jueves, 28 de junio de 2012

CHAZARRETA - El Patriarca del Folclore


Abril y mayo son meses aniversario en la existencia de uno de los grandes hacedores de la cultura popular de nuestro país, como que el 28/05/1876 marca el nacimiento y el 24/04/1960 cierra el ciclo vital de ese patriarca llamado Andrés Chazarreta, o simplemente, “Don Chaza”, como lo denominaban sus íntimos.
No ha de llamarnos la atención que el 40º Aniversario de su fallecimiento pasara prácticamente inadvertido, ni nos sorprenderá que no sea recordado su natalicio, que a veces solemos ser así de ingratos con “nuestras glorias” (¿O los que se olvidan son en realidad los grandes medios…? ¿O es que será responsabilidad del Estado velar por la memoria del pueblo…?).
Nacido en el viejo Barrio de La Merced de la Ciudad de Santiago del Estero -templo predilecto de Juan Bautista Ibarra, reedificado bajo su dirección en 1836, al decir de Alén Lascano-, ocupó la casa de la calle 24 de Septiembre Nº 428, junto a Doña Andrea y Don Dolores -sus padres-, y sus hermanos. Pero su propia vida hogareña y familiar transcurriría en la casa de la calle Mitre Nº 127, donde casi en la madrugada de un Patrio 25 de Mayo lo sorprendió el silencio.
Esa casa sería luego transformada en “Casa Museo”, y como muchas cosas que suelen pasarnos, anda viviendo las horas del “¿cómo sobrevivir?”.
Copiamos a León Benarós para describirlo en su senectud: “Era en sus años finales -murió pasados los 84- una especie de algarrobo padre, nudoso y ceñido, que había tomado los tintes morenos de su tierra santiagueña, soleada y sufrida. Tenía las manos sarmentosas, pero hábiles aún para la guitarra”.
Él mismo consideraba al año 1905 su momento de inicio “en el rescate tradicionalista con la recopilación de la célebre ‘Zamba de Vargas’. Esta labor no habría de interrumpirse a lo largo de cincuenta años, en cuyo curso habría de volver al pueblo más de 40 danzas que, de no haber sido por él, hoy estarían irremisiblemente perdidas”. (Lázaro Flury, La Capital de Rosario, 8/1955).
Contaba 20 años cuando se graduó de maestro normal, y ejerció la docencia y la dirección de escuelas hasta su jubilación; también fue Secretario del Consejo General de Educación de su provincia, como además, Presidente de la Comisión de Folklore de Santiago del Estero.
Pero su trascendencia la adquiere no por la docencia (donde mucho aportó), sino en la difusión de las expresiones musicales provincianas; y en ello juega un papel primordial la creación, en 1911, de su “Compañía Criolla”, con la que luego de descollar en su pago, asombraría a la propia Capital de los argentinos, despertando y alentando un movimiento que hizo reverdecer el sentimiento terruñero en muchos corazones y en dispares sitios.
Ni el ser bonaerense ni el encontrarme inmerso en las cuestiones propias de las surerías, pueden hacerme cerrar el pensamiento para no recordar al insigne santiagueño que tanto bien nos ha hecho a todos.
¡Descanse en paz, maestro!, aún somos muchos los que sabemos el significado de su nombre.
La Plata, 06/05/2000
(Inédito)

lunes, 25 de junio de 2012

SOBRE EL INDIO

           Tendría 13 años,  cuando en el campo, en “Los Ombúes”, casa de mis abuelos, me topé con una vieja edición de 1928, de “El Indio del Desierto – 1535/1879”, y si bien su autor, Dionisio Schoo Lastra, estaba muy vinculado a Roca -fue su secretario, esto lo supe, quizás, 20 años después-, la lectura me dio mucha información sobre la vida del aborigen en la región pampeana.
Por entonces, la información que recibía en la escuela hablaba de “salvajes” referido al indio, y de “primera dictadura” para referir a la época de Rosas.
No puedo explicar porque ambas cosas no me convencían, ni nunca las tomé en serio.
Amante del gaucho desde siempre, intuía también que gaucho e indio no eran “hermanos”, y sí más vale, “enemigos” por intereses de terceros que los enfrentaron.
A partir de 1492 la imposición de la conquista fue total, y así hoy cada nación de América tiene por lengua, la que era propia del que ejerció la colonización en cada región. En nuestro caso, el idioma español.
Todo nos impuso el conquistador, al extremo que son muy pocas la voces de pueblos aborígenes que pasaron al lenguaje habitual.
Ya que soy un hombre vinculado a las “letras”, tengo plena conciencia que todas las formas poéticas son hispánicas; nuestro mérito, o mejor dicho, el de los hombres que nos procedieron, ha sido darle identidad propia al contenido.
            Si bien no soy de los que se rasgan las vestiduras en favor del indio, tengo plena conciencia de que era el dueño universal de todo lo existente en este “nuevo mundo”, y que se cometieron atrocidades en nombre de la “civilización”, pero más que nada: en pro de la riqueza fácil.
            Quienes abrazan la “causa aborigen” como cuestión fundamental, primero tienen que tener en claro que en esta América nada les pertenece, ni el aire que respiran, y deben ejercer un renunciamiento total.
            Conceptualmente no llego a tanto, a pesar de lo cual he escrito cosas, como este triunfo “Pa’l Indio” que compuse a los 18 años, y que mucho después musicalizara Saturnino López Satur y grabara Alberto Durán:
                                                                                                  (*)
Pa’l Indio” 
(triunfo)
I
Pobre el indio ‘e mi tierra
tan perseguido,
¡qué digo siempre corrido!

