domingo, 30 de septiembre de 2012

DELFOR B. MÉNDEZ - un recuerdo a su obra


Diario El Día de La Plata - Cartas - edición del 3/08/1998

Varios motivos: la amistad, la ciudad, los libros y un aniversario, me llevan a escribir estas líneas.
Hace unos 15 años compartiendo con mi admirado Carlos Moncaut, una sabrosa charla sobre esa debilidad que en común tenemos y que es “la Magdalena” (encuentros en los que yo lo que más hago es preguntar y escuchar), a raíz de un trabajito que me encontraba realizando referido a como se la veía en la literatura, como la habían pintado sus escritores, me habló Don Carlos de “Silvano Ponce – la novela de un mensual”, libro que había da a luz el Dr. Délfor B. Méndez, y que ambientaba en esos pagos.
Puso el ejemplar en mis manos, pude hojearlo y tuve así mi primer contacto con él.
Conocía yo el nombre del doctor, no por haber leído algo suyo, sino porque había tenido cierto trato con mi abuelo materno, siendo ambos magdalenenses.
Algunos meses después de aquella charla profética (creo que antes del año), gracias a otro artífice de los libros, en este caso Mario Lenzi, pude tener mi  propio ejemplar; y por supuesto me referí a él en ese escrito que preparaba y mencioné más arriba.
Hace algo más de 5 años en este mismo diario y desde la sección “Críticas-Comentarios de Libros”, alguien que no se identifica (y es una lástima), escribió un recuadro titulado “Releecturas”: Silvano Ponce”, y allí en apretada síntesis, se mencionaban todos los títulos de Méndez, y se dice de su novela que “tanto por su estilo como por su contenido, se la ha comparado con Don Segundo Sombra”. Desconocemos el mes, pero podemos afirmar que este año, cumple su 60º aniversario aquella novela, que hoy resulta -más allá de ser una pintura costumbrista de profundo valor regional-, toda una rareza.
Gracias a ese rincón que los curiosos nunca salteamos y que se refiere a La Plata, hace 25-50-100 años, pudimos saber que en julio de 1969 en la Ciudad de Magdalena se le rindió homenaje a ese hijo pródigo, dando su nombre al Club Literario, en acto que engalanaron gente de la cultura y autoridades locales y provinciales.
No obstante, es poco o muy poco lo que sabemos de Méndez, y no damos con el lugar indicado para desasnarnos al respecto.
Hace un par de meses, otro amigo apasionado de las artes, Jorge H. Paladini, me facilitó para la lectura, la última obra de Méndez, “Viñetas Platenses”, publicada por la Municipalidad, justamente en el año que cerraría definitivamente los ojos, 1950.
Leyéndolo, me encontré con una de las “viñetas” titulada “Parque Saavedra”, la que se abre con una ilustración de Redoano que muestra la escalinata que coronaba la escultura “la cabeza del indio”.
En lo que va del año, y desde éstas páginas varias veces se hizo hincapié en el deterioro estatuario que viene sufriendo la ciudad, inclusive la foto del Saavedra “sin manos” salió más de una vez, como también se mostró la destruida “fuente de los angelitos”, que daba el frente al palacio fundacional que lamentablemente consumieran las llamas de una incomprensible negligencia adolescente. Todo lo apuntado -y habría más- dentro del predio del Parque Saavedra, donde ya no está más esa “cabeza de indio”, que fuera testigo mudo de encuentro y sueños guitarreros en los albores de los ’60, y de la que Méndez en sus “Viñetas” textualmente decía: “El indio, con su gesto cansado de divisar lejanías, eterniza en su metalización, un recuerdo cargado de lanzas de tacuara. Cabeza autóctona envinchada en el dolor de la persecución desmesurada, simboliza una raza que se pierde en el turbión cosmopolita de la época. El Indio, ese del Parque Saavedra, en su humildad de vencido, se ampara en un ombú, viejo compañero que también se va. Y como no tienen ya nada que decirse, porque se lo han dicho todo, permanecen callados, dejando que el corazón eche el resto. El indio y el ombú, son moléculas de pampa, en medio del extranjerismo exagerado de la Ciudad. Chocan como dos pecas en el rostro inmaculado de una mujer bonita”.
La Plata, 30/07/1998

