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1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro N° 7 – 17/05/2017
Antes de salir
“campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en
el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos al fogón de los versos, unas “astillas
de Wenceslao”.
Ya sabemos de su
capacidad poética, de su calidad de escritor, pero… los que nunca estuvimos con
él nos preguntamos: ¿cómo era físicamente?
La verdad que la
mayoría de las fotos que ilustran cuantiosos reportajes que atesoramos, lo
muestran de medio cuerpo, o simplemente el busto, por lo general tocado de
aludo sombrero, puesto como solo sabe hacerlo quien está habituado al uso de
tal pilcha. La vestimenta es siempre ciudadana: camisa de cuello con corbata y
saco, y a veces finas cintas hechas moño. Cierto que tampoco faltan aquellas
imágines en que una boina cubre su cabeza cana.
Pero a raíz de su
fallecimiento, el diario El País de Montevideo, el domingo 26/01/1997 publicó
una nota evocativa que firma Nelson Domínguez “El Guruyense”, a la que ilustran
dos imágenes: la última foto que se le tomó, y otra de un Wenceslao joven.
La tengo frente a mí, y
de su observación intento una descripción: de regular estatura y muy bien plantado,
viste ropas paisanas de trabajo, y se lo nota -aunque flacón como siempre fue-
fuerte y de buena presencia. Se nos ocurre pensar que la toma debe ser de la
década de 1940, y entre 35 y 40 años de edad le calculamos. Le cubre la cabeza
su característico sombre negro bien reclinado a la derecha, dejando la frente y
la mirada libre de obstáculos; viste su busto una camiseta blanca de manga
corta, y anudado al cuello pero bastante flojo, un pañuelo oscuro. Faja y
tirador angosto con una rastra chicuelona le ciñen la cintura, asujetándole
sobre la pierna izquierda un largo culero que cae hasta algo abajo de la
rodilla; también prendidas a la cintura lleva un juego de boleadoras. Botas
fuertes calzan sus pies. Y como si estuviese en una yerra o en la antesala de
la misma, una de sus pasiones cuelga naturalmente de su mano diestra: el lazo,
dándonos la impresión que es bastante largo.
Podríamos completar lo
dicho con la imagen literaria que nos deja Sandalio Santos, destacado poeta y
periodista uruguayo de su misma generación como que había nacido en Pando en
1903. Antes de que en 1947 se produjera la publicación del libro de poesías
“Vinchas”, la editorial Cisplatina le pide escriba el prólogo, y él rememora
que no conocía personalmente a Varela, y de su obra solo tenía un vago
conocimiento, más que nada por la voz de los cantores. Nos cuenta: “Acepté la tarea, leí el libro y luego quise
conocer al autor. A tal efecto me trasladé, sin previo aviso, a la Ciudad de San José (…). Me encontré allí a
un hombre joven aún (Wenceslao
tenía entonces 38 años), vestido según la
costumbre de nuestros paisanos y sin ninguna de las ‘poses’ afectadas de los
que se visten de criollos para impresionar al auditorio. Nada tampoco me hizo,
exteriormente, presentir en él ni en su
casa, a un escritor profesional; esto me reconfortó bastante. Hablamos largo…”.
Completamos su figura espiritual
con un recuerdo de los tiempos niños de su hija Primavera de María: “…la felicidad de los niños no necesita
viajes a Punta o Disney, pues nos bastó y nos llenó de gozo el esperarlo con
nuestra madre a la vuelta del Molino en las noches de verano para irnos a la
Picada de las Tunas y en medio del río escuchar las historias de ‘Juan El
Zorro’, sin más salvavidas para mis hermanos más arrojados que un tronco de
ceibo o una cámara de auto”.
En ese pensar en sus
hijos y la familia, también andaba el personaje central del “Romance Para un
Ladrón de Potros”, pero con un final muy distinto, aunque Wenceslao, que de caballos, contrabandos y cruces de río sabía
mucho, aprovecha para sembrar de verosimilitud lo que su pluma narra.
Presten mucho atención
en lo que la letra dice, no, en cómo está dicha.
(En el blog "Poesía Gauchesca y Nativista" se pueden leer los versos arriba aludidos)
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