Eran tan argentinos
como nosotros,
¡pero eyos eran más potro!

Viendo invadir sus tierras
las defendieron
¡qué digo que se ofendieron!

Dieron muchos malones.
¡Qué cabayadas!
¡Dejaban las rastriyadas!

Estribillo

Pero van los melicos
y los sablearon...
¡Mire como los dejaron

II
A los indios corrieron
hacia otras tierras,
¡que digo si los destierran!

Los “señores” contentos
por la ciudá,
¡miren que barbaridá!

Dispués dicen del indio
que son salvajes,
¡les dicen que son salvajes!

Y en vez de algo enseñarles
como argentinos,
¡los echan a otro destino!

Estribillo

¡Pucha, digo que cosa!
Indio tu mano
¡qué digo que soy tu hermano!

            Y no ha sido lo único que escribí, pero el paso del tiempo hace que lo valore, por la claridad de conceptos que tenían siendo tan joven. Unos diez años después escribí “Tubichaminí” (que forma parte del trabajo integral "Dos Evocaciones a un Pago: La Magdalena"), y creo que hay allí una síntesis de lo que fue la conquista, especialmente en esta región bonaerense que carecía de riquezas en oro y plata.

                        TUBICHAMINÍ

Cuando pisó Garay tus criollos lares
tomando posesión por su ‘monarca’,
la agreste soledad de tu comarca
ignota tribu secular poblaba,
y el cacique que la gobernaba
a su modo tribal, era el patriarca.

Dos mil indios de lanza más la chusma
tenía el pueblo de la nación pampa.
Su espectro por la zona aún acampa
y quizás mi recuerdo le salpique
a Tubichaminí, que fue el cacique,
la prestancia cobriza de su estampa.

Sometido por armas o palabras
(a sable y mosquetón... o a crucifijo),
todo el pueblo, de Dios, pasó a ser hijo:
primero ‘reducción’... Después ‘curato’...
Hasta que sabe Dios -no existe el dato-
el tiempo se llevó lo que bendijo.

¿Qué habrá sido de Tubichaminí?
¿De su pueblo diezmado... qué habrá sido?
¿O es que a pesar de haberse sometido
los tragó la ambición de la conquista?
Quizás que hoy al mentar, paso revista
de algunos hechos que tronchó el olvido.

¿Dónde andarán tus huesos, mi cacique...?
¿De tu pueblo diezmado... qué habrá sido...?


(*) "Pa'l Indio" fue grabado por Alberto Durán, en 1997

sábado, 23 de junio de 2012

DON FEDERICO OBERTI - ¡ INVESTIGADOR !


