LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 005 – 27/11/2016
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
EL
MOLINO
Hace muchos años ya,
tomé, con respecto a mis versos, la decisión de situarlos en tiempos pasados,
lejanos hoy, donde los elementos más “modernos” que suelen aparecer son: “el
molino” o alguna referencia al tren, porque ellos ya andaban entre nosotros en
el S. XIX, o sea: hace mucho. Respecto de lo que ahora nos interesa, escribí
una vez: “La alta flor de un cardo ruso /
que ha crecido en demasía / muestra la estampa bravía / que la tierra le
compuso. / Suelta un quejido inconcluso
/ el molino, cuando hereda / un soplo que se le enrieda / pero… que por ser
mezquino, / deja a mitá de camino / el trajinar de la rueda”.
“El molino” vino a
solucionar en muchos lugares, el problema del agua, evitando la laboriosa tarea
de tener que cavar jagüeles. Y esas torres metálicas, altas muchas veces en su
afán de atrapar el viento, y petisas en aquellos sitios muy ventosos, fueron en
su origen de madera, origen que se remonta a 1854 en los EE.UU. de
Norteamérica.
Entre nosotros está
desde 1880, cuando la sociedad integrada por Miguel Lanús y Belisario Roldan
(padre), comenzaron a exportarlos y en la exposición Rural de Palermo de 1881
es, de alguna manera, presentado en sociedad. Eran estos los “molinos”
“Corcarán”, y a partir de 1894, dicha sociedad se encarga de fabricarlos en el
país. Otras marcas de los primeros tiempos fueron “Halladay” y “Eclipse”.
Como ya dijimos, los
primeros molinos fueron torres de madera e inclusive era de madera la ruedas y
sus aspas.
La difusión del molino
corrió aparejada al tendido de las vías férreas, y así fue que en las
estaciones siempre se instalaba uno, sumamente necesario “para apagar la sed”
de aquellas locomotoras pioneras.
La marca “Halladay”
publicitaba su producto, diciéndole a la gente de campo: “El viento es barato. ¿Por qué no lo aprovecha usted utilizándolo para
sacar agua en lugar de hacer ese trabajo con caballos y peones?”.
Así, poco a poco, de
las chacras y quintas cercanas a Buenos Aires, pasó a formar parte de las
estancias más alejadas, hasta llegar a colonizar las tierras de la Patagonia,
donde esas grandes extensiones necesitaban de su presencia para poder
transformase en productivas para la ganadería en sus distintos tipos.
Así fue también que al inicio
de la centuria de 1900 al “molino” se le adosó el “tanque australiano” formando
una yunta inseparable, integrada al paisaje de la estancia criolla, siendo ya
para esta época, las torres de metal que aún vemos en la campaña.
Don Luis Domingo Berho
supo cantarle con acierto en “Pión de Fierro”, cuando escribió:
(Ver el verso en Antología de Versos Camperos)
(Ver el verso en Antología de Versos Camperos)
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