viernes, 7 de enero de 2011

Y Entre Esas Cuestiones de los Decires ¡EL RELATO!

Quién, que guste de las expresiones artísticas criollas -el canto, la danza, el decir poético-, no ha escuchado con asiduidad referirse en el tercero de los aspectos mencionados, al relato?
Todos (o casi todos, para no exagerar), hemos alguna vez escuchado a un decidor o un recitador, encarar decidido el contenido de una versada bautizada de tal modo.
Y como en torno a dicha expresión he escuchado, a veces, algunos desvaríos, es que me propuse, si bien no a echar la luz definitiva, sí a clarificar algunos aspectos y disipar algunas sombras.
Puesto a hurgar entonces en cuanto libro sobre literatura gauchesca quedaba al alcance de mi mano, me sorprendo con la ausencia de tratados sobre tal expresión; sí verifico menciones al pasar, como quien habla de algo sobrentendido.
La vida del relato entronca con la más antigua tradición del fogón, sea éste a campo abierto, como en la época de las vaquerías, o un tanto posterior cuando se empezaban a extender las estancias y la única referencia, a falta de la población aún no construida, era el sitio del rodeo y el fogón de los “aquerenciadores”, señalado a veces por un rústico bendito; como también lo fueron los vivaques de la soldadesca en los períodos épicos de las luchas independentistas, primero, y en los de las montoneras después, prolongándose más tarde en los fogones de las estancias ya establecidas, en sus materas, y luego también en las amplias cocinas de peones y cocinas de chacras.
Comúnmente luego de la faena diaria, venían las referencias de lo ocurrido en la jornada, y aprovechando la presencia de un buen narrador, el sucedido de algún hecho conocido en la zona por ser algo que trascendió, o bien porque el mismo contador ya lo había expresado en otra ocasión, despertando el interés de los presentes.
A este respecto alude Ventura Robustiano Lynch, cuando quizá sin proponérselo o ignorando el sentido, practicó el primer relevamiento de campo en la región pampeana, sobre usos y costumbres, cantos y danzas, que publicó en 1883 en una obra que hoy se conoce como “Folklore Bonaerense”. Allí, bajo el subtítulo de “Poesías, cuentos e historias”, expresa: “En las largas veladas del invierno, después de sus faenas cotidianas, el gaucho gana la cocina y se agrupa en torno del fogón. (...) Allí es donde, envuelto entre el humo de la viznaga o de la bosta de oveja y alumbrado por un candil, para matar el tiempo, o toma la guitarra y canta, o cuenta historias, cuentos, etc., con esa sencillez habitual que le es característica.”
Vale insertar acá la opinión de Guillermo Ara cuando estudiando los primeros esbozos de una literatura propia, afirma que “Ofrecen interés aparte los relatos, los cuentos puestos en boca de un gaucho reconocidamente dotado para entretener con ‘sucedidos’ propios o ajenos (...) o con narraciones de pura fantasía.” y dice también que esas narraciones muchas veces son contadas en ‘prosa corriente’ y otras “el relato se ofrece en verso y en el nivel general de la lengua entre vulgar y literaria que caracteriza estas composiciones.”
Sabido es que en la época de las luchas gloriosas que acompañaron la nacencia de la Patria, los sucesos se contaban y difundían en forma poética, y lo mismo ocurre a paso seguido cuando el territorio se divide en federales y unitarios, y aparecen las expresiones gauchi-políticas, que primordialmente se publicaban en zumbonas gacetas, de donde mediante un oficioso lector pasaban a la difusión oral dado lo iletrado del pueblo, aunque valga la salvedad de que sus autores eran hombres de pluma en mano que elegían las formas del decir popular para llegar al común, al pueblo sin formación de aulas, esas que no existían en la campaña.
En esos momentos, las luchas por la independencia y las posteriores por la organización, es que aparece mostrando los elementos y valores que lo consolidarán, el género gauchesco. Allí sentarán base Maciel, Hidalgo y Godoy, usando un mismo elemento versificador que denominan
de distintas maneras, aunque comparten una característica fundamental. Se llamarán estas composiciones: diálogos, relaciones, cantos, conversaciones e incluso confesiones; y tienen en común que cuentan in extenso una historia de interés general, narran un suceso vinculado al pueblo, relatan un hecho propio de la vida rural, y se desarrollan -casi sin excepción- “apelando a su habla (la del gaucho), instalados en el molde inmediato y cómodo del antiquísimo octosílabo. Esos poemas debieron ser marcadamente narrativos”, como definió Rodolfo A. Borello en disertación efectuada en la Universidad Nacional del Sur, hacia 1972.
De los extensos diálogos y relaciones tenemos antecedentes escritos -fruto de autores letrados- desde 1820, pero este hecho lleva a presuponer que esos autores, dada la aceptación de sus obras, no crearon ni inventaron el modelo, más vale el mismo corría en la voz del pueblo, con un perfil definido que ya lo había identificado en el medio rural, desde por lo menos media centuria antes, con lo que nos remontamos a 1770, aunque otros autores/investigadores -Borello, p. ej.- se inclinan por una antigüedad mayor.
La forma de diálogo, por lo general una conversación poetizada entre dos interlocutores, responde a la narración de sucesos comunes al pueblo o bien cuestiones biográficas, en el cual el relato se realiza en primera persona, y su forma es una herencia del teatro popular español en verso.
En cuanto a la denominación de relaciones -quizás tan o más popular que la de diálogos-, provenga tal vez de las relaciones que los funcionarios españoles elevaban periódicamente a sus superiores en la península, informando distintas cuestiones políticas, económicas, administrativas, de la vida de estas colonias.
¿Y qué quiere decir “relaciones” sino relato! Veamos al respecto.
Recurriendo a diccionarios de uso familiar (al alcance de la mano y no rarezas de biblioteca), podemos echar algo de luz esclarecedora. Por ej., dice el “Pequeño Larousse Ilustrado” (Ed. 1973):

