defensor del gaucho, actitud esta que lo llevó a publicar cantidad de comentarios, artículos y libros abordando el tema.
Esta condición nos hizo intuir que la mayor responsabilidad en la carta aludida recae sobre Pinto, y así queda demostrado en las primeras páginas de su segundo libro, donde dice que “Del Río, espíritu amplio, sincero y desinteresado tradicionalista” firmó la carta solidariamente.
Cuatro meses antes de la misma -03/1943- con el sello de la Editorial y Librería “El Ateneo”, salía de las prensas de los Talleres Gráficos Chiesino, en Avellaneda, su primer libro: “El Gaucho y Sus Detractores (Defensa de las tradiciones argentinas – Reivindicación del gaucho)”, con 214 nutricias páginas.
Don Manuel A. Bo, un amante de las tradiciones gauchas, costeó la publicación del libro, y Don Eleodoro Marenco, desinteresadamente arrimó un trabajo para ilustrar la portada.
Hemos rastreado que ya desde 01/1934 Pinto venía publicando artículos periodísticos, siendo su tema primario la obra hernandiana: “Desagravio al lenguaje del Martín Fierro”, “El lenguaje del Martín Fierro”, “Martín Fierro y la lucha de clases”, “Martín Fierro en la literatura social en la Argentina”, son títulos que valen de ejemplo.
Desconocemos cual era la actividad de este autor, pero por los dichos de Del Río lo sospechamos abocado a los estudios gramaticales, hasta que, vaya a saber por qué, tocado por las vicisitudes del “gaucho”, se aplicó a su estudio e investigación confiado y convencido que en él, defiende “el espíritu vivo de la tierra”.
En su libro primogénito Pinto apunta todo su saber en la reivindicación del gaucho, al que siente agraviado por una serie de conferencias del historiador Emilio A. Coni a quien cita irónicamente como “el autor académico”.
Dice que en esas charlas que tenían el pretexto de “contribuir a la historia del gaucho, solo consiguió expectar toda su fobia antigaucha y anti ruralista en forma rencorosa, obcecada, descomedida y grosera”.
La réplica es minuciosa, tema por tema, reflexión por reflexión, casi podría decirse palabra por palabra, para lo cual desbroza las acusaciones y supuestos, e ilustra evocando las voces de un amplio espectro de escritores e historiadores que aludieron al gaucho.
Antes de los dos años publica otra obra reivindicatoria, en este caso “El Gaucho Rioplatense frente a los malos historiadores” (118 páginas), y acá sus certeros dardos apuntan a las elucubraciones de Enrique De Gandía.
Responde la obra a la conferencia brindada por el historiador ya citado, con motivo de una Exposición Plástica del Martín Fierro montada en los salones de Casa Kraft, en 08/1944. Nos dice Pinto que “En esa tribuna, levantada para rendir culto a la argentinidad y hacer profesión de fe tradicionalista, uno de los oradores, el señor Enrique De Gandía, lanzó contra el gaucho, su vida y su historia, todas las diatribas que el prejuicio y el odio hacia el personaje hayan podido imaginar.”
La lectura atenta y analítica de ambos libros es un ejercicio recomendable para los defensores de la imagen del gaucho y cultores del tradicionalismo.
Por otro lado, fue Pinto un abanderado en la defensa y construcción de un “Idioma Nacional Argentino”, diferenciado del heredado de España.

Hombre y Obra
Luis Carlos Pinto nació en la Ciudad de Buenos Aires el 11/10/1904, en el hogar de Concepción Mastroberti y Pascual Pinto, que alumbró doce hijos. Sabemos también que hacia la década del 50 residía en la calle Inclan 3447 de su ciudad natal.
Estuvo estrechamente vinculado, primero a la Agrupación Bases de La Plata, y luego a la Federación Gaucha Bonaerense, embrión originario del movimiento tradicionalista organizado; también fue asiduo colaborador de la Revista “La Carreta” del Círculo “Leales y Pampeanos” de Avellaneda, y por último partícipe con la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP).
Su obra, prácticamente inhallable hoy, se completa con:
- La Lengua Nativa (1953)
- Crítica del Purismo Idiomático (1955)
- Don Segundo Sombra, sus críticos y el idioma (1956) -Refuta aquí a Manuel Gálvez-
- La Taba Rioplatense (1959)
- La Bota de Potro. Un auténtico calzado rioplatense (1961)
- El Trabajo en América desde la época precolombina (1962)
- Entre Gauchos y Gaúchos (1963) -Réplica a Arturo Capdevila-
- Juan María Gutiérrez -ensayo biográfico- (1965)
- Autoctonía del Gaucho Rioplatense (1967)
- Idas y Venidas con Martín Fierro – 1º Serie (1967) y 2º Serie (1968)

