Casi 30 años atrás, el 2 de noviembre de
1988, a los 90 años de edad se despedía de esta vida terrena, el postrer gran
escritor criollo que retrató los últimos retazos de campo de la hoy ya
totalmente poblada geografía de la Ciudad de Buenos Aires: bajos y bañados de
Floresta y Villa Lugano, Mataderos y curso del Arroyo Cildañez. Su nombre?: Elías Carpena.
(Hacia fines de la primera década del
siglo pasado, sus andanzas por aquellos ásperos campos bajos solían extenderse
hacia Matanza, Tapiales y Laferrere, ya en territorio de la provincia).
Este notable escritor costumbrista nació
en la bonaerense ciudad de Junín, el 23 de diciembre de 1897, y prácticamente
desde niño mostró afición y habilidad para la composición de versos -en lo que
fue alentado por su maestro de 5to grado, el escritor Julio R. Barcos-, como
así también para la poesía oral propia de los payadores.
Respecto de lo último, él mismo evoca de
esos años: .
Corre 1911 cuando se publican sus primeros
versos, y solo suma 13 años, todo un personaje precoz, porque no escribe cosas
de niños, sino más bien de hombres de campo; también la por entonces muy
conocida y difundida revista “Pampa Argentina” lo acoge en sus páginas, desde
las que se gana un lugarcito entre los poetas paisanos; hemos chequeado que por
ejemplo durante 1916, prácticamente aparece un verso suyo por mes. De entonces
data la amistad que trenzara con dos payadores de los muy reconocidos de
aquellos tiempos: José Betinotti y Ambrosio Ríos, quienes lo apoyan en su gusto
y afición por el canto repentista.
Apenas una década y moneditas después de
aquella primera incursión, aparece su libro primigenio; tiene 23 años, y como
haciendo juego con la temprana aparición de sus poesías, lo titula “Matinales”,
hoy por hoy, una curiosidad de coleccionista.
En aquellas andanzas de muchachito
chico, de preadolescente, por aquellos campos bajos y bañados, conoció de
primera mano los últimos escarceos de una vida gaucha que iba siendo relegada,
desplazada hacia el sur y el oeste, zonas más abiertas del territorio
provincial, pero próximas a la urbe capital. Entonces supo de la vida de los
reseros que por allí transitaban con rumbo a los corrales del Mercado de
Hacienda; intimó con ellos en las paradas que hacían antes de encarar la marcha
de la última jornada. Y como conoció a éstos, tampoco pudo abstraerse de
intimar con la cara opuesta de estos paisanos trabajadores, o sea, los
cuatreros, hombres también camperos, habilidosos para las tareas de a caballo,
pero abocados a vivir trabajando menos; y como muchas veces el producto de sus
ilícitos eran yeguarizos, el cercano fin de estos estaba en “el tacho”,
precariedad de frigorífico clandestino, donde se faenaban; y también conoció y supo
de las minucias de ese ambiente fronterizo, al que por bien pintar en sus
relatos y narraciones, colaboró para que queden registradas en la historia de
la vida cotidiana, porque sin un descriptivo narrador como él lo fue, esos
sucesos se hubiesen perdido en el fárrago de un avance civilizador que iba a su
paso, destruyendo y sepultando el cercano ayer.
A modo de “memorias” supo contar: “Mantuve a pesar de mi edad, pues era
muchacho, prieta amistad con los cuatreros, más que con otros, con Diego
Montenegro, con quien cambiaba décimas de mi artificio para su novia y estilos
en la guitarra, por relatos de sus aventuras, siempre extraordinarias.”
Sus cuatro primeros libros fueron de
poesía, recién el quinto es de cuentos, donde comienza a volcar en la narración
todas esas historias que reseros y cuatreros le fueron aportando a su
curiosidad de muchachito inquieto, interesado en conocer los pormenores de
aquella vida rural y vigorosa que tanto lo atraía.
“El Doradillo” se tituló aquel libro que
apareció con el sello de Editorial Claridad en 1949, y le resultó
consagratorio, como que mereció el Premio Nacional de Literatura. El mismo Carpena confesó que tres de los cuentos
son “biografía valedera”, y el resto, todos inspirados en hechos y sucesos
reales, que les fueron narrados por personajes que conoció y frecuentó.
