Cuando el despuntar del pasado mes de
diciembre, se cumplieron 50 años -¡medio siglo!-, de un acontecimiento
vinculado a la cultura criolla, que la mayoría de la gente del tradicionalismo
desconoce. Ese mes del año 1966, en el ámbito del Círculo Criollo “El Rodeo”,
en tiempos en que estaba en el Palomar, el escritor Dalmiro Sáenz enfrentó en
duelo a cuchillo y a primera sangre, al poeta gaucho y relator de jineteadas,
Julio Secundino Cabezas, “Cunino” para los más allegados.
Esto que así narrado parece algo
descabellado, tenía su razón de ser.
El 29/07/1965, Editorial Atlántida lanzó
al mercado su nuevo producto: “Revista Gente y la Actualidad”, la misma que 52
años después, luce vigente en los escaparates de los kioscos del país. Como lo
resalta su título abarca temas de ‘actualidad’, y del espectáculo, destacándose
en sus páginas a personajes de la farándula, artistas y modelos, lugares de
vacaciones locales y del mundo, y varios etcéteras. Desde los inicios su éxito
era palpable. Y para el público lector su nombre si limitaba (…y así sigue
siendo), a: “Gente”.
Cuarenta años acusaba en esos días
Dalmiro Sáenz, quien por entonces ya había publicado una media docena de
títulos, conocido el éxito de ventas y
el halago de premios importantes. Trabajaba para la revista escribiendo notas
de un tenor y tema distinto al habitual.
Sáenz se caracterizaba por ser un
escritor provocador, que no dudaba en meterse con la iglesia y poblar de sexo
sus escritos, algo nada común y resistido por parte de la sociedad de esos
años. Pero él seguía adelante y así lo hizo hasta el final de su vida, siempre
por el mismo andarivel.
Era sobrino del sabio criollista Don
Justo P. Sáenz (h) -si mal no he entendido-, porque era hijo de su hermana
Lucrecia casada con su primo Dalmiro Sáenz, recibiendo para sí el nombre
paterno.
Cincuenta y siete años cargaba Julio
Cabezas, de quién ¿qué podemos decir que los amigos lectores no sepan? Por otro
lado en el “primer” Tradicional, aquel que era periódico, publicamos en el
número 36 un artículo con datos
biográficos al que podemos remitir a los interesados; no obstante
recordamos que era un reconocido poeta criollo, que de alguna manera
profesionalizó la animación de jineteadas, e hizo popular en sus relatos la
expresión “¡Voy al hombre, nomás…! Natal del Chubut, se acercó a Buenos Aires hacia
1929 con motivo de cumplir con el servicio militar, y cumplido el mismo quedó
como domador en el 8 de Caballería, y años más tarde ingresó al Mercado
Nacional de Haciendas, donde finalmente se jubiló.
Afamado tirador de lazo, en el año ’30
integró el equipo de jineteada que participó de un concurso internacional
organizado en Montevideo, Uruguay, donde se coronaron ganadores.
Publicó varios libros de pequeño
formato, de los que, muchos paisanos tomaron las letras para cantar por
milonga, y varias de ellas fueron llevadas al registro discográfico en la voz
de reconocidos cantores sureros.
Presentados, de alguna manera, los partícipes
del duelo, volvamos a ese asunto.
Con motivo de presentar una nota “rara”
y de fuerte contenido, Dalmiro se propuso vivir un duelo criollo y hacer la
crónica escrita de esa, su propia experiencia: de los nervios, de la emoción y
adrenalina de estar frente a un adversario que en cualquier momento te puede
tener en la punta de su cuchillo, o de lo que se puede sentir si el que primero
corta es uno.
No testifica como llegó a “Cunino” ni
por qué lo eligió, porque en realidad no ha trascendido que éste tuviera fama
de cuchillero; nunca nada al respecto se dijo de él.
