viernes, 24 de febrero de 2012

AGUSTÍN LÓPEZ: Tradicionalista!

Las más de las veces no alcanza con “sentirse tradicionalista”, ¡hay que serlo y saber transmitirlo!.
Y en esa definición encaja con perfecto encastre, Agustín Alberto López.Ser hombre gaucho, para él no es pose afectada ni actitud de simulación; y no lo es, simplemente porque un espíritu gaucho late en su ser.
Hombre con claro sentido de la nacionalidad cultural, roba abusivamente tiempo, a su escaso tiempo libre, para ponerlo a disposición de difundir todos aquellos aspectos de la actividad cultural, que como atraídos por invisible imán, llegan al mostrador de su carnicería “El Resero”, buscando quizás, el impulso multiplicador que allí toman las ideas y las propuestas.
Agustín nació hace 65 años en Alsina, partido de Baradero, criándose hasta los 12 años en la chacra de sus tíos Barreiro, cursando sus estudios primarios en la Escuela Rural 18, a la que -como orgullosamente evoca- concurría de a caballo.
Los otros estudios, los superiores, los cursó en la escuela de la vida, allí donde con títulos y honores se diplomó de señor gaucho.
El devenir del destino que un día lo acercó a San Isidro y luego a la Capital, le cruzó en su camino a Ana María para que con ella conformara un nido, nido en el que emplumaron tres pichones maravillosos -hoy hombres-, criados a imagen y semejanza de su espíritu altruista.
Todos los aconteceres de la vida, hasta los más insignificantes, Agustín los vuelca en versos; versos que muchas veces, en primorosos sobres y portados por modernos “chasques”, cruzan las distancias del país para llevar en su calidez paisana, sentidas rimas que emocionarán a su receptor.
Su espíritu de poeta lo arrimó hace casi 20 años, a la recién creada Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas, donde despuntó y consolidó sus condiciones de dirigente, ayudando a que la institución crezca y trascienda, desempeñando por dos períodos, durante cuatro años, el cargo de presidente.
Es, a pesar de su modestia, conocido en distintos pagos de la provincia donde el tradicionalismo iza sus banderas engalanadas de celeste y blanco.
Su fina galanura paisana lo distingue; su amor por la Argentina, lo destaca. Que así es Agustín López, un paisano como muchos más, aunque mirándolo bien, a veces... algo más que muchos paisanos.Simplemente ocurre que es buen tradicionalista y sabe transmitirlo fielmente.
(1º/04/2004)

miércoles, 22 de febrero de 2012

LUIS CARLOS PINTO ¡Defensor del Gaucho!