(A pesar de los años transcurridos de la publicación a hoy, no solo sigue todo igual, sino que podría decirse ha empeorado, siendo lastimoso el estado de muchos monumentos)

miércoles, 26 de septiembre de 2012

MACIEL - Iniciador del Género Gauchesco

Diario El Día de La Plata, 22/02/1998

Al inicio del presente año (1998) más exactamente el 2 de enero, se cumplieron doscientos diez (210) años del fallecimiento de Juan Baltazar Maciel (o Maziel). Claro que los más de los lectores se preguntarán quién era, ya que su existencia es solo conocida entre quienes estudian letras, entre los curiosos de la literatura en general, y entre los gustadores de la literatura costumbrista, en particular.
Maciel, junto a Juan Gualberto Godoy, Luis Pérez y Bartolomé Hidalgo -entre otros-, están considerados los iniciadores del “género gauchesco”, aunque casi por unanimidad se otorga al último de los citados la paternidad del mismo.
Pero aclaremos sobre Maciel. Había nacido en Santa Fe el 8 de septiembre de 1727, en el hogar del “maestre de campo” D. Manuel Maciel (1).
Cursó estudios en Córdoba obteniendo los títulos de “maestro de arte y doctor en teología”. Ejerció como catedrático en la Universidad de San Felipe (Chile), como abogado ante la Audiencia de Charcas, como juez en el Cabildo Eclesiástico, y como Comisario del Santo Oficio, esto último entre 1771 y 1787, según referencia de Josefina Ludmer en su obra “El Género Gauchesco” (1988).
Se considera a la suya una vida influyente en las cuestiones educacionales de la Colonia, como que fue un hombre, no solo de formación eclesiástica, sino también docto y erudito en otros aspectos.
Según Jorge B. Rivera en “La Primitiva Literatura Gauchesca” -1968- (de donde extraemos los más de los datos que evocamos), su romance largamente titulado “Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del Excmo. Señor Don Pedro de Cevallos”, escrito en 1777 con motivo de una expedición que al frente de diez mil hombres realizó el Virrey contra los portugueses que pretendían ocupar la Banda Oriental, recuperando -con dicha acción- la Colonia del Sacramento, sería uno de los más antiguos testimonios escritos (entonces los decires populares eran orales), que se vincula con la expresión rural, y que ese autor ubica dentro de las “formas precursoras” del futuro género.
Valga destacar que dicha composición arranca con la formula popular que haría con Hernández el punto cumbre de la expresión; dice Maciel:

Aquí me pongo a cantar
          debajo de aquestas talas
          del mayor guaino del mundo
           los triunfos y las gasañas.”
                                                          y agrega más adelante haciendo una importante referencia geográfica:

          “Como obejas los ha arriado
           y repartido en las pampas
          donde con guampas y lazos
          sean de nuestra lechigada.”
                                                          (La ortografía es la propia de la época)

Creemos que recordar hombres como Maciel, es colaborar con la búsqueda y el sustento de la propia identidad, como así también la excusa válida para hablar de la expresión que tanto nos gusta y que ya tiene una antigüedad de dos siglos.
La Plata, 13/02/1998

(1) y Doña Rosa de Lacoizqueta, ambas, familias muy acomodadas de aquel tiempo.
Fue bautizado en la Iglesia Matriz de Santa Fe y realizó los primeros estudios, en la Escuela Primaria del Convento de San Francisco.

