En los círculos literario o entre los
lectores de temas argentinistas, decir Lugones,
es referirse al poeta, cuentista, novelista, político, periodista, pensador, conferencista,
historiador, ensayista, etc., pero pocos o muy pocos, recapacitan en su
condición de autor gaucho.
Los amantes de las tradiciones (y los
argentinos en general), debemos a Lugones,
el lugar que hoy ocupa el “Martín Fierro” en nuestra cultura, y en lo que ésta
significa para el mundo.
Si bien la obra hernandiana estaba muy
reconocida por el pueblo, no pasaba lo mismo en los cenáculos literarios donde
-salvo alguna crítica favorable- se la tenía por ‘obra menor’, quizás
justamente por aquello de estar escrita en versos menores (octosílabos), y por
representar a un personaje, el gaucho, que por su carácter libertario e
independiente, no era bien visto por muchos.
Por 1913 el escritor ha regresado al
país procedente de Europa, donde ha permanecido por casi dos años; viene a
arreglar sus asuntos, porque tiene pensado establecerse en París con la idea de
llevar adelante un ambicioso proyecto literario, hispanista, por cierto.
En esos días se cruza con quien conducía
los destinos del Teatro Odeón, su amigo Faustino Da Rosa, quien sin pérdida de
tiempo le propone ofrezca en dicha sala, algunas conferencias contando sus
vivencias de viajero atento y observador. (Parece que era algo común por
entonces, cuando la “clase patricia argentina” viajaba mucho a Europa, donde inclusive
tenían residencia).
No le responde en el momento, pero días
después le recuerda el ofrecimiento, le dice que acepta, pero que él no va
hablar de cosas mundanas, sino que va a desarrollar temas propios de la
Argentina.
Sucede entonces la serie de seis (6)
conferencias en las que a teatro lleno, se encargó de elevar a obra maestra al
poema de Hernández, y de personaje representativo de la nacionalidad, al
gaucho. Lugones ha puesto todo su
esfuerzo intelectual y dialectico, en “el
sentido de razonar lo sustancial de nuestro ser nacional”. (1)
Escribió el Dr. Pozzi Albornoz que “Su éxito fue tan extraordinario que el
teatro agotó sus localidades durante
todo el ciclo de aquellas, contándose entre los asistentes más conspicuos el
entonces presidente de la República Roque Sáenz Peña con buena parte de sus
ministros”.
Si bien vuelve a Europa a establecerse,
el inicio de la Primera Guerra, hace que abandone su proyecto y vuelva ya
definitivamente a la Patria.
Su obra “El Payador”, aparecida con
motivo del Centenario de la Independencia, reúne los temas desarrollados
verbalmente en sus conferencias, a los que agrega otros temas que considera de
interés y afín con lo ya adelantado en el Teatro.
Dicha publicación, sienta un precedente
ineludible en lo referente a la ‘identidad nacional’.
¿Por qué tituló así al libro? Porque “…fueron ellos -los payadores, dice- los personajes más significativos en la
formación de nuestra raza”.
Lugones
nació
en 1874, en el norte cordobés casi lindante con Santiago del Estero. Tuvo la
ocasión de conocer al gaucho neto de aquellas regiones, en tiempos que el de
acá estaba abrumado en la lucha con el indio. Sabe de lo que habla. No es que
lo sabe porque lo ha leído o se lo han contado. Puede entonces decirse que
hurga en sus propias raíces para rescatar la esencia, la identidad, y poder
transmitirla, difundirla, conservarla
viva, y no yacente como objeto intangible de museo.
Su cabal interpretación del “Martín
Fierro” lo convirtió en un auténtico referente de nuestras letras. Al respecto
su hijo “Polo” (exégeta de la obra paterna), sentenció que fue “… el primero de los primeros cuya pluma,
con glorificar aquellos versos, enalteció la figura del gaucho, personaje de
romance en el medio argentino”. (Aclaremos que eso de “personaje de
romance”, remite a los romances de gesta, con que el pueblo español cantó a sus
héroes, cuando la lucha con los moros).
Ya que citamos a España, en crítica que
el autor hiciera a la aparición del “Don Segundo Sombra”, destaca que el gaucho
mantiene del antiguo conquistador hispano, el “… mismo idioma, (que) conserva
su castellano arcaico y sabroso…”. Y con esto está reafirmando que la
fundación del género gauchesco justamente está basado en la forma expresiva, en
el lenguaje, en la utilización de lo que podemos llamar, “el habla gaucha”,
devenida por lo tanto de aquel castellano de los conquistadores.
