Don Julio y su sobrino Víctor Cabezas |
Fue -quizás- el primer hombre en
realizar la animación de una jineteada tal como hoy se conoce, y esto allá por
la segunda mitad de la década de 1950 (aunque hay quien arriesga que ya por el
‘40 lo hacía); reconocido hacedor de botas de potros, blancas y sobadas como un
guante, cuando en aquellos mismos años no era tan común que los jinetes las
usasen; antes había sido jinete, y aunque no se recuerden hazañas de sus montas
(prefería las clinas y el cuero tendido), sí es sabido que en “jineteada por
equipos”, junto a Manuel González, Cipriano Terán, Manuco Galíndez, Eustaquio
Parodi y Manuel Fernández, resultaron el equipo campeón internacional en 1931,
en Montevideo. Donde se cuenta que más se destacaba, era con el lazo. Y esto no
es todo, porque debemos agregar que fue poeta, y si quizás por ahí estuvo un
escalón por debajo de Charrúa, Menvielle y Risso, no se puede negar que fue un
genuino hacedor de versos camperos que supieron ganarse un lugar propio en los
fogones gauchos.
Ese hombre se llamó Julio Secundino Cabezas, y fue “Cunino”
para el trato familiar y con la gente amiga.
Nunca tuvo empacho en decir que había
nacido en el sur patagónico, más precisamente en el Chubut, habiéndose criado
en la estancia de la familia Yenki, por Esquel. Pero nunca dio más detalles que
esos, ignorándose cuando y donde había nacido.
Pero en agosto de 1963, en entrevista
que el famoso soguero Don Luis Alberto Flores le realizara en su casa de Villa
Insuperable, Lomas del Mirador, partido de La Matanza, le cuenta haber nacido en
1909, en Gobernador Costa, Chubut. El reportaje fue publicado en la edición N°
266 de la importantísima Revista “El Caballo”.
Mucho más acá, abril de 2016, y a raíz
de un artículo mío publicado en Internet, recibo una comunicación de Virginia
Drazer, quien me cuenta ser la nieta mayor de “Cunino”, y me informa que poco se conocía en familia, de Don Julio y sus dos primeras décadas
vividas en el lejano sur, pero también me dice que es tenedora del documento
del abuelo, donde figura asentado el 25/02/1909, en Fuerte Roca, Río Negro.
Dato que nos complica la historia.
Año 1938, jineteando con el cuero tendido, en Parque Camet, Mar del Plata |
En carta del 1/04/2003, el ya citado
Flores, conocedor de mis vínculos familiares y amor por “el viejo Pago de la
Magdalena”, me cuenta que Cabezas le
había referido que su padre era natal de La Magdalena, quien mozo se había ido
al sur, siendo “uno de los primeros
pobladores del oeste del entonces Territorio Nacional de Chubut”.
Casualmente, conocía por relatos de mi abuelo Desiderio Espinel, que el capataz
de la estanzuela de mi tatarabuelo Miguel Espinel, era un tal Cabezas o Cabeza,
y un hijo de éste bien podía haber sido el padre de “Cunino”, pero… también recuerdo que me había contado que solo
tenía una hija, de su misma edad, y que ésta era ciega. Casi casi… tengo el
origen de Cabezas en los campos de
“El Mirador”
Por 1929, al llamado del Servicio
Militar, se traslada a Bs. As. para cumplir con dicha obligación, y aunque
ignoramos a que cuerpo se incorpora, sí sabemos que luego será domador del
Regimiento 8 de Caballería, que desde principios del Siglo 20 y hasta 1953,
tuvo su asiento en la Guarnición Militar de Campo de Mayo. Dicho cuerpo es el
que hoy, como Caballería Mecanizada, tiene su destino en Magdalena. Es muy
posible que en él cumpliera como soldado, y que a raíz de ese vínculo se
enganchara luego como “domador”.
A este respecto, en lo que él en sus
libros llama “Prosas”, refiere que se fue criando en la costa de la Cordillera,
por Río Pico, Somán, Esquel y Gobernador Costa, y que en su vida patagónica fue
domador en las estancias “El Piche” y “Las Lagunas”.
Ya comentamos que hay cuestiones de su
vida que poco se conocen -inclusive en la familia- pero su nieta Virginia nos
ha brindado información que a ayuda a clarificar el tema de un hijo varón.