(Las ilustraciones, casa natal y escudo de familia, no corresponden al artículo del diario)

domingo, 23 de septiembre de 2012

JULIO MIGNO


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 29 – 08/10/2011

Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

JULIO MIGNO. Así conocido, tenía por nombre completo el de Julio Bruno Migno Parera, y había nacido el 6/10/1915, en la provincia de Santa Fe, en la localidad de San Javier, “la tierra de mocovies” como gustaba decir.
Para expresarlo con certeza, Migno ha sido uno de los grandes poetas criollos, no solo de su provincia, sino del país todo.
La dulzura y la garra, dos extremos de un sentir o una expresión, se hermanan en apretada trenza en su poesía, poesía que despuntó en su ser a muy temprana edad, como que a los 17 años hizo su primera publicación, “Los Nuestros”, pequeño volumen de versos inhallables hoy.
Al igual que Berho, don Julio decía que no era un “poeta gauchesco”, pero hay en su expresión un fraseo, un lenguaje, un decir tan terruñero, que aunque él no quiera, cualquiera que lea o escuche sus poesías, reconocerá frente a sí, a un autor de tal estilo; y si no, veamos lo que dijo el afamado cordobés Julio Díaz Usandivaras, cuando desde su Revista “Nativa” comentó la aparición de “Amargas…” en 1944: “Nuestra poesía gauchesca, tiene, pues, cultores de valía. Entre estos, habrá que colocarlos al autor que nos ocupa”.     
Al respecto opinó Ricardo Rojas de su poesía: “Hay en esos versos fuerza de paisaje virgen y de lenguaje nuevo”.
Poemas suyos como: “Versos al indio que llevo”, “Tata Nica”, “Si tenés cachorro”, “Gritando a lo indio”, se han ganado merecidamente un lugar en el corazón del pueblo, más allá de su autor.
Su obra publicada responde al siguiente detalle: “Amargas Camperas” (1943), “Yerbagüena, el mielero” (1947), “Chira Molina” (1952), “Cardos y Estrellas–antología” (1955), “De palo a pique–antología” (1965), “Miquichises” (1972) y “Suma Poética” (1987).
Entre sus mucha distinciones destacamos el “Premio a las Letras” del bienio 1981/82, otorgado por la Asociación Santafesina de Escritores por el conjunto de su obra; también mereció el “Santa Clara de Asís”, el “Martín Fierro” de APTRA, y el “Calendario Azteca” del gobierno de México.
Para un aniversario, en 2007, el diario “La Opinión” de Santa Fe, expresó: “Los escritos y poemas de Migno están llenos de un profundo conocimiento del sufrimiento humano, del sentimiento campesino y costero, tienen sentenciosidad y didactismo y plantean el eterno drama que provocan los hechos injustos, producidos por la mano del ser humano hacia sus semejantes y la relación con la naturaleza”.
Quien también era llamado “el poeta de la costa”, y que se había interrogado diciendo “que tendrás pago, que te quiero tanto!”, falleció en la C. de Sta. Fe, el 5/12/1993 a los 78 años.

sábado, 22 de septiembre de 2012

FRANCISCO ANÍBAL RIÚ


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 15 – 25/06/2011

Con su licencia, paisano!
Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si hablamos de “Poetas Criollos… y otras yerbas”.

