LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 003 – 13/11/2016
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
Hablábamos en el
programa pasado de la “tropilla”, y al hacerlo algo dijimos sobre “el
cencerro”, elemento al que hoy le dedicaremos el espacio.
Es el “cencerro” un elemento de percusión, remedo en
pequeño de una campana, la gran mayoría construidos en bronce, aunque no faltan
algunos confeccionados con chapa gruesa.
Por su forma los
podemos clasificar en “tipo campana”, de cuatro caras planas -el “cencerro cuadrado”-
y cilíndrico; por lo general estos últimos se confeccionan en chapa gruesa, y
reciben la denominación de “tacho”.
Como en cualquier
campana, en la parte superior interna, de un ojo fijo pende un badajo que al
golpear va produciendo el particular sonido, que en este caso concreto le
impone el andar de la madrina.
En su parte superior
“el cencerro” tiene un “ojo” por el que se pasa la prenda llamada “anillo”, que
un extremo tiene un ojal y en el otro un botón, la que a su vez se sujeta al
cogote de la yegua
Han existido fábricas
que han impuesto su nombre, y así es que a veces se recuerda y menta a “los
marca ciervo”; a su vez se los catalogaba por tamaño con un número que los
representaba, ya sea un Ciervo 10 o un Ciervo 12, p. ej.
Tiene “el cencerro” una
antigua tradición que excede nuestra historia como que en la vieja Europa ya se
lo usaba, pero el uso en nuestras tropillas le da una impronta muy especial,
muy nuestra.
Pequeños cencerros con
el nombre de campanilla han usado los bueyes, las mulas, las ovejas, pero poco
tiene esto que ver con lo que hoy nos interesa.
Como anécdota puedo
contar que mi primer libro se llamó “Al Badajear del Cencerro”, y recuerdo que
a Rafael Bueno, una madrugada de 1980 que nos encontramos en el programa de
Perla Vázquez, le parecía que estaba
mal, no lo convencía ese título.
Para ilustrar lo que hemos venido narrando,
recurrimos al poeta de Lezama, Don Pedro Boloqui, y de él leemos sus décimas a
“El Cencerro”
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