Voz anticuada que proviene de “tundir”, y ésta del latín “tonsus” (corte de pelo) o “tondére” (trasquilar, rapar, cortar), esto según el Diccionario de la Real Academia, que además, en la 3ra y 4ta acepción define que “tusa es acción de tusar”, voz propia de Argentina y Uruguay; y otra vez “tusa” para aclarar que es voz rural Argentina que refiere a las crines de los caballos. Con lo expuesto certificamos que la expresión nos llegó con el conquistador hace unos cuatrocientos ochenta y pico de años. A pesar de lo cual, el muy español Diego Abad de Santillán, dice que es un americanismo, sinónimo de “trasquilar”.
Queda claro pues
que “tusar” responde a cortar el
pelo, y entre nosotros, en la campaña, a cortar las crines de yeguarizos y
mulares, y esto último queda certificado pues lo dice Don Justo P. Sáenz (h),
en su libro “Equitación…”, y continuando con él nos enteramos que “Tenemos varias clases de tusos, como el ‘cabo de hacha’ (o tuso
bajo, casi a ras de la crinera), el de ‘cogotillo’ (o de arco), el de
‘clavija’, ‘barquitos’, de ‘penacho’, etc.
Llámase
‘martillo’ a cierta parte más
elevada de la crin que se permite sobresalir del resto del tuso, a partir de la
cruz del animal, y ‘agarradera’, a
un espeso mechón de cerda que, para facilitar al jinete el montar de salto,
déjase crecer en la cruz”. En este punto nos llama la atención que
Don Federico Oberti refiere que la expresión “de cogotillo” tan común entre
nosotros, es uruguaya.
Lo que en la
campaña llamamos “la crinera o clinera”, técnicamente es “la tusa”, y al hecho
de recortar ésta, se le llama “tusar”
y ésta si es voz de uso corriente en el ámbito rural.
El serio investigador
oriental, don Fernando Assunçao, hablando del “tuse” y posiblemente refiriéndose a los tiempos más remotos, dice
que se hacía “a cuchillo o con tijera
especial…”, y acá se hace necesario aclarar que las “tijeras de tusar” eran las creadas para esquilar, que nuestro
gaucho las integró rápidamente a sus enseres, aprendiendo a darle un uso
especialísimo, fundamental para el arreglo del pingo.
Respecto del
asunto tan particular de tener primorosamente “tusado” al caballo de andar, costumbre propia del Río
de la Plata, ajena a otras culturas, llamó la atención del entonces jovencísimo
pero ya atento observador Roberto Cunninghame Graham, quien describe a su
llegada a Buenos Aires allá por 1870: “Las
calles, con veredas de tres o cuatro pies de altura, estaban llenas de caballo de larga cola y crines recortadas,
y ¡ojo!, que no estaba hablando de un pueblo de campaña. La costumbre “de buen
gusto” era generalizada.
Y en este punto se
hace necesario detenernos a leer al ya citado Oberti, cuando sesenta años atrás
en su escrito “Los Oficios: El Tusador” (4/1962) expone: “En general, el gaucho de ayer, el que se preciaba de tal, desde niño
aprendía a manejar las tijeras de tusar, conocía los tusos más corrientes,
tenía noción de las horas adecuadas para hacerlo, los días sin moscas y el
estado de la luna. Su tijera, herramienta de su privativo uso (…) ni la prestaba
ni la ejercitaba en crines o cerdas gruesas o sucias, cuidando de ella como una
alhaja…”.
Hablando del corte
a cuchillo, vale recordar que en los encierres anuales de las manadas en las
estancias, para “cerdiar”, estas se hacían a mansalva y a cuchillo, sin el uso
de tijeras.
Dentro de los
variados “tusos” reparemos en el muy
particular “de penacho” usado en el yeguarizo al que se ha iniciado en el
proceso de la doma, que: “en la parte
media y superior se les deja un largo penacho, detalle sobresaliente que
servirá para distinguir su especial condición de amansamiento” informa
Oberti, y que deberá desaparecer del cogote del animal, cuando ya ha tomado el
freno.
Nuestro hombre
rural ha sabido usar muchas cuestiones referidas a los animales de su entorno,
para darles un uso figurado señalando cuestiones humanas. Por ejemplo,
Francisco Javier Muñiz, cuando allá por 1845 compila las voces de su “Vocabulario
Rioplatense”, no le da a “tusar” el significado de cortar las “crines o clinas”
del yeguarizo, sino que se queda con: “Cortar
el cabello á una muger p® afrentarla. Esta baja y cobarde accion la ejecutan
los gauchos con sus queridas cuando Zelosos, ó si despues de abandonarlas con
causa ó por caprichos intentan volver á ellas y son repulsados no por el dolór
de la pasada afrenta q ya paso, sino p® haber contraído un nuevo amartelam(to)
la solicitada. (…) En el día, estos actos tan vergonzosos… son por fortuna
menos comunes…” (Se ha respetado la grafía original).
No nos puede
faltar el decir de los poetas, y así tenemos que Gualberto Márquez le dedicó
tres décimas, “El Tuse De Mi Pingo”, donde canta: “Naides podrá criticar / el tuse de cogotillo, / ni la altura del
martillo / que siempre le sé dejar. / Y han de ponerse a mirar / cada pata bien
pelada, / y la cola recortada / arribita del garrón, / a la cáida del jamón / bien
abierta y cepillada”.
La Plata, 8/Marzo/2023
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