Al comenzar a hojear el ejemplar Nº 78 de “El Tradicional”, nos llevamos la sorpresa de toparnos con la reproducción facsimilar de la página de la publicación “La Opinión” de Avellaneda, del 13/07/1943, en la que José Roberto Del Río y Luis Carlos Pinto, retrucan un artículo de Pedro Julio Echagüe titulado “Sobre el gaucho”, publicado por entonces, en Revista Atlántida.
El Escribano José Roberto Del Río, hombre de Avellaneda, ha sido un aplicado panegirista de José Hernández.
Luis Carlos Pinto -porteño él-, ha sido un apasionado defensor del gaucho, actitud esta que lo llevó a publicar cantidad de comentarios, artículos y libros abordando el tema.
Esta condición nos hizo intuir que la mayor responsabilidad en la carta aludida recae sobre Pinto, y así queda demostrado en las primeras páginas de su segundo libro, donde dice que “Del Río, espíritu amplio, sincero y desinteresado tradicionalista” firmó la carta solidariamente.
Cuatro meses antes de la misma -03/1943- con el sello de la Editorial y Librería “El Ateneo”, salía de las prensas de los Talleres Gráficos Chiesino, en Avellaneda, su primer libro: “El Gaucho y Sus Detractores (Defensa de las tradiciones argentinas – Reivindicación del gaucho)”, con 214 nutricias páginas.
Don Manuel A. Bo, un amante de las tradiciones gauchas, costeó la publicación del libro, y Don Eleodoro Marenco, desinteresadamente arrimó un trabajo para ilustrar la portada.
Hemos rastreado que ya desde 01/1934 Pinto venía publicando artículos periodísticos, siendo su tema primario la obra hernandiana: “Desagravio al lenguaje del Martín Fierro”, “El lenguaje del Martín Fierro”, “Martín Fierro y la lucha de clases”, “Martín Fierro en la literatura social en la Argentina”, son títulos que valen de ejemplo.
Desconocemos cual era la actividad de este autor, pero por los dichos de Del Río lo sospechamos abocado a los estudios gramaticales, hasta que, vaya a saber por qué, tocado por las vicisitudes del “gaucho”, se aplicó a su estudio e investigación confiado y convencido que en él, defiende “el espíritu vivo de la tierra”.
En su libro primogénito Pinto apunta todo su saber en la reivindicación del gaucho, al que siente agraviado por una serie de conferencias del historiador Emilio A. Coni a quien cita irónicamente como “el autor académico”.
Dice que en esas charlas que tenían el pretexto de “contribuir a la historia del gaucho, solo consiguió expectar toda su fobia antigaucha y anti ruralista en forma rencorosa, obcecada, descomedida y grosera”.
La réplica es minuciosa, tema por tema, reflexión por reflexión, casi podría decirse palabra por palabra, para lo cual desbroza las acusaciones y supuestos, e ilustra evocando las voces de un amplio espectro de escritores e historiadores que aludieron al gaucho.
Antes de los dos años publica otra obra reivindicatoria, en este caso “El Gaucho Rioplatense frente a los malos historiadores” (118 páginas), y acá sus certeros dardos apuntan a las elucubraciones de Enrique De Gandía.