RIÚ, Francisco Aníbal.  Nació en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, en 1881.
                                         Alrededor de 1894 se establece en La Plata donde cursa estudios en el Colegio Nacional, los que continúa en la Facultad de Derecho, hasta graduarse de abogado en 1904, con una tesis que “versó sobre la Ley de Trabajo y despertó asombro e interés”.
Desarrolla una activa vida universitaria, y así lo encontramos como presidente del Centro Universitario, elegido en la asamblea del 9/06/1903.
De su estancia platense proviene la amistad  con Almafuerte, quien supo escribirle llamándolo “Mi querido hijo bueno…”.
Participa en la política de su época en el Partido Radical, representando como dirigente a la provincia de Buenos Aires ante la Convención Nacional. Fue también Presidente del Comité de su provincia, habiendo integrado la Legislatura Nacional, como diputado electo en 1914 y 1918, función a la que no llegó “premiado por manejar porotos, sino por ser una persona idónea y un sacrificado e inteligente militante…”.
Como poeta gauchesco, es autor de décimas sonoras de muy cuidada construcción, expresadas en un lenguaje más vale culto sin ser castizo, en las que demuestra su admiración por el personaje y el paisaje que con seguridad conoció en su pago natal.
En 1905 publicó su primer libro titulado “Sílex”, al que en 1911 le siguió “La musa errante”, y en 1913 “Leyendas Nativas”.
Hemos verificado que a partir de 09/1916 fue un reconocido colaborador del Semanario “La Pampa” Argentina”, de la ciudad de Buenos Aires; también sus composiciones aparecieron en “Caras y Caretas” y en “Nativa”.
En opinión del reputado Julio Díaz Usandivaras, Riú era “el mejor decimista” del país, lo que es reafirmado y ampliado por Gabino Coria Peñaloza: “…sus décimas, que le han dado fama y muy bien sentada, de ser el mejor decimista de ambas márgenes del Plata.”. Éste último, en nota que le dedica en el N° 1 de Revista “Nativa” (1924), vuelca conceptos laudatorios, desde ubicarlo como “uno de los más conocidos cultores de la poesía costumbrista” a definir sus letras de “Cálidas, rotundas, sonoras, brillantes, son todas sus composiciones… (…) Vivida es la descripción; movido y amplio el escenario; ricas y variadas las imágenes; seguro el trazo; cerrada y gráfica la cláusula y una vibración continuada desde el principio hasta el fin”.
Coronando su actividad poética, José Razzano le grabó sus décimas “Desde el alero” con ritmo de estilo, en 1917.
Falleció tempranamente el 21/06/1929, tenía 48 años.