         Cualquier interesado y cualquier curioso de las cuestiones terruñeras reconoce ante la sola mención del nombre de Don Federico Oberti, a un hombre preocupado por conocer, desentrañar y difundir todo aquello que tenga que ver con la vida cotidiana de nuestro pasado rural; el hombre, su indumentaria, sus hábitos, las tareas, los usos, los animales, y muchos etc. más, han sido los motivos centrales de su preocupación e investigación, que plasmó en cientos de artículos en diarios y revistas -dispersos en el país-, y en las páginas de libros valiosos, difíciles hoy de conseguir.
         Pero, contemos someramente quien era.
         Federico Rolando Simón Oberti Risso, vio la vida en San Antonio de Areco, el 3 de septiembre de 1902, siendo el menor de los 10 hijos concebidos por el matrimonio de Dña. Teresa Risso y Don Angel Oberti.
         Si bien su trascendencia se corresponde con la actividad literaria y periodística (se inició en medios pueblerinos de la década del ’20), ejerció -paralelamente y por muchos años- la profesión de artesano platero, con casa del ramo instalada en calle Bartolomé Mitre nº 1258 de Capital Federal, tal cual lo atestigua el aviso publicitario que se reproduce. En otros avisos se identificaba como “platero criollo” o “un platero de ley”.
         Periodísticamente, hacia 1928 crea en Santa Lucía, partido de San Pedro, el periódico “El Crisol”, y en San Antonio de Areco, “El Sol”. Pero quizás la actividad continua y prolífica desarrollada en el capitalino diario “La Prensa” a partir de 1957 y por espacio de dos décadas, haya marcado un importante jalón en su trabajo, con un material digno de ser compilado en un volumen, de antológicas monografías sobre los más variados temas criollos.
         Otros medios que supieron de su colaboración, son: “¡Aquí Está!”, “Mundo Argentino”, “La Chacra”, “El Hogar”, “Pampa Argentina”, “Crítica”, “Auto Club”, “Selecciones Folklóricas Codex”, “Martín Fierro”, “Raza Criolla”, etc.
         Casualmente, ésta última revista corresponde al órgano oficial de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, entidad a la que -hacia 1961- lo encontramos afiliado, del mismo modo que en la década del ’70 lo encontramos presidiendo la Asociación Amigos del Museo de Motivos Argentinos “José Hernández”.
         Una nómina incompleta de su obra editada, es la que sigue:
-         Norberto de la Riestra, economista, diplomático y patriota (1937)
-         La indumentaria gauchesca (en Gran Manual del Folklore, 1964)
-         Platería (en Arte Popular y Artesanías Tradicionales Argentinas, Eudeba, 1964)
-         Hipólito Vieytes, precursor de los estudios agropecuarios (aproximadamente 1966)
-         Mil trescientas leguas de posta en posta (1972, edición para bibliófilos)
-         Historia y Folklore del Mate (1979)

         Su trabajo constante supo del halago y las distinciones, así en 1959 fue becado por el Fondo Nacional de las Artes, y recibió “Mención Especial” de la Subsecretaría de Estado de Cultura y Educación, en Región Bonaerense (período 1965/67), por su trabajo “Nueve temas para el estudio del folklore”, y así también el último libro de la lista que antecede mereció el 1º Premio de Folklore del Fondo Nacional de las Artes.
         Tenía 90 años cuando una desafortunada caída al bajar de un taxi, le hizo golpear la cabeza contra el cordón de la vereda, y si bien llegó a recuperarse, el golpe provocó un coágulo que luego ocasionó su deceso, el 31 de marzo de 1993.
         Don Federico, lúcido nonagenario, trabajó hasta último momento en un libro dedicado a la historia de la carreta, como importante medio de comunicación y progreso en la vida nacional. La obra quedó concluida, incluso con sus gráficos, ilustraciones y fotos, y si bien su segunda esposa
-María Eugenia López-, buscó apoyo editorial para su publicación, el interesante libro se mantiene al presente inédito.
         En abril de 1993, en forma póstuma -aunque estaba designado desde mediados del 92-, la Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas (con sede en La Plata), le otorgó su “Distinción Trayectoria”, testimoniada en el diploma respectivo, en acto que se desarrolló en el salón de la Agrupación TradicionalistaLa Montonera” de Ensenada, y donde fue su hija la encargada de recibirla;  casualmente, el mismo lugar donde en 1979 se había realizado la presentación de su libro sobre la historia del mate.
         A 103 años de su nacimiento y a doce de su desaparición física creemos sobradamente merecido el recuerdo de éste meticuloso hurgador de nuestro pasado.

(Publicado en Revista "De Mis pagos" Nº 20 - 04/2005)

martes, 19 de junio de 2012

FUERTE DE BARRAGÁN ¡Puntal de La Nacionalidad!


UN FUERTE

A escasa distancia de la Ciudad de La Plata, sobre la costa del ancho río del mismo nombre, y a unas cinco cuadras del arroyo Doña Flora, en tierras que ayer fueran del ‘Viejo Pago de la Magdalena, y hoy pertenecen al pujante partido de Ensenada, se encuentra erigido inconmovible ante el paso del tiempo el Fuerte de Barragán.
¿Quién no ha escuchado mentar alguna vez a dicho Fuerte? No únicamente lo conocen los habitantes de la zona, sino, que sin pecar de exageración creemos seguros de no equivocarnos, que lo conocen todos los habitantes del País, ya que el mismo jugó un papel importantísimo cuando el avasallante poder imperial inglés pretendió -soberbio- someternos a los designios de su bandera invasora, allá por 1806.
Pero remontémonos más en el tiempo para conocer algo más de su rica historia.

