Cuando en abril de 2015 nos acercamos a
visitar el “10° Encuentro de Sogueros y Guasqueros” en Cañuelas, no solo
vivimos una hermosa jornada de cultura criolla, sino que tuvimos la oportunidad
de ver algunas curiosidades y rarezas.
Allí, en el puesto que la artesana
talabartera de Talar de Pacheco, Graciela Roso compartía con su compañero, el
muy paisano y buen soguero de Navarro, Abel González, pudimos observar un
magnífico “poncho de cuero”, réplica en medidas y peso -según ambos nos
refirieran-, del que poseyera D. Justo José de Urquiza. ¡Nos quedamos
maravillados! ante la calidad y delicadeza del trabajo.
Esta referencia nos puso a trabajar
hurgando en la memoria, y si bien alguna vez pudimos haber leído algo, la
primera noticia que se nos presentaba, era un verso escrito por el payador Aldo
Crubellier, con el que obtuviera un premio en 1988; también se nos cruzaba un
trabajo del poeta Roque Bonafina, pero éste había escrito sobre la confección
de “ponchos encerados”.
Decía Crubellier que el gaucho “Antes que el poncho araucano…” tuvo la
necesidad “de usar un poncho de cuero.”.
Y entonces lo confeccionaba y procedía del siguiente modo: “Tras de matar desollaba / y luego de estar oreado / prolijamente
sobado / como gamuza quedaba. En el recado lo usaba / sirviendo como bajera, / en
invierno o primavera / fue choza, fue cobertizo, / su poncho de yeguarizo /
aquí como en la frontera”.
Entendemos que allí hay una síntesis
completa de su existencia y uso.
Poncho de Cuero que perteneció a Justo José de Urquiza |
Aún hoy se suele decir entre nuestros
paisanos cuando tienen que cuerear un caballo, que “le van a sacar el poncho”;
cuando en años ya lejanos escuché esa expresión, no se me dio por asociarla a
la tan característica pilcha criolla, pero ahora recapacito y pienso, que
implica una tradición oral, aunque se haya perdido la conciencia de su práctica
usual.
Habiendo sido el nuestro un país de
innegable conformación ecuestre, habiéndose logrado la existencia del gaucho
como un notable pastor ecuestre, y habiéndose vivido por lo tanto una etapa
socio-cultural bien definida como “edad del cuero”, no es de extrañar entonces,
que el cuero le brindase la materia prima para cantidad de pilchas; y del mismo
modo que se confeccionó el calzado con el cuero del yeguarizo -las mentadas
botas de potro-, cuando por algún motivo no dispuso de éste supo utilizar en su
reemplazo el cuero de vaca (aunque no por esto se le cambió el nombre); del
mismo modo supo utilizar este cuero también para confeccionar su poncho.
Y así lo ha sabido relatar ese gran
conocedor de la vida de la campaña que fue don Aron Esevich, cuando en su libro
“Campos de Afuera”, en el cuento “Don Miguel Torres”, nos sitúa en una
“esquina” ubicada por Capilla del Señor, y nos presenta a un resero al que
apoda “Paraguay”, y lo presenta diciendo: “…gastaba
poncho de cuero de vaca yaguané, por lo que aparecía listado, alegre”. Si
mal no interpreto, por lo que refiere, el cuero estaba sin lonjear, conservando
el pelo.
Y agrega de la confección haciendo
participar al personaje del título: “A
caballo y emponchado, el resero se semejaba más a un toldo pampa que a cosa
ninguna. Sus piernas, al asomar debajo de la panza del caballo, acompañaban el
tranco alegre del pingo lidiado con maestría. Miguelito ayudó a descarnar y
macetear aquel poncho, hasta darle textura liviana y suave.”
Ahora bien, el poncho, muchas veces
considerado como una creación propiamente nuestra, ha sido mi entender una
prenda universal, que sí puede haber tomado en América y entre nosotros
aspectos particulares, pero este caso del “poncho de cuero”, bien puede
considerárselo “criollo”.
Del poncho se refiere que ya es citado
por el poeta Virgilio, cuando pone a la reina Dido, enamorada, tejiendo un
poncho que será la prenda que vestirá Eneas con posterioridad al incendio de
Troya, y lo describe: “…un paño
rectangular de unos dos metros de largo por más o menos uno de ancho, con un
orificio en medio para pasar la cabeza”.
Pero volviendo nosotros al que nos
ocupa, nos referenciamos en ese sabio español conocido como Diego Abad de
Santillán, refugiado en nuestra Patria durante el gobierno del Generalísimo
Franco, a la que como agradecimiento le legó una cantidad de obras de carácter
nacional, como su “Diccionario de Argentinimos (de ayer y hoy)”, donde deja
constancia al escribir: “poncho hecho de
un cuero de potro, sobado, que se usó en la campaña bonaerense hasta que se lo
reemplazó por el poncho pampa, introducido por indios pampas y araucanos”.
Algo similar ya había aportado
anteriormente Alfredo Taullard cuando en su “Tejidos y Ponchos Indígenas de América”, había agregado: “Este poncho lo fabricaban los mismos
gauchos con el cuero de potro cuidadosamente sobado, hasta dejarlo flexible
como una gamuza…”; y dice de la forma de portarlo: “se llevaba de bajera en el recado, para tenerlo a mano cuando las
circunstancias lo requirieran”.
Si bien se habla de la región
bonaerense, en “El Poncho - Arte y Tradición”, de Eguiguren/Vega, se agrega que
“En el Uruguay su uso rural se extendió
hasta bien entrado el Siglo XX”.
Graciela Roso, creadora de la replica del histórico poncho de cuero |
Ahora, como nuestra búsqueda comenzó por
la magnífica prenda confeccionada por Graciela Roso, siguiendo sus referencias,
encontramos en nuestra biblioteca una publicación del Museo Histórico Nacional
(Defensa 1600), Boletín N° 3 – 06/2000, y en ella, con la firma de Juan José
Cresto, un artículo titulado “El poncho en nuestra vida y en nuestra historia”,
y en él, al referirse a los veintiséis (26) ponchos históricos que atesora el
Museo, entre los que fueron propiedad de Urquiza, describe un “poncho de gamuza blanca. Sus puntas son
redondeadas y sus dimensiones no son demasiado grandes: 1.47 x 1.89 m”. Acá
se nos plantea la duda porque dice “gamuza” y no “cuero de potro”, pero ya vimos
al principio, que bien sobado el cuero, “como gamuza quedaba”.
Agrega Cresto la ficha inventario del
Museo donde figura registrado como: “Objeto
N° 2964: De gamuza blanca, circundado por cinta de seda granate y un fleco del
mismo color. La abertura central está rodeada por una cinta granate y una cinta
idéntica cruza la pieza de extremo a extremo en ambos lados… Perteneció al
general Justo José de Urquiza. Donación de la familia de Urquiza,
29-VIII-1904”.
Para nuestra, el ya citado libro de
Eguiguren/Vega, traía una foto de la aludida prenda histórica, de donde la
tomamos prestada para ofrecerla a la observación de los lectores, junto a otra por
nosotros tomada en el encuentro de Cañuelas.
El Poncho de Cuero: una prenda
prácticamente olvidada que ha sido recuperada por la artesana Graciela Roso.
La Plata, 31 de octubre de 2015
(Publicado en El Tradicional N° 139)
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