sábado, 8 de septiembre de 2012

BARTOLOMÉ RODOLFO APRILE Un Poeta Olvidado


El tiempo, que todo lo puede, suele en su incansable andar, actuar como un esmeril que lentamente va gastando nombres y sucesos hasta hacerlos casi desaparecer, sobre todo, cuando en el medio no han habido otras personas abocadas a rescatar y resaltar esos nombre y virtudes.
Y algo de esto ha pasado con el escritor que hoy pretendemos evocar, autor prolífico y hombre reconocido en las primeras décadas del pasado siglo.
Nos referimos a Bartolomé Rodolfo Aprile, nacido en el porteño barrio de Barracas, en un hogar de inmigrantes genoveses, el 23 de marzo de 1894.
No sabemos cuando comenzó a dedicarse a la composición poética, pero despuntando la década de 1910 ya lo encontramos participando de una publicación acreditada en la época, como lo era “La Pampa Argentina”, lo que induce a pensar que contaba con antecedentes en el género; en el decenio siguiente escribe en “El Trovador de la pampa” (revista que dirigiera Julio Díaz Usandivaras y que puede tomarse como un anticipo de su reconocida “Nativa”), y también en “El Canta Claro”. Luego lo haría en “El Alma que Canta” y en “Mundo Argentino”.
Vecino directo de Barracas -pago natal del poeta-, es Avellaneda, lugar que fuera asiento de variadas instituciones cultoras del criollismo, y entre ellas citamos “Los Leales” y “Los Pampeanos”, nacidas al alborear el Siglo 20, y que en 1932 decidieron aunar esfuerzos para fortalecer su trabajo, naciendo así el “Circulo Tradicional Leales y Pampeanos”, al que este autor se vinculó desde un principio, recibiendo la categoría de “Socio Especial”. Como esta institución era responsable de la publicación de la RevistaLa Carreta”, no solo escribió frecuentemente para la misma, sino que también integró desde inicios de 1937, la Comisión de Prensa respectiva.
Esa década del 30, es cuando lo encontramos más activo, o bien es el momento en que encontró la coyuntura que le permitió publicar lo que ya tenía preparado con anterioridad; lo cierto es que de su profusa publicación, la gran mayoría tiene como data la referida década.
Y si Evaristo Barrios, poeta y payador de amplia aceptación popular por el mismo tiempo, llega -según Víctor Di Santo- a publicar “una veintena” de títulos, Aprile lo duplica, como que le hemos identificado 38 libros según los catálogos que daba a conocer “Colecciones Gauchas” del Editor M. Alfredo Angulo, o bien “Biblioteca Nueva-Colección Gaucha”, de Publicidad Ateneo.
Aprile fue un poeta de rima fácil, que basó su amplia obra de carácter popular, en poner en versos de tono gauchesco, reconocidas novelas que ya habían ganado el afecto del público lector, como las que había escrito, por ejemplo, Eduardo Gutiérrez.
De haber escrito todas esas obras en la década citada, daría la impresión que fue ‘un escritor profesional’, o sea un escriba de aquellos que debía presentar a su editorial, un trabajo cada quince días, dada la gran demanda entonces de ese tipo de literatura.
Mayoritariamente los libros respondían a ediciones económicas que se vendían por suscripción postal, a 20 o 30 centavos el ejemplar, Así también difundían lo suyo: Martín Castro, Francisco N. Bianco, Silverio Manco, Evaristo Barrios, entre muchos otros.
Al respecto nos contaba el poeta Coppari, que en su niñez y preadolescencia de peón rural, en Teodelina, provincia de Santa Fe, llenó una de aquellas viejas valijas de cartón con refuerzos de madera, con los pequeños libros de estas “colecciones gauchas”, dando inicio así a lo que luego sería “su” biblioteca personal. ¡Y cuántos otros como él habrán hecho lo mismo!
Estas ediciones casi de bolsillo, de papel económico y rústico diseño, menospreciadas muchas veces por los estudiosos como que generalmente se ignoran como fuente en los trabajos de investigación sobre el género, fueron la posibilidad de expresión de muchos poetas que con su labor mantuvieron vigente la existencia del gauchesco, sin pasar por las librerías y las editoriales importantes.