Pero lo cierto es que lo visitó, dice,
en su domicilio de calle Miguel Quintana, de Villa Insuperable, a pocos metros
de la Gral. Paz, donde concertaron el “enfrentamiento a primera sangre”,
a desarrollarse en el Círculo Criollo “El Rodeo”. Cuenta Sáenz: “…iba a la casa de un hombre llamado Julio Cabezas,
un domador de prestigio, un verdadero artista del lazo, un hombre que manejaba
el cuchillo con la misma naturalidad con que yo manejo la birome sobre este
papel en donde estoy escribiendo. Iba a pedirle que sostuviera conmigo un duelo criollo a primera sangre.”
Al día siguiente, a media mañana se
encontraron en el lugar acordado, sumándose a los duelistas dos reporteros
gráficos y un jurado, al que Dalmiro cita como “el hijo de Cabezas”, aunque el
tal mozo -al que siempre presentaba como su hijo-, era un sobrino (Víctor, si
mal no recuerdo), hijo de un hermano suyo del que tiempo después que naciera
ese hijo nunca más se supo de él, por lo que Julio -que sí tenía una hija
mujer-, lo crió como hijo propio.
Dalmiro se descalzó y arremangó un tanto
el pantalón vaquero, mientras que su diestra sostenía un cuchillo con defensa
en “S”, al que describió como un “facón
caronero que yo hace años tuve que acortar porque se me había quebrado la
punta”, pero que viendo las fotos uno duda de tal descripción.
Por su parte, Cabezas, empuñaba un facón
cabo de plata, sin defensa, que a juzgar por el testimonio gráfico, bien pudo
ser una daga (hoja de dos filos); vestía bombacha sujetada por la faja, sin
tirador, y lucía sobre el cuello de la camisa de puños abrochados, un pañuelo
tendido, coronando su testa un clásico chambergo chico, de ala requintada,
mientras que un ponchito liviano de guarda pampa, a manera de escudo le cubría
el brazo izquierdo.
Aproximadamente 45 minutos duró la tenida,
la que como estaba acordado finalizó cuando asomó la sangre. En un recuadro y
en tercera persona, se lee al final de la nota: “…Julio Cabezas es un esgrimista que pone el cerebro en la punta de su
arma. Coloca cada golpe y mantiene su defensa de manera tal que pareciera que
cuenta con horas para pensar cada movimiento. En realidad todo es cuestión de
fracciones de segundos. Dalmiro Sáenz,
por su parte, es más intuitivo y actúa mucho en base a reflejos. El duelo -silencioso
e intenso como un miedo-, terminó poco después de que el cuchillo de Cabezas
rozara el brazo de Sáenz y punteara su frente. Lo de “primera sangre” se había
cumplido. El día seguía gris y frío. Se miraron y se dieron la mano. Palabra de
hombre.”
Con una foto en color y a toda página, y
ocho de distintos tamaños en blanco y negro, la edición N° 73 de Revista Gente
del 15/12/1966, se engalanó con una nota distinta, corajuda y curiosa,
reviviendo aquellos trágicos duelo en una pulpería, una tabeada, una cuadrera,
una riña de gallos… donde “no se jugaba a primera sangre” sino que se jugaba la
vida.
Los otros duelos, aquellos para lavar el
honor o limpiar ofensas también existieron entre nosotros, pero nunca entre
gauchos, sí entre políticos, militares y periodistas. A propósito, en 1878 fue
publicado el Primer Código Argentino sobre duelos, intentando fijar normas y
reglas para librar los mismos.
En el que aquí evocamos, Dalmiro Sáenz
buscó revivir la demostración de coraje de los tiempos gauchos, y enfrente lo
tuvo a Julio Cabezas. Claro que ya ha transcurrido medio siglo de aquella
remembranza, y ninguno de los dos vive hoy para agregar detalles…
La Plata, 22 de Agosto de 2017
(Publicado en la página Web de El Tradicional, con fecha 22/08/2017)
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