LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 78 – 08/07/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
SOMBRERO
Podemos decir que no solo en nuestra campaña, sino en todo
el territorio del país, las formas que tuvo el hombre de cubrir la cabeza, han
sido muchas y variadas, porque ha sido y es costumbre de mucho arraigo usar un ‘tocado
o cobertor’ de cabeza. Tengo el recuerdo patente de la niñez, que si uno
amagaba salir al campo en cabeza, se venía el reto con el grito de “Póngase la gorra!” o “Póngase el sombrero!”. Al respecto, el
siempre bien informado D. Justo P. Sáenz (h), en una crítica que hace a la
presentación de una obra de teatro criollo allá 1939, sostiene. “¿Dónde se ha visto en el campo, que los
dueños de casa, en estancia o rancherío, anden en cabeza, porque hay baile o
reunión en ella? (¡De adonde! ¡Si hasta sestean nuestros criollos de sombrero
puesto!)”, sentencia.
Inclusive leemos en una nota de un Boletín del Fortín
Dolores, que “el gaucho nunca se
descubrió la cabeza para bailar”. O sea que aquella reconvención de
nuestros mayores tenía una razón tradicional, no era un invento.
Según el diccionario, es “prenda para cubrir la cabeza, que consta de copa y ala”. Vale
decir también que, en nuestra campaña, el sombrero es pilcha exclusiva del
hombre.
Indudablemente que el más autóctono ha sido el sombrero
“panza de burro” -al igual que la bota de potro-, de fabricación artesanal y
casera.
El gran investigador y estudioso oriental Fernando
Assuncao, señala para la primera parte del siglo 19, cinco tipos de sombreros: a) el chambergo o gacho, b) el panza de burro, c) el blanco de Cuzco, d) el pajilla o Panamá y e) los gorros de Pisón o gorros manga,
muy difundidos éstos durante el período rosista, ya que también lo usaba el
cuerpo de “Los Colorados del Monte”, pero no quita esto que hubiese gauchos
unitarios que también lo portaban, con un cintillo celeste. Éste gorro es como
el frigio de nuestro escudo, y mucho antes, en Europa, fue recreado a semejanza
del que usaban los remeros de las embarcaciones llamadas ‘galeras’, esto allá
por el 1400, aproximad.
También es cierto que el gaucho estaba limitado a comprar
lo que la pulpería le podía ofrecer, a veces, sin variedad de oferta. De allí
que también se utilizase la galera, y esta se ve mucho en los cuadros que
pintara el pintor Carlos Morel, sin olvidarnos de que Justo José de Urquiza, de
uniforme militar, solía tocarse con uno de estos sombreros.
Recurriendo al testimonio de pintores locales y
extranjeros, como Pueyrredón, Pellegrini, Morel y Palliere, descubrimos a los
gauchos de chiripá y bota de potro, cubiertos -además del ya citado- con
sombreros de alta copa y ala pequeña, y con sombreros pajilla (del tipo
panamá), también llamado entonces ‘jipijapa’.
En la segunda mitad de la centuria del 1800, comienza a
difundirse la boina, prenda introducida por la inmigración vasca, pero según D.
Ambrosio Althaparro, que relató sucesos posteriores a 1875, esta “se solía ver en algunos criollos, peones de
las estancias, pero un porcentaje muy reducido en
comparación con el sombrero. Le agregaban siempre, una borla atada al apéndice
central de la boina y muy frecuentemente también, un botón hecho con una moneda
de plata”. Como dato curioso agrega que “la gorra con borla junto con la alpargata
bordada, fueron prendas de moda por muchos años, entre los presos de la cárcel
de Dolores”.
El mismo autor sostiene que el más usado era “el sombrero negro con cinta muy angosta,
copa redonda sin abolladuras, ala casi recta, de un ancho regular y ribeteada.”;
la descripción se parece a la del popular ‘chambergo’ usado hasta la actualidad.
Vale como anécdota informar que la palabra ‘chambergo’ deriva del apellido del
Conde Armand-Frederic de Schomberg, quien hacia mediados del 1600, dio por
gorro a los soldados a su mando, un sombrero de ancha ala, con un lateral
sujeta a la copa y adornado con una pluma, transformando con el tiempo aquello
de ‘sombrero a la Schamberg” en simplemente ‘chambergo’.
El poeta cordobés Julio Díaz Usandivaras, por años radicado
en Buenos Aires, a su habitual traje urbano lo coronaba con un sombrero que él
denominaba “chambergo”. Le escribió un poema que es el que compartimos a
continuación. (Se lo puede encontrar en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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