LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 16 – 26/02/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
ESPUELA
La espuela
acompaña al hombre vinculado al caballo, al de la cultura ecuestre de cualquier
rincón del mundo, desde el momento en que aquel consiguió someter o dominar al
caballo, y de una construcción muy simple, pasó a elaborados formatos de hierro
y plata.
En el Medioevo europeo -allá por el 1500-, donde tanta
importancia adquirieron los hombres de a caballo en las célebres “cruzadas”
hacia Jerusalén, es cuando nace aquel adagio
que sostiene que el hombre de a caballo, “el caballero, no monta en yegua” (transmitido luego y afianzado en nuestra región pampeana con la
variante de “el gaucho no ensilla en
yegua”), y también por entonces se acuñó aquello de “caballero de espuela”,
como que era prenda de jerarquía de aquel jinete que guerreaba.
En su lejano origen, cuando aún no contaba con rodaja, era
un simple “acicate”, o sea un elemento punzante asegurado al talón. En estas
tierras, cuando el indio domina al caballo, se fabrica una rústica espuela -un
acicate en realidad-, adaptando una horqueta a la que aguzaba el extremo que
haría las veces de pihuelo, como también con cuernitos de venado, y a veces con
dos trocitos de madera dura con un clavo en su extremo (del mismo modo que la
picana), que con tientos asegura uno a cada lado del talón, como una rústica
espuela.
Las partes de la espuela son: el arco, que calza contra el talón; las piernas, prolongaciones del arco, paralelas a cada costado del
pie; el pihuelo, especie de espiga
ubicada en el medio del arco, en cuyo extremo, en un corte que tiene de ex
profeso, calza la rodaja, que sujeta
a un pequeño perno, gira libremente. Donde el pihuelo se une al arco, las
espuelas de importante diseño llevan el
rodete
Después, el artesano forjador de hierro, o el creador
platero, la vistieron y engalanaron de mil maneras, creando a veces piezas de
llamativo tamaño, las que más que para el trabajo, eran lujo para dominguear. A
esas grandes, de imponente rodaja, se las ha llamado “nazarenas”, imaginando en
las púas de la rodaja, la corona de espinas del Cristo Nazareno.
Hay espuelas que a los costados de la rodaja llevan dos
chapones (uno a cada lado), de menor tamaño, que la cubren pero dejando visible
las púas; a esas chapas se las denomina guardapolvo.
Además de “nazarenas” se las ha sabido llamar “lloronas”, y
esto quizás, quizás... por el sonido monótono y lloroso que hacen cuando el hombre camina
con las espuelas calzadas, arrastrando sobre la tierra. En este punto vale decir, que como una demostración
de educación y respeto, el paisano se las quitaba al entrar en el patio de una
casa o en ésta propiamente.
Hoy, salvo en el litoral, ya no se sale a camperear todos
los días con las espuelas puestas, pero, en la vieja estancia criolla su uso
era imprescindible, y si no veamos lo que dijo Rosas: “…el que ande trajinando (caballos) o enseñándolos al rodeo, sin
espuelas, cometerá un delito”.
("Canto a la Espuela", de Boris Elkin, se puede leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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