Parece ser que al trasladarse a Buenos
Aires, viene con él, o lo sigue al poco tiempo, un hermano de nombre Maclovio;
mientras “Cunino” cumplía como
soldado, conoce a una joven llamada Emilia Gobbi, con la que comienza una
relación de noviazgo; ésta tenía una hermana de nombre Elisa, que, valga la
casualidad, se pone de novia con Maclovio, y tiempo después las dos hermanas
Gobbi se casan con los dos hermanos Cabezas; del matrimonio de Julio nacerá su única hija Alicia, y
del de Maclovio, nacerá Víctor.
Se cuenta en familia que Maclovio
trabajaba embarcado, o sea, que estaba en la marina (ignoramos si en la
mercante o de la Armada), ahora, lo cierto es que un día, cuando Víctor aún era
muy chico, Maclovio se embarcó y no volvió más a su casa y nunca más se
tuvieron noticias de él; fue un duro golpe para “Cunino” quien resultó un ‘padre’ para aquel niño, que al hacerse
adolescente y joven, siempre lo acompañaba a todas las fiestas por las que
andaba, inclusive se lo ve en las tapas o contratapas de alguno de sus libros,
y hasta era común que lo presentara o se refiriera a él, como hijo.
Julio
sufrió
mucho con esa desaparición, y su pensamiento se atormentaba pensando que su
hermano se suicidó. A raíz de esa conclusión escribió un verso de tono
reflexivo que se titula “Ingratitud”, incluido en su primer libro.
Su tarjeta personal |
Cuando en 12/1966 se batió en “duelo
criollo a primera sangre” con el escritor Dalmiro Sáenz, Víctor Cabezas fue
quien ofició de juez, y esto lo relataremos más adelante.
En cuanto a sus estudios, él mismo dijo
que cursó hasta 3° grado, lo que allá por 1920 era decir mucho, pero es posible
así haya sido, pues es probable que en la estancia en la que se crió, o había
escuela, o asistía algún maestro que daba clases a los chicos de la misma.
Volviendo a su primera época en Buenos
Aires, después de estar como domador en el Regimiento 8, se conchabó en la
misma condición en el Mercado de Hacienda de Liniers.
A mediados de los ‘90, el paisano Don
José Yebré (El Turco Yebré), que también había sido trabajador del Mercado de
Hacienda, me contó que Cabezas, andando el tiempo, si bien tenía nombramiento
de ‘domador’, se desempeñaba en realidad en la sección “Marcas y Señales”
En el ambiente de las jineteadas, hay
total coincidencia en considerarlo el creador del “floreo” en la animación, y
por nuestra parte le damos la derecha pues no suenan nombres de paisanos en la
misma función que los hayan utilizados. Cuando niño aún, lo vi y escuché a Don
Rodolfo Nicanor Kruzich animar en “La Montonera” de Ensenada, utilizaba floreos
de su propia cosecha, pero claro… el “¡Voy al hombre… nomás!” de Cabezas ya era
popular.
Don Julio y su esposa Emilia Gobbi |
Como tuve un trato muy amistoso con Don
Nicanor, hoy me lamento no haberle preguntado cómo eran las animaciones que
hacía junto a Pedro Risso, y ahora ya es tarde…
No tenemos referencias sobre en qué
momento de su vida se involucró con la composición de versos, y en nuestras
búsquedas por viejas revistas, hemos encontrado colaboraciones suyas a mediado
de la década del 40, pero para entonces ya era hombre de 36 años, por lo que
suponemos, que debe haber iniciado mucho antes, siendo más joven.
Su primer libro se tituló “Gaucho
Parejo” y apareció en 01/1959 bajo el sello de Editorial Caymi, sello que en
las décadas anteriores había publicado incontables libros de los más variados
autores criollos; en 1967, Ed. Luminton realizó una 2da. edición. A "Gaucho Parejo" lo
siguió “Herencia de Tata” y solo podemos decir que es anterior al año 65, pero
sin poder determinar el año real; luego viene “Abarajando Chispas” de 1965, que
es en realidad un folleto de pocas páginas, y así lo calificamos pues está
abrochado por el lomo, o sea, no tiene encuadernación; en 1971 publicado por Ángel Estrada y Cía. apareció "Campereando"; el próximo por Ed. Luminton fue “Voy al Hombre” en 1973; luego, en 1974 hay dos ediciones de
“Jinetes y Reservados”, ambas de Ed. Luminton, que llevan la misma tapa, pero
una tiene más páginas que la otra, o sea: es distinto en el interior. Y por último en 1980 -para nuestros registros, su octavo libro-, aparece “Recostao en la Tranquera”, que tiene unas cuantas páginas pero es
abrochado por el lomo. Debe haber otro titulado “Floreos”, que como no
hemos visto, no sabemos si contiene versos criollos o son solo “floreos”, ni de
qué año es.
