LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 007 – 11/12/2016
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
AGREGAO
En el campo de ayer, en esas estancias que tenían mucho
personal, nunca faltaba un “agregao”, cierto también que a veces podía estar en
un puesto, y hasta serlo en alguna familia del pueblo. Ser “agregao” era eso:
no pertenecer al personal o la familia, pero estar allí, simplemente de
“agregao”, ser uno más del grupo, aunque casi sin beneficios; el único y
principal beneficio era ese: tener un lugar donde estar.
En la estancia pagaba su comida comidiéndose para tareas
menores o de a pie: hachar leña, ordeñar la lechera, acomodar el galpón,
arreglar un alambre cortado, carpir la huerta, arreglar algunas riendas rotas,
juntar los huevos de las gallinas sin gallinero, etc.
Dijo Artemio Arán: “Su
jornal fue tabaco, ropa vieja y un peso que otro, que le alargó la generosidad
del patrón amigo”.
Nada pedía, no tenía gastos extras ni vicios, y se
contentaba estando allí, siendo a veces el centro de la chiquillada de la casa,
a la que contaba historias y minucias criollas.
Algunos llegaron a un lugar de mediana edad y no se fueron
más, pasando a ser parte del inventario, y ganándose con los años “el Don”, sin
perder nunca su condición. Valga de ejemplo: .
Otro personaje parecido y con el que suele confundírselo,
fue “el tumbeador”, pero por lo general éste buscaba pasarla bien y satisfacer
el apetito, pero era arisco al trabajo; si no lo molestaban y nada le exigían,
podía quedarse unos días o una temporada, aprovechando además para tener bien
comidos el o los caballos con que se movilizaba, por eso, cuando el puestero o
el patrón querían sacárselo de encima, lo conminaban a participar de algún
trabajo importante a realizarse al día siguiente; lo más probable, es que sin
despedirse ni saludar, esa misma noche se hiciese perdiz.
Lo de tumbeador deriva de “tumba”, nombre dado a una comida
mala o pobre, generalmente carne hervida sin condimentar y con poco que la
acompañe. Casualmente al “rancho” del soldado -su comida-, se le decía -por lo
bajo, sin que se entere un superior-, la “tumba”.
En cambio “el agregao” era más vale agradecido; vaya uno a
saber que cuestiones del alma o el espíritu lo hicieron al camino, hasta
encontrar ese hogar postizo en el que se aquerenciaba, pasando a ser en algunos
casos, como un supuesto “tío” de la gente menuda de la casa.
Un poeta joven, contemporáneo, frecuentador de las
“Mateadas con Versos” de la Asoc. Argentina de Escritores Tradicionalistas, y del Taller de Payadores de Emanuel Gabotto, dio en versos su propia
interpretación sobre este tema, con algunas diferencias a lo que hemos
expuesto, pero valedero. Su nombre?: Javier Origlia. Van sus 3 décimas "El Agregado" (Se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista").
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