Responde la obra a la conferencia brindada por el historiador ya citado, con motivo de una Exposición Plástica del Martín Fierro montada en los salones de Casa Kraft, en 08/1944. Nos dice Pinto que “En esa tribuna, levantada para rendir culto a la argentinidad y hacer profesión de fe tradicionalista, uno de los oradores, el señor Enrique De Gandía, lanzó contra el gaucho, su vida y su historia, todas las diatribas que el prejuicio y el odio hacia el personaje hayan podido imaginar.”
La lectura atenta y analítica de ambos libros es un ejercicio recomendable para los defensores de la imagen del gaucho y cultores del tradicionalismo.
Por otro lado, fue Pinto un abanderado en la defensa y construcción de un “Idioma Nacional Argentino”, diferenciado del heredado de España.

Hombre y Obra
Luis Carlos Pinto nació en la Ciudad de Buenos Aires el 11/10/1904, en el hogar de Concepción Mastroberti y Pascual Pinto, que alumbró doce hijos. Sabemos también que hacia la década del 50 residía en la calle Inclan 3447 de su ciudad natal.
Estuvo estrechamente vinculado, primero a la Agrupación Bases de La Plata, y luego a la Federación Gaucha Bonaerense, embrión originario del movimiento tradicionalista organizado; también fue asiduo colaborador de la Revista “La Carreta” del Círculo “Leales y Pampeanos” de Avellaneda, y por último partícipe con la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP).
Su obra, prácticamente inhallable hoy, se completa con:
- La Lengua Nativa (1953)
- Crítica del Purismo Idiomático (1955)
- Don Segundo Sombra, sus críticos y el idioma (1956) -Refuta aquí a Manuel Gálvez-
- La Taba Rioplatense (1959)
- La Bota de Potro. Un auténtico calzado rioplatense (1961)
- El Trabajo en América desde la época precolombina (1962)
- Entre Gauchos y Gaúchos (1963) -Réplica a Arturo Capdevila-
- Juan María Gutiérrez -ensayo biográfico- (1965)
- Autoctonía del Gaucho Rioplatense (1967)
- Idas y Venidas con Martín Fierro – 1º Serie (1967) y 2º Serie (1968)

También ha sido amplia su actividad como conferencista y articulista de distintos medios. Le hemos encontrado intensa actividad hasta el año 1975, en que -hombre setentón-le perdemos el rastro.
Digamos para cerrar intentando una definición, que fue un encendido polemista, un escritor de retruque, que no dudó en publicar refutando a nombres acreditados en el ambiente literario argentino; por eso fue que el estudioso santiagueño Don Domingo Bravo lo denominó “escritor nativista, de batallador acento polémico”.
La Plata, 8 de julio de 2007
Nota: Al artículo reproducido por El Tradicional en el número anterior, le siguió un opúsculo de doce páginas publicado por la Agrupación Bases con el título de “Ofensa y Defensa del Gaucho”, que incluye el texto del artículo de Echagüe y también el de la “defensa” que firma un nutrido grupo de hombres de la cultura tradicionalista (46 en total), entre los que, a más de los miembros de “Bases”, se encontraban Justo P. Sáenz (h), Juan A. Althaparro, José Montero Lacasa, Eleodoro Marenco, Ernesto Ezquer Zelaya. Continúa una rectificación del propio Echagüe, y las disculpas de Constancio C. Vigil por la editorial, y cierra una nota de la Oficina de Prensa e Informaciones de la Presidencia de la República expresando el desagrado por lo publicado.