También ha sido amplia su actividad como conferencista y articulista de distintos medios. Le hemos encontrado intensa actividad hasta el año 1975, en que -hombre setentón-le perdemos el rastro.
Digamos para cerrar intentando una definición, que fue un encendido polemista, un escritor de retruque, que no dudó en publicar refutando a nombres acreditados en el ambiente literario argentino; por eso fue que el estudioso santiagueño Don Domingo Bravo lo denominó “escritor nativista, de batallador acento polémico”.
La Plata, 8 de julio de 2007
Nota: Al artículo reproducido por El Tradicional en el número anterior, le siguió un opúsculo de doce páginas publicado por la Agrupación Bases con el título de “Ofensa y Defensa del Gaucho”, que incluye el texto del artículo de Echagüe y también el de la “defensa” que firma un nutrido grupo de hombres de la cultura tradicionalista (46 en total), entre los que, a más de los miembros de “Bases”, se encontraban Justo P. Sáenz (h), Juan A. Althaparro, José Montero Lacasa, Eleodoro Marenco, Ernesto Ezquer Zelaya. Continúa una rectificación del propio Echagüe, y las disculpas de Constancio C. Vigil por la editorial, y cierra una nota de la Oficina de Prensa e Informaciones de la Presidencia de la República expresando el desagrado por lo publicado.

(Publicado en la Revista "El Tradicional" Nº 80)

ASENCIO ABEIJÓN: Un Carro de Cultura!!!