EL POR QUÉ DE BARRAGÁN
Si bien se sabe que después de proceder a la segunda fundación de Buenos Aires, al emprender su viaje de exploración y toma de posesión de las tierras ubicadas al sur del Riachuelo de los Navíos, aquel vizcaíno emprendedor que se llamó Juan de Garay procedió -simultáneamente al ir parcelando las tierras que pisaba- a entregarlas en suerte de chacras o estancias entre aquellos que lo acompañaban, no se tiene la certidumbre de quien fue el agraciado con las tierras de la zona del fuerte, ya que los designios del tiempo, quizás para poner una pizca de misterio, han podado dicho dato o lo han ocultado hasta el presente.
Sí se sabe, que hacia el fin de la centuria del 1500, las tierras próximas a la Isla de Santiago fueron dadas en merced al Alférez del Cabildo, don Bartolomé López, por Hernando Arias de Saavedra; y ya con mayor precisión en l629 las mismas fueron adquiridas al citado alférez por Don Antonio Gutiérrez Barragán, de quien y desde aquel entonces, la zona heredó su nombre.

SU NACENCIA
Mucho agua lobuna ha zarandeado el Plata desde entonces, y muchos hechos trascendentales para la historia se han desarrollado en su zona de influencia.
Según reza el monolito erigido para recordar su fundación, la misma acaeció en el año 1731 por orden del Gobernador de Buenos Aires, Don Bruno Mauricio de Zabala.
Ya en el año 1727, en base al reconocimiento del Río Santiago y adyacencias efectuado por el Piloto Juan Antonio Guerrero, se tuvo la certeza del lugar apropiado para erigir un fuerte que sirviera en la defensa de la ensenada, ya que todo indicaba que la misma era el lugar ideal para el desembarco de cualquier fuerza invasora que intentara tomar por asalto la ciudad de Buenos Aires, teniendo en cuenta además, la proximidad a ésta.
Por ese entonces y transcurridos 100 años de las compras de esas tierras por Gutiérrez Barragán, pertenecían las mismas a un nieto suyo, el Sargento Mayor Pablo Barragán.
A los tres años de su instalación, el Fuerte vive quizás su bautismo de fuego cuando tras intensos combates la guarnición propia consigue rechazar una intentona portuguesa de invasión.
Originariamente el fuerte constaba en su perímetro de una muralla de adobes cocidos y algunos cañones. Sesenta y ocho años después con motivo de la declaración de guerra entre España e Inglaterra el mismo fue ‘modernizado’ reparándoselo y adosándole nuevas baterías. Si bien fuertes crecientes del Plata lo dañaron seriamente a los pocos años, por orden del Virrey Márquez de Loreto fue reconstruido y provisto de nueva artillería, continuando su mejoramiento con posterioridad, como el acontecido en el año 1800, figurando como dato curioso que para la concreción de tales trabajos se trajeron indios de las Misiones.
Y así, viajando por las huellas del tiempo nos hemos acercado al año 1806, cuando encontrándose a su mando Don Santiago de Liniers, sus baterías abrieron fuego sobre la escuadra invasora inglesa, jugando el Fuerte de Barragán un papel principalísimo en aquella primera invasión.

REPRESIÓN DEL CONTRABANDO
Desde su fundación, el Fuerte tuvo intenso accionar en la lucha contra el comercio ílícito que desde antiguo se llevaba a cabo, apoyado fundamentalmente por los portugueses, el que se había acrecentado cuando aquellos fundan la Colonia del Sacramento en la banda oriental del Río de la Plata (hoy República Oriental del Uruguay), población que les servía como base general de sus operaciones. Pero en las mismas -ya en gran escala- no solo intervenían los portugueses, sino que también operaban franceses e ingleses muy interesados en ganar mercados para sus crecientes industrias, como así también no pocos comerciantes españoles, que gente inescrupulosa la ha habido en todo tiempo y lugar.
Una vez instalado el Fuerte, la situación sufrió un cambio como que desde el mismo salían contingentes armados en embarcaciones ligeras que atacaban a los navíos de los contrabandistas, con lo cual ya quitaban la impunidad con que habían actuado hasta entonces; asimismo no faltaron las ocasiones en que las embarcaciones que salían del Fuerte llegaran a atacar la mismísima Colonia, en la otra vera del Río.

ÚLTIMOS HALITOS DE VIDA
En los tramos finales de la Guerra con el Brasil, al librarse la batalla de Monte Santiago, el Fuerte vive aunque algo indirectamente la intensidad de las acciones.
Sus últimos e importantes escarceos militares, los sobrelleva cuando impuesto el bloqueo francés, se lo repara, se le asigna dotación de hombres y embarcaciones para su defensa.
El hecho de que una vez finalizado dicho bloqueo el estuario del Plata no se viera sacudido por otros acontecimientos bélicos, hizo que el tiempo lo cubriera con un tenue manto de olvido, pero de pie, hasta llegar a nuestros días.