 Supo contarnos Don Carlos Moncaut, que estudiantes de letras de importantes universidades europeas, visitaban el país (y su casa, en algunas ocasiones), con el objeto de preparar su tesis final escribiendo sobre literatura argentina y el género gauchesco, no desdeñando nunca el cuantioso material de estas ediciones populares, inclusive, comprando aquellas casas de altos estudios, siempre que podían, dicho material para sus bibliotecas.
Paralelamente a la practica “gauchesca”, Bartolomé Aprile incursionó en la composición de temas de tono urbano, manifestando allí el decir de un habla que venía abriéndose camino, hasta llegar con el tiempo a tener su propia Academia de la Lengua: el lunfardo. Es considerado un pionero junto a nombres como el de Carlos de la Púa y “Yacaré” Felipe Fernandez, entre otros célebres; y a tal punto llega el reconocimiento, que uno de los sillones que ocupan los miembros oficiales de la Academia Porteña del Lunfardo, lleva su nombre y apellido.
En este rubro recordamos su libro “Arrabal Salvaje – versos de la suburbia”, del que hemos visto una edición de la década del 60, por lo que de no ser una reedición, sería una publicación póstuma.
Hablando de sus libros, solo “El Libro de los Criollos” (Editorial El Canta Claro, aproximadamente 1932), y “El Hijo de Martín Fierro” (Editorial Peuser Ltda., 1933, ilustrado por Jorge Daniel Campos), parecen haber sido de mejor calidad editorial, aunque sin salir del rubro de “rústica”. Este último fue pomposamente subtitulado “Continuación de Martín Fierro”, objetivo que nosotros  calificamos, le quedó muy holgado a la pretensión del poeta; así mismo dice que estuvo “inspirado en las gloriosas memorias de los grandes difuntos”, y da una larga lista de poetas que inicia con la cita de Hidalgo, y cierra diciendo que fueron “Puntales y horcones de las tradiciones”, con un grandielocuente “Ante Dios y Ante la Patria”.
En “El Ahijao de Don Segundo Sombra o Fabio Cáceres”, obra inspirada en la novela de Güiraldes y aparecida con el sello de “Plus Ultra” en 1935, imita la dedicatoria de aquél y también dice “Dedicado a mis amigos reseros y domadores”, y desgrana una lista de diecisiete nombres.
Es de creer, que también éste como los dos anteriores, los compuso como una creación superior al resto.
Como decíamos al principio, el tiempo, esmeril inacabable, lo fue diluyendo, y de tantas y tantas composiciones publicadas en libros y revistas, casi ninguna circula hoy por lo fogones en boca de cantores criollos, salvo el caso de “Alborada”, composición integrada por seis octavillas, poema que es en realidad un fragmento, ya que el original se continúa con 34 décimas y un sextilla final. Este tema suele ser interpretado como anónimo, como así también atribuido otros autores, aunque con su firma fue publicado en libro en 1933.
Dice el inicio del verso en cuestión “Rasgando el brumoso poncho / de una noche sin estrellas / clareando rastros y huellas / y surcos del campo flor…”.
En su extensa obra dedicó páginas a poetas de su tiempo, con quienes se intuye tenía trato y confraternidad: Julio Díaz Usandivaras, Amadeo Desiderato, Raúl González Tuñón, Florentino Hernández (Jesús María), Carlos Muñoz de la Púa. Apolinario Sierra, Yamandú Rodríguez, Francisco Aníbal Ríú (a quien tilda de “el más valiente poeta gaucho”), y la lista sigue.
Nos tienta la idea de publicar la nómina de sus libros que tenemos identificados, pero esto se haría largo.
Su deceso acontece en el Hospital Rawson de la ciudad de Buenos Aires, el 14 de septiembre de 1941, a los 47 años de edad, y las páginas de “La Carreta” recogen la mala, y dicen: “Rumbo a la eternidad se fue el alma del cantor criollo. Ha muerto uno de los cultores de las letras gauchas, en una edad, aún prematura… Se fue Aprile, para siempre. La fúnebre noticia ha cundido en el ambiente criollo, como una olada penetrante y fría, hasta adentrarse en los corazones de todos aquellos que pudieron apreciar, por encima de todas las condiciones que decoraban su persona, al amigo.”
A 70 años del hecho, las páginas de De Mis Pagos se abren para decirle que aún lo recordamos.