En la segunda quincena de noviembre de 1976 me encontraba de luna de miel en la hermosa Bariloche. Uno de esos días, paseando, llegamos con mi esposa a una librería, y atraído por lo que ofrecía la vidriera, ingresamos, retirándonos con dos libros criollos y patagónicos.
Allí fue cuando mi esposa comenzó a preguntarse: “¿Con quien me casé que en esta circunstancias compra libros?”. Puede ser que también haya comenzado a intuir lo que era vivir con alguien aficionado a los libros y la escritura.
Hago esta reflexión en voz alta porque pronto se cumplirán 35 años de aquel momento, y porque el pasado 21/6 se cumplieron dos de la desaparición de esa “sufrida” Teresa que tanto me soportó.
Pero no todo termina allí, porque el autor que en esa oportunidad conocí se llamaba Asencio Abeijón, y su prosa me ganó el lado flaco del sentimiento criollo.
Casualmente este año se cumplen 110 años de su natalicio y 20 de su fallecimiento.
Efectivamente, nació en Tandil, Buenos Aires, el 16/05/1901, pero poco le duró el carácter de bonaerense, porque sus jóvenes y emprendedores padres (tenían 16 años cuando desembarcaron procedentes de Galicia), junto a sus diez hijos, cuando él contaba solo dos años de edad, se trasladaron al sur patagónico, estableciéndose con una explotación de campo y almacén, en el camino de entrada a Comodoro Rivadavia, a unos 15 kms. de la nueva ciudad, en un paraje conocido como “La Mata” o “Arroyo La Mata”.
Y aquel sería su lugar en el mundo. Ya nunca más se apartaría de “su” Comodoro, salvo esporádicos viajes, como aquel de 1957, cuando abocado a la política, concurrió a la Convención Nacional de la UCRI, debiendo costearse los gastos de viaje y estadía.
Fue el cronista chubutano o patagónico, si mejor cuadra, por eso es que Osvaldo Bayer, (de alguna manera “su descubridor”, quien lo acercó al público nacional tras hacerle una crítica literaria en un importante medio capitalino, y ahí nomás lo presentó a Editorial Galerna), opinó sobre su primer libro, que Abeijón no es literato ni prosista, sino “…un cronista. Un hombre que habla como habla la Patagonia”. Ahí su gran mérito: la identificación.
Algún informe biográfico nos dice que estudió de noche en un colegio Salesiano mientras que por la mañana era maestro de primer grado. Ahora, a estar en sus propias palabras, refiere que tuvo “solo tres años de escuela primaria”, y no hay porque no creerle.
Esto nos habla que como tantos otros emprendedores, Don Asencio, fue un hombre que se forjó a si mismo, en el rudo trabajo y la ambición personal de querer aprender, superarse, porque valga decir que a los 26 años dirigía un emprendimiento periodístico bautizado “El Criticón”, desde el cual fustigaba a los explotadores del trabajador patagónico; que por entonces era aquella una tierra para hombres decididos, y por que no, tallaba la ley del más fuerte. Imposible olvidar los acontecimientos de aquellas luchas y huelgas obreras.
Antes de periodista, fue esquilador, resero, carrero, trabajador en la incipiente YPF, y político. Así fue que en las elecciones de 1958 y 1963, resultó electo diputado, no habiendo podido concluir ninguno de los mandatos por causas ajenas a su persona.
Pero apuntando a su faceta de escritor, digamos que su primer libro, de difusión local o regional si se quiere, fue “Apuntes de un carrero patagónico”, en 1971. Andando el tiempo recordaría que fue “un editor principiante” quien asumió a su costo la edición de ese primer trabajo, libro que en Buenos Aires nadie habría aprobado publicar, según entendía.
Tras la presentación de Bayer, Galerna editaría una trilogía que es base y sustento de su obra, unidas bajo la cita de “Memorias de un carrero patagónico”: tal cual es el título de la reedición del que publicara en Comodoro y que aparece en 1973 con varias reediciones; “Recuerdos de mi primer arreo” (1975), y “El guanaco vencido” (1976). Completan su producción “Caminos y rastrilladas borrosas” y “El Vasco de la carretilla”.Memorioso y observador, supo narrar con esa ductilidad criolla del que atrae cuando habla, y narró con lujo de detalles haciendo importante hasta la anécdota sencilla, rescatando del olvido seguro los hechos simples de una vida sufrida, que sumados, hacen a la historia cotidiana pero fundamental de esa gran región que es la Patagonia, transmitiendo que no narra por narrar, sino que lo hace con la autoridad del que habla de lo que realmente sabe.
Así también una significación muy importante de su labor la apuntó Bayer, al observar en el prólogo del primer título en Galerna: “…este es un libro con futuro, es un libro que se va a leer dentro de diez, cincuenta, cien, quinientos años. Como se leen ahora los libros de los viajeros ingleses y alemanes de hace dos o tres siglos. ¿Por qué? Porque la prosa de Don Asencio Abeijón es realmente algo vívido.”El periodista Alberto Perrone opinó después de entrevistarlo, que sus relatos “…tienen sabor áspero al estilo de Lobodón Garra y la agilidad de las aguafuertes de Arlt.”Su labor periodística (al antes nombrado agregamos el diario “El Patagónico”, al que ingresó en 1968), y literaria, supo el halago del reconocimiento importante, como que en 1974 recibió el prestigioso Premio Santa Clara de Asís.
En el orden familiar estaba casado con Olga Caro (chilena), con quien tuvo una hija, Lidia Isabel, de quien contaba en Revista Gente en 1974, que se había ido a vivir a Córdoba, y nunca más había tenido contacto con ella. Curioso, verdad…?
Se cumplirán entonces treinta y cinco años de esa circunstancia particular de mi vida que me llevó a conocer a Abeijón, como no podía ser de otra manera, en tierras de la Patagonia.
Pero para cerrar este homenaje, démosle la derecha y la palabra a Felicidad Hernández, quien tuviera la responsabilidad de prologar la aparición en Comodoro de aquellos primigenios “Apuntes…”, y entonces definió: “La pluma de Asencio Abeijón es clara y a través de ella la visión será panorámica y colorida, y la comprensión absoluta, hasta meternos dentro de la Patagonia y adentrarla en nosotros en una forma indudable y completa. El valor literario y documental es de hoy y para siempre.”
La Plata, 1º de Julio de 2011