Por si alguien quisiese poner en duda el
poder retentivo de su memoria para guardar el suceso y luego, años después,
recrearlo, viene a cuento recordar que
en la necrológica que publicara La Nación, se destaca que era “Poseedor de virtudes innatas, con
una memoria prodigiosa y un agudo sentido observador…”.
A dicha obra la elogió Ángel Mazzei
cuando escribió: “Carpena posee con
firmeza natural la condición del estilo necesario para el cuento. Todo su
lenguaje tiende a lo conciso, a lo resuelto, a lo nervioso. De allí surgen la
sensación de movimiento, la vitalidad plena y palpitante del ambiente que evoca
y de los personajes que anima”. Está en él “…el deseo profundo de quien quiere mostrar un mundo vivo en toda su
claridad, su pujanza, su auténtica presencia”.
Toda su obra transita por los carriles
de la poesía, el cuento, la novela, el ensayo y la incursión periodística; de
esta última podemos decir que a partir de 1928 comenzó a colaborar con el
Suplemento Literario de “La Nación”, vinculo que se extendió por largos años.
Otros medios gráficos en los que se expresó fueron: “El Monitor de la Educación
Común”, las revistas “El Caballo”, “Cooperación Libre”, “Bancarios del
Provincia”, “Martín Fierro”, y diario “Clarín”.
En 1958 presenta una obra a un concurso
del Ministerio de Educación de la provincia, la que es distinguida con una
“Mención Especial” e inmediatamente publicada en la Ciudad de La Plata; su
título: “Romances del Pago de la Matanza”. Se ha escapado un poco al sur de su
ambiente habitual, aunque paisajísticamente, casi nada difería por entonces. Antes
de la aparición del libro, alguien que solo firma “E.J.M.”, en La Nación del
19/01 de ese año, cierra una crítica literaria, con expresiones muy afines para
quien se ha expresado en versos emparentados con el gauchesco: “Un bello conjunto, por cierto, de pasiones,
gestos nobles y abyectos, trenzados con el deleite de un soguero que hace
trabajo ‘pluma’ con los tientos de una tosca lonja de potranca a los que,
antes, ha sabido sacar con pericia y desvirar con buen pulso…”, que así le
parecen los romances que cuentan historias de ese pago vinculado a la primera
hora de la primigenia ciudad que fundara Mendoza, a cuyo sitio mandara a su
hermano -el Capitán Diego- a escarmentar a los naturales, quienes presentaron
tan dura pelea que desde entonces se le llamó “Matanza”, por la cantidad de
muertos. En este libro se ha dicho que alcanzó el máximo nivel lírico de su
obra.
Opinión tan paisana para juzgar una
obra, solo podía ser dada -de ese modo y esa comparación- por un hombre muy
conocedor de la vida campera, y gracias al prolífico y probado autor Luis
Ricardo Furlan nos desasnamos que esa sigla “E.J.M”, escondía nada más y nada
menos que al notable Miguel D. Etchebarne.
El año 1967, con el apoyo del Fondo
Nacional de la Artes, da a conocer “Ese Negro Es un Hombre”, libro de cuentos,
que -como ya hemos dicho antes al hablar de “El Doradillo” y vale para otros-,
se basa en sucesos reales ficcionados por él, sobre los que Mazzei sentenció: “…todas las paginas son episodios que él ha
visto, ha admirado o ha vivido en las dimensiones exactas de su ser.”
La propia Editorial Troquel, responsable
de la publicación, enmarca la obra en “…los
bañados de Flores, extendidos a Villa Lugano, barrios recién amanecidos, región
en que la vida urbana no ha asentado finalmente su planta. Tierra trágica la de
Floresta Sur, tierra bravía, con sus
hombres hechos a la vida bárbara, a la vida terriblemente maleva.” Como dijimos al
principio: los últimos vestigios de la vida campera en el ámbito de la Capital
Federal.
Allí vuelve a destacarse “…su firmeza narrativa, la aptitud para
situar los ambientes que conoce con precisión dominadora, la energía y
vivacidad de su sistema expresivo y el caudal de conocimientos que se vuelcan
sin insistencia abrumadora.”
El recordado Instituto de Literatura de
la Provincia, de corta pero productiva vida, le dedicó en su colección
“Cuadernos”, el volumen número 10, desarrollado por el ya citado Luis Ricardo
Furlan con el título de “Elías Carpena y el Pago de la Matanza”, demostrando
con esto el peso que en su obra tuvieron los “Romances del Pago de la Matanza”:
decidió más esta circunstancia que toda su otra obra donde respira el sur de la
ciudad porteña.