Existe otro pequeño folleto que contiene
unas cuatro composiciones de Cabezas y una de Martín Castro, titulado “Con
Baguales y Milongas”, que creemos publicación realizada por el cantor Carlos
Martínez Luna. Tampoco tiene fecha de edición.
Su obra no solo se encuentra en las
páginas del libro, sino que también hay registros discográficos, y así podemos
decir que antes de 1969 realizó una grabación con el ‘Payador Sampedrino’,
Roberto Ayrala, que lleva por título “Camperiando”, y también junto al cantor
Roberto Sánchez, “El Zorzal Entrerriano”, concretaron una producción que
bautizaron “Voy al Hombre!”, que fue realizada para el Sello “Europhone” y
Ramón Merlo Producciones, hacia 05/1977. Al respecto tenemos en nuestro archivo
un recorte de un diario rosarino -que no identificamos-, fechado 23/05/1977,
que anuncia la presentación de dicho disco para el 25/05 en el transcurso del
Festival “Jineteada y Canto Argentino”, en la Sociedad Rural de Rosario.
05/1977 - Don Julio y Roberto Sánchez |
Sus letras sencillas, nada pretenciosas pero
gauchonas, fueron llevadas al disco, a más de los ya nombrados Martínez Luna,
Ayrala y Sánchez, por intérpretes como: Héctor del Valle, Suma Paz, Manuel
Rosa, Roberto Garayalde, Mario Sosa, Claudio Agrelo, éste último: su ahijado
artístico.
En diciembre 1966, alrededor del día 11,
en las instalaciones del Círculo Criollo
“El Rodeo” (entonces en el Palomar), se batió en duelo a cuchillo y a primera
sangre, con el escritor y periodista Dalmiro Sáenz. ¿El motivo?, ofrecerle a la
muy nueva revista “Gente y la Actualidad”, una nota de riesgo, corajuda y de
color. Sáenz trabajaba para la revista y se le ocurrió vivir esa experiencia y
ofrecerla como una nota curiosa. Vaya a saber porque lo eligió a Cabezas,
porque éste no tenía fama de hombre peleador; él mismo un par de años después
aclaró en un reportaje: “…yo sé manejar
el cuchillo pero no soy cuchillero; debe ser lo más malo cortar a un hombre a
sangre fría…”. Por su lado Dalmiro recordaría las horas previas al duelo: “…iba a la casa de un hombre llamado Julio
Secundino Cabezas, un domador de prestigio, un verdadero artista del lazo, un
hombre que maneja el cuchillo con la misma naturalidad con que yo manejo la
birome sobre este papel donde estoy escribiendo. Iba a pedirle que sostuviera
conmigo un duelo criollo a primera sangre”.
Por entonces Cabezas ya estaba
‘orejiando’ los 58 años, y Sáenz andaba por los 40; Cabezas vestía bombacha
sujetada por la faja, sin tirador, y lucía sobre el cuello de la camisa de
puños abrochados, un pañuelo tendido, usando su clásico chambergo chico, de ala
requintada; empuñaba un facón sin defensa, que a juzgar por los testimonios
gráficos bien pudo haber sido una daga. En el brazo izquierdo un ponchito
liviano de guarda pampa, le hacía de escudo.
Por su parte, el contrincante se
presentaba descalzo, con un pantalón tipo “vaquero” algo arremangado, empuñando
un facón con defensa en ‘S’, que según dijo, correspondía a un caronero que por
habérsele quebrado, lo había acortado. Con el brazo izquierdo, libre al uso de
los esgrimistas, buscaba el equilibro.
De público: dos reporteros gráficos para
registrar las acciones, y el jurado, que era su sobrino Víctor. (quizás entre
los árboles haya habido paisanos pispiando).
Escena del duelo, con Sáenz ya cortado |
El duelo no tenía tiempo estipulado, sí,
que al primer corte, a la primera sangre que se asome, automáticamente se
suspendía.
Según la crónica de Sáenz combatieron
durante 45 minutos, pero según Cabezas contó años después, no fueron más de 30
minutos. Lo cierto es que Cabezas lo cortó en un brazo, y aunque hubo sangre,
Dalmiro encarnizadamente, no se daba por enterado y seguía tirando buscando de
cortarlo; Cabezas lo volvió a cortar arriba de un ojo, un tajo que lo marcó en
la frente, y Dalmiro más se afanaba en el combate. Cabezas intentaba llamarlo a
la realidad al grito de “Pare hombre! Pare Dalmiro!”, pensando -íntimamente-
que lo único que le quedaba era tirarle de punta y a fondo, cosa voltearlo o
matarlo, y su sobrino, casi sopesaba ya un ladrillo para dormirlo de un golpe.