a) Relación: acción y efecto de referir o referirse (1º acepción) / Narración. Sinónimo: lista y
relato (4º acepción).
b) Referir: relatar o contar un acontecimiento.
c) Relato: acción de relatar o referirse.

En el “Diccionario Enciclopédico Espasa Calpe” (Ed. 1997):

a) Relación: referencia que se hace de un hecho.
b) Referencia: narración o relación de una cosa.
c) Referir: relatar un hecho suceso.
d) Relato: conocimiento que se da generalmente detallado de un hecho. Narración. Cuento.

Pretendo con estos sencillo ejemplos, dejar en claro que cuando los primeros autores letrados del gauchesco, titularon o incluyeron la palabra “relación” en los largos títulos de sus compuestos, no hacían otra cosa que aludir a lo que el pueblo recuerda como relatos.
Quede en claro también para evitar equívocos, que nada tiene que ver la expresión con las populares “relaciones” que intercambian los bailarines en determinadas danzas.
Por ejemplo, un diálogo que Hidalgo bautizara “Relaciones que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano...”, años después y fundamentalmente en el siglo pasado (S. 20) se lo hubiese titulado: “Relato que hace...”, ya que la otra voz, “relaciones”, cayó en desuso.
Redondeando lo expresado hasta el momento, intentemos una definición específica:

“RELATO: Composición casi exclusivamente en versos octosílabos, en cualquier tipo estrófico (romance, cuartetas, sextinas, décimas), primordialmente extensa que narra un hecho definido y tiene un final contundente, aunque a veces puede dejar lugar a que la historia se continúe”.
Tradicionalmente sus temas han sido épico-militares, trágico-amorosos, historias de matreros, de las actividades propias de la vida rural, de tipo biográfico.
Concretamente, y en esto hago hincapié: el relato no es en si mismo un género, ni una forma literaria específica; sí es un estilo que se centra en narrar una historia concreta en forma extensa y en verso.
Curiosamente encuentro en una de las composiciones más antiguas que dio la imprenta (1820) y que se conserva completa (la que relata la historia de un soldado de granaderos sublevado en la región de Cuyo), que cada parte del largo diálogo en que el soldado cuenta su historia, la misma está expresada en una sonora décima, lo que no deja de ser un importante testimonio, ya que por lo general Hidalgo utilizará decires que arriman al romance. El trabajo a que aludía se conoce como “Confesión histórica en diálogo que hace el Quijote de Cuyo Francisco Corro a un anciano, que tenía ya noticias de sus aventuras, sentados a la orilla del fuego la noche que corrió hasta el pajonal, la que escribió a un amigo suyo”. Se componen de un total de 624 versos, dentro de los que hay 33 décimas. Su autor: Juan Gualberto Godoy.
Muchos de los temas que con el andar del Siglo19 irán dando forma definitiva al gauchesco, encuadran en la denominación de relato. Así puede denominárselo al “Fausto” de Estanislao del Campo, como también a las 10 décimas de su “Gobierno Gaucho”; lo mismo se puede decir de la versión definitiva del “Santos Vega” de Hilario Ascasubi que suma 13180 versos y cuya intención primordial es relatar, contar la diversidad de cosas vinculadas a la vida rural de la época.
Autores menos conocidos también publicaban por entonces en diarios y periódicos, lo que dado lo iletrado del pueblo de la campaña, bien hace suponer que fueron divulgados en pulperías y fogones, por lectores que asumían la condición de decidor de ese relato, y así como al pasar, nombramos la “Carta de Jacinto Lugares a Pancho Lugares...” (s/f) y la “Biografía de Rosas” (1821/23), ambos trabajos de Luis Pérez, o las cuartetas del “Cielito del Blandengue retirado”, rescatado en Montevideo y ubicado entre 1821 y 1823, aunque carente de autor.
Podrá el lector distraído sorprenderse si digo que el propio “Martín Fierro” (en sus dos partes) es un verdadero relato, al que se lo leía a expectantes auditorios camperos -muy identificados con la historia-, al punto que muchos de estos atentos escuchas memorizaban partes que seguían a su vez relatando a otros, tanto, que varios de los pasajes de la obra sufrieron un proceso de folclorización, perdiendo incluso en ese camino, el nombre del autor.
Si vuelvo un paso atrás podría mencionar al mismo Sarmiento -a quien no podrá tildárselo de gauchófilo y sí más vale de gauchófobo-, que dice en su “Facundo”, que: “El cantor anda de pago en pago, ‘de tapera en galpón’, cantando sus héroes de la pampa, perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los indios robaron sus hijos en un malón reciente (...) (y), mezcla entre sus cantos heroicos la relación de sus propias hazañas.”. Como se ve, iba de relato en relato, y hablamos de un libro publicado en 1845.
Ya en el Siglo 20, cuando las composiciones son decididamente de autor, y las mismas se difunden entre un pueblo rural que ha cambiado en sus costumbres debiendo adecuarse a nuevos tipos de explotación rural, pero que de ninguna manera ha perdido el espíritu gaucho que heredó de sus mayores, mantiene el relato su vigencia, mentándose que tal o cual es de ‘20 pies’ y aquel otros de ‘30 o más’, en referencia a la cantidad de estrofas que marcaban su extensión. Y estos comentarios los he escuchado personalmente en mi niñez.