Volviendo atrás, en 1896, un joven poeta
cordobés de 21 años llegaba a Buenos Aires, con toda la intención en insertarse
en los círculos culturales; quienes se animaban a recomendarlo avisoraban en él
un futuro brillante en las letras.
“Empezó
recibiendo
-dijo Carlos Erro en La Nación- la
influencia de Almafuerte, y aquella huella nunca se le borro del todo”. Oh
casualidad: aquel encendido poeta era un admirador sincero del arte de los
payadores, y aunque no cultivó ‘el gauchesco’, quienes lo conocieron afirmaron
que mucho de criollo había en su figura y su personalidad. Buen espejo entonces,
en el que mirarse, tuvo el joven Lugones.
Antes de las charlas del Odeón, ya había
incursionado en las letras gauchas, como que en 1905 había dado a luz su novela
histórica “La Guerra Gaucha”, donde exalta y pone en su lugar la gesta de los
gauchos de Güemes, sin los cuales y su guerra de guerrillas, San Martín, no
hubiese podido coronar su ambicioso, arriesgado y complejo plan libertador.
Tiene 30 años y ya está muy bien afirmado en su sentimiento y proyecto de
revalorizar nuestro pasado e historia.
Unos treinta años (30) después, en la
madurez de la vida y en la plenitud de su saber, como una de sus últimas obras,
el libro póstumo, da a las prensas un trabajo magnífico, quizás nunca lo
suficientemente ponderado, me refiero a sus “Romances del Río Seco”. Allí, en
esos versos “menores”, muestra cuanto sabe él de la vida de la campaña, y por
lo tanto, cuanto hay en él de gaucho. Su conocimiento, el vocabulario
utilizado, nos hablan de una interesante consustanciación con la vida rural de
sus norteños pagos cordobeses.
RESEÑA
BIOGRÁFICA
Leopoldo
Antonio Lugones,
nació el 13/06/1874 en Villa de María del Río Seco, Córdoba, en el seno de la
familia constituida por Santiago Lugones López y Custodia Argüello Bulacio,
siendo el hijo primogénito, continuándolo Santiago Martín (1878), Ramón Miguel
(1880) y Carlos Florencio (1885).
Los Lugones era una familia de antigua
prosapia santiagueña, mientras que la de su madre era cordobesa, de la Villa de
María. Por entonces, Córdoba y Santiago del Estero se disputaban la integración
provincial de dicha localidad.
Tiene 18 años aproximadamente, cuando a
través de la prensa escrita comienza a dar a conocer sus juveniles creaciones.
Tempranamente se casa con Juana González,
en la ciudad de Córdoba, donde residía. Corría 1896. Ese mismo año se muda a
Buenos Aires, donde rápidamente se inserta en los ambientes culturales,
trabando amistad con José Ingenieros y Roberto Payró, entre otros.
Se emplea en la Dirección de Correos y
Telégrafosa en la que permanece hasta 1900, año en que es designado Inspector
de la Dirección Gral. de Educación Secundaria, y en 1915 será nombrado Director
de la Biblioteca Nacional de Maestros, cargo que desempeñará hasta su muerte.
De su matrimonio con Juana, nacerá en
1897 su único hijo, Leopoldo, al que apoda “Polo”, el tristemente célebre creador
o introductor de la “picana eléctrica”.
El mismo año aparece su primer libro: el
poemario “Las Montañas del Oro”, que
marcará el rumbo a una profusa y variada obra de unos cuarenta (40) títulos.
En 1924 es distinguido con el Premio
Nacional de Literatura, y cuatro años después, a instancias suyas se funda la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE), de la que será su primer presidente; y
es a través de ésta, después de su fallecimiento, que se instituirá al 13/06
como el Día del Escritor, la fecha de su nacimiento.
Su aspecto de hombre serio y
estructurado parece que se quebró en más de una oportunidad ante el encanto
femenino. Es así que se cuenta que por 1926 -cuando ya es hombre de 52 años-
inicia una relación con la joven Emilia Santiago Cadelago que se extendió por
más de diez años; esto lo cuenta una amiga de aquella, María Cárdenas de Monner
Sans, en su libro “Cuando Lugones Conoció el Amor”. Pero otros hablan de otra
joven llamada María Alicia Domínguez de quien “en plenitud de juventud y belleza”, se enamora. La recordada y
consagrada escritora platense Aurora Venturini la evoca como la amante a la que
el poeta le dedicaba poemas que “destilaban
ternura de hombre decadente hacia una muchacha hermosa y tal vez frívola,
frivolidad que adjudicaba a Ma. Alicia, mi extrema juventud, y seguramente mi
envidia.”
