Esta voz deriva de “caronas”, y señala al arma blanca de grandes dimensiones que se usaba en el recado de lomillo, entre las caronas, por lo general del lado de montar, salvo que el portador haya sido zurdo.
Su uso se dio durante el Siglo 19, cuando
el campo pampeano era una planicie cubierta de pastizales, al que se conocía
como ‘desierto’, y donde, para los que se aventuraban al borde de las fronteras
interiores o las traspasaban (muchas veces por bolear), acechaban tanto el
indio como ‘el lión’, como el gaucho llamaba al puma americano.
Los hombres de Carpio Caro, como los
llamados “Junineros”, eran gente de portar ineludiblemente dicha arma, como
tampoco debe haber faltado en los recados del Gaucho Molina y sus ‘Tragas’.
Nunca fue arma de cintura, pues su tamaño
dificulta o imposibilita desenvainar
con premura.
El tapalquenero Tito Saubidet aclara que el
“caronero” era “fabricado a menudo de hoja de espada, sable, etc., de grandes
dimensiones…”. Y así fue, ya que entre nosotros no existía industria
metalúrgica para poder confeccionarlos.
A diferencia del facón, nunca se lo
consideró herramienta, siempre fue un arma blanca.
Su cita no ha estado ausente en la poesía
criolla, y así Don Pedro Risso, supo escribir en algún momento: “Un buen facón ‘caronero’ / no ha de faltarme jamás…”.
Con la llanura tranquilizada e incorporada
a la civilización ‘huinca’ (criolla), el lomillo fue poco a poco reemplazado
por el basto, luego éste recado se acortó, los campos se alambraron, y ya no había necesidad de andar
portando “caroneros”.
La Plata, 26/Junio/2023
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