“AUSENCIA”
(triste)
Como listas’e poncho
se me jueron los días,
qui’arrimao a sus ojos
ramonié su querencia.
Jué un’alfalfa tiernita
su presenci’a mi gusto
y el hayarla era
fácil, como agüita di’acequia.
golondrina di’ocaso
m’enlutaba su ausencia:
peru’había en su pago
trebolar d’esperansa,
q’encontrarl’a otro
día me verdiaba promesas.
Floreció’e vidalitas
su camino de siempre
-mi guitarra en
canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el
camino lamentao’e los tristes:
la vidala es un triste
cuando busca y nu’encuentra.
Su ricuerdu’es el sol
que me arrea las noches,
el reparu’y reposo de
suestadas y leguas,
la defens’a los
áhugos, contra mal tan grandote,
pans’arriba, a
sarpasos, como gatu’en la leña.
and’el sauce yorón que
sombriaba mi siesta?
¡La Chiquita es agatas un
siñuelu’engañoso,
y yo soy un guachito
que le bala a su pena!
Floreció’e vidalitas
su camino de siempre
-mi guitarra en
canciones mojonaba su güeya-
y hoy me güelv’el
camino lamentao’e los tristes:
¡la vidala es un
triste cuando busca y nu’encuentra!
Versos de Diego
Novillo Quiroga
Música de Magaldi-Noda
“AUSENCIA”, DE
NOVILLO QUIROGA Desmenuzando sus Decires
Novillo Quiroga se
manejó en esta poesía (y en otras también), con un lenguaje muy campero y
metafórico. Era muy propio del hombre de campo de antaño, hablar, explicar
cosas, haciendo “comparancias” con elementos de su vida habitual, incluso muy
común comparar con animales.
Contaban mis
padres, cuando en un censo en la primera mitad del S. XX, llegan las maestras
censistas a una chacra, donde había un matrimonio joven con una hija en la
cuna, y como la mayoría de los trabajadores rurales, o analfabetos o semi
analfabetos.
Preguntan los datos
de rigor, nombre de cada uno, fechas de nacimientos, etc. Al preguntar cuando
había nacido la beba, se miran los esposos, hasta que la mujer reacciona y
mirando al marido le dice: “Viejo, cuando fue que tuvo cría la yegua alazana…?”
. La certeza era que ubicando el nacimiento del potrillo, deducía el de su
hija.
Valga todo esto
como un introito.
“Ausencia” es el
poema de un amor perdido.
La estrofa primera
es toda una gran figura (no es una metáfora porque expresa “como”). Dice que
los días se le escaparon sin solución de continuidad, “Como listas’e poncho se
me jueron los días…”. Los antiguos ponchos tejidos en los telares criollos de
Córdoba, La Rioja ,
Catamarca (por ello llamado por nosotros, los de la llanura: “arribeños”), eran
o totalmente lisos, o bien listados, a veces en todo su paño, y otras con
guardas de listas en sus costados, por ej. (Hay otras variantes), y la
imaginación del poeta ve que sus días son como las largas listas de su poncho,
una junto a la otra.
Para decir de la
felicidad de estar con su amada, arma la metáfora (ahora sí es metáfora), en
que remite a un animal (casi con seguridad pensó en su caballo), y dice que
despuntó los tallos de la alfalfa tierna -ramonió- (habla de una mujer joven) y
bebió del agua clara de una acequia (no es de arroyo ni de laguna), su pureza.
En la segunda
estrofa, siente que cuando está, ella es su sol, y cuando le falta la vida se
le pone negra como el plumaje de la golondrina. Pero creer en sus promesas le
daba esperanzas.
En la tercera, refiere
que ir a verla era recorrer un camino en el que las dulces vidalitas que
entonaba iban dejando señales; ahora que no está, en vez de vidalita entona un
triste, canción dolorosa emparentada con el yaraví, y posiblemente, madre del
estilo, que es un ritmo muy sentido.
Dice en la cuarta que
la luz de su recuerdo le aleja las sombras, le sirve de reparo en las
sudestadas, y lo ayuda en el reposo del mucho andar. Su recuerdo lo salva de la
asfixia del dolor que lo aqueja, contra el que lucha como gato entre las leñas
(de nuevo la referencia animal).
Por último se
pregunta ¿dónde está… qué fue de ella?
Por último: el
paisano enamorado canta de dolor, ¡y canta un triste!
Lo que no sé explicar
es la referencia que hace a “La
Chiquita ”, o bien ese era el apodo con que la nombraba, o por
qué no?, una hija… (¡La
Chiquita es a gatas un siñuelo’engañoso, / y yo soy un
guachito que le bala a su pena!)
Para armar las
tropas y para ponerlas en marcha, como para hacerlas entrar a un corral o para
encarar el cruce de un arroyo, los reseros se valían de un grupo de animales,
mansos ya, adiestrados a tal efecto, que eran los que hacían punta cuando hacía
falta. Se los llamaba “siñuelos”, y acá nos dice que “la Chiquita es un siñuelo
engañoso”.
A grandes rasgos y
con mis limitaciones, esta sería una explicación. De hecho que un poema no se
explica, pero habiendo en éste una terminología muy campera, con giros y
expresiones, es que intenté desmenuzarla.
Espero haber sido claro. Cualquier duda, ¡acá
estoy a su mandao!
La Plata,
30/05/13
Nota: este comentario surgió a raíz de una consulta del estudioso e investigador Christian Gaume. En realidad, digamos que fue una carta privada, pero hoy, casi 6 años después, me parece interesante compartirla con los lectores.
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