LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 63 –
11/03/2018
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
EL PUESTO
Cuando en la Patria
Vieja se comenzaba a poblar una estancia criolla, en épocas que no habías
alambrados, la primera tarea consistía en aquerencia la hacienda que se
llevaba, a los nuevos campos donde estarían sus rodeos. Posteriormente, al
tiempo que se levantaba alguna construcción para los patrones, en sitios
estratégicamente elegidos se comenzaban a construir los puestos, la mayoría de las veces: el rancho necesario para
alojar a una familia, un pozo de agua de brocal, algún corral, algunos árboles
nativos y no muchos más “lujos”.
Hay que recordar que
aquellas estancias eran de una extensión importante, 30000 o 50000 hectáreas, o
como -ya que viene al caso y porque tengo el dato a mano-, la estancia “Santa
Catalina” de Don Ambrosio Olmos, en el sur cordobés, más precisamente en el
Dpto. de Río Cuarto, de 90000 ha. (esto allá por 1900), alambrada solo en su
contorno, y escasamente apotrerada: el casco con 2500 has., un potrero de 10000
has. con un puesto, y 77500 has. en
un solo potrero, con 6 puestos distribuidos todos sobre el
perímetro alambrado, lo que hace un promedio de casi 13000 has. para cada puesto. ¡Pavada de trabajo el que debía
encarar aquella gente puestera!
Volviendo a nuestra
campaña no todos los encargados de un puesto
estuvieron en la misma condición, ya que si bien lo común era que ese
puestero recibiese una remuneración de la estancia por su trabajo, también se
han dado los casos de aquellos puestos
de potreros grandes, que se entregaban con la facilidad de que su ocupante pueda
tener sus propios caballos, alguna majadita, y la posibilidad de tener algunos
animales, y recibir de la administración la carne y comestibles básicos
indispensables.
Si los pudo haber
habido de hombres solteros, generalmente el puesto se entregaba a un matrimonio nuevo, que harían
allí como si fuese su propia casa, el desarrollo de toda su vida, con la
posibilidad que algún hijo continúe después, al frente del mismo.
Para el diccionario de
nuestra lengua, la palabra puesto,
en su 14° definición (acepción), dice para Argentina, Uruguay, Chile y
Paraguay, lo que todos conocemos actualmente: “Cada una de las partes en que se divide una hacienda, y en la que vive el puestero”, pero
bien vale conocer lo que en 1890 escribió
Daniel Granada en su “Vocabulario Rioplatense Razonado”: “Puesto: Lugar en una
estancia donde se halla establecido un puesto”; y por “puestero” agrega que
es “El que tiene un puesto en una
estancia, o que con una majada de ovejas o unos pocos animales vacunos, que
beneficia por su cuenta, cuida al mismo tiempo del campo y presta algunos
servicios a su dueño. Establécese regularmente del lado del cerco, junto a las
tranqueras o en un rincón del campo”. Esta aclaración resulta curiosa.
Casi que está demás
decirlo, pero es responsabilidad del puestero recorrer a diario atento al
estado de la hacienda, ver el estado de los alambrados, revisar las aguadas o
mantener en buen servicio el o los molinos de su
sector, tener los caballos a su servicio en las mejores condiciones y
arreglados, sin perder de vista la majadita, en caso que la tuviere.
Ilustramos con un verso
en que es el “puesto” que prácticamente
cuenta su historia, de su nacimiento a su ocaso. Entonces, de Libertario
Blengio, “Puesto Viejo”: (Se puede leer en el blog "Antología del Verso Campero")
No hay comentarios:
Publicar un comentario