(Publicado en la Revista "El Tradicional" Nº 80)

ASENCIO ABEIJÓN: Un Carro de Cultura!!!

En la segunda quincena de noviembre de 1976 me encontraba de luna de miel en la hermosa Bariloche. Uno de esos días, paseando, llegamos con mi esposa a una librería, y atraído por lo que ofrecía la vidriera, ingresamos, retirándonos con dos libros criollos y patagónicos.
Allí fue cuando mi esposa comenzó a preguntarse: “¿Con quien me casé que en esta circunstancias compra libros?”. Puede ser que también haya comenzado a intuir lo que era vivir con alguien aficionado a los libros y la escritura.
Hago esta reflexión en voz alta porque pronto se cumplirán 35 años de aquel momento, y porque el pasado 21/6 se cumplieron dos de la desaparición de esa “sufrida” Teresa que tanto me soportó.
Pero no todo termina allí, porque el autor que en esa oportunidad conocí se llamaba Asencio Abeijón, y su prosa me ganó el lado flaco del sentimiento criollo.
Casualmente este año se cumplen 110 años de su natalicio y 20 de su fallecimiento.
Efectivamente, nació en Tandil, Buenos Aires, el 16/05/1901, pero poco le duró el carácter de bonaerense, porque sus jóvenes y emprendedores padres (tenían 16 años cuando desembarcaron procedentes de Galicia), junto a sus diez hijos, cuando él contaba solo dos años de edad, se trasladaron al sur patagónico, estableciéndose con una explotación de campo y almacén, en el camino de entrada a Comodoro Rivadavia, a unos 15 kms. de la nueva ciudad, en un paraje conocido como “La Mata” o “Arroyo La Mata”.
Y aquel sería su lugar en el mundo. Ya nunca más se apartaría de “su” Comodoro, salvo esporádicos viajes, como aquel de 1957, cuando abocado a la política, concurrió a la Convención Nacional de la UCRI, debiendo costearse los gastos de viaje y estadía.
Fue el cronista chubutano o patagónico, si mejor cuadra, por eso es que Osvaldo Bayer, (de alguna manera “su descubridor”, quien lo acercó al público nacional tras hacerle una crítica literaria en un importante medio capitalino, y ahí nomás lo presentó a Editorial Galerna), opinó sobre su primer libro, que Abeijón no es literato ni prosista, sino “…un cronista. Un hombre que habla como habla la Patagonia”. Ahí su gran mérito: la identificación.
Algún informe biográfico nos dice que estudió de noche en un colegio Salesiano mientras que por la mañana era maestro de primer grado. Ahora, a estar en sus propias palabras, refiere que tuvo “solo tres años de escuela primaria”, y no hay porque no creerle.
Esto nos habla que como tantos otros emprendedores, Don Asencio, fue un hombre que se forjó a si mismo, en el rudo trabajo y la ambición personal de querer aprender, superarse, porque valga decir que a los 26 años dirigía un emprendimiento periodístico bautizado “El Criticón”, desde el cual fustigaba a los explotadores del trabajador patagónico; que por entonces era aquella una tierra para hombres decididos, y por que no, tallaba la ley del más fuerte. Imposible olvidar los acontecimientos de aquellas luchas y huelgas obreras.
Antes de periodista, fue esquilador, resero, carrero, trabajador en la incipiente YPF, y político. Así fue que en las elecciones de 1958 y 1963, resultó electo diputado, no habiendo podido concluir ninguno de los mandatos por causas ajenas a su persona.
Pero apuntando a su faceta de escritor, digamos que su primer libro, de difusión local o regional si se quiere, fue “Apuntes de un carrero patagónico”, en 1971. Andando el tiempo recordaría que fue “un editor principiante” quien asumió a su costo la edición de ese primer trabajo, libro que en Buenos Aires nadie habría aprobado publicar, según entendía.
Tras la presentación de Bayer, Galerna editaría una trilogía que es base y sustento de su obra, unidas bajo la cita de “Memorias de un carrero patagónico”: tal cual es el título de la reedición del que publicara en Comodoro y que aparece en 1973 con varias reediciones; “Recuerdos de mi primer arreo” (1975), y “El guanaco vencido” (1976). Completan su producción “Caminos y rastrilladas borrosas” y “El Vasco de la carretilla”.Memorioso y observador, supo narrar con esa ductilidad criolla del que atrae cuando habla, y narró con lujo de detalles haciendo importante hasta la anécdota sencilla, rescatando del olvido seguro los hechos simples de una vida sufrida, que sumados, hacen a la historia cotidiana pero fundamental de esa gran región que es la Patagonia, transmitiendo que no narra por narrar, sino que lo hace con la autoridad del que habla de lo que realmente sabe.
Así también una significación muy importante de su labor la apuntó Bayer, al observar en el prólogo del primer título en Galerna: “…este es un libro con futuro, es un libro que se va a leer dentro de diez, cincuenta, cien, quinientos años. Como se leen ahora los libros de los viajeros ingleses y alemanes de hace dos o tres siglos. ¿Por qué? Porque la prosa de Don Asencio Abeijón es realmente algo vívido.”El periodista Alberto Perrone opinó después de entrevistarlo, que sus relatos “…tienen sabor áspero al estilo de Lobodón Garra y la agilidad de las aguafuertes de Arlt.”Su labor periodística (al antes nombrado agregamos el diario “El Patagónico”, al que ingresó en 1968), y literaria, supo el halago del reconocimiento importante, como que en 1974 recibió el prestigioso Premio Santa Clara de Asís.
En el orden familiar estaba casado con Olga Caro (chilena), con quien tuvo una hija, Lidia Isabel, de quien contaba en Revista Gente en 1974, que se había ido a vivir a Córdoba, y nunca más había tenido contacto con ella. Curioso, verdad…?
Se cumplirán entonces treinta y cinco años de esa circunstancia particular de mi vida que me llevó a conocer a Abeijón, como no podía ser de otra manera, en tierras de la Patagonia.
Pero para cerrar este homenaje, démosle la derecha y la palabra a Felicidad Hernández, quien tuviera la responsabilidad de prologar la aparición en Comodoro de aquellos primigenios “Apuntes…”, y entonces definió: “La pluma de Asencio Abeijón es clara y a través de ella la visión será panorámica y colorida, y la comprensión absoluta, hasta meternos dentro de la Patagonia y adentrarla en nosotros en una forma indudable y completa. El valor literario y documental es de hoy y para siempre.”
La Plata, 1º de Julio de 2011