EL PRESENTE Y LA POESÍA
En la actualidad, conservando su prestancia gallarda y soberana de ayer, en lo que fuera su Comandancia, se encuentra el “Museo del Fuerte”; asimismo permanecen altivos parte de sus muros originales, como también las dos garitas que servían de refugio a los centinelas y que se levantaron por 1801.
Y entendiendo que en todo esto más allá de su pasado agitado y heroico hay un algo epopéyico y poético, es que queremos terminar esta sencilla reseña, dándole la palabra a la poesía; a aquellos que vertieron trovas en su honor; los que resumieron en una estrofa, años de vida; como cuando el ensenadense José Mauricio García (“Coco” – 1926 / 1995) dice de él en la huella “Tropiando Recuerdos”:

“Atrás quedan las lomas,
el bajo acaba;
ayí está el ‘viejo fuerte’
yegué a Ensenada.”

“En busca de tu historia
mis güeyas van;
juiste estancia y paraje
de Barragán.”

O como dice Roberto Coppari en estas estrofas de la zamba “Juerte Barragán”, con las que ponemos el punto final.

“Tu pasaje por la historia
parece de mis paisanos;
sufrido, sangre y coraje
y en la paz sencillo y manso;
Juerte Barragán, tus sueños
son sueños de tus hermanos.”

“Gaucho Juerte Barragán
te quiero brindar mis flores,
pa’ que no te hallés tan solo,
pa’ poder gustar tu nombre;
de tus agallas supieron
prepotentes invasores.”

----0O0----
La Plata, 9 de octubre de 1982

(Publicado en Revista El Tradicional Nº 77)

lunes, 18 de junio de 2012

DON MARTÍN CASTRO: Poeta Cantor


          Hace 123 años, el 16 de febrero de 1882, nacía en Merlo quien estaba llamado a ser un respetado y admirado poeta popular: Julián Martín Castro.
          Indudablemente aquel partido bonaerense de hace más de un siglo, distaba mucho de éste actual que limita con Ituzaingó, Morón, Moreno, La Matanza y Marcos Paz, conformando una zona de muy alta densidad poblacional. Entonces el campo señoreaba por sí, y así lo recuerda el poeta:

“Nací en el pueblo de Merlo,
provincia de Buenos Aires,
disfruté de los donaires
y su belleza rural;
aspiré el perfume agreste
de sus pampas exquisitas,
de tréboles, margaritas 
 el encrespado cardal.” (1)

 (foto: aproximadamente 1902)

          También diría en un reportaje: “...había en el lugar unas pocas casas perdidas, la iglesia y la comisaría. Pero los maestros eran prácticamente desconocidos.” (2)
          Su núcleo familiar lo conformaban Don Martín y Doña María Lecumberry Ypar, ambos  entrerrianos, siendo del mismo origen sus abuelos paternos -D. Rosendo y Da. Elisa Ramírez-, mientras que por vía materna los abuelos eran de origen vasco-francés.
          La falta de maestros aludida más arriba, y la necesidad de tener que trabajar desde muy niño (quedó huérfano de padre hacia 1890), hicieron que llegara “a mozo sin conocer las cinco primeras letras del alfabeto. Mucho me costó aprender lo poquito que sé; quizás aprendí más en el andar de la vida que en los libros, pero no puedo desconocer que por medio de las letras me he podido comunicar...”. (3) Y agregó en otra ocasión: “Nunca tuve maestros que me enseñaran a leer ni a escribir, no fui un solo día a la escuela y eso no es bonito. No es lindo decir que uno es ignorante, pero aprendí rodando por los caminos. Aprendí solo y con mis amigos a leer y a hacer versos”. (4)
          Sobre estos últimos supo recordar que hacia los trece años pudo rimar sus primeros esbozos poéticos, sin saber muy bien como los hacía.
          También la guitarra fue su compañera temprana, y al respecto alguna vez supo referir que fue su madre quien le enseñó a tocar en ella el ritmo de milonga que lo acompañaría en sus incontables presentaciones durante su larga vida.
          De sus composiciones explicó que “...en mis versos, nunca me he preocupado por la forma, que quedaran bien y que fueran bonitos. Lo que siempre he cuidado, y a veces a expensas de la forma, fue la idea. Mis versos eran ideas. Y así como tales, yo las cantaba acompañado de mi guitarra.” (5)
          Criado a campo, como que peonó desde muy chico (peón de patio) en la estancia “La Choza” de Bernardo de Irigoyen, en Gral. Rodríguez, ya mozo, con la cuchara de albañil en una mano y la guitarra en la otra, se avecinó a los suburbios y centros proletarios. Y supo cantarle a esos dos paisajes, a esos dos mundos: evocó al gaucho y sus costumbres, cantó al obrero y las injusticias; y supo ser preciso en ambos casos, se diría más: auténtico.
          “Hay una exacta alternancia entre el campo y la ciudad; entre el cardo de las soledades gauchas y el yuyo de los arrabales proletario. En su rebeldía une a ambos universos de desdichas.” (6)
          Rebelde por la justa causa de ponerle voz al drama de los oprimidos y desposeídos, adhiere al anarquismo, movimiento en boga en las décadas iniciales del S. XX; él mismo evocaría: “He estado en el anarquismo, entendí el anarquismo, y todavía lo entiendo hoy .(...) el anarquismo exacto es como el cristianismo, pura bondad”.(7)
          Dicen las mentas que el aviso de su nombre en un bodegón, glorieta o salón popular, era suficiente para convocar al público trabajador, el que entusiasta se congregaba “al solo anuncio de que el “El Cantor del Pueblo” figura en el programa”. (8)
          Y junto con el público era común se hicieran presente un par de agentes de policía de la Comisaría de la zona, la que casi con seguridad terminaría visitando como consecuencia de los reclamos sociales de su canto, que como dijo Fermín Chávez “su obra se caracterizó por sus preocupaciones sociales”, o como reafirmó Américo Barrios desde su columna de Crónica, el 25/10/1971, evocando su desaparición: “Su verso se adornaba de música pero contenía la pólvora de la rebelión social”.
          Por suerte, de aquellas detenciones pudo salir indemne, ya que como contaba “Nunca me apalearon... mis versos me salvaron... porque no había policía que no los hubiera leído...”(9)
          Este pacífico revolucionario que esgrimía el arma del canto, la guitarra y su verdad, fue un continuador del reclamo hernandiano, o si se quiere, un precursor del posteriormente conocido como ‘canto de protesta’; vale entonces leer lo que expresara Ernesto Sábato: “El ha sido el gran payador anarquista de nuestro país. Un anarquista que, por supuesto, canta -también- a la bandera azul y blanca. Como gran criollo que es. ¡Canciones de protesta! Creen que es una novedad... Pasa que los que antes la hacían iban a la cárcel. Los que las hacen ahora, en cambio, ganan millones con los discos.”
          Y más allá del éxito de algunos de sus temas (tal el caso de “El Huérfano”, que incluso se internacionalizó), siempre vivió dignamente pero, con lo justo, producto de sus labores -entre otras- como albañil, al frente de un corralón, o posteriormente de su empleo en Salud Pública. Por eso dijo alguna vez: “Yo no he tenido éxito como poeta, he tenido éxito como amigo” (10). Y vale aquí una referencia a su amigo D. Justo Monroy: “Lo conocí por el barrio de Boedo (...). Tenía una casa de forrajes, cinco chatas armadas con buenos fletes, conocida en el Once, por ‘La Tropa del Porteño’. En esos tiempos yo cantaba por glorietas de Boedo; en San Juan y Colombres y Parque de los Patricios, etc. Un día vino a verme y me dijo: He comprado dos lotes de terreno en Ciudadela y los he puesto a su nombre, aquí tiene los papeles, yo le mando con mis chatas todos los materiales y usted que es albañil, se levanta el rancho”. (11) Y esa fue la morada que habitó hasta sus últimos días.

          Poco dado a expresar preferencias literarias, quizás, como le confiara a Lafuente, “Yo debo confesar que el poeta Alberto Ghiraldo fue mejor que todos nosotros, que todos aprendimos de él”. (12) (13)
          Asimismo, aunque afecto al canto repentista del payador -en el que admiraba a Acosta García y a García Morel-, no gustaba de trenzarse en contrapuntos, prefiriendo presentarse como solista; es que del canto alterno opinó: “¡Es un arte muy difícil... y para no hacerlo muy bien, más vale no hacerlo!
          En cuanto al decir gaucho, estuvo en la línea de los poetas de la primera mitad del siglo pasado, donde los dramas rurales tuvieron amplia repercusión popular, tal el caso de su “Juancho el desertor”, de “La Duda” o “Rastros que acusan”, por citar tan solo tres poemas.
          Abundante ha sido su obra editada, que acá reseñamos: “Armonías Libertarias” (1920), “Guitarra Roja” (1928), “Marlo y Chala” (1939), “Camino del Payador” (1949), “Chispazos de Fogón” (1950), “Versos de Martín Castro” (1950), “El Huérfano” (1952), “El Fogón de Don Martín” (1964), “Los dos tocayos” (1970). Póstumos: “El Adiós de Don Martín” (1973) y “La Vuelta de Martín Castro” (1992).
          A estos se suman “Los Gringos del País” (con una 2º edición de 1967 que se llamó “Contrapunto”), “La Canción de los Mártires” y “Versos del Pueblo”. También en Uruguay se publicó una obra suya bajo el título de “Hachando los Alambrados”.
          Muchos han sido los intérpretes de sus versos que han quedado en el registro discográfico, desde Ignacio Corsini a Horacio Guarany, pasando por Edmundo Rivero, Alberto Merlo, Oscar del Cerro, Héctor del Valle o Curbelo-Ayrala, por citar tan sólo algunos.
          En su larga vida de poeta y cantor supo granjearse el cariño y el afecto del pueblo trabajador que siempre le fue fiel, y que llevó a que Bernardo Verbisky lo denominara en 1955, desde las páginas de Noticias Gráficas, como “El más completo de los poetas populares”.
          A tres décadas de su desaparición física, acaecida el 7/04/1971 a los 89 años, su nombre no sólo no ha menguado brillo, sino que ha ganado prestigio, al punto que a la fecha tres calles ciudadanas recuerdan su nombre.
          Valga para cierre, su autodefinición: “Lo que yo hice fue vivir una vida brava, pero dándole el frente; aún, cuando iba preso, un día si y el otro también. He sido, todo lo que he sido, que era lo que quería ser; si tuve coraje fue porque al miedo me lo comí siempre.”

