domingo, 12 de agosto de 2018

MATERA


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 83 – 12/08/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

 Descontamos que la mayoría de los oyentes saben de qué hablamos o tienen idea respecto de que se trata. En la gente de la campaña, muchos de los contemporáneos o a lo sumo una generación anterior, han conocido o han usado una "matera". Pero cuando decidimos viajar hacia el pasado hurgando en los libros, nos llevamos la sorpresa que en los tiempos netos del gaucho, o sea centuria de 1800, no se habla ni se nombra a la “matera”.
En la compilación de voces que realizara Francisco Javier Muñiz por 1830 y pico, ni en el esbozo de diccionario de 1875 o en el ‘vocabulario rioplatense’ de Granada, figura tal expresión, y a eso podría considerárselo una “omisión”, pero… resulta que no figura en ese compendio que es el “Martín Fierro”, y tampoco es citada en dos minuciosas obras que no son literarias sino dedicadas a la administración de establecimientos rurales, o sea más precisamente las estancias: las “Instrucciones a los Mayordomos” de Juan Manuel de Rosas y la “Instrucción del Estanciero” de José Hernández.
Parecería que estamos negando o poniendo en duda la existencia de tal expresión, pero no, por el contrario, intentamos ubicarla en tiempo y espacio.
Ya en el siglo paso nos seguimos sorprendiendo, pues en el más consultado de los libros, “El Vocabulario Criollo” de Tito Saubidet, no figura; y tampoco aparece en las “Voces del Campo Argentino” de don Pedro Inchauspe, ni en los diccionarios de Felix Coluccio, ni en el muy interesante “Conozcamos lo Nuestro” del sabedor Enrique Rapela, y tampoco está en el novísimo y elaborado “Diccionario del Habla de los Argentinos”, éste del Siglo 21.
¿Qué es lo que ha pasado… porque tal ausencia?
Nuestra conclusión es que la expresión “matera” es un regionalismo que bien puede abarcar toda la extensión costera vecina al Río de la Plata, la zona del sudeste de la provincia y algo -no mucho- hacia el centro.
También interpretamos que en el pasado (volvemos a la centuria de 1800, por lo menos a las 3 o 4 últimas décadas), se designaba a dicho aposento con la más amplia expresión de “cocina de peones”, y nos animamos a afirmar esto, porque así lo nombra Hernández y lo describe en su “Instrucción del Estanciero”, y si no veamos que su pintura es coincidente con el de la “matera” que conocemos, y que comienza apuntado sobre: “…la importancia que tiene la construcción de una buena cocina para peones. / Debe ser grande, lo más espaciosa posible; el fogón debe estar en el suelo y retirado de la pared. (en el centro del aposento) / Debe estar siempre aislada de todos los demás edificios, como precaución para los incendios. (…) El fogón en el suelo permite el uso de los asientos bajos, que tienen comodidad y ventajas para el descanso. Todos los trabajadores les dan preferencias porque, después de las fatigas de los trabajos fuertes, se descansa mejor en un asiento bajo. (…) La reunión de la cocina tiene para el hombre de campo un atractivo irresistible; tiene encantos que solo él comprende. / Alrededor del fuego, mientras circula el mate, ellos se comunican alegremente las novedades del día, se refieren con mutua cordialidad todas sus observaciones: cuanto han visto en el campo, los animales que han encontrado, los episodios del trabajo, las ocurrencias más minuciosas, y cuanto forma el movimiento de la vida diaria, (…) El fogón es alegre por excelencia” (…) ¡Cuánto se oye en esa cocina!”.
Queda visto entonces que el espacio físico descripto y la vida del mismo, es totalmente coincidente con el de la mentada “matera”, por eso es muy posible que esta denominación se haya extendido en su uso recién con el alborear del Siglo pasado, o sea el 20.
En su “Conozcamos lo Nuestro”, Rapela acude a una descripción similar que también denomina “cocina de peones”.
“Cocina de peones” o “matera”, ya en la época de la estancia alambrada, con casco, casa del mayordomo y casa del capataz, con galpones, carnicería, herrería, etc., lo que habla de mucho personal, fue de alguna manera “el club social” de esa paisanada, y también el lugar donde se recibía a la gente de paso, los forasteros y hasta los muy populares “crotos” de la centuria pasada, aunque en las estancias más “modernas” de entonces, había un lugar especial para estos que se denominaba “crotera” o “matera de los crotos”.
Esperando haber aportado algo sobre este aspecto de la vida rural, ilustramos ahora con un verso al respecto, como es este titulado “La Matera de San Francisco” de Atilio Reynoso (Se puede leer en el blog "Antología de Versos Camperos")


No hay comentarios:

Publicar un comentario