LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 15 – 19/02/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
MALAMBO
Quizás, nuestro ya lejano tiempo de malambista, con
epicentro en 1969, cuando Carlos Attemberg lograra el campeonato de Laborde, y
Raulito Tolosa el de subcampeón infantil, y concursáramos con Guillermo
Villaverde en la fantasía de “dúo de
malambo”, es que elegimos para la fecha
esta palabra criolla.
Danza de hombre solo, varonil por excelencia, tiene, como
otras cuestiones de nuestras costumbres y usanzas, un origen incierto, que
permite las más variadas conjeturas. Más nosotros, fieles al principio de que
gran parte de nuestros usos tienen un origen hispano que en estas tierras
sufrió un proceso de “acriollamiento”, nos inclinamos a pensar en los zapateos
y taconeos andaluces y gitanos. Quizás por eso dijo Yupanqui: “La guitarra arrinconó en sombras de olvido su tragedia moruna y las reminiscencias
hispanas, y cobró un acento de tierra definitiva, de cielo alto y viento
libre”.
Entre esas curiosidades está la del nombre, “malambo”, y
cuenta el Prof. López Flores, que “según
algunos proviene de la similitud de esta danza con otra muy parecida que bailan
los indios colombianos, y cuyo nombre es el mismo de un cacique de esas tribus:
Malambo”; no faltan quienes lo vinculan al ritmo y bailes de comunidades
negras conformadas cuando la esclavitud. Más en lo personal, ni la una ni la
otra logran convencimiento, inclinándonos por una expresión onomatopéyica del
ritmo de la danza.
El citado profesor del párrafo anterior, dice que es una “danza pampeana” -afirmación que puede
ser temeraria porque se lo reconoce por casi toda la geografía patria-, y
agrega “en la que interviene un solo
bailarín y no actúa la mujer (…), es
una de las más antiguas de nuestro folklore coreográfico…”. Al respecto,
Ventura Robustiano Lynch, en lo que resultara el primer trabajo de
investigación sobre el gaucho y el folklore, publicado en 1883 (hace 133 años),
y conocido hoy como “Folklore Bonaerense”, afirma: “Como baile no hay ninguno comparable al malambo. Es el torneo del gaucho…”; líneas más
adelante refiere como testigo presencial: “En
el Bragado, en 1871, vimos un malambo que duró casi toda la noche, constando de
76 figuras diferentes para cada uno de los bailarines”. Para aclarar lo que
puede ser una contradicción con lo anteriormente dicho de danza de “un solo
bailarín”, en este caso y al hablar de torneo, pinta un “malambo de contrapunto”, en el que un bailarín hace una mudanza o
figura, y da tiempo al adversario de que la devuelva y a su vez agregue una
nueva que el primero debe repetir y a continuación agregar otra, y así hasta
que uno de los contendientes no pueda devolver, declarándose por lo tanto,
derrotado.
El tradicionalista e investigador, Don Domingo Lombardi,
autor de la letra del popular gato
“El Sol del 25”, afirma respecto de la forma recién explicada de practicar la
danza, que:
“En la provincia de Buenos Aires desde el año (1867) por lo menos, el malambo
tenía lugar, siempre, entre dos competidores, uno frente a otro y por turno,…”.
Don Ata, en su “Aires Indios”, allá por 1945, le imaginó el
siguiente nacimiento: “Alguna vez el
hombre de las tierras anchas, el gaucho de la llanura infinita, quiso tener su
propia danza solista. // Seguramente se cansó de jotas, aires de contradanza y
otros bailes que no traducían de ninguna manera esa rara fuerza del matreraje
en las regiones apartadas. // Por eso, allá, en las pulperías de tierra
adentro, de pampa adentro por mejor decir, comenzó de pronto a quejarse la
tierra bajo el amago de un galope rítmico, con risa de espuela y jadeo de
hombre. // (…) // El busto, erguido; los brazos caídos junto al cuerpo.”
Poniendo punto final, ilustramos con “Malambo” que el
propio Yupanqui escribiera:
(El verso se
encuentra en el blog “Poesía Gauchesca y Nativista”)
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