(Publicado en Revista De Mis Pagos Nº 40)

lunes, 20 de febrero de 2012

FRANCISCO TIMPONE un hombre para recordar

El 13 de enero de 2011 se cumplen 50 años del fallecimiento (a los 70 años), de Don Francisco Timpone. Claro que muchos de nuestros lectores se preguntarán ¿quién era? Y eso lo contaremos muy brevemente.
Había nacido en ese “pago” gaucho que tiene el privilegio de ser el único que cita Hernández a través de su Martín Fierro, nos referimos a Ayacucho, donde abrió los ojos el 28 de septiembre de 1890.
Radicado en La Plata, conformó su familia y realizó su vida laboral en la capital bonaerense, desempeñándose en la Legislatura provincial.
Cuando el 28/03/1928, a once años del fallecimiento del genial “Almafuerte”, un grupo de hombres de la cultura local se autoconvocan para bregar por la recuperación de la última morada del poeta, “ataperada” por entonces, no solo estaba allí presente, sino que resulta uno de los impulsores del proyecto, naciendo de esa reunión la hoy mítica “Agrupación Bases”, siendo sin duda en el entonces incumplido medio siglo de la ciudad, el más importante movimiento cultural con raíz popular.
Fue Juan Ignacio Cendoya, otro de los autoconvocados, quien en homenaje a las “Bases” de Alberdi, propuso el nombre de la agrupación.
En mayo de 1929 obtienen la tenencia del inmueble e inmediatamente se abocan a la creación de la Biblioteca y Museo “Almafuerte”; y entre otros logros, el 9/08/1939 consiguen la promulgación de la primera ley del “Día de la Tradición”, Ley N° 4756/39.
Si existe un vaso comunicante entre la Agrupación Bases, el Museo Almafuerte y el “Día de la Tradición”, cierto es que tiene nombre y apellido: Francisco Timpone, “Pancho”, o como bien lo llamaban sus hermanos de sueños “la hormiga básica”, por aquello que de tanto ir y venir sin cesar un instante en sus emprendimientos, hacía camino al andar.
Fruto de su empeño, el museo; hija dilecta, la biblioteca, a la que dio impulso donando quinientos libros de su biblioteca particular el día 17/08/1829, cuando ejercía la secretaría de la agrupación “El Abuelo” Teófilo Olmos, a los que se sumaron más tarde 400 carpetas, síntesis de 25 años de trabajo catalogando, clasificando y ordenando, notas, artículos periodísticos, correspondencia y otros papeles referidos a “Almafuerte”.
Sin lugar a dudas, el “Día de la Tradición” es su hijo mayor. Él lo propuso a sus compañeros, y no satisfecho con la aprobación del grupo, siguió uno a uno los pasos del expediente por los despachos legislativos sin darle oportunidad a dormir siesta alguna; y así fue reconocido por sus compañeros “Básicos”: el mentor de la idea.
Aquella “propuesta” sucedió el 13/12/1937, en una reunión junto a otros seis hombres “Básicos”, acaecida en “el rancho criollo” de Justiniano de la Fuente, en Punta Lara, hoy partido de Ensenada.
En un constante afán de sumar hechos positivos, fruto de su infatigable tesón fue también la primera Exposición del Libro y del Poema Nativo Ilustrado que montara prácticamente solo, en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata para los fastos de 1943, año en que voluntariamente se alejó de “Bases”, la que finalmente se extinguiría en 1945.
Por si lo expuesto fuera poco, también a su ímpetu creador nació el Instituto Almafuerteano, del que fuera su primer presidente.
Pero tanto afán de dar, tanta vocación por perpetuar y rescatar a “Almafuerte” y la tradición gaucha, pasaron a segundo lugar su vocación poética, aquella que hacia 1920 había criado alas con su poemario “La Sombra del Camino”.
Como bien dijera el también “Básico” Luis Carlos Pinto, cúpole a Timpone el acierto de hermanar a dos de los grandes de la argentinidad “…el poeta de la tierra y su hombre representativo: Hernández y el gaucho” y “El poeta del Hombre, como se ha llamado muy bien a ‘Almafuerte’, con su dolor humano frente a la vida y frente a Dios…”.
Su nombre se perpetúa en la plazoleta ubicada en calle 524 y 12, en la que se emplaza el Monumento al Gaucho, escultura que fuera proyectada y emplazada por la Federación Gaucha Bonaerense, entidad que también creará “Bases” durante su activa gestión, en el año 1940.
Por suerte, a nivel local, todos los años para el “Día de la Tradición” se lo recuerda y se le rinde tributo.
Francisco “Pancho” Timpone, uno de esos hombres que mezclados en el común pasan inadvertidos, pero que verdaderos hombres al fin, dejan testimonio de su paso por la vida.
La Plata, 16 de Diciembre de 2010

