LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 46 – 08/10/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
Con el nombre de diligencia, galera o mensajería se conoció en el Siglo
19 a los grandes vehículos que tirados por muchos caballos, transportando
pasajeros, correspondencia y encomiendas, realizaban verdaderas travesías en
los dilatados llanos de nuestra campaña, pero así también, hacia los cuatro
puntos poblados del país de entonces.
Parodiando los viajes marinos de las carabelas de los primeros
conquistadores, bien podemos afirmar que eran esas diligencias, atrevidas
carabelas en las arriesgadas travesías pampeanas.
Para aquellos que nunca vieron uno de estos vehículos, les decimos que
son los mismos que aparecen en las películas y series que refieren a la vieja
vida del oeste norteamericano. Esto es tan así, que hacia la mitad del Siglo
19, el emprendedor riojano Timoteo Cristobal Gordillo, fletó en EE.UU. “tres buques (de 500 toneladas cada
uno), cargados con instrumentos de
agricultura, maquinarias, dos molinos, cien carruajes, ciento cincuenta carros de cuatro ruedas y de elásticos, los primeros
de esta clase que se introdujeron en el país”.
Con estas diligencias fundó la Empresa “Mensajerías Argentinas”, con la que abrió
rumbos y caminos.
Dice Enrique Rapela, que con caminos en buen estado y buen tiempo,
llegaban a recorrer 16 leguas por día, o sea, unos 80 kilómetros. Debemos
valorar aquello y decir que era todo una hazaña. En dicho recorrido, más o
menos cada 4 leguas (dependía del tipo de geografía por la que iba el camino),
había una posta, donde se mudaban los caballos y los pasajeros podían estirar las
piernas y reponerse de los sacudones del viaje, como también comer o tomar
algo.
La galera iba al mando del mayoral, y cada posta respondía a las órdenes
de un maestro de posta.
En cuanto a la atada del vehículo, no había una sola forma, y más vale
se la acomodaba a la necesidad del viaje. Por ejemplo, el dolorense Ambrosio
Althaparro nos cuenta como él lo vio: “seis
caballos atados al tronco como en abanico, y además, el montado y ladero de
cuatro postillones, eran los catorce animales que se mudaban en pocos minutos”;
Luis Cané, en una poesía nos dice que son doce, y Juan Ambrosetti, relata que “se atan 9 animales: dos tronqueros, tres al
pecho delante de ellos, y 4 cincheros, dos de cada lado”.
En cuanto al pasaje iba de 10 a 16 personas, y como dijo don Carlos Moncaut, la
galera era un ámbito unificador de niveles sociales, ya que podía ir el
estanciero con su señora, un militar, un médico, un comerciante, un gaucho, un cura o una
paisanita que iba a la estancia donde la habían conchabado, etc., sufriendo
todos idéntico calvario de sacudones y apretujamientos.
Si nombramos a Gordillo, también citamos a otros importantes
empresarios como Juan Rusiñol y Joaquín Fillol, y recordamos algunos nombres de
estas empresas: “La Pobladora”, “La Prestigiosa”, “La Argentina del Sud”, “La
Brisa del Desierto” y “La Porteña”, entre muchas otras.
(Se ilustró con "La Diligencia" de Justo Olarans Chans, que se puede leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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