En la página 83 y bajo el título de
“Nace un Escritor”, Furlan nos trae dos referencias importantísima, a la vez
que, inmejorables anécdotas: es muchachito chico cuando el Dr. Alejandro Herosa
-director del cuerpo de taquígrafos de la Cámara de Diputados-, lo invita junto
a su hermano mayor, a la sobremesa de un almuerzo para halagar con su música y
canto a los amigos convocados. Uno de estos, delgado y de abundante barba
ennegrecida, después de escucharlos exclama: “-¿De quién son estas canciones…?”, y el hermano de Elías responde “-Son de mi hermanito. Él hace la música y los versos”, a lo que el
curioso sentenció “-¡Hay en esas
canciones labor de poeta!”, y ahí mismo lo aconsejó para que abandonara ese
rubro, se abocara a la lectura y se inclinara a la poesía culta. ¿Quién era
aquel flaco barbado? Pues ¡nada menos que Horacio Quiroga!
El otro caso sucedió en la redacción de
“La Nación” un día que Carpena
relataba aventuras de cuatreros; presente y escuchando estaba Alberto
Gerchunoff, el de “Los Gauchos Judíos”, quién le sentenció: “Mire: esto que está contándonos no es para
que lo diga en anécdotas, sino para que escriba las actividades de esta gente
en cuentos y hasta en novelas. Hágalo, Carpena, y pronto!”. Y Carpena, que jamás había pensado en
hacer literatura con esos suceso, a los
pocos días le acercó a Gerchunoff e lcuento “El tacho y el cuatrero Diego Real”;
ávidamente lo leyó aquel y exclamó: “He
conseguido que un exquisito poeta tome los temas más populares y construya un
brillante cuento. Carpena, esta rama de la literatura no existía; usted es el
único que puede realizarla. Continúe”.
En rápido repaso, enumeramos todas (o
casi todas) sus obras, no menos de veinticinco, por orden de aparición:
“Matinales – poesía” (1922), “Rumbo – poesía” (1926), “El Romance de Federico y
otros poemas de verso breve” (1935), “El Romancero de Don Pedro Echagüe”
(1936), “El doradillo – cuentos” (1949), “Enrique Davinson, el inglés del
bañado – novela” (1953), “El cuatrero Montenegro – cuentos” (1955), “Romances
del Pago de la Matanza” (1958), “Floridas Márgenes – poesía” (1960), “Defensa
de Estanislao del Campo y del caballo overo rosado – ensayo” (1961), “Barrios
Vírgenes: escenas de Floresta y Villa Lugano 1911/1914” (1961), “Las soledades
de los poetas líricos – ensayo” (1963), “El caballo overo rosado en las dos
acepciones de parejero – ensayo” (1965), “Ese Negro es un Hombre – cuentos”
(1967), “La Creación Literaria - conferencia” (1967), “Romancero del Cnel.
Dorrego” (1970), “Chicos Cazadores – novela” (1970), “Los trotadores – cuentos”
(1973), “El Adefesio de las Tierras Hondas” (1979), “El Potrillo Corinto y
otros Cuentos” (1980), “Tiempo de mi niñez – novela” (1980), “Cuentos de
Reseros” (1981), “Las Aventuras del Potrillo Alazán – cuentos” (1982), “Fortín
Matanza – escenas de una villa” (ca.1986), “Mientras se Arman las Nubes por el
Río y otros cuentos” (1997).
Siempre es bueno saber cómo es el
escritor para poder consolidar la imagen que de él nos transmite la obra, y
Furlan en su estudio ya citado nos da una clara referencia: nos habla de su
sinceridad: “Esta virtud no lo es
solamente literaria, sino integral. El escritor y el hombre se manifiestan en
la unidad y así vive sus trabajos y sus días con invariable gozo en la entrega.
/ El hombre sereno, cordial, dialogador
y comunicativo es, en la instancia del sentimiento creador, un lírico en
soledad.”
Por su parte Juan Carlos Merlo, acotó: “…hombre bueno y alegre, de palabra amable y
dicharachera, con sus relatos del viejo Buenos, siempre a flor de labios”.
