LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 62 –
04/03/2018
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Siempre he renegado de
aquellos que loan -a veces sin querer, por ignorancia-, al gaucho peleador o
matrero, muchas veces con la escusa de defender su libertad o lavar el honor,
porque sin darse cuenta están “alimentando a los detractores”, o sea, a
aquellos que se aferran a esos difundidos y antiguos preconceptos de que el
gaucho era haragán, vago y mal entretenido, porque, sepan los oyentes, si nos
alejamos del tradicionalismo e incursionamos en otros ambientes, es común que
aún se repitan dichas ideas. Por eso, reitero, siempre he sido renuente a los
versos con peleas y matreros.
No obstante, soy
consciente que las peleas existieron, y que hubo hombres mentados por
habilidosos para el cuchillo. Y esto ha sido así, al punto que existió una esgrima
especial, que al sabio investigador de Chascomús, Don Mario Aníbal López
Osornio le dio material para escribir un libro que precisamente tituló:
“Esgrima Criolla”.
El cuchillo fue prenda
infaltable en el atavío del gaucho, ya sea el facón o el verijero, o ambos
simultáneamente. De allí que hay dos asertos que deben ser tenidos en cuenta
por los tradicionalistas: vestido a lo que llamamos la usanza gaucha nunca debe
faltar el cuchillo, ni un cobertor de cabeza, sombrero, gorra o pañuelo.
Con gaucha precisión el
poeta Miguel Etchebarne supo decir que “al
cuchillo se lo estima / como a la punta del brazo”, y antes, el propio
Martín Fierro sentenció: “y ya que juntos
vivimos / sin podernos dividir… / yo abriré con mi cuchillo / el camino pa’ seguir.”,
y aunque a veces el largo del cuchillo es descomunal bien podemos decir que “no aumenta el largo ‘el cuchillo / el
tamaño del coraje”.
Muchas veces un hombre
templado, seguro de sí, sabedor de que cortar a un adversario significaba
“desgraciarse” y tenérselas que ver con la justicia, recurría al rebenque antes
de desenvainar el facón, de allí que el ya citado Etchebarne explicó: “Atributo de varón / conoce su oficio duro,
/ y sabe sacar de apuro / íntegro en toda ocasión, / y se cuelga del facón / a
veces, como si fuera / nada más que una manera / simbólica de mostrar / que el
lujo de castigar / tiene en la muerte frontera.”
Por eso, hecha la
salvedad del principio, de que no nos gusta loar las peleas, hacemos algunas
referencias al modo y forma de los duelos criollos.
En nuestra campaña, ya
de niños se comenzaba a practicar la esgrima, que en realidad se llamaba
“vistear” o “canchar”, para lo cual se utilizaban dos palitos a modo de
cuchillo, y así se hacían las primeras ‘fintas’. Ya muchachitos también se
“canchaba” con la alpargata en la mano, o bien solamente ‘a dedo’, para lo cual
los de la mano que hacía de cuchillo, se ensuciaban con tizne, y la habilidad
consistía en marcar al adversario en la cara.
Cuando el nombre de
alguno comenzaba a sonar por habilidoso, solía tener que vérselas con el matón forastero
que salía a buscarlo para probar si de verdad era tan bueno, y eso es lo que
cuenta el verso aquel de Pancho Gandola
que tanto se supo difundir en la voz de Héctor Del Valle, y que se titulaba
“Fue allá por el pago mío”.
Si bien entre criollos
prácticamente no existió el “duelo a primera sangre”, más propio de los
esgrimitas a sable o espada, en diciembre de 1966 -hizo ahora 51 años-, se
enfrentaron en un duelo ‘semi criollo’ a primera sangre, el controvertido
escritor y periodista Dalmiro Sáenz, con Don Julio Secundino Cabezas. El mismo
se desarrolló en las instalaciones gauchas de “El Rodeo”. Sáenz, descalzo, de
pantalón vaquero y camisa arremangada, y Don Cunino (como le decían a Cabezas),
a lo paisano, de bombacha con faja, sin tirador, con un ponchito pampa liviano
envuelto en el brazo izquierdo, bien puesto el sombrero con el ala levantada, y
el facón como jugando suelto en la mano derecha. Sáenz, como esgrimista de
pedana de salón, buscaba el equilibro con el brazo izquierdo levantado. Después
de varias arremetidas, algunas a fondo de parte de Sáenz, Cabezas en un tiro
ascendente lo cortó en el brazo y en la misma maniobra en el costado de la cara
y en la frente. Ya estaba la sangre! El duelo había concluido. Pero la sangre
se le había calentado a Sáenz que arremetía cada vez más ciego, a pesar que
Cunino le gritaba que parase, cosa que por suerte finalmente hizo.
Para redondear el tema,
agreguemos que según el investigador Raúl Lambert, la esgrima que desarrollaba
Juan Moreira, comenzaba con un violento hachazo a “entre las guampas” como
quien dice, y si concretaba el golpe con certeza, los siguientes iban abajo, al
vientre.
Ilustramos ahora con
unas quintillas del poeta dorreguero José Alaiz, que titulara, justamente,
“Duelo Criollo”, y que dicen: (Se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
No hay comentarios:
Publicar un comentario