sábado, 13 de diciembre de 2014

LA PAMPA QUE HAY QUE CONOCER

…y los caminos de la vida nos llevaron hasta Santa Rosa, capital de La Pampa. Pero nada es casual, los primeros pasos en la gestación de un libro que ha de llamarse “Por Huellas y Empedrados”, fueron la escusa perfecta para llegar.
Allí nos aguardaba la acogedora hospitalidad del poeta Carlos Rosendo (ex bailarín profesional de tango) y su esposa Mary, y desde allí, como estratégica “base de operaciones”, dispersaríamos nuestro andar, ansiosos por conocer lugares e historia de esa joven provincia, tan ligada por otro lado a la vida ranquel, como lo demuestran a cada paso los nombres de los negocios y las señales indicadoras en los caminos.
La buena predisposición del también poeta Vicente Rosignolo -invitado por el dueño de casa-, que ofició de gentil baqueano, fue fundamental para redondear nuestras andanzas. Y como hacemos cada vez que tenemos la oportunidad de viajar, buscamos conocer lugares con historia y museos.
Casco de la Estancia La Malvina (reconstruido)

Así fue que nos llegamos hasta el Museo “Estancia La Malvina” -previo recorrer el bien presentado circuito de la “Laguna del Parque Don Tomás”-, casco que hiciera levantar don Tomás Mason, fundador de la ciudad de Santa Rosa. Allí nos enteramos que dicha construcción se había vuelto una tapera, pero por suerte, en años recientes fue reconstruida respetando el diseño original, tratando de preservar lo poco de época que quedaba: un retazo de piso, alguna pared interior, el marco de una ventana, y un hogar doble, que colocado como dentro de una vitrina de acrílico, se lo ha conservado con el deterioro que tenía, con la finalidad de que se aprecie su construcción y como calefaccionaba dos ambientes opuestos. Daniela, una guía de turismo de origen litoraleño, nos fue ilustrando, habitación por habitación, narrándonos aspectos de su pasado, permitiéndonos adentrarnos en aquella historia.

35 Km al sur de la Capital, sobre la Ruta Nacional 35, se encuentra la “Reserva Provincial Parque Luro”. Allí, hace algo más de 100 años, Don Pedro Luro -el mismo que participó de la fundación de Mar del Plata-, indicó al arquitecto francés Alberto Favre, la construcción de un suntuoso casco de estancia, el que habitualmente se conoce como “castillo”; dicho edificio responde al estilo Luis XVI, con simetrías, formas simples, de líneas planas y de decoración austera, lo que no evita que la visión de esa construcción de dos plantas, sea imponente.
Sonia (una guía de turismo oriunda de Villa Iris, vecindades de Bahía Blanca), nos ofreció una recorrida completísima y clara de los objetos allí reunidos y de la historia que por allí pasó. De lo mucho que habría para referir, digamos, que curiosamente, dicho “castillo” no cuenta con cocina. La misma se encontraba instalada en una edificación conocida como “la casa de la servidumbre”, la que se comunicaba a través de un tunel, con una habitación de donde salía un mozo con las bandejas, hacia la gran sala comedor.
Dicha “casa de la servidumbre” y el tunel, fueron demolidos hace más de 30 años, quedando a la vista, solamente, el trazado de los cimientos.
Es de destacar que “el castillo” -que es hoy un museo y ha sido declarado Monumento Histórico Nacional-, se encuentra en perfecto estado de conservación, y todo aquello que no es original (cortinados, p. ej.), se ha reconstruido siguiendo los dictados de estilo y materiales de la época.
Cuando Luro se empeñó en tan faraónica construcción en la desierta y medanosa llanura que era parte del “mamúll mapú” de tehuelches y ranqueles, lo hizo llevado por la idea de crear el primer coto de caza del país, bautizado “San Huberto”, el que fue visitado por personalidades de la aristocracia europea.
Actualmente, la “Reserva” es una muestra cabal del paisaje típico pampeano, con extensísimos montes de caldén, médanos, lagunas e inclusive el salitral; en esos montes se ocultan de los curiosos, los ciervos colorados y jabalíes europeos descendientes de aquellos que poblaban el coto. Actualmente el predio se extiende sobre 7600 has. de las cuales 1600 integran el circuito turístico.
 La familia propietaria y los visitantes, llegaban desde Buenos Aires por tren hasta una parada ubicada entre Naicó y Quehué, desde donde nacía una vía férrea de troncha
angosta, que prestaba un servicio privado por el que los viajantes podían llegar hasta la “Sala de los Carruajes”, ya en las vecindades del casco. Ésta es actualmente el “Museo San Huberto”, construcción contemporánea al “castillo” cuyo piso está constituido por “adoquines” de caldén, en el que se pueden apreciar 15 coches de tiro animal, distintos, entre algunos de trabajo y otros de paseo.
La buena predisposición de la guía Sonia, nos permitió -previa apertura de candados en un par de tranqueras-, recorrer los más recónditos sitios del caldenal, conociendo al “Caldén Matusalén”, así bautizado por considerárselo el más antiguo del monte, al que desgraciadamente, meses atrás, un tornado lo partió en tres, con la esperanza que el tronco en pie, a una altura de más de 3 metros ha comenzado a retoñar. Su vida se calcula en casi 300 años; de la misma época es el “Caldén de la Nena”,
así llamado por la tradición oral que dice que a su sombra ser sentaba a leer la hija del patrón.
De esta “Reserva” digamos por último, que uno de  los  médanos altos está coronado por una inmensa pileta llamada el “Tanque del Millón de Litros”, el que originariamente duplicaba su capacidad, y era abastecido por el agua que en otro médano cercano extraían tres molinos a viento (hoy el trabajo lo hacen dos bombas mecánicas), y desde el cual se surtía de agua potable a todas las instalaciones de la estancia, esto por gravedad natural, como que el tanque se ubica a una altura de más de 7 mts, con respecto a las otras construcciones.

Cuando dejamos atrás este paraíso, lo hicimos con la certeza de haber vivido una experiencia inolvidable.
En la propia Capital visitamos el “Mercado Artesanal Pampeano”, apreciando la diversidad creativa en textiles, soguería, platería, etc., todo prolijamente presentado.
En calle Quintana 116 accedimos al “Museo Provincial de Historia Natural”, donde nuestros ojos no salían de su asombro. Dice la gacetilla oficial: “Muestra los recursos naturales, la diversidad de la flora y la fauna, los restos paleontológicos y materiales arqueológicos del pasado de nuestra provincia.”.
En este museo nos llamó mucho la atención, dos jardines (uno en el interior, en un patio abierto, y otro exterior, hacia la vereda), ornamentados con todo tipo de flora local, perfectamente individualizada cada especie, con un letrerito que da sus nombres. Esto lo vimos repetido en algunos sitios de la ciudad, como p. ej. en canteros de la Terminal de Omnibus, lo que nos ha parecido necesario imitar en otras latitudes.
La amabilidad y predisposición de los profesores Hugo Alejandro Alfageme y Gabriela Testa, y las atenciones de su directora, Lic. Mónica Becerra, nos hicieron placentera e instructiva dicha visita.
Abordando los aspectos indígenas, conocimos y pudimos caminar un trecho por la “Rastrillada Indígena”, así señalada con cartelería sobre ruta 35, al norte de la Capital. La misma procedía de Trenque Lauquen, y se dirigía, entre otros destinos, hacia Toay. Vibran en ella ecos del pasado, mugidos de hacienda, relinchos, balidos, ruidos de la marcha, voces originarias…, y aunque hará un siglo y medio que se la dejó de usar, sus vestigios están latentes…
En la “Cuesta del Sur” pudimos conversar con “la lonco” -cacica- de la comunidad ranquel de esa zona, María Inés Canahué; y en Santa Rosa de Toay nos recibió Doña Juanita Vila Rosas (descendiente del célebre jefe ranquel Mariano Rosas), “lonco” de la comunidad de esa localidad. Amablemente nos contó cuestiones cotidianas de la vida de su pueblo, significado de voces, ambiciones de su proyecto cultural, como que algún día la enseñanza escolar en su provincia pueda ser bilingüe. Con un cálido “marí marí” nos despidió, dejándonos la esperanza de poder volver algún día.
Carlos Raúl Risso en "la rastrillada"

¡Gracias Mary, gracias Rosendo, gracias Rosignolo!, porque por ustedes nuestra estadía no solo fue saludable gastronómicamente, sino muy rica y potables desde el aprendizaje.

La Plata, 11 de Febrero de 2013
(Publicado en Revista De Mis Pagos N° 47)

ALONSO Y TRELLES ("El Viejo Pancho")

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 186 – 13/12/2014

Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

JOSÉ ALONSO Y TRELLES (“El Viejo Pancho”) – Sobre este español acriollado, hay diferencias entre sus biógrafos con respecto a su lugar de nacimiento, pero nos inclinamos por los que dicen que nació el 7/05/1857 en la Villa de Ribadeo, diócesis de Mondoñedo, provincia de Lugo, Galicia, en el hogar de Vicenta Jaren y el maestro de primeras letras, Francisco Alonso y Trelles, transcurriendo su niñez en la localidad de Navia, Asturias, recibiendo una estricta educación por parte de su tío y sacerdote Felipe Alonso y Trelles, lo que hace que al embarcarse para América (en 1874 según unos, o 1876, al decir de otros), ya ostente el título de perito mercantil o contador.
Retrato de Revista "El Fogón", 7/11/1899
Su primer destino lo tiene en la bonaerense Chivilcoy donde permanece cosa de dos años, para trasladarse luego a la República Oriental del Uruguay; está en Montevideo, pasa por El Tala y se dirige a Río Grande do Sul, donde trabaja durante 4 años para una firma comercial, pero al cerrar ésta retorna a la Villa de El Tala, departamento de Canelones, donde se afinca definitivamente, formará su hogar y nacerán sus hijos.
Se sabe que ya adolescente escribía versos, y estos al asimilar su espíritu al ambiente gaucho que lo rodea, y ser ganado su intelecto por el sentimiento gaucho que emana de quienes lo tratan, transforma su poesía al embeberla en las cuestiones que tienes que ver con ese entramado socio-rural, convirtiéndose en uno de los poetas gauchescos más notorio de la Patria Oriental. Al respecto dijo el escritor Alberto Zum Felde: “Y a tal punto se ha operado el fenómeno de su adaptación, que compenetrado de la vida de nuestro paisano, ha llegado a sentir como él, y a expresar como él expresaría, sus propios sentimientos…”.
Manuel Benavente lo ha descripto: “Alto, vigoroso, de mirada dulce, sonrisa amable y palabra castiza y fácil, tenía simpatía hasta para regalar”.
Hacia 1894 editó la publicación “El Tala Cómico” que apareció durante un lustro, y en la instancia finisecular creó “Momentáneas”, de breve vida, pero donde aparecen sus primeros versos gauchos. Comienza a colaborar con “El Fogón” de Alcides de María, y aquí adquiere popularidad, y hacia 1915, reúne sus trabajos en un compendio que tituló “Paja Brava”, el que tuvo mucha repercusión, y logró reediciones.
Retrato de Aguerre, año 1938
Tras su muerte, sus poemas fueron musicalizados y grabados, por intérpretes como Carlos Gardel, Rosita Quiroga, Amalia de la Vega, Agustín Irusta, Agustín Magaldi, Santiago Chalar, etc. etc.
Casado con Dolores Ricetto, conformó un hogar que se agrandó con cinco hijos.
Falleció en Montevideo el 28/07/1924, siendo entonces el más celebrado poeta gauchesco. Descansa en el Cementerio de El Tala.

BIBLIOGRAFÍA

1 – Serafín  J. García (10/1941)
2 – Revista La Carreta (10/1944)
3 – Se llamaba el Viejo Pancho (12/1967) Revista sin identificar
4 – Francisco R. Bello (1976)
5 – Orlando del Greco (1981)
6 – Horacio Loriente (11/1987)
7 – Gerardo Molina (10/2002)