(Publicado en Revista De Mis Pagos Nº 40)

lunes, 20 de febrero de 2012

FRANCISCO TIMPONE un hombre para recordar

El 13 de enero de 2011 se cumplen 50 años del fallecimiento (a los 70 años), de Don Francisco Timpone. Claro que muchos de nuestros lectores se preguntarán ¿quién era? Y eso lo contaremos muy brevemente.
Había nacido en ese “pago” gaucho que tiene el privilegio de ser el único que cita Hernández a través de su Martín Fierro, nos referimos a Ayacucho, donde abrió los ojos el 28 de septiembre de 1890.
Radicado en La Plata, conformó su familia y realizó su vida laboral en la capital bonaerense, desempeñándose en la Legislatura provincial.
Cuando el 28/03/1928, a once años del fallecimiento del genial “Almafuerte”, un grupo de hombres de la cultura local se autoconvocan para bregar por la recuperación de la última morada del poeta, “ataperada” por entonces, no solo estaba allí presente, sino que resulta uno de los impulsores del proyecto, naciendo de esa reunión la hoy mítica “Agrupación Bases”, siendo sin duda en el entonces incumplido medio siglo de la ciudad, el más importante movimiento cultural con raíz popular.
Fue Juan Ignacio Cendoya, otro de los autoconvocados, quien en homenaje a las “Bases” de Alberdi, propuso el nombre de la agrupación.
En mayo de 1929 obtienen la tenencia del inmueble e inmediatamente se abocan a la creación de la Biblioteca y Museo “Almafuerte”; y entre otros logros, el 9/08/1939 consiguen la promulgación de la primera ley del “Día de la Tradición”, Ley N° 4756/39.
Si existe un vaso comunicante entre la Agrupación Bases, el Museo Almafuerte y el “Día de la Tradición”, cierto es que tiene nombre y apellido: Francisco Timpone, “Pancho”, o como bien lo llamaban sus hermanos de sueños “la hormiga básica”, por aquello que de tanto ir y venir sin cesar un instante en sus emprendimientos, hacía camino al andar.
Fruto de su empeño, el museo; hija dilecta, la biblioteca, a la que dio impulso donando quinientos libros de su biblioteca particular el día 17/08/1829, cuando ejercía la secretaría de la agrupación “El Abuelo” Teófilo Olmos, a los que se sumaron más tarde 400 carpetas, síntesis de 25 años de trabajo catalogando, clasificando y ordenando, notas, artículos periodísticos, correspondencia y otros papeles referidos a “Almafuerte”.
Sin lugar a dudas, el “Día de la Tradición” es su hijo mayor. Él lo propuso a sus compañeros, y no satisfecho con la aprobación del grupo, siguió uno a uno los pasos del expediente por los despachos legislativos sin darle oportunidad a dormir siesta alguna; y así fue reconocido por sus compañeros “Básicos”: el mentor de la idea.
Aquella “propuesta” sucedió el 13/12/1937, en una reunión junto a otros seis hombres “Básicos”, acaecida en “el rancho criollo” de Justiniano de la Fuente, en Punta Lara, hoy partido de Ensenada.
En un constante afán de sumar hechos positivos, fruto de su infatigable tesón fue también la primera Exposición del Libro y del Poema Nativo Ilustrado que montara prácticamente solo, en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata para los fastos de 1943, año en que voluntariamente se alejó de “Bases”, la que finalmente se extinguiría en 1945.
Por si lo expuesto fuera poco, también a su ímpetu creador nació el Instituto Almafuerteano, del que fuera su primer presidente.
Pero tanto afán de dar, tanta vocación por perpetuar y rescatar a “Almafuerte” y la tradición gaucha, pasaron a segundo lugar su vocación poética, aquella que hacia 1920 había criado alas con su poemario “La Sombra del Camino”.
Como bien dijera el también “Básico” Luis Carlos Pinto, cúpole a Timpone el acierto de hermanar a dos de los grandes de la argentinidad “…el poeta de la tierra y su hombre representativo: Hernández y el gaucho” y “El poeta del Hombre, como se ha llamado muy bien a ‘Almafuerte’, con su dolor humano frente a la vida y frente a Dios…”.
Su nombre se perpetúa en la plazoleta ubicada en calle 524 y 12, en la que se emplaza el Monumento al Gaucho, escultura que fuera proyectada y emplazada por la Federación Gaucha Bonaerense, entidad que también creará “Bases” durante su activa gestión, en el año 1940.
Por suerte, a nivel local, todos los años para el “Día de la Tradición” se lo recuerda y se le rinde tributo.
Francisco “Pancho” Timpone, uno de esos hombres que mezclados en el común pasan inadvertidos, pero que verdaderos hombres al fin, dejan testimonio de su paso por la vida.
La Plata, 16 de Diciembre de 2010

(Publicado en Revista de Mis Pagos Nº 39)

UNA OPINIÓN SOBRE EL GAUCHO

(Por una inquietud de Revista De Mis Pagos)


Intentaré una aproximación al tema viendo al gaucho a través de la literatura, porque tal y tan grande ha sido su importancia, que aún iletrado, analfabeto, cuasi marginal de la sociedad de su época, nos legó -paradójicamente- un género literario.
Sí, tal como se lee y aunque parezca cuento, nos legó la literatura gauchesca.
“Pero… no quedamos en que no sabía leer ni escribir…?”, endilgará algún distraído o mal intencionado; y es cierto, no sabía. Pero fue tan particular, tan especial su vida, sus usos y costumbres, que los hombres medianamente “cultos” de entonces, tomaron su decir, su expresión, su habla, como forma de referir poéticamente, sucesos cotidianos, políticos o militares, y así se difundió y entronizó un modo que encontró en el “Martín Fierro” un tratado de contenido nacional.
Expresión única en América. Que no en vano Jorge B. Rivera ha sostenido que “la creación más original del Siglo XIX fue la literatura gauchesca”, y por eso reafirma Don Lázaro Flury: “El lenguaje define al pueblo criollo, con su acendrado amor a la libertad y su aversión a la esclavitud y la injusticia”.
¡Si habrás sido grande gaucho!, que nos legaste un género, que aún hoy, Año del Bicentenario, aunque no lo quieran ver y lo soslayen, está latente en el pueblo de raíz gaucha.