En sus más de 70 años de escritor, su
obra mereció muchos reconocimientos, algunos muy destacados, como por ejemplo:
Premio Municipal de Poesía 1936 (Ciudad de Buenos Aires), Premio Comisión
Nacional de Cultura 1949, Mención Especial Ministerio de Educación Pcia. de
Buenos Aires 1958, Faja de Honor SADE 1958, Primer Premio Consejo del Escritor -poesía-
1960, Premio Fondo Nacional de las Artes 1967, Premio Konex 1984, entre varios
más.
Pero a pesar de la vasta obra y los
muchos premios, los escritores suelen vivir de otras cuestiones, y así resulta
que Carpena, allá por 1929 trabajó
en Biblioteca Nacional, y luego por muchos años fue empleado de la Escuela
Normal Mariano Acosta de Capital.
Fue miembro de varias comisiones de la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE), y el 14/08/1980 fue incorporado como
Miembro de Número, a la Academia Argentina de Letras.
A los 90 años de edad murió en Buenos
Aires el 2/11/1988, descansando sus restos en el Cementerio de Flores,
encargándose de las palabras de despedida en nombre de la Academia, el notable
jujeño Jorge Calvetti.
Tenemos por seguro que supo vivir -por
lo menos por su adolescencia- en Villa Lugano, en calle Escalada al 2400.
Reiteramos que con Elías Carpena se fue el
último cantor, el último pintor de aquellos restos de “pampa porteña”, en la
que él agudizó la visión “de la
profundidad del gaucho y de los seres que lo sobreviven”, donde -siempre al
decir de Mazzei- “No se sabe si es la
ciudad que reclama su añoranza de campo o si es el campo que ansía
porfiadamente internarse en la ciudad para luchar por la reivindicación de su
territorio perdido”. Siempre con el modo expresivo de “una lengua coloquial, gráfica y nítida, (…) con Algunas palabras (que) dan a su prosa un sabor antiguo”.
Repasar los libros de este autor, es disponerse
a disfrutar de la lectura.
La Plata, 17 de Junio de 2018
BIBLIOGRAFÍA
BÁSICA
-Revista
“Pampa Argentina”. 10 ejemplares años 1915/16.
-“El
Doradillo”, Editorial Claridad, 1949.
Informe del propio autor.
-“Elías
Carpena”, por Ángel Mazzei, en “El Cuatrero Montenegro”, Editorial Ciorda y
Rodríguez, 1955.
-“El
Romancero de un Pago”, por E.J.M. (Miguel D. Etchebarne). La Nación del
19/01/1958.
-“Elías
Carpena”, por Ángel Mazzei. Editorial Cultural Argentina, 1961.
-“Ese
Negro es un Hombre”, informe de Editorial Troquel (sin firma), 1967.
-“Introducción”,
por Ángel Mazzei, en “Chicos Cazadores”, Editorial Huemul, 1970
-“Elías
Carpena y el Pago de la Matanza”, por Luis Ricardo Furlan. Cuadernos del
Instituto de Literatura, Vol. 10, 1971.
-“Testimonio
Preliminar”, por Elías Carpena, en “Cuentos de Reseros”. Editorial Plus Ultra,
1981.
-“Elías
Carpena falleció ayer en esta ciudad”, La Nación 3/11/1988 (sin firma).
(Publicado en Revista Digital "De Mis Pagos" N° 66 - 10-11/2018)
ES POSIBLE QUE ESCRIBIERA UNOS VERSOS QUE RECUERDO DESDE NIÑO. SI PUEDE ALGUIEN DECIRME ALGO AL RESPECTO SE LO AGRADEZCO.LOS VERSOS DICEN
ResponderEliminar" PRENDIDA DE VERDE RAMA,UNA ROSA SE RECREA
EN TANTO UN BURRO PASEA CON VUELTAS ALREDEDOR.
PREGUNTA EL BURRO CURIOSO..."
GUSTAVO
merinoecheveste@yahoo.es
Detalle. El potrillo Corinto debe ser anterior a 1980. Tengo el libro de Editorial Guadalupe de 1976. Saludos
ResponderEliminarHola Jorge, muy oportuna la observación; tome el dato del ejemplar que tengo, SIN PRESTAR ATENCIÓN a que dice 2da. edición 02/1980.Voy a averiguar a que año corresponde la 1ra, que debe ser la de 1976.
ResponderEliminarGracias