LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 25 – 30/04/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
Se ha dicho que la “pulpería” fue un mojón civilizador, al menos así tituló Don León Bouché, a su breve
pero interesante libro sobre el tema.
Si bien quien se instalaba a pleno campo con una “pulpería” lo hacía
fundamentalmente atraído por el rédito económico del negocio, siendo a su vez
dueño sin esfuerzo de un monopolio, pues quienes se allegaban a vender plumas
de ñandú, cueros de nutria, pumas y venados o atados de cerda, entre otras
cosas, estaban prisioneros del ofrecimiento del “pulpero”, pues de no gustarles
la paga no tenían a quien ir a venderle su producto, terminando por cerrar
negocio con ese “pulpero”, negocio que no pasaba de un trueque, pues el casual
proveedor terminaba surtiéndose allí para cubrir sus necesidades. No obstante
este punto de neto interés comercial, las “pulperías” fueron una avanzada
criolla, pues por detrás de donde se iban extendiendo las estancias cimarronas,
allá iban ellas, instalándose en sitios sin población alguna y dando por allí
el nacimiento a algún paraje en la vasta llanura.
Al respecto, Don Carlos A. Moncaut, en su enjundioso “Pulperías –
Esquinas y Almacenes de la Campaña Bonaerense”, comienza sentenciando: “La estancia y la pulpería criolla corrieron
juntas el mismo destino. Siendo la estancia fortín, posta y avanzada en el
desierto, la pulpería cumplió sus múltiples funciones secundarias. Antes que
nadie ganó el desierto, plantando los cuatro palos de su rancho. El pulpero se
afincaba en su pulpería; era su domicilio. Allí vivía, peleaba, renegaba, luchaba,
se defendía, se casaba o no se casaba, pero sí, tenía muchos hijos. Eran por lo
general analfabetos, pero lo que sabían bien era llevar los libros del negocio;
desde luego, a su manera, pero los llevaban. (…) La pulpería fue rural y
gauchesca por antonomasia. Fue la verdadera triunfadora sobre la soledad…”.
Con la voz “pulpería”, pasa lo mismo que con la expresión “gaucho”: no
sabemos con certeza, cuál es su origen, qué les dio nacimiento.
Son muchos los que han insistido
con que “pulpería” deviene de la voz mejicana “pulque”, que es una bebida por
el estilo de nuestra norteña “aloja”, del que deriva el nombre del lugar donde
se lo expendía, al que se llamaba “pulquería”; y que de ésta, por malformación,
surgió “pulpería”… pero podemos adherir a otras versiones.
Por ejemplo, José Bossio, en su “Historia de las Pulperías”, refiere
que “… fue el comercio en el que se
vendió toda clase de géneros que
sirvieran al mantenimiento de la población.”, y para esto se remonta a 1627
cuando el cura Pedro de Simón informa “…pulpero
es que el vende en público frutos de la tierra y de Castilla, fuera de ropa,
particularmente cosas de comer no guisadas”, y más adelante hace esta
curiosa comparación: “a los pulperos los llamaban así porque
tenían muchas cosas para vender (…) al modo que los pulpos tienen muchos pies”.
A esto se agrega un informe publicado en Madrid en 1647 sobre Perú (donde no
corre el pulque), en el que se expresa: “…en
la pulpería se venden plátanos y miel, además de vino, queso, manteca, aceite y
otras menudencias”. Y esto ya es parecido al comercio de nuestras pulperías,
con las variantes lógicas de los productos de una región tan distante. Más
adelante el ya citado Bossio remata: “…el
origen de pulpería es la voz ‘pulpa’ como la creación de un nuevo término español a través de la chispa de sus hombres,…”.
Lo cierto es que la “pulpería” fue el club de nuestros gauchos, el
lugar de socialización, de encuentro, de diversión, de una comunidad dispersa en la inmensidad de
la llanura.
(Los versos de "Pulpería La Colorada" de V. A. Giménez, se pueden leer en el blog "Antología del Verso Campero")
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