LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 85 – 26/08/2018
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Cinco
meses atrás, por el mes de marzo, nos hemos referido al “puesto” de estancia,
esa porción de campo identificada con una ranchada en la que vive la gente que
lo atiende y cuida ese sector del campo, siendo varios los puestos que tiene
una estancia grande.
Hoy
intentaremos aportar algo sobre su ocupante principal, el “puestero”.
Éste
tiene a su cargo la atención de esa sección de la estancia, procurando que el
estado de los alambrados se mantenga bien conservado, que el funcionamiento del
o los molinos sea el correcto, que los caminos interiores que comuniquen con la
estancia -en caso de haberlos- se encuentren transitables, y por supuesto toda
la atención en la hacienda vacuna que ocupa la sección, dependiendo el trabajo
de si es campo de cría o en su defecto campo de invernada.
Si
la estancia es ovejera -no muy propia de nuestra campaña, donde en otros
tiempos si las ha habido-, la atención estará puesta en los lanares que estén
libres de sarnas y otras afecciones propia de esa hacienda; se andará con el
ojo alerta en grandes tormentas sobre todo si es época de parición, y en el
momento indicado se organizará la esquila.
En
otros tiempos, hubo estancias con ambas explotaciones, y entonces había “puestos” de ovejeros y otros “puestos” de vacunos.
Juan
Ambrosio Althaparro en su “De Mi Pago y de Mi Tiempo”, cuenta que en las
primeras tres décadas del siglo pasado: “Los puesteros trabajaban a sueldo o
al tanto por ciento de la producción del rodeo o majada confiados a su cuidado”.
Por
supuesto que otros puesteros estaban contratados por un sueldo acordado, muchas
veces, con el permiso de tener alguna majadita para el consumo, algunas
lecheras, y algunos yeguarizos propios. Descontado las aves de corral y el
chiquero con algunos “trompa chata” para carnear en el invierno.
En
“Instrucción del Estanciero”, un puntilloso José Hernández, señala que el
“puestero”: “Debe ser esmerado y puntual en el fiel e inmediato cumplimiento
de las ordenes que reciba de su patrón o del mayordomo del establecimiento, y
no dar lugar jamás a ser sorprendido, ni de día ni de noche, en desobediencias
que lo desacrediten, porque siempre son perjudiciales a los intereses que
tienen a su cuidado.
No
ha de hacer jamás ningún negocio, ni compra, ni venta, que pueda dar lugar a
que se sospeche de su honradez”.
Podría
decirse, todas obligaciones para el “puestero”, de quien poco se dice que su
trabajo es sin horario, estando -él y la familia- las 24 hs. a disposición,
manejándose como si fuese el dueño de los intereses que defiende.
Dentro
de lo mucho escrito que hay sobre el tema, recordamos ahora a Benito Aranda (de
quién poco sabemos últimamente), y a su “Puesteriando en día de yuvia”. (Se puede leer en el blog "Antología del verso campero")
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