LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 52 – 03/12/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
Al respecto dijo Omar J. Menvielle en su “Como Indio Pa’ La
Bola”: “…viá pedir pa’ una pollera / que le v’hacer el bordao, / un cogote
bien sacao / p’hacerme una tabaquera”.
¿Qué podemos agregar si ya su
nombre lo dice todo? Es el elemento propicio para llevar el tabaco, papel y
yesquero, o sea al decir antiguo, “los avíos de fumar”, con los que el paisano
hábilmente y en un santiamén armaba su cigarro.
Posiblemente “chuspa” y “guayaca” fueron denominaciones más antiguas que la de tabaquera, porque justamente al término
“guayaca” lo usa Hernández en su
“Martín Fierro”. Pero antes, allá por 1845, el primer “científico criollo”, don
Francisco Javier Muñiz, en su esbozo de un diccionario rioplatense, registra la
voz “chuspa”, a la que define: “Es
la vejiga de vaca, alguna vez el buche del avestruz, bien sobados. Usan la
chuspa con una jareta en la boca, o bien atada, solamente. Es el receptáculo
del tabaco, papel para cigarro y avíos de encender.”
Analizando la voz “guayaca” que usa Hernández, el Prof.
Domingo Bravo, estudioso del lenguaje quichua, incluye esa voz, da su
definición y nos hace una oportuna aclaración: “Tabaquera, taleguilla, de
cuero crudo que se emplea para llevar avíos de fumar o monedas. También se hace
de paño o de vejiga y cuando es de
cogote de avestruz se llama ‘chuspa’, voz quichua también”.
El vicio de fumar viene
de lejos, y nuestro hombre de campo no fue ajeno a él. En tiempos pasados el
tabaco se compraba en hojas, las que conformaban el “naco”, de éste, con un
cuchillo bien afilado se iba picando, picadura que se guardaba en la tabaquera; y en nuestra campaña se
prefería la de cogote de ñandú, ya que se cree que por el tipo de cuero,
mantenía el tabaco con la humedad suficiente para que no pierda el sabor.
Estas tabaqueras de
cogote de ñandú eran primorosamente bordadas por manos femeninas con motivos de
vivos colores, lo que hacía de ellas piezas únicas con un valor casi artístico.
Diego Abad de Santillán
apunta que en la época colonial las hubo de cuero de nutria, de conejo y de
piel de iguana, y nos agrega un dato interesante: “solía adosarse a la
(tabaquera) un bolsillito para el papel de fumar”.
La aparición del
cigarrillo armado fue menguando el uso de la “tabaquera”, y hoy, ya fuera de
uso, suelen lucir su florida apariencia en las vitrinas de algún museo que
evoca usos y costumbres tradicionales.
La florida pluma de
Artemio Arán dijo: “Repleta ella, no nos han de faltar luceros para nuestros
insomnios, gustito para engañar al hambre y humareda para que jinetee el ensueño”.
Ilustramos con unos
versos fruto de la inspiración de Cirilo Bustamante: (los versos se pueden leer en el blog "Antología del Verso Campero")
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