No llame la atención del lector si en los ejemplos siguientes encuentran nombres de autores uruguayos, pues la situación es común a la cuenca del Plata, y de paso sirva la explicación ya que hemos mostrado algunos casos orientales.
Uno de los relatos más difundidos el siglo pasado, ha sido “La Leyenda del Mojón” -18 décimas-, que aunque de la autoría del payador uruguayo Juan Pedro López, se lo supone escrito en ésta orilla.
De un autor muy respetado por su tratamiento de la temática campera Don Omar J. Menvielle, podemos enumerar un lindo cuarteto de relatos: “Los Medinas” -11 décimas-, “Malas Noticias” -8 décimas-, “Vecindario” -14 décimas- y “Romerías” -26 décimas-; el poeta de San Miguel del Monte, Enrique Uzal, dio a la prensa un relato que supo de la aceptación popular, las 52 décimas de “Historias y Fantasías del Viejo Don Luis Paredes”.
“El Salao” se titula el relato compuesto de 11 décimas que se debe a la inspiración sobre un hecho real, del payador natal de Neuquén, Don Juan Quiroga.
La segunda mitad de la centuria pasada fue testigo del nacimiento y difusión de un relato de gran contenido social debido a la creación de Atahualpa Yupanqui: “El Payador Perseguido” (1966).
De la Banda Oriental sobresalen por méritos propios Wenceslao Varela y Osiris Rodríguez Castillo; del primero se puede decir que todas las composiciones que dan cuerpo a su bello libro “10 Años Sobre El Recao” (1978), son en si mismas, cada una un relato; y del segundo, imposible no mentar su reconocido “Romance del Malevo” y la notable “Leyenda del Paso de los Toros”, ambas composiciones de 126 versos cada una.
Si buscamos por el litoral, rescatamos del “sanjavierino” Julio Migno, su muy logrado “Tata Nica” (90 versos).
Y tratando de cerrar esta ronda de ejemplos, nos remitimos al admirado Pedro Risso, y de él evocamos “Trenzao de Seis” -8 décimas-, “Un Susto Grande” -8 décimas- y “Los Diez Hermanos Rosales” -10 décimas- y de don Justo P. Saénz (h) imposible no mencionar “La Carrera” -32 décimas-, “El Overo de Aguilar” -10 décimas-, y por última cita la obra que en su título lleva inserta la palabra en cuestión de este trabajo: el “Relato de un Mayoral”, 29 décimas de un genuino ejemplo de lo que estamos tratando de explicar.
Pienso que no es necesario aclarar que la nómina enunciada anteriormente se hace al sólo objeto de dar ejemplos concretos recurriendo a autores mayormente conocidos del aficionado a los decires gauchos, y que de ser propicio podría aumentarse considerablemente sin trabajo, y si no baste recordar que Evaristo Barrios tituló uno de sus libros “Relatos Gauchos”.
Se me ocurre pensar que somos quienes participamos del movimiento tradicionalista los culpables de que la palabra motivo de éstas líneas se haya visto mermada en su uso. Pero allí está el relato, firme en su sitio como siempre lo estuvo... aunque casi no lo nombráramos.
Quede en claro pues, que cualquier composición octosilábica que cuente una historia de un modo extenso y contenido concreto, es un relato. Y si no... ¿de qué hemos estado hablando?
La Plata, 2 de julio de 2000

BIBLIOGRAFÍA
- La Poesía Gauchesca, por Guillermo Ara (Enciclopedia Literaria, Vol. 4 C.E.A.L.) -5/1967-
- La Primitiva Literatura Gauchesca, por Jorge B. Rivera (Edit. J. Álvarez) -12/1968-
- Literatura Gauchesca, por Alvaro Yunque (Historia de los Argentinos, T. 3 Cap. XV – Ediciones
Ánfora SACI) -3/1968-
- Juan Gualberto Godoy: literatura y política – poesía popular y poesía gauchesca, por Félix
Weinberg (Ed. Solar/Hachete, Biblioteca Dimensión Argentina) -3/1970-
- Poesía Gauchesca -los fundadores-, por Augusto Raúl Cortazar (Ed. Culturales Argentina,
Ministerio de Cultura y Educación) -12/1970-
- Trayectoria de la Poesía Gauchesca -Vol. 17, Ensayos-, por Borello, Becco, Prieto, Weinberg (Ed.
Plus Ultra) -1977-
- Folklore Bonaerense, por Ventura Robustiano Lynch.

Otros: - Los libros de los poetas que se mencionan en el trabajo.
(Publicado en Revista El Tradicional N° 55)