En las fiestas patrias y en las patronales de los pueblos
de campaña, ya en el siglo 19 y hasta más de la mitad del siglo 20, las
“corridas de sortija” eran número puesto, infaltables en los festejos en
tiempos en que las fiestas de destrezas no existían, y luego compartiendo
escenario cuando éstas comenzaron a ganar terreno y popularidad a partir de la
década del ‘50.
Recuerdo patente que las jineteadas en los años ’60,
siempre eran precedidas por unas nutridas corridas, en las que había hombres
que se destacaban y ganaban fama como “muy sacadores”. Con el tiempo, vaya a
saber porque, fueron perdiendo participación, lugar que fue ganado por la
propia jineteada en sus tres montas y con las montas especiales, o bien por
nuevas pruebas como las “carreras de tambores”.
Todo indicaría que dicho juego llegó a etas latitudes con
la conquista, y acriollándose se prolongó su presencia en el tiempo; por
eso, allá por 1940 y pico, el sabedor y meticuloso D. Justo P. Sáenz,
expresaba: “La Corrida de Sortija, único
juego de a caballo que (junto con las carreras de velocidad) ha perdurado sin
modificaciones hasta nuestros días, fue introducido por los conquistadores…”;
recalquemos que eso fue suscrito en los años ‘40, pues corriendo el tiempo sufrieron
cambios: se acortaron las estriberas, se comenzó a correr parado en los
estribos, se prepararon caballos de ex profeso, en una palabra “se
profesionalizó como deporte”, y para bien de las gaucherías, hoy atraviesa un
momento de reverdecimiento.
Buscándole la punta a la historia, recurrimos ahora a otro
investigador de fuste, en este caso el cordobés D. Guillermo Alfredo Terrera,
quien en coincidencia con lo antes apuntado, dijo: “Traídas a estas tierras americanas por los españoles, éstos a su vez la
recibieron de los conquistadores moros del norte de África”.
Con las “corridas de sortija” el campo entraba en las
ciudades y los pueblos de campaña, porque por lo general se armaba el arco y se
improvisaba la cancha en la calle que pasaba frente al edificio municipal del
lugar. Esto lo certifica José Wilde, cuando hablando del Buenos Aires de
mediados del siglo 19, informa: “Las
distracciones para los porteños eran tan escasa que a veces concurrían las
familias a presenciar alguna ‘corrida de sortija’…”; pasa que por entonces
casi todas las diversiones eran de origen rural, como por ejemplo: las
cuadreras, el pato, la cinchada, las riñas de gallos.
Parece ser que la sortija que debe ensartar el corredor, no
siempre era como las actuales, de un metal sin valor, pues según el sabio
Mantegazza que nos visitó allá por 1860, describió que del arco “…pende un pequeño anillo de oro, apenas
suspendido de una débil cinta” que el sacador suele obsequiar a alguna
señorita de la asistencia.
(Las décimas de "Corrida de Sortija" se pueden leer en el blog "Poeta Gaucho")
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