(Publicado en Revista de Mis Pagos Nº 39)

UNA OPINIÓN SOBRE EL GAUCHO

(Por una inquietud de Revista De Mis Pagos)


Intentaré una aproximación al tema viendo al gaucho a través de la literatura, porque tal y tan grande ha sido su importancia, que aún iletrado, analfabeto, cuasi marginal de la sociedad de su época, nos legó -paradójicamente- un género literario.
Sí, tal como se lee y aunque parezca cuento, nos legó la literatura gauchesca.
“Pero… no quedamos en que no sabía leer ni escribir…?”, endilgará algún distraído o mal intencionado; y es cierto, no sabía. Pero fue tan particular, tan especial su vida, sus usos y costumbres, que los hombres medianamente “cultos” de entonces, tomaron su decir, su expresión, su habla, como forma de referir poéticamente, sucesos cotidianos, políticos o militares, y así se difundió y entronizó un modo que encontró en el “Martín Fierro” un tratado de contenido nacional.
Expresión única en América. Que no en vano Jorge B. Rivera ha sostenido que “la creación más original del Siglo XIX fue la literatura gauchesca”, y por eso reafirma Don Lázaro Flury: “El lenguaje define al pueblo criollo, con su acendrado amor a la libertad y su aversión a la esclavitud y la injusticia”.
¡Si habrás sido grande gaucho!, que nos legaste un género, que aún hoy, Año del Bicentenario, aunque no lo quieran ver y lo soslayen, está latente en el pueblo de raíz gaucha.