Notas:
(1) “Presentación” – El Fogón de Don Martín (27/10/1964)
(2) Nota de Diana Castelar
(3) El Fogón de Don Martín (datos en solapas)
(4) (12) “Martín Castro, el payador libertario”, por Miguel A. Lafuente (Todo es Historia Nº
          161 – 10/1980
(5) (7) “Autobiografía” (inédita)
(6) “Temas sociales de un poeta popular” – Crónica 20/02/1967
(8) Prólogo a “Guitarra Roja” (1928) por Fernando Gualtieri
(9) “Martín Castro gran poeta popular” – Carlos Echazarreta, Revista “Ñandubay” 15/01/56
(10) “Martín Castro a los 86 años” – Clarín 19/02/1968
(11)La Vuelta de Martín Castro”, por Numen Castro – Rev. Pal Gauchaje Nº 51 (08/1991)
(13) Poeta rebelde nacido en 1875 en la bonaerense ciudad de Mercedes, y fallecido en Santiago de
      Chile el 28/03/1946, en la mayor pobreza.

(Publicado en El Tradicional Nº 57, 02/2005)

jueves, 14 de junio de 2012

ORIGEN DEL GANADO VACUNO

-distintas vertientes-

Según se desprende de varios documentos, parece que en 1552 habían salido ciertos españoles de la Asunción, en viaje a San Vicente, en la costa del Brasil, con el fin de traer vacas, inexistentes hasta entonces en el Paraguay. Llevaban para la compra cantidad de piezas labradas de oro y plata tomadas a los indios y provenientes del Perú (...)
Las vacas de San Vicente debían valer un Perú entonces.
Es bien conocido el párrafo de “La Argentina”, de Rui Díaz de Guzmán, en el que relata la introducción al Paraguay de las por él llamadas “siete vacas de Goes” y que ha servido hasta hoy de irremplazable introito a la historia de nuestro ganado bovino.
(ilustración de Manuel Pintos Rosas, ca. 1957)
La segunda introducción al Paraguay fue la efectuada por Felipe Cáceres y sus acompañantes en 1568, desde Santa Cruz de la Sierra, con lo que el vacuno, introducido al Perú por el Pacífico, vino a juntarse en la Asunción con el entrado por el Atlántico. (...)

Garay ha dejado escrito, que al llegar a la Asunción la expedición de Cáceres, valía allí una vaca trescientos pesos, lo que demuestra que la descendencia de las “siete vacas de Goes” no debía ser aún muy numerosa. No hay constancia del número de cabezas que se trajeron de Santa Cruz de la Sierra; pero parece que excedió de varios cientos.

Reforzado el rodeo asunceño con este nuevo aporte, su desarrollo fue rápido (...)

Consta, en efecto, que Garay, al fundar en 1573 la Ciudad de Santa Fe, llevó allí ganado vacuno procedente de la Asunción, y poco después envió a Córdoba al capitán Juan de Espinosa, quien por su orden trajo vacunos a esta ciudad, y posteriormente se trajeron también de Santiago del Estero, con lo que nuevamente se juntaron ambas corrientes, la entrada por la Mar del Sud con la del Mar del Norte. En efecto. El ganado cordobés y santiagueño proviene, según mis investigaciones, de dos entradas: la una efectuada por Coquimbo en 1557/8 por un lugarteniente de García Mendoza, gobernador de Chile, y otras contemporáneas de esa fecha, efectuadas por los propios pobladores, desde Charcas al Tucumán.

Nueve años después de fundada la ciudad (de Buenos Aires, o sea en 1590) viene un fraile pretendiendo las vacas alzadas... (primer indicio de que ya había hacienda cimarrona producto de aquellas primeras pobladoras).

Hasta 1650 el ganado va internándose en la pampa, y se hace muy poco consumo de él (...)

