LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 84 – 19/08/2018
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
A
estas tierras, “nuevas” para el conocimiento científico de fines de la centuria
de 1400, el conquistador, a más del idioma nos trajo las formas estróficas de
su poesía, y también el elemento musical para expresarlas: la guitarra. Y ésta se adaptó tanto, pero
tanto al nuevo pago, que a poco andar ya era como una hija más de estas tierras
de América.
Posiblemente
entre dichos instrumentos, en el clarear de la conquista hayan venido guitarras y vihuelas, y este último nombre se acriolló tanto, que muchas veces
al hablar del gaucho cantor, a éste se lo asoció con la vihuela terciada a la espalda, aunque lo más posible es que el
instrumento haya sido la guitarra.
Tanto
fue así que en el Martín Fierro aparece citada con la forma más acriollada de “vigüela”.
En
la Europa medieval existían y coexistían ambas: la guitarra, en manos del vulgo, el pueblo común, y la vihuela, en manos de una clase social
más elevada, más “culta”.
Ambas
están construidas en madera, con una caja de resonancia, y un mástil o diapasón
que remata en un clavijero, desde el que se regulan las cuerdas hechas de
tripa, dando el temple del instrumento, apretando las clavijas.
La
guitarra, que había nacido con
cuatro cuerdas, recibió la quinta, agregada por el “padre de la décima”, el
Reverendo Padre Vicente Espinel, y más tarde ganó la sexta de la mano del
también sacerdote, Padre Miguel García, adquiriendo la forma actual y la
denominación definitiva de “guitarra”.
Ya
en nuestras geografía “Aquella vihuela o guitarra, se expande, hermanada al
hombre aquerenciado a este suelo, hacia todas las latitudes, adaptándose en
cada una de sus nuevas querencias, a las modalidades y estados de ánimo que el
terreno, el clima y la característica de vida, imponían al morador. Ya es
alegre en el norte, de rítmico ensueño en la puna, muy armonizada en cuyo y
casi melancólica en la pampa”.
Aquellas
guitarras primitivas que volcaron
sus acordes en estos sus nuevos pagos, eran de tamaño más chico que el actual,
y al nombre de “vihuela” que repetían nuestros paisanos, también se le agregaba
la nominación de “tiple”.
“Si
nos atenemos a las observaciones ‘in situ’ de Ventura Robustiano Lynch, él nos
dice creer ‘que no existirá un gaucho que no sepa por lo menos rascar un gato’,
y continúa ‘tanto los guitarreros como los que no lo son, no están ceñidos a
regla alguna… pero tienen la intuición del arte y un oído especial’; esto allá
por 1880 nos habla bien a las claras de la vinculación de hermandad
hombre/guitarra, por lo cual no sería aventurado decir que fue éste (y aún lo
es) el instrumento idóneo de expresión musical para el hombre argentino”.
Ilustramos
con “Elogio de la Guitarra” del patagones Ángel Hechenleitner (puede leerse en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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