Finalmente, Dalmiro se sosegó, aceptando la derrota.
A Sáenz, la nota le reportó en el
momento cierto renombre al encarar algo tan riesgoso, y a “Cunino” le permitió
embolsar $10000 de la época, según habían pactado de antemano, que no deben
haber sido poca cosa. Han transcurrido ya 52 años.
Para evocar como lo conocí, traemos una
anécdota al fogón: el domingo 23/03/1958, la Cooperadora de la Escuela del
Paraje El Pino -zona de Bavio, partido de Magdalena, Bs. As.- , organizó una fiesta criolla para recaudar
fondos, y la misma se realizaba en la casa de mis mayores: “Los Ombúes” de
Espinel.
A diferencia de los grandes afiches de
la actualidad, un pequeño volante de 19x27cm (que agujereados en un extremo se
colgaban en el almacén, el boliche, la casa consignataria de hacienda, en la
feria, etc.), anunciaba: “Gran Jineteada de Potros Reservados” a partir de las
14hs. se subirían potros y reservados de La Montonera y La Totora, El Vale
Cuatro, El As de Espada, El Picante y Andá si Puedes, del Sr. Rey, y La Tostada y La Canaria del Sr. Mercaníe.
Y aunque era muy chico -tenía 6 años-,
hay cosas que quedaron grabadas en mi memoria; por ejemplo, que como cualquier
concurrente, pagó la entrada y entró a la fiesta un paisano que recuerdo bien
vestido, con un pequeño envoltorio bajo el brazo, que al cruzármele en el
camino ya llegando al campo de la jineteada, me detuvo y me alzó sobre un
tronco alto, y desatándome el pañuelo colorado que tenía al cuello, haciéndome
en él el nudo espuela me lo dejó nuevamente puesto. Aquel hombre era Julio
Secundino Cabezas, y el pequeño envoltorio eran unas botas de potro, con las
que si no me equivoco, se hizo una rifa.
Después de un punto y aparte, recuerdo
que por aquellos mismos años o 1960, la entonces novísima televisión, o sea el
Canal 7, los días domingos a la nochecita transmitía un programa argentinista
llamado “Fortín Fiesta”, y de él participaba Cabezas haciendo galas de sus
decires, sus versos y floreos.
Los últimos 10 años de su vida, ya
retirado de la actividad y creo que habiendo enviudado, los pasó en Gral.
Rodríguez, donde falleció el 13/12/1988 a la edad de 79 años.
En 1998, a diez años de su partida, en
dicha localidad se inauguró en su homenaje, un gran monumento que lo muestra de
cuerpo entero. En su base hay una décima que dice: “Unas botas me han quedao / como un recuerdo paisano / de quien fuera
un artesano / y con justeza, mentao; / pero ha de ser recordao / porque jué
güen pialador / y en fiestas, animador / que ha gustao al paisanaje, / supo el
tema del pelaje / era pueta y floriador”.
Vale aclarar que el autor de la
misma es Don Agustín López, y no quien allí quedó registrado.
1972, Ayacucho. Con el jinete Rogelio Lamenza |
Por mucho tiempo en los campos de
jineteadas, como si Cabezas estuviera presente, resonará el eco de su “¡Voy al hombre… nomás…!”.
La Plata, 14 de Enero de 2019
Quiero encontra el Poema El soldado desconocido Recitado por Secundino Cabezas
ResponderEliminarMarcelo, escríbame a carlosraulrisso@yahoo.com.ar pues creo se lo voy a encontrar.
EliminarHola no tiene el libro que enseña como aser que la madrina lo siga
ResponderEliminarHola. No sé quien escribe porque no me sale el nombre.
Eliminar¿Cómo es el tema? ¿Se trata de un verso? ¿O se refiere al libro De Madrinas y _Cencerros?
Escríbame a carlosraulrisso@yahoo.com.ar
Soy ismael blanco de ayacucho le dejo mi numaro porque no se usar el coreo 2494247667
EliminarMi padre cantaba una milonga llamada "el mas jodido soy yo" que creo era de Cabezas. Me gustaria tener la letra y alguna grabacion de esa milonga
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarhttps://gauchoguacho.blogspot.com/2012/05/el-mas-jodido-soy-yo.html
ResponderEliminar