martes, 24 de enero de 2012

COMBATE DE SAN ANTONIO DE IRAOLA

Porque involucra a antiguos vecinos de estos “Pagos”, y porque estamos en un nuevo aniversario, vamos a historiar ligeramente el llamado “Combate de San Antonio”, librado el 13/09/1855 -hace 156 años-, entre Guardias Nacionales al mando del Cmdte. Cnel. Nicanor Otamendi, y caballería indígena del Cacique Yanquetruz.
Para ubicar al oyente, digamos que tras la caída de Rosas en 1852, se rompe la delicada paz que aquel mantenía con sus tratados con las distintas tribus del llamado “desierto”. Así, tras el desastre de Sierra Chica en que la ambiciosa expedición con la que el Cnel. Emilio Mitre pensaba escarmentar a las tribus, sufrió la humillación de la derrota total a manos de Catriel, Calfucurá y Cachul, todo el “desierto” levantó sus lanzas como nunca antes.
Con el afán de encontrarle un remedio a la situación, se le ordenó al Gral. Hornos (sobre quien en cualquier momento hablaremos pues sus restos descansan en el cementerio local), que preparara su ejército en Azul, con la intención de batir hacia el sur de la provincia, abriendo abanico a este y oeste. Estando en eso, y sabiendo que el campo se movía y mucho, ordenó al Cnel. Nicolás Otamendi, que al frente de un cuerpo de 128 plazas de Carabineros de Guardias Nacionales, se adelantase en observación. Éste sale desde Azul, siempre bajo la atenta vigilancia de descubiertas indias que no le perdían pisada, y que a medida que se aleja de esa base de operaciones comienzan a acosarlo con mayor insistencia. Así, al atardecer del día 12/09 llegan a la Estancia “San Antonio”, de José G. Iraola, donde ante la cada vez más comprometida situación, ordena parapetar hombres y animales en el gran corral de palo a pique, distante algunas cuadras de la población principal, decidido a resistir y dar combate, esperando recibir refuerzos. Es así que poco después, en la madrugada del día 13 la gente de Yanquetruz ataca de firme, mandando los caballos por delante desplazando a los lanceros como infantes, pudiendo así llegar a la empalizada sufriendo menos bajas, y comenzar el combate cuerpo a cuerpo; a todo esto, los montados de los soldados, totalmente enloquecidos por la gritería infernal, el estruendo de las armas y el revuelo del combate, atropellaban sin control al no poder escapar del corral. Como resultado del combate, 126 hombres murieron, salvándose un “trompa” que es llevado cautivo, y un soldado apellidado Roldán, que gravemente herido, fue dado por muerto, quien recuperado narró lo sucedido.
Entre los muertos estaban el Capitán Cayetano de la Canal y su hijo, el Tnte. 1°, Pedro. Ambos descansan en una pequeña y siempre pulcra bóveda del Cementerio de Magdalena, donde una placa de mármol, según el lenguaje y abreviaturas de la época, reza: “Aquí descansan los restos del Capitán de Gs. Ns. Dn. Cayetano de la Canal é hijo Dn. Pedro de la Canal Teniente 1° del mismo escuadrón murieron peleando valientemente con los Salbajes de la Pampa en San Antonio ala Cabesa de su Escuadrón el día 12 de octubre de 1855 este benemérito y buen amigo murió a los 48 años siete meses y su hijo a los 24 dos meses. Su esposa é hijos y demás deudos le dedican este recuerdo pa. que inmortalise su memoria y valiente comportación”. (Por error se ha grabado ‘octubre’ en lugar de septiembre).
El escritor Oscar Julianelli, en su historia novelada “Un grito en el desierto”, supone el momento de la muerte de nuestros héroes narrado por el soldado sobreviviente, de este modo: “Vi morir al Capitán De la Canal alcanzado de un bolazo en plena frente. Nunca podré olvidarme de esto puesto que el hijo, también soldado, vio al indio que había matado a su padre y se le tiró encima con una furia y rabia increíbles. Tenía tanto odio y tantas ganas de venganza encima, que el salvaje, a pesar de ser mucho más grande, no aguantó ni un minuto; tres sablazos cruzados y un montón de patadas acabaron brutalmente con él. Después, un lanzazo por la espalda acabó con la vida del joven De la Canal”.
El sitio del combate, se encuentra a 5 kms. de la actual ciudad de Benito Juárez.
Vale agregar, para ubicar al oyente, que este Capitán De la Canal había nacido en 02/1807, siendo su padre Juan José de la Canal Rivero, Tnte. Alcalde del “Pescado” y luego Juez de Paz, ubicándose este sitio a la altura del Km. 16 de la actual Ruta 11, en el arroyo de tal nombre. Fue su madre Micaela Gómez de Saravia y Ponce de León, quien le dio 7 hermanos.
Por su parte, el Capitán estaba casado con María Ramírez, con quien tenía otro hijo, Victorio, a la postre, fundador de la ciudad de Necochea.
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Como los laureles deben llevárselos quienes hicieron los méritos, decimos que hemos extraído estos datos, de: “Callvucurá y la dinastía de los Piedra”, de Estanislao Zeballos; “Catriel y los indios pampas”, de Alberto Sarramone, y de los estudios genealógicos de Don Roberto De la Canal -de Chascomús- que quizás nos esté escuchando.

La Plata, 8 de septiembre de 2011

("Poetas Criollos... y otras yerbas" - Micro Nº 25 - Aud. "Canto en Azul y Blanco" - Radio Univ. Nac. de La Plata)