(Publicado en Revista De Mis Pagos digital Nº 42 - 12/2011)

lunes, 3 de septiembre de 2012

ISTUETA LANDAJO ¡Ta Que Basko Campero!


Es esta, una de esas notas que nunca desearíamos escribir. Está claro que los homenajes deben hacerse en vida. Pero a veces las circunstancias mandan. Y esta introducción viene al caso porque el miércoles 18 de agosto, sorpresivamente para muchos, se apagó la existencia de Álvaro Istueta Landajo, el “Basko” o “Alvarito” para sus íntimos y amigos. Tenía 72 años.
El hombre descollaba como  poeta campero, y cuando incursionaba en la prosa -como bien lo hiciera desde estas páginas-, aportaba ese estilo particular, tan propio entre paisanos.
En la década del 80, un domingo en Radio Provincia de Buenos Aires, conversaba en uno de los estudios con Omar Moreno Palacios; inquiríale sobre cuestiones de poetas criollos incluido él, por supuesto, cuando me dijo algo así: “Te tengo que hacer conocer los versos de un amigo mío que escribe muy bien, Istueta Landajo -me dijo- lo conocés?” Y la verdad que no, pero viniendo la información de donde venía, era para tener en cuenta.
Fue en una carpeta de Rodolfo Ramos donde leí las primeras décimas del “Basko”, y casi enseguida la búsqueda se coronó con el hallazgo de su primer libro “Pa’l Que Guste”, subtitulado “de mi marca”, la misma nominación que el libro de Pedro Risso.
Y confirmé entonces las bondades de su verso, supe de ese decir criollo, preciso, justo y pícaro, tan caro a mi paladar. Que no cualquiera se expresa a lo campero, que esto no se aprende en libros ni en escritorios; es en la propia campaña donde se transmiten esos decires, esos giros, esas ocurrencias. Claro que tampoco alcanza con andar un domingo de gauchada. Hay que ser uno más del medio, hecho y derecho: un paisano. Y eso era el “Basko” aunque afincara en la gran urbe.
Su primer libro, el ya citado “Pa’l Que Guste”, aunque preparado hacia 1983 apareció en 07/1988 con el sello editorial de Veryman S.A. de Mar del Plata.
Si bien no tiene propiamente un prólogo, las palabras de varios amigos lo apadrinan: Oscar Campos, Francisco J. Bourdieu, Luis A. Flores, Isidoro Bordenave, Olegario V. Andrade (h.) y Luciano Miguens.
La segunda obra se titula “Porfiando…” y apareció con sello de Editorial Sinopsis en 09/1998, y al igual que la anterior se demoró casi un lustro en ver la luz. Lleva prólogo de Alicia Jurado y contratapa de Luis Flores.
Éste recibió la Faja de Honor “25 de Mayo” a la producción editada e/1997-98 en el certamen organizado por la AAET.
Sus amigos pintores (Althabe, Ramos, González Guerrico, Marenco, Montefusco, Márquez Urquiza, Solari, Madero) ilustraron profusamente sus dos libros poniéndole un valor agregado.
Durante años “lo perseguí” pidiéndole me contestara un cuestionario para agregar sus datos a mi archivo; finalmente me envió un “resumen que tecleó mi adorada hija Dolores”. Esto fue hace un año. Me cuenta allí como se inició en el verso: “Empecé a escribir a los 14 años, luego de un viaje a caballo desde ‘La Bendición’ de mi abuelo materno, Juan Carlos Saravia, en Gral. Belgrano, a “La Alegría” de Pancho Cambaceres, en Udaquiola; los dos campos sitos en la provincia de Buenos Aires y distantes 20 leguas, poco más o menos.”
Cambaceres le describe mi llegada a mi abuelo, en un verso ‘picante’ que hirió mi juvenil orgullo. Se lo contesté en un tono semejante… que provocó jocosos comentarios entre los dos.”
Me tocó como jurado premiarle algunos versos y un cuento y es que uno se queda sorprendido y embobado, cuando al describir una tropa que están formando para la feria alguien ordena:


“Echale el lente al toruno
porque si no te cuidás
se te va’volver p’atrás
y no te va quedar ni uno,
apistolalo al lobuno
así como vos sabés,
enverijalo, entendés,
cosa que’sté bien alerta….
que te va buscar la puerta
no te dije… ¡áhi lo tenés!”

Y más adelante, para finalizar, remata camperamente:


“¡Ajá ¡Te gustó mierdita!
¡Se te saltaron los moco’!
¡Echale la culpa’l soco
que’nsiyo… pa’ la escuelita!”
Se sonríe Ramón Pita
mientras el armao desfleca,
y con socarrona mueca
acariciando el lobuno
le dice, hinchao, al toruno:
“¡Me yaman… ‘Paleta Seca’!”

Como dije antes, estas cosas, expresiones, giros, formas de decir, solo son propias del que está consustanciado con lo campero.
Por eso dijo Juan L. Miguens “como un testimonio de que el autor sabe lo que dice, con un claro enfoque de lo criollo y lo campero, a la manera de los que palpitamos con nuestros queridos pagos del sur de Buenos Aires.”
Fue nuestro director, Raúl Fuinucci, quien lo instó a que escriba todas esas sabrosas historias que narraba en una rueda de amigos con esas salidas imprevistas y chuscas que lo pintaban de cuerpo entero.
Justamente la última vez que hablamos fue porque con una de sus salidas había dejado preocupado a un amigo.
En las habituales platicas sobre versