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1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro Nº 14 – 27/09/2017
Antes de salir
“campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en
el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos unas “astillas” al “Fogón de
los Poetas”.
Evocaremos ahora a un
poeta muy defensor del gaucho, pero muy diferente en su forma expresiva a los
dos que ya hemos tratado: Charrúa y Etchebarne.
Romildo Risso nació en
Montevideo -la capital uruguaya-, el 20 de octubre de 1882 (cuando entre
nosotros se estaba por fundar la ciudad de La Plata), o sea hace ahora 135
años, siendo su madre Da. Amelia Sánchez y su padre el Comandante de Marina Don
Luis Risso, quien con su ejemplo le marcó un rumbo y le brindó el concepto de ser
gaucho.
Completaban la familia
sus hermanos: Amanda, Irene, Luis y Juan Carlos.
Siguiendo los pasos de
su padre, tenía 19 años cuando ya era el Sub Jefe del Batallón 10 de la Guardia
Nacional.
Y si bien no lo sabemos
a ciencia cierta, intuimos que a raíz de alguna revuelta donde puede no haber
quedado bien parado, justo para el Centenario de nuestra Patria, emigra radicándose
en la Ciudad de Rosario, donde permanecerá diez años; luego se mudará a Bs.As.
A partir de su arribo,
por casi treinta años estará entre nosotros, desarrollando por lo tanto, su
amplia obra poética en esta tierra en la que vivió y se sintió como en su casa;
tenía unos 27 años cuando llegó, y tendrá unos 56 cuando retorne a su terruño.
En su amor por la
patria, la imagen del gaucho era punta de lanza en su afán de difundir la
cultura terruñera, afirmando que había que enseñar a los gurises en las
escuelas “la verdad del gaucho”,
despojándolo de poses bravuconas y vestuario circense volviéndolo simplemente a
su dimensión de “hombre gaucho”,
sosteniendo que a los niños había que educarlos “…sin que el alma se les vaya de la tierra”.
Esa forma de encarar la
defensa del gaucho lo llevó a enfrentarse con críticos que ensalzaban la obra
de contemporáneos y coterráneos suyos como José Alonso y Trelles (“El Viejo
Pancho”) y Fernán Silva Valdes, y como él sostenía que al gaucho había que
presentarlo en su real dimensión humana, sin pose circense ni actitudes
orilleras (arrabaleras), dice que esos poetas ponen en boca de sus personajes
cuestiones impropias de buena gente, como rebajar la condición de la mujer, y
dice: “Como si esas cosas jueran p’andarlas contando”.
Comparó al hombre
gaucho con la templanza de los árboles fuertes, y esto fue casi una constante
en su obra, de ahí que su primer libro, publicado en el año 1931 se llamó
“Ñandubay”.
Para cerrar esta
primera semblanza, elegimos de dicho libro el poema que le da el título.
(se puede leer en el blog Poesía Gauchesca y Nativista)
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