COMBATE DE SAN GREGORIO

El 3/02/1852, hace casi 160 años, Urquiza, tristemente aliado a tropas de Uruguay y Brasil, coaligadas en el llamado Ejército Grande, derrota en la Batalla de Caseros a Juan Manuel de Rosas poniendo fin a su gobierno.
Cumplido este objetivo, la clase dirigente de Bs. As. (por llamarla de algún modo), no se veía representada por el vencedor y los gobernantes designados, y así, tras agudos vaivenes, bajo la inspiración del Dr. Valentín Alsina, en septiembre/1852 se produce la llamada “Revolución del 11 de Septiembre”, y a fines de octubre Alsina es electo gobernador, e inmediatamente envía tropas para tratar de impedir el funcionamiento del Congreso Constituyente.
El despertar de diciembre viene apareado con la sublevación que en la Villa del Luján encabeza el prestigioso Cnel. Hilario Lagos, quien pone sitio a la ciudad de Bs. As.
Estos son, en trazo grueso, los antecedentes que desencadenan el “Combate de San Gregorio”, que tuvo su acción el 22/01/1853, y que cuenta como uno de sus jefes al Cnel. Pedro Rosas y Belgrano, en esta circunstancia opuesto a Lagos, a pesar de la ‘cuasi’ amistad que los vinculaba.
Pedro Rosas y Belgrano había nacido el 29/07/1813, siendo hijo no reconocido del creador de la bandera y de María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación, la esposa de Don Juan Manuel de Rosas, con cuya familia se crió como hijo adoptivo, habiendo tomado el apellido de su protector, para quien fue más que su propio hijo Juan Bautista, como que lo acompañó en la vida rural y militar, habiendo sido de adolescente uno de sus escribientes.
Rosas y Belgrano, que tenía desde el gobierno anterior, su asiento en Fuerte Azul, con tropas del centro, sur y este de la provincia, más una columna de 500 indios tapalqueneros, se pone en movimiento hacia la ‘boca del Salado’, donde debían incorporársele refuerzos enviados por barco. Otros jefes son: el Cnel. Agustín Acosta, el Cap. Pedro de Retolana, el Cmdte. Nicanor Otamendi, el Tnte. Cnel. Dalmiro Otamendi y el Cnel. Matías Ramos Mejía, a los que a último momento se suma el Cnel. Faustino Velazco, el soldado de mayor experiencia militar de todos los nombrados; boliviano de nacimiento, a los 13 años había sentado plaza en el Regimiento 2 del Perú cuando las luchas de la Independencia Sud Americana. Y a éste, Rosas y Belgrano entrega el mando.
Con el objeto de observar los movimientos e interrumpir el avance, Lagos ha despachado al Cnel. Juan Francisco Olmos, un avezado jefe unitario fogueado en muchos entreveros y hombre por demás rudo en su trato.
El 21/01 ambas fuerzas se sitúan en los campos de “San Gregorio”, nombre del puesto de la “Estancia Juancho” de la familia Miguens, entre las lagunas “La Abrazadora” y “Potrerito”, y el arroyo “Las Piedritas”.
En la tarde del 22, la vanguardia de Olmos embiste las guerrillas de Velazco, y mientras los indios tapalqueneros sostiene las cargas enemigas, el enfrentamiento es parejo, pero cuando estos son cortado del resto de la División, cunde el desbande sin haberse llegado a un choque decisivo. Han transcurrido unas tres horas.
El Cnel. Velazco, sin compasión de Olmos es pasado a degüello lo mismo que el Cap. Retolana, y Acosta muere ahogado al intentar bandear “El Salado” en desesperada fuga. Rosas y Belgrano se entrega prisionero y su vida fue salvada por intermediación de la diplomacia extranjera y el aprecio de algunos jefes vencedores.

Indudablemente pesaron los apellidos.
A un año de la acción, marcaban el lugar los cuerpos insepultos de las víctimas de aquel choque.
……………………..
Dos o Tres Curiosidades

En dicho combate tuvo su bautismo de fuego un joven de 18 años llamado José Hernández, que formaba en las partidas que habían bajado de la zona de Sierra de los Padres, el que 20 años más tarde publicaría la historia gaucha de “Martín Fierro”, cuya primera edición financiaría Zoilo Miguens, casualmente miembro de la familia propietaria del campo en que se desarrollaron las acciones.
La otra particularidad está dada porque ese 22/01 se extravió en el campo de combate, un caballo que sería famoso parejero: el criollo “Pangaré Buey”, nacido en la “Estancia Tamanquiyú” de Lobería, propiedad del Cnel. Benito Machado, el que después de ser ‘cuartero de diligencia’, fue descubierto como veloz parejero en una esquila en la estancia de Ford, y de allí en más ganador e imbatible en todos los tiros.


("Poetas Criollos... y otras yerbas", micro Nº 41 - Aud. "Canto en Azul y Blanco" - Radio Univ. Nac. de La Plata)