LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 30 – 11/06/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
En “Facundo”, Sarmiento -él, que no quería al gaucho-, hace una encendida exaltación del rastreador
Calibar, y reflexiona: “¿Qué misterio es
este del rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la
vista de estos hombres? ¡Cuán sublime criatura es la que hizo Dios a su imagen
y semejanza!”.
Este Calibar era sanjuanino, y siempre se sostuvo que los
más sabios rastreadores han sido de las provincias andinas, destacándose además
a los sanjuaninos a los riojanos, y esto lo aseguraba y afirmaba el mismísimo
Gral. Mansilla, aquel que se adentró al desierto y reflejó su incursión en “Una
Excursión a los Indios Ranqueles”, quien en sus tropas siempre tuvo alguno y
sostenía por su propia experiencia, que en San Juan y La Rioja estaban los
mejores.
El poeta oriental Wenceslao Varela -quien sobre este tema
recibió muchas enseñanzas de un paisano entrerriano-, escribió unas magníficas
décimas repletas de detalles y minucias, en una de las cuales canta: “Sé en un rastro de baguales / si va madrina
o padrillo / y sobre el renglón de un trillo / leo signos desiguales; /
destingo en los arenales / la ranilla con tramojo. / Y marco, en cualquier
rastrojo / o ande se hunda la pisada, / vejigas, taba cargada, / cuerda tensa o
ñudo flojo”.
El ingeniero francés Alfredo Ebelot, que permaneció entre
nosotros de 1870 a 1908 y tuvo a su cargo la construcción de la “Zanja de
Alsina”, y dejó reflejos de su experiencia fronteriza en varios libros, en uno
de ellos, “Pampa”, dejó noticias de lo que le tocó vivir en este aspecto. En
síntesis: cuenta que anoticiado de que al parapeto de la zanja se le había
practicado un boquete de unos dos metros, por el que habían penetrado y salido un grupo de indios, mandó
ensillar y partió con un piquete a inspeccionar el agujero, ordenando se le
mande un rastreador. Ya en el sitio, en un día muy frío y ventoso que levantaba
tierra, describe la llegada del “rastreador”: “…un sujeto de pura sangre arribeña (aclaramos: Córdoba y las provincias andinas), lacio el pelo, saliente los pómulos, torvos los ojos a la par que
penetrantes, y, para más señas, soldado viejo y milico irreprochable.”.
Tras mirar largo tiempo, callado, las intrincadas pisadas a uno y otro lado del
parapeto y la zanja, como con indiferencia, sentenció: “Han pasado seis caballos montados, quince sueltos, y una yegua madrina
con un potrillo de seis a ocho meses”. Señalando que tomaron con rumbo a
los valles de Sierra de la Ventana. Al día siguiente fueron capturados, y todo
coincidía con lo que dedujera el “rastreador”, salvo… que no había tal
potrillo…, pero más luego, los soldados que rastrillaban la zona, lo
encontraron extenuado, rendido de cansancio, impedido de seguir el ritmo
frenético impuesto al viaje por los indios. Y la relación quedó demostrada
cuando lo reencontró la yegua con las efusividades de madre.
(Los versos de "El RASTRIADOR" de GABINO EZEIZA, se pueden leer en el Blog "Antología del Verso Campero")
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