LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y
BLANCO”
Micro Nº 27 – 14/05/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande,
junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver
si compartimos “Decires de la campaña”.
Puede decirse que fue el
transporte desde la época colonial y hasta casi el nacimiento del Siglo 20,
y en su lento trajinar abrió caminos de este a oeste y de norte a sur.
Como ya lo dijimos al hablar del boyero, las carretas
criollas, pesadas y lentas, siempre fueron tiradas por bueyes, y por la falta
de buenas sendas y dependiendo muchas veces de las condiciones del tiempo,
andar en una jornada cinco leguas (unos veinticinco kilómetros), era un buen
promedio. Imaginemos entonces lo que significaba un viaje de Santiago del
Estero a Buenos Aires o desde ésta a Mendoza. Pensando en eso, es que sin duda
podemos afirmar que aquellos carreteros hicieron Patria.
Es común que se cite a la provincia de Tucumán como cuna de
fabricación de carretas, y esto posiblemente porque allá por fines de la
centuria del 1500, el Gobernador Ramírez de Velazco, ordenó construir a su
cargo cuarenta carretas, armando con ellas lo que podríamos definir como “una
flota”, en la que cada vehículo era tirado por tres yuntas de fornidos bueyes.
Pero también las provincias de Corrientes y Mendoza se encargaron de producir
carretas.
Para transitar grandes distancias y dependiendo de la
inseguridad de los caminos, como una forma de protección para un largo viaje,
se organizaban grandes tropas que quedaban al mando y bajo la responsabilidad
de un capataz, que al decir de Pedro Inchauspe: éste era un “jefe absoluto y hombre valiente, que podía
herir y hasta matar al que se le insubordinase, sin que la justicia le pidiera cuentas”.
Artemio Arán, siempre poético para dar sus opiniones, la
llamó “vagabunda ranchada de la pampa”,
y memorando allá por 1940 que ya no se la veía, agregó: “No oigo sus rezongos al enderezarse en los barquinazos. Ni el lamento
de sus ejes de madera, ni el crujir del pértigo en esa marcha al tranco (…)
que enredaba leguas”.
Mucho y variado le han cantado los poetas, y no podemos
olvidarnos que el oriental Romildo Risso le escribió unos versos que han
recorrido el mundo: “Los ejes de mi carreta”, donde por allí dice: “Porque no engraso los ejes / me llaman:
abandonao; /¡si a mí me gusta que suenen! / ¿pa’ qué los quiero engrasao?”.
Lo que pocos saben es que Evaristo Barrios -poeta y payador nacido en Abasto,
partido de La Plata-, le retrucó con “Los ejes de tu carreta”, tres décimas que
comienzan diciendo: “Es más que gaucho
haragán, / el que no engrasa los ejes, / es mejor que no los dejes / tan reseco
como están”.
Respecto a ¿cómo eran? aquellos vehículos, vale la
descripción del siempre atento cronista Concolorcorvo, quien poco antes del año
1750 testimonió: “la dos ruedas son de
dos y media varas de alto (…) cuyo
centro es una maza gruesa de 2 o 3 cuartas; en el centro de éstas atraviesa un
eje de 15 cuartas sobre el cual está el lecho o cajón de la carreta.
Esta se compone de
una viga que se llama pértigo de siete y media varas de largo, a que acompañan
otras dos de cuatro y medio, y éstas unidas con el pértigo, por cuatro
varejones que llaman teleras, y forman el cajón, cuyo ancho es de vara y media.
Sobre este plano lleva de cada costado seis estacas clavadas y en cada dos va
un arco, que siendo de madera a especie de mimbre, hacen un techo ovalado. Los
costados se cubren de junco tejido (…) y por encima para preservar las aguas y
soles se cubren con cueros de toro cosidos,… (…) En las carretas no hay hierro alguno ni clavo, porque todo es de madera”.
Justamente dijo don Félix Coluccio que aquellos vehículos cuyos costados son de
madera, no deben llamarse carreta sino “carretón”.
Recordamos que la vara, medida varias veces citada, mide 86
cms.
(Los versos de "Las Carretas" se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")
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