LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 47 – 22/10/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
Cuando decimos platero,
nos referimos al artesano que labra la plata, el que elabora con ese noble
metal, variados objetos que pueden ser ornamentales, religiosos o de uso
familiar, por ejemplo: relicarios, cruces,
vasos, cálices, candelabros, bandejas, fuentes, mates, bombillas, etc. etc.
El de platero es
un oficio que acompaña al hombre desde el fondo de los tiempos.
José Torre Revello, un especialista en este tema, nos
cuenta que cuando Hernán Cortés, en la segunda década del 1500 conquista
México, le informa a su Rey que se encontró con que “hay joyería de oro y plata y piedras, y otras joyas de plumaje, tan
bien concertado, como puede ser en todas las plazas y mercados del mundo”. O
sea, que ese pueblo conquistado estaba muy adelantado en asuntos de platería y
orfebrería.
Ahora bien, en nuestra campaña, cuando decimos platero nos estamos refiriendo a aquel
artesano que confecciona, rastras, cuchillos, facones, cabos de arreadores y
rebenques, estribos, juegos chapeados para la cabeza del pingo, cabezadas de
lomillos y cabezas de bastos, etc., o sea, todas aquellas pilchas que tienen
que ver con los lujos criollos.
Pero antes de llegar a este tipo de plateros, debemos remarcar, que en sus orígenes entre nosotros, los
primitivos artesanos se abocaban fundamentalmente a trabajos de carácter
religioso, y a piezas de uso diario en la vida de la sociedad más acomodada.
En cuanto a la platería criolla, aunque es odioso
establecer fechas, podemos decir que es en el Siglo 19 -la centuria que
comienza en el 1800, y marca el tiempo de apogeo del gaucho-, cuando comienza a
aparecer y a definirse, marcando las características con que ha llegado hasta
nosotros.
El ya citado Torre Rovello, refiriéndose a unos años antes
del inicio de esta etapa, dice: “Consumados
maestros engalanaban primorosamente los lujosos arreos y monturas que lucían
ricos parroquianos, quienes, en las fiestas patronales, gustaban deslumbrar a
sus convecinos con ‘pingos’ que ostentaban juguetonas cabezadas con labrados
frontales, pretales, riendas y estriberas, en las que el cuero desparecía bajo
el agobio y brillo de los metales, taleros, puños de facones y boleadoras, sin
que dejemos en olvido las estrelladas nazarenas, ni otros pequeños artefactos
que con presunción y orgullo lucían sus poseedores”.
Los primeros nombres de plateros que registra la primitiva
Buenos Aires, son los de Melchor Migues (a quien se le manda confeccionar en
plata el escudo de la ciudad), y Miguel Pérez, éste catalogado como ‘platero de
oro’. Esto allá por el despuntar del 1600.
En el Siglo 19 quedaron catalogados como plateros de mucho
mérito vinculados a la platería criolla, nombres como los de Cándido Silva, J.
Pérego y Manuel Alais cuyas piezas hoy son buscadas y coleccionadas.
Cerramos ahora con una poesía del
puntano León Benarós, justamente titulada “El Platero”
(El poema se puede leer en el blog "Poesía gauchesca y nativista")
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