LR 11 – Radio
Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro
Nº 004 – 20/11/2016
Con su licencia,
paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor
luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
PALENQUE
En un pasado aún
cercano, no faltaba en ninguna casa de campo la presencia de un poste de buena
madera, firmemente enterrado, destinado para atar algún caballo; pues bien, ese
era “el palenque”.
En las estancias con
mucho personal, como frente a las pulperías o esquinas muy concurridas, “el
palenque” debía permitir atar mayor cantidad de caballos, entonces sobre varios
postes colocados en línea recta enterrados verticalmente de más o menos un
metro de altura, se aseguraba en forma
horizontal un poste largo como una cumbrera, o bien un caño grueso, y hasta se
han unido los postes verticales con gruesas cadenas marineras, conformando el palenque.
También han existido
“palenques redondos y cuadrados”, y al respecto tenemos la palabra de José
Hernández, cuando en su “Instrucción del Estanciero” aconseja: “El modo de construir un buen palenque, fuerte, cómodo y con sombra, es hacerlo
redondo o cuadrado, plantando adentro un ombú o sauces, que pronto ofrecen un
excelente abrigo contra los rayos del sol”.
En la construcción de
“palenques redondos” han sido muy usadas las yantas de la rueda de una chata o
carro grande, a las que a veces se le remachaban argollas pendientes de una
grampa.
Y ya que hablamos de argollas,
en viejos pueblos de la campaña e inclusive también en “la gran aldea porteña”,
en los bordes de las veredas, en la entrada de alguna casa o frente a algún
negocio, a la altura del cordón, había argollas bien aseguradas que servían de
palenque para atar los caballos de andar, o de algún coche.
En los grandes corrales
de la estancia vieja, cuando se trabajaba a lazo, también había un palenque en
el centro que ayudaba a lidiar con algún animal muy chúcaro. A veces para ese
palenque, se buscaba un palo que conformase una horqueta (como una “Y”), y
entre los dos brazos superiores se fijaba atravesado otro palo o bien un trozo
de caño que se dejaba libre girando sobre un eje metálico que se fijaba a los
brazos. A este palenque se lo llama “torno”, y con ese sistema se facilitaba el
uso del lazo cuando había que arrimar un animal al palenque.
Hoy por hoy los
palenques más conocidos son los de los
campos de jineteadas, y su
denominación se ha visto apocopado quedando reducida a “palo”; y así es común
oír a un animador cuando dice “Arriman al 1 el reservado tal”.
La mayoría de los
poetas le han escrito al “palenque”, pero para ilustrar la charla de hoy nos
quedamos con el verso que le escribiera Don Enrique Uzal:
PALENQUE…
Viejo
palenque clavao
junto
a unas viejas taperas
como
si acaso quisieras
apuntalar
lo pasao,
hoy
solo, triste, olvidao
no
servís ni pa’ esquinero,
el
tiempo te ha puesto overo
como
overa está mi alma.
¡Bien
se ha dicho que la calma
va
enancada al entrevero!
Te
está sangrando la herida
con
que te tajeó la suerte,
fuistes
en el cimbrón fuerte
pero
te venció la vida;
fuiste
adiós en la partida
y
caricia en la llegada,
lucero
en la madrugada
y
resolana en la siesta,
el
malambear de la fiesta
y
la cifra en la payada.
Siempre
fuiste en las cuadreras
banderín
y juez rayero;
vos
le secaste al resero
el
sudor de las ‘bajeras”
a
las palomas viajeras
le
diste asiento y querencia:
vos
le “emprestaste pacencia”
a
la lechuza agorera
y
la calandria parlera
aprendió
tu mal de ausencia.
Sos
cumbre, pampa, ladera,
chiripá,
poncho, pañuelo,
te
falta el color del cielo
para
llamarte bandera;
viejo
palenque, ande quiera
pegá
un grito de atención
que
recorra la extensión
rudo,
vibrante, valiente,
¡Pa’
que viva en el presente
nuestra
gaucha tradición!
Versos
de Enrique
Uzal
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