En los comienzos de la segunda mitad del Siglo XVII (centuria 1600) las recogidas de ganado se hacen muy cerca de la ciudad, en Luján, Monte Grande, Magdalena, las Conchas; (...)

El capitán Juan de la Cruz Gaitán (alcalde de la Santa Hermandad al Sud de la ciudad, en los pagos de La Matanza y Magdalena), procedió con minucia, a un censo del ganado vacuno, pues hizo parar rodeo en cada estancia y contó la hacienda él mismo ante dos testigos. El resumen efectuado por mi (Coni) es el siguiente (En el Pago de la Magdalena):

Estancia de José de Arregui........2000 cabezas
Otra idem ..................................4600    “
.Gonzalo Billoldo..........................500    “
Capitán Juan Baez de Alpoin.......1050    “
Antonio Barragán............ ...........3500   “
Alférez Bernardo Lara...................300   “

Total: 11.950 cabezas de ganado vacuno.

Fuente:
"Historia de las Vaquerías de Río de La Plata 1555-1750", de Emilio Coni (1956)
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       (ilustración de Alberto Güiraldes) 


El ganado vacuno del Río de La Plata tuvo su origen en las vacas y el toro que condujo Garay desde Asunción, en 1573 y 1580, a las fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires, y en las haciendas que en sucesivos arreos se trajeron desde Córdoba y Santiago del Estero para socorrer a Santa Fe en los primeros años de su existencia. Esos vacunos del Paraguay y del norte argentino reconocían, a su vez, distintas procedencias, pues mientras que los de Asunción, en parte, se derivaban de los animales llevados a esa ciudad desde la colonia portuguesa de San Vicente, entre los años 1555 y 1560, los de Santiago del Estero y Córdoba habían sido traídos desde Chile y Perú, más o menos por esos mismos años, por los conquistadores españoles.

Si se tiene en cuenta que los bovinos del Brasil fueron llevados a Bahía desde las islas de Cabo Verde, y que los del Perú, Chile y otras colonias españolas de América descendían de los conducidos en los primeros tiempos de la conquista desde la península ibérica e Islas Canarias se comprenderá el infinito número de tipos y variedades que se formaron al cruzarse libremente las distintas razas introducidas. No debe sorprender, entonces, que, a poco más de dos siglos de la llegada del vacuno al Río de La Plata, Félix de Azara nos señale la presencia en estas latitudes de haciendas con los pelajes más variados, de toros con grandes cuernos al lado de otros mochos, de vacas “ñatas”, etc.

Es bien conocida la extraordinaria difusión que alcanzaron los vacunos en nuestras pampas al encontrar un medio que por sus fértiles pastos y abundantes aguadas les era ampliamente favorable. Nadie ignora, asimismo, la poderosa influencia que ejercería ese ganado en la formación de la estructura económica y social de la colonia.

Fuente: "Historia de los Saladeros Argentinos", de Alfredo J. Montoya (1970)

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Del ganado vacuno fue centro de población el Paraguay, aunque llegaron a Salta desde Potosí en 1549/50 y desde Chile en 1552. En 1555 llegó a Asunción el portugués Goes, con 7 vacas y un toro de origen holandés. Después de desembarcar en el golfo de Santa Catalina, los hermanos Goes cruzan la selva brasileña, bajan por el Paraná y luego remontan el Paraguay; en pago, según la tradición, reciben una vaca, prueba elocuente del enorme valor que entonces tenían los animales. Dos años más tarde llegan los primeros vacunos a Santiago del Estero, desde La Serena (Chile) arreados por Pérez de Zurita. Posteriores introducciones aumentaron las limitadas existencias ganaderas; mencionaremos por orden cronológico las más importantes. En 1569, Felipe de Cáceres, teniente del Adelantado Ortiz de Zárate, a quien acompaña Garay, llega a Asunción desde Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), con abundante ganado vacuno, yeguarizo y ovino. Los vacunos, como todos los traídos por los españoles, eran de la raza denominada ibérica, variedad andaluza y portuguesa; el ganado criollo que luego originaron responde con mucha fidelidad a ese tipo, cuyo representante actual sería el ganado de lidia.

En 1573, Garay funda la ciudad de Santa Fe, a la que dota de ganado vacuno y ovino sacado de Asunción; posteriormente se llevan a esa ciudad vacunos adquiridos en Córdoba y Santiago del Estero. Al repoblar Buenos Aires (1580), Garay trajo también ovinos. Hacia 1587, Alonso de Vera y Aragón introduce vacunos y 4000 ovinos del Perú que se distribuirán luego por Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes. Al fundarse esta última ciudad (1588) llegan de Asunción 1500 cabezas, entre vacunos, ovinos y yeguarizos.

Fuente:
"Historia Económica de la Ganadería Argentina", por Horacio Giberti (1985)