Enterado su hijo de esta relación,
temeroso que saliera a luz provocando deshonra y deshonor a la familia, se dice
que lo persiguió insistentemente, llegando a presentarse en la casa de la joven
amante, poniendo a sus padres al tanto de los sucesos, obligándola a dar fin a
esa relación. Y este habría sido uno de los puntos altos que lo llevó al
derrumbe y debacle final.
Desde Retiro viajó en tren al Tigre y
desde allí en la lancha “Egea” al Recreo “El Tropezón”. En una tarde calurosa
pasó largos ratos mirando al río. Luego en su habitación, pidió un whisky y
agua. Ya solo, ingirió el cianuro que de ex profeso llevara, apurándolo con
medio vaso de la fuerte bebida.
Más luego lo encontrarían convulso y con
la cara violácea por el veneno.
En la mesa de luz había una carta que
entre otras cosas decía: “Pido que me sepulten en la tierra sin cajón
y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohíbo que se de mi nombre a
ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de
todos mis actos”. Corría el 18/02/1938. Tenía 63 años.
Sin querer justificar esos amores
prohibidos, vale recordar una anécdota que relata Manuel Mujica Láinez: “A Leopoldo Lugones lo conocí bastante. Poco
antes de su muerte, me invitó a almorzar en el Yacht Club. Estaban, además, su
mujer, Juanita González, y el escritor español Eugenio Montes. Cuando, días más
tarde, tuvimos en Mar del Plata la noticia de su suicidio, recordamos que
durante ese almuerzo su insoportable mujer no había hecho más que contradecirlo
irritantemente. Era un hombre fascinador”.
Sus restos recibieron sepultura en el
Cementerio de la Recoleta, permaneciendo allí 55 años, ya que el 18/02/1993, en
homenaje organizado por la SADE y las autoridades municipales de Villa de María
del Río Seco, fueron trasladados al cementerio local, en un avión de la Fuerza
Aérea Argentina. De dicho acto solemne participaron el Secretario de Cultura de
la Nación, el Presidente de SADE, y autoridades municipales.
Al momento de su muerte expresó Borges: “Decir que ha muerto el primer escritor de
nuestro idioma es decir la estricta verdad, y es decir muy poco”.
Por 1949, Carlos A. Erro escribió en La
Nación: “Asombraba por el magnetismo de
su palabra. (…) Era un criollo hecho y derecho. Criollo de tierra adentro a
quien el influjo telúrico había marcado indeleblemente”.
En este 2020 se cumplen 145 años de su
natalicio y 82 de su partida.
La Plata, 10/03/2020
(1)
El
Payador de Leopoldo Lugones, por F.L.B. (La Nación, 14/01/1962)
Bibliografía
-Romances del Río Seco, de Leopoldo
Lugones – Edición 1948
-Leopoldo Lugones, por Carlos A. Erro
(La Nación, 13/03/1949)
-El Payador, de Leopoldo Lugones –
Edición 1961
-Leopoldo Lugones (selección), por
Leopoldo Lugones (h) – 1962
-El Payador de Leopoldo Lugones, por
F.L.B. (La Nación, 14/01/1962)
-Otro Lugones se mata, por A. Saez
Germain (Rev. Gente 331, 25/01/1971)
-También fue de Correos y Telégrafos,
por Roberto Asquini (Rev. Postas Argentinas 362,
5-6/1974)
-El Día, 13 y 18/02/1993
-Entre la flecha y la espada. (El Día,
27/06/1999)
-Lugones enamorado, por Aurora Venturini
(El Día, 22/10/2000)
-Opinión de Mujica Láinez. (La Nación
Cultura, p.2 – 18/04/2004)
-Lugones y el “Martín Fierro”, por
Ismael Pozzi Albornoz (El Tradicional 55, 9/2004)
-Evocación de Leopoldo Lugones, por
Antonio Cóccaro (El Día, 24/02/2005)
Buenas noches ,espero que ande bien junto a su familia ,quiero expresarle mi agradecimiento con este mensaje ,por el gran aporte que hace ,que digo aporte !! un tesoro en letras e imagenes!! ,sepa disculpar que no escriba seguido ,un abrazo desde Quilmes
ResponderEliminarGracias por comunicarse.
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