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1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 9 – 16/08/2017
Antes de salir
“campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en
el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de
los Poetas”.
En el encuentro del
miércoles anterior decíamos que en 1927 el joven Miguelito abandonaba “Martín
Chico” para pasar a vivir pupilo en el colegio de Lavallol, donde cursaría el
5° y 6° grado y todos los años del secundario. Ese forzado desarraigo lo
acongojó y le produjo un profundo desasosiego que le hizo aflorar al poeta que
-aunque lo ignorase- ya lo habitaba, el que lo salvaría de esa soledad rodeada
de compañeritos -muchos como él, del campo, con el mismo dolor por ese encierro
forzado-, imposibilitado ahora de salir a corretear al campo, con su petizo
colorado y su perro de compañía, muchas veces siguiendo el rumbo de los peones
y su trabajo. Así lo refleja: “Al
principio sufrí lo indecible…”.
“Lo
primero que escribí fue un largo poema gauchesco en cuartetas, ‘Destino
Gaucho’, que corría de mano en mano, subrepticiamente, en las horas de
estudio”.
También lo ayudó la
lectura, a la que ya era aficionado por influencia materna, abordando todo lo
que en la biblioteca escolar estaba a su alcance, incluso, algunas novelas que
los mismos alumnos ingresaban de contrabando.
Terminado el internado
allá por fines de 1933, tiene la desgracia de no poder volver a “Martín Chico”,
pues la familia ha abandonado el arriende de la estancia para volver al campo
de “San Eladio” al que estará vinculado hasta 1936.
Ya no volverá más al
Viejo Pago de la Magdalena. Se concentrará en los estudios (donde se lo
considerará brillante), y en la literatura que lo ha ganado por completo, al punto
que a los 22 años, o sea en 1937, da a conocer su primer libro: “Poema de
Arroyo y Alma”, al que escribió y “de un
tirón” en el campo de San Eladio, y si bien consideró que el mismo “se quedó en el propósito” (…) “tuvo
el mérito de indicarme el rumbo del pasado, donde después se ha gestado toda mi
obra”. Por ese primer libro y por el segundo “El Arroyo Perdido” de 1941,
es que ingresa a ese grupo conocido como “Generación del 40”, grupo en el que
los “poetas reflejan el amor a la tierra
y al paisaje nativo (…) evidenciando una poesía de ‘raigambre nacional’ (…), y es que “en esta línea criollo-nacional, Etchebarne, da una nota distinta a la
de los compañeros del movimiento”, según afirmación del investigador y
crítico Adolfo Pietro. Y ocurre que el propio poeta lo había advertido, por lo
que escribió: “…yo ya sabía que mi
mensaje era distinto al de todos”.
Ya que en el espacio de
la semana pasada remarcamos los fieles recuerdos que por el casco de “Martín
Chico” conservaba, compartimos ahora las sonoras y muy bien logradas décimas
que le dedicara a ese campo.
(Se ilustró con las 15 décimas de "La Estancia o Martín Chico" que se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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