LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 24 – 23/04/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
CUADRERA
Ya
dijimos al hablar del “parejero”, que las carreras “cuadreras” tuvieron amplia
y popular difusión en el ámbito del campo “porteño” (como antaño se decía), en
el Siglo 19, la centuria del 1800. Y con esa definición han llegado al presente,
tiempos en que la proliferación de los circos hípicos (los hipódromos), no ha
logrado desplazarlas ni anularlas del todo.
Recordemos que lo de “cuadreras” viene a cuento porque las
distancias a correr se medían en cuadras, siendo ésta una medida usual desde la
época de la colonia; y de otra medida que provenía de los tiempos de Don Juan
de Garay, la vara, aquella que mide 86 centímetros, deriva la palabra “varear”, que es
el entrenamiento para preparar el “parejero”.
Hoy hay canchas especialmente preparadas para el desarrollo
de las cuadreras, pero antaño, según nos cuenta Octavio Alais, quien vivió en
la segunda mitad del Siglo 19: “En estas
reuniones, que siempre se efectuaban en días festivos, tomaban parte los
caballos de mayor fama por su ligereza, que acudían de varias leguas a la
redonda (…) Comúnmente el iniciador
de las carreras era el mismo pulpero por la cuenta que le traía, pues la
reunión de gente, atraída por el espectáculo, aumentaba considerablemente el
despacho hasta equivalerle las entradas, en un día de carrera, a la venta de
varios meses”.
Antiguamente, antes de las carreras por dos sendas, se
desarrollaban las “carreras a costillas”, por una senda, recostándose un
caballo contra el otro y donde prácticamente todo estaba permitido.
Dice Rapela que el primer “reglamento” ordenador de las
cuadreras que se conoce, apareció en Corrientes hacia 1856, y allí ya se
estipula sobre las “carreras por andarivel”, o sea, las canchas conformadas por
dos sendas o huellas de unos 50/60 centímetros de ancho cada una, separadas una
de otra por metro y medio/dos metros, espacio en cuyo centro se tiende el hilo,
apoyado a una altura de medio metro, en livianas estaquitas, demarcando así los
espacios por donde correrá cada competidor.
En nuestros pagos, según el mismo informante, fue durante
el gobierno de Emilio Castro cuando se promulgó un “reglamento” propio por
1870.
Toda carrera, además de los dos competidores, cuenta con
otras dos personas que juegan un papel muy delicado y comprometido: el
abanderado -que es el largador-, y el juez, rayero o sentenciador, que es quien
da el fallo final y sobre quien recaen todas las responsabilidades cuando hay
que decidir un final cabeza a cabeza.
No debemos pasar por alto que a estas topadas, para
diferenciarlas a las de los hipódromos se las suele denominar “carreras de
campo”. También ocurría y ocurre que al concertarse una carrera entre dos
parejeros mentados, se establece lugar, se fija fecha, y se deposita parte del
dinero en juego. Y se llama a eso “una depositada”.
(En "Antología del Verso Campero" podrá leerse "¡Largaron!", que completaba este texto)
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