domingo, 5 de octubre de 2025

EDUARDO ANDRÉS GROMAZ PARRA

 Este mes de octubre es aniversario del desaparecido poeta "cuasi" Marplatense que estaría cumpliendo 103 años. Un referente del tradicionalismos de esos pagos. Entre sus muchos temas, "El Carrero" (también conocido como "Carrero Viejo"), tuvo mucha vigencia en las décadas del 70 al 90.


Nació en el campo “La Morocha”, en Napaleofú, partido de Balcarce, el 13/10/1922, siendo hijo de Doña María Micaela Parra y Don Federico Gromaz, ambos españoles, siendo Andrés el mayor de 8 hermanos.

En la vida rural -donde hizo de todo un poco-, su primer oficio fue ser boyero de tambo, iniciándose alrededor de los 13 años, y un lustro más tarde cuando comienza a borronear renglones, uno de sus primeros versos los dedica a ese primer trabajo.

En otro cuenta: “Caballerizo, mensual, / peón de tambo y arador, / y aunque no fui domador / como tuve algún pariente / en un redomón corriente / supe andar como el mejor.”

Por 1940 empezó a trabajar en un “almacén de ramos generales” en San Martín, partido de Lobería, y a los 20 años se radica en Mar del Plata, donde desarrollará su vida y donde se abocará afanosamente a la defensa y difusión del quehacer tradicionalista.

No ha cumplido 22 años cuando debuta en la conducción de la audición radial “Mosaicos Criollos”, en LU6 Radio Atlántica, con la que estuvo 12 años en el aire.

A instancias de su padre (un español muy acriollado llegado al país a la edad de 16 años), de niño se aficionó a los versos criollos, habiendo sido “mi primera cartilla… el Martín Fierro”, como alguna vez escribió. De allí a volverse autor había tan solo un tranco, y ese tranco lo dio con tal solvencia, que en el ambiente del tradicionalismo marplatense no dudaron en llamarlo “El Poeta de la Tierra”.

Como buen poeta popular eligió las estrofas rimadas para expresarse, y si bien manejó las distintas formas, se inclinó principalmente por las décimas, a las que supo imprimirle una sabrosa expresión paisana, con un decir llano y simple, directo, como si fuese contando cuestiones de su propia vida.

Héctor del Valle, Rodolfo Lemble, Alberto Merlo y Daniel Garbizu, han grabado temas de su autoría.

Lo sobrevive un libro: “Como Soy”, aparecido póstumamente. El mismo se presentó en la Sala A del Centro Cultural Gral. Pueyrredón, el 11/11/1999. El mismo fue reeditado en 02/2014.

Lo cierto es que nuestro poeta falleció el 13/11/1994, cuando junto a 3 de sus hermanos, ya montados, se encaminaban a participar del desfile en la Fiesta de la Tradición, en el campo de jineteada aledaño al Museo Municipal “José Hernández”, y junto a la Laguna de los Padres.

Tenía 72 años y mucho por dar aún.


martes, 11 de febrero de 2025

Del Anecdotario: Eustaquio Tolosa

 Me motiva escribir estos renglones, la circunstancia de que en estos últimos meses fueron publicados dos artículos, por dos autores distintos –donde se me menciona y se referencia mi libro, cosa que agradezco-, en los que se da a entender que el célebre caballo doradillo colorado del cuerpo de Granaderos a Caballos llamado “Decano”, fue animal de la silla del General San Martín, lo cual es inexacto, ya que ninguno de los libros de memorias de camaradas suyo, lo citan, ni tampoco los historiadores, empezando por Mitre y los López, lo dicen.

Se novela la realidad y se la idealiza; el caballo ni nació a la sombra protectora de un ombú cercano a la casa de la estancia, ni fue criado por quien después sería el Tnte. Cnel. Miguel de los Santos Cajaraville (hasta entonces este era solo “un niño” porteño).

Hay que tener idea de la vida de la antigua estancia criolla. Entonces no existían las cabañas criadoras de yeguarizos; no había animales de raza, y todos los montados respondía al caballo que después se dio en llamar “raza criolla” y entonces se distinguía como “el caballo del país”. Las estancias tenían manadas en estado natural y estas, por lo general, se aquerenciaban en las peores partes del campo, como pueden ser los bajos y bañados. La doma, sin vuelta de hoja era a la criolla, y sabían salir caballos como este que se ganó en la historia.

De esa manada y ya hechos caballos, fue que Don Andrés Cajaraville eligió dos para que su hijo pudiese cumplir el sueño de integrar los granaderos.

Concluida la Campaña de Chile y enfermo el soldado, éste pidió la baja, y tras volver a la Patria fue a recluirse en la Estancia paterna ubicada geográfícamente en la zona rural de lo que HOY es el pueblo de Bavio.

Allí no había galpones. Solo un rancho a dos aguas, con paredes de ladrillos (fabricados estos en un puesto de la estancia que tenía horno), bastante largo, techado con tejas de ripia (de madera, estas). Según el historiador de Atalaya, Don Raúl Afranchino, el soldado transformó en box la habitación del extremo sud de esa construcción para brindar cobijo a su animal, que vivió allí desde (aproximadamente) la primavera de 1820 hasta 1825, dato este que nos sirve para cerrar diciendo que este año se cumplen 200 años de la muerte de tan noble pingo.

¡Valga tu recuerdo, valeroso “Decano”!

La Plata, 04/febrero/2025

Carlos Raúl Risso E.-



DECANO - el caballo que NO FUE de la silla de San Martín

 Me motiva escribir estos renglones, la circunstancia de que en estos últimos meses fueron publicados dos artículos, por dos autores distintos –donde se me menciona y se referencia mi libro, cosa que agradezco-, en los que se da a entender que el célebre caballo doradillo colorado del cuerpo de Granaderos a Caballos llamado “Decano”, fue animal de la silla del General San Martín, lo cual es inexacto, ya que ninguno de los libros de memorias de camaradas suyo, lo citan, ni tampoco los historiadores, empezando por Mitre y los López, lo dicen.

Se novela la realidad y se la idealiza; el caballo ni nació a la sombra protectora de un ombú cercano a la casa de la estancia, ni fue criado por quien después sería el Tnte. Cnel. Miguel de los Santos Cajaraville (hasta entonces este era solo “un niño” porteño).

Hay que tener idea de la vida de la antigua estancia criolla. Entonces no existían las cabañas criadoras de yeguarizos; no había animales de raza, y todos los montados respondía al caballo que después se dio en llamar “raza criolla” y entonces se distinguía como “el caballo del país”. Las estancias tenían manadas en estado natural y estas, por lo general, se aquerenciaban en las peores partes del campo, como pueden ser los bajos y bañados. La doma, sin vuelta de hoja era a la criolla, y sabían salir caballos como este que se ganó en la historia.

De esa manada y ya hechos caballos, fue que Don Andrés Cajaraville eligió dos para que su hijo pudiese cumplir el sueño de integrar los granaderos.

Concluida la Campaña de Chile y enfermo el soldado, éste pidió la baja, y tras volver a la Patria fue a recluirse en la Estancia paterna ubicada geográfícamente en la zona rural de lo que HOY es el pueblo de Bavio.

Allí no había galpones. Solo un rancho a dos aguas, con paredes de ladrillos (fabricados estos en un puesto de la estancia que tenía horno), bastante largo, techado con tejas de ripia (de madera, estas). Según el historiador de Atalaya, Don Raúl Afranchino, el soldado transformó en box la habitación del extremo sud de esa construcción para brindar cobijo a su animal, que vivió allí desde (aproximadamente) la primavera de 1820 hasta 1825, dato este que nos sirve para cerrar diciendo que este año se cumplen 200 años de la muerte de tan noble pingo.

¡Valga tu recuerdo, valeroso “Decano”!

La Plata, 04/febrero/2025

Carlos Raúl Risso E.-

domingo, 12 de enero de 2025

OMAR ITALIANO - Poeta Ayacuchero

Salvando una deuda – Ni cuando hice el micro radial de 200 emisiones titulado “Poetas criollos y… otras yerbas”, en la audición “Canto en Azul y Blanco” de Oscar Lanusse, por Radio Universidad Nacional de La Plata; ni cuando a la mayoría de esos trabajos los compilé con forma de libro en “150 Semblanzas de Poetas Criollos Bonaerenses” en 2023, incluí al poeta Omar Italiano. Fue una desgraciada omisión que no tiene explicación alguna, y más lo lamento porque no creo que vuelva a realizar una edición ampliada de ese libro. En parte me ayudará a salvar dicha falta, esta publicación a través de sitios de Internet.

 ITALIANO, Omar Alfredo – El poeta y cuentista de Ayacucho, nació en el hogar conformado por María Angélica Fiorita y Hermenegildo Luis Italiano, en el año 1924. Su padre fue escritor y periodista.

Tuvo tres hermanos pero desconocemos los nombres. Esto se certifica porque en carta que en 1972 cursara al escritor/historiador ayacuchense, Ángel H. Azeves, le dice: “…he hablado con mis hermanos…”.

Escribió desde la infancia, y explicó: “…he tenido intuitivamente, necesidad de manifestar mis ideas y sentimientos en prosa o poesía, sin forzar mi voluntad para hacerlo así, casi como un impulso natural y placentero siempre para mi intina complacencia y sin interesarme que trascendiera a los demás”.

Fue extremadamente severo en juzgar sus creaciones, lo que lo llevaba a guardarlas sin compartir, salvo un grupo íntimo. Y fueron esos pocos (familiares e íntimos amigos) los que lo indujeron a darlos a conocer en las páginas de un libro.

Éste se tituló “Imaginando Realidades – poemas y cuentos”, y apareció en 4/1998 impreso en Talleres de Gráfica Linares, de Tandil, edición que corrió a cargo de la Municipalidad de Ayacucho. Libro divido en dos partes, l primera con 24 poesías y la segunda con 12 cuentos.

Sus versos criollos llegaron a la Capital de la provincia y sus alrededores de la mano del payador y cantor Rodolfo Lemble, cuando éste se afincara por estas latitudes. Oportunamente le grabaría: “Te debo aquel poema”, con melodía de vals, y las milongas “Con la mejor intención”, “Siempre se aprende”, “Mirando al sur” y “Ni en la loma ni el pozo” ésta como milonga corralera.

Casado con Isabel Nobleza (“Isabelita”), conformaron un hogar que se prolongó en dos gajos: Héctor Omar y Lis Estela. En su vida de todos los día y laboral, fue martillero público.

De sus creaciones aclaró: “Eso sí, estos hijos literarios son auténticamente míos, sin copias ni imitaciones voluntarias, sin intenciones subrepticias, totalmente sin mala fe y por eso asumen íntegramente errores y aciertos si los hubiere”.

Falleció el poeta en su ciudad de radicación, a los 95 años de edad, el 25/09/2019, procediéndose a la cremación de sus restos en la ciudad de Dolores.

Del Anecdotario

En dos oportunidades estuve y compartí palabras con Italiano.

La primera fue el 20/06/1983. En esa década del 80 La Plata vivía un efervescente fervor tradicionalista, encabezado por la Comisión Permanente de la Tradición en La Plata.

En dicha jornada se rendía homenaje a la enseña Patria, en el Monumento a la Bandera de Plaza Belgrano (Avda. 13 e/39 y 34). Se me había designado para el uso de la palabra, cosa que se había vuelto habitual a pesar de que era yo un mozo de 30 años. Mucho público congregaba el homenaje (hoy no sería ni parecido). Concluido el acto, con mucha gente formando corrillos de conversación, se me acerca un señor, sesentón quizás, más vale bajo, que me saluda cortésmente, me felicita por lo dicho, pero… me hace una observación: “Le recomiendo que la próxima vez que hable, no lea, improvise, hágalo sin papel”. Le respondí algo así como que “eso era imposible”. Pero su dicho había calado profundamente en mí. Y ocurrió que para el próximo discurso, ni lo estudié de memoria ni llevé algo escrito, ni siquiera apuntes. Y así fue de ahí en más. Gracias al aporte de este hombre.

La segunda ocurrió el 24 o 25/09/1999, tres lustros y yapa después. En la ocasión viajamos a Ayacucho con Manuel Rodríguez para asistir a la presentación del libro “Del Chiripá al Pantalón” de Abel Gari. Tras el acto, éste nos invitó a su casa a compartir unas empanadas y un vaso de vino, y allí departimos y compartimos con Omar, tratando de recordar viejos versos a dos voces, como fue el caso de “El Despido”, hasta pasadas las 3.30 de la noche.

En un momento dado después de medianoche Omar se retiró y volvió al rato con un ejemplar de su reciente libro, con una dedicatoria estampada: “Para Carlos R. Risso materializando la permanencia de mi vínculo que aunque signado por largas ausencias nunca fue negado ni olvidado; dejo en tus manos cuatro emociones que en letras se hacen realidad”. Algo de lo que dice tiene que ver con que no gustaba responder la correspondencia que se le enviaba… y yo le escribía.

                                                                                                       La Plata, 12/01/2025

Carlos Raúl Risso E.-

sábado, 28 de diciembre de 2024

JOSE MAYO "P.e.p.e." CIPOLLA - un luchador por la cultura

 


Creo que fue en el 58 cuando mi padre se quedó sin trabajo al cerrar la Cooperativa Lechera, ex Jáuregui Lorda, de calle 42 e/1 y 2. Mi tío abuelo René Roo lo acercó a Bellone Hnos. de calle 37 e/4 y 5, fábrica de mosáicos, donde coincidió con “P.e.p.e.” Cipolla que ya era peón en dicha empresa. Por lo tanto tendría 6/7 años cuando conocí a este personaje, que no tardó en hacer amistad con mi padre.

Deduzco, en base a recuerdos, que había nacido el 25/05/1920, viviendo en la zona de calle 11 e/ 32 y 33, o 33 y 34, aproximadamente.

Era socialista y un hombre de la noche. Un gran noctámbulo. Siempre de saco y corbata y peinado a la gomina, tenía como su “parada”, el Bar “El Parlamento” de Avda .51 esq. Avda. 7, entonces lugar emblemático del centro platense. Empedernido fumador, gustaba saborear en tragos cortos, whisky o alguna otra bebida blanca.

Solía realizar en los clubes de Zona Norte y barrios aledaños, festivales artísticos que organizaba con mucha dedicación, y que si mal no recuerdo, eran de entrada libre y gratuita. Recuerdo a los clubes Lavalle, Mayo, Ateneo Popular, Sporting, Centro de Fomento y Biblioteca “Mundial”, Centro de Fomento Pedro Benoit, Centro de Fomento y Biblioteca Gral. San Martín…

Había un grupo de artistas que siempre convocaba y le respondían: El Matrero Iriarte y la Estrella Rubia del Folclore (pareja de danza), Rodolfo Molinari (primer ganador de Baradero), Marquitos Mareco (cantor paraguayo), Edelfor Martino (gran recitador español), Pedro Roca y sus Musiqueros, Los Arrieros de Ipacaraí, Omar Montes, Los del Cardón, Conjunto Peñaflor, Rubén Darío, Héctor del Prado, Los Huelleros Sureños, etc. etc.

En reuniones familiares o en los asados que con sus compañeros organizaba mi padre en el campo de mi abuelo, supo y conoció mi afición por decir versos criollos. Así fue que me regaló el libro “Versos de Martín Castro” aconsejándome su lectura.

Se hizo amigo de mi casa donde contaba con el aprecio de todos, inclusive, ya casado, también mi esposa lo apreciaba, y vuelta a vuelta era uno más en la mesa familiar.

En los años de secundaria (1965 / 1969), en las clases de “Mecanografía y Estenografía”, aprendí a desempeñarme bastante bien con la máquina de escribir. Y si a esto le sumamos que al cumplir 18 mis padres me regalaron una máquina portátil, más o menos que se estaba delineando un destino de escritor. (Ya hacía un par de años que componía versos).

“P.e.p.e.” compraba blocks de hojas oficio (no resmas) y papel carbónico, y me traía escritos prolijamente de puño y letra, sus versos, que a cambio yo se los pasaba en limpio, dejándome siempre una copia y el original para que los guardara. Esta circunstancia ha provocado que yo conserve casi todo lo que escribió que sigue inédito.

En estos encuentros yo le mostraba lo nuevo que tenía que él leía concienzudamente y hacía observaciones. No era de halago fácil, se limitaba a comentar cosas como “Está bien, pero tenés que lograr un mejor remate”, por ejemplo. Hasta que un día, leyendo unos cuartetos que titulé “Viento”, se le escapó un: “¡Esto es un poema!” (forma parte del libro “De Mis Mayores”).

La misma actitud tenía cuando me veía en un escenario interpretando poesía: “en tal cosa estuviste bien, pero te faltó elocuencia en tal momento”. Íntimamente yo sabía que le había gustado, pero él, exigente, iba por la perfección.

Mor motivos que no viene a cuento comentar ahora, a partir de 12/1976 decidí abandonar la actividad artística y en esa actitud me mantuve hasta 05/1979, cuando mi padre (en ese momento vicepresidente de “El Alero”), me comentó que estaban organizando un acto en homenaje al Centenario de las Campañas del Desierto, para el que querían contar con Francisco Chamorro y mi decir.

Así se hizo, y la reunión se llevó a cabo en el salón de actos del primer piso del Círculo de Periodista que quedó chico ante la mucha asistencia de público. En la ocasión hicimos dos entradas cada uno, creo -no estoy seguro- que me tocó cerrar.

Cuando salimos del escenario con Francisco, era un amontonamiento de gente esperando para saludarnos. Fue muy especial y emotivo pues nunca antes me había pasado. El grupo se fue diluyendo, y para el final, a un costado, sin apuro, estaba “P.e.p.e”. demás está decir que me felicitó, pero… a diferencia de todos los anteriores, me hizo observaciones. Que así era él.

Entre sus muchas actividades, si no me equivoco, se había iniciado en el grupo de teatro vocacional del Club Lvalle, de donde saltó al movimiento pionero de “La Lechuza”; también fue operador de Radio Provincia cuando ésta funcionaba en el Teatro Argentino; participó de la creación del Grupo de Teatro Independiente La Plata, siendo su iluminador (allí estaba quien luego ganaría fama, Mario Castiglione; y en una ocasión, a invitación suya asistimos con mi novia a la Sala Discépolo a presenciar “Nosotros los Otros”), y hacía el final de sus día había creado un taller de teatro con un grupo de jóvenes, en los que tenía cifradas esperanzas.

Para festejar sus 60, mi madre y mi esposa prepararon una cena (algo que a él le gustaba pero que ahora no recuerdo), le hicieron una torta, se le compró un pullover para regalarle, y si bien asistió, pidió mil disculpas porque no iba a comer, porque hacía días que no andaba bien del estómago. Poco después de esto fue internado muy delicado, en el Hospital Español, donde llegué a visitarlo y sé que eso lo alegró.

La necrológica de Diario El Día del 28/06/1980, expresó: “…falleció ayer a los 60 años de edad luego de soportar una corta pero cruel dolencia.”. Un cáncer fulminante se lo llevó de apuro.

En cuanto a su sobrenombre, el siempre en los afiches lo escribía de este modo: “P.e.p.e.”.

Ojalá la vida me diera la posibilidad de publicar, en pequeña tirada, sus poemas, para poder dejar ejemplares en las bibliotecas de los clubes que frecuento con sus festivales.

A su modo, sin estridencias, puedo afirmar que fue quijote moderno enfrentando las aspas de los molinos improcedentes.

La Plata, 27/12/2024

 

 

Del Anecdotario

 

Por octubre de 1978 me interné en el Hospital Italiano donde me intervinieron quirúrgicamente, y lo que en principio se planteó como algo sencillo, me llevó a permanecer dos meses  acostado boca arriba, con sondas y otros cables que no me hacían la vida fácil. Compartía una habitación con otros dos internados, aclaro que en muy buenas condiciones hospitalarias.

“P.e.p.e.”, que siempre estuvo brindándome apoyo, estudió los pasillos, los horarios, los distintos accesos, y descubrió “falta de control” en una puerta que daba al estacionamiento interno; también probó el ingreso desde la calle a esa playa, y descubrió que después de las 20 hs. podía entrar sin inconvenientes.

Así fue que tras las curaciones y servir la cena a los pacientes, las luces de las habitaciones se apagaban, y el activo movimiento diurno se iba apaciguando. Ese era el momento en el que la puerta de la habitación se abría suavemente, y como mi cama era la más próxima, ingresaba y ocupaba la silla que estaba contra la pared, y en voz baja charlábamos un rato, me comentaba algunas novedades, si estaba organizando algo o si había escrito un nuevo poema. Cumplido ese ritual, se despedía y marchaba hacia la noche de “El Parlamento”.

Incontables veces realizó esa operación durante esos dos meses.

Nunca lo olvidaré.

lunes, 30 de septiembre de 2024

1921: YA NO QUEDAN GAUCHOS

 

¡COMO CAMBIAN LAS COSTUMBRES CRIOLLAS!

 Don Eusebio Garayzabal, mayoral de galera, comisionista, distribuidor de encomiendas e intermediario en la compra venta de hacienda, en la zona de 25 de Mayo y en la época finisecular del Siglo 19, nos deja un relato sobre la liquidación de los múltiples rodeos de la Estancia “Fortín Luna” en Carlos Casares, para dedicar sus campos a la agricultura, esto cuando la sucesión de Don Vicente González, el viejo propietario.

El martillo en aquella liquidación estaba en las manos de Don Pedro Alchourrón, de la acreditada firma porteña. Don Eusebio, junto a sus amigos Santorufo y Dupero, salió de 25 hasta Bragado en auto; de allí a Casares en tren, y de esta a la Estancia nuevamente en auto. Recordemos que hablamos de 1921, y esto era todo una odisea, que en nada amedrentaba a quien había sido mayoral de galera.

“Estaba saliendo el sol cuando llegamos a ‘Fortín Luna’. Aquello era un hormiguero en plena actividad. Campo, cielo y vacas nomás se veía hasta donde alcanzaba la vista”.

Ese día “llegaron más 50 hombres con tropillas; unos buscando conseguir algún arreo de tantos lotes que habían de venderse, y otros, capataces de algunos compradores que ya venían con el firme propósito de comprar”.

Hombre campero él, se arrimó a la ensenada donde acampaban los paisanos con tropillas, lo que le permitió “observar aquel elemento tan distinto de otros tiempos”. Y aunque parezca mentira se refería a solo 25 años atrás (1896).

Describe: “Caballos de distintos tipos y pelos en cada una de las tropillas; hombres con indumentarias diferentes y raras; algunos de blusa corta, corralera, tirador bien recamado de chirolas, bota, bombacha y chambergo; muchos de jockey y breches y hasta con polainas y botín de elástico alguno. ¡Qué ridículo y que desgracia!

Tres solos de chiripá y uno solo de bota de potro; ese único que era el que estaba en su papel, resultaba un pájaro raro. Lo único que no ha desmerecido son los cencerros; al contrario; su eco es más sonoro y tan argentino como antes.”

Vale aclarar que don Eusebio Garayzabal publicó sus memorias en 1935, en un pequeño opúsculo en el que reunió una serie de artículos que previamente había publicado el periódico “El Imparcial” de 25 de Mayo. Los compiló bajo el título de “Recuerdos Viejos del Tiempo Antiguo”, y hoy 90 años después sirven para echar luz sobre esos tan interesantes tiempos idos.

La Plata, 30/septiembre/2024

domingo, 29 de septiembre de 2024

ALZAPRIMA

 Voz que deriva de la antigua ‘alzaprime’, según la Real Academia, y que está compuesta por la unión de los imperativos ‘alzar’ y ‘prime’, y que originalmente designaba a una ‘palanca’, o sea un elemento para transmitir fuerza.

Entre nosotros y en Uruguay, dicha Academia expresa que es “la cadenilla que sirve para levantar y fijar al  talón las espuelas pesadas”, y que es de uso en el medio rural.

Hablando claro, el maestro criollista Justo P. Sáenz (h), en su célebre “Equitación Gaucha”, define: “…guasca, cadenilla o eslabonado de plata de la espuela, que pasando por el empeine del pie, sirve para asegurar mejor está,  e impedir que al colgar excesivamente hacia abajo, se arrastre demasiado la rodaja al caminar”.

Viendo el fin que cumple, podemos inferir que, de alguna manera, ejerce una especie de palanca, sobre todo en los tiempos viejos cuando las grandes espuelas se usaban destalonadas. Esto nos remite al origen español de aquella ‘alzaprime’ ya citada al inicio. Sobre este punto, poéticamente dijo Nicolás Granada en las decimas de “El Recao”: “Estas espuelas coquetas,  / de ruidosas alabadas, / colgaban destalonadas / de la ‘alzaprima’ sujetas”.

Y si bien hoy en nuestra campaña el uso de la espuela ha decaído, se las usa mucho en las ensilladas ‘domingueras’ de los desfiles, y entonces suena la palabra “alzaprima”, como cuando Pedro Risso cuenta: “Y al lucir en mis talones / unas espuelas sin brillo / con nudo fuerte y sencillo / las ‘alzaprimas’ guapeaban, / y a mis botas las maneaban / del empeine y del tobillo”.

Hay otra “alzaprima”, como también se llama, que es la trencita o cadenilla que se prende a los ojales superiores del tirador, para que la rastra quede más suelta y con cierta caída: “Como la rastra era pesada y el tirador holgado se hacía necesario para mantenerlo arriba, un tiento, para ceñirlo. Jamás la usaron ajustado a guiso de faja o cinto”, tal cual describe Don Nicanor Magnanini, en su “El Gaucho Surero”, especie de memoria que escribiera hacia 1943.

Y aunque nada tiene que ver con nuestra campaña, en la gran región del ‘Chaco’, al rústico carruaje de dos ruedas que se usa para transportar troncos, también se lo denomina “alzaprima”.

……………….

 Hay otra “alzaprima”, moderna y contemporánea y que nada tiene de tradicional, y es la que se prende de la punta de la vaina del facón y se asegura al tirador con la finalidad de que aquel no se balanceé. Dicho implemento no existió en los tiempos del gaucho neto.

Pero… agregando una nota discordante que no obviamos porque todo suma, en su “Vocabulario y Frases de Martín Fierro” (1957) de Francisco I. Castro, éste dice que tal elemento, con el nombre de “cardillera” existió. Que sepamos, es la única voz que sostiene su uso, pero es para nosotros, palabra absolutamente desconocida en el habla gaucha.

                                                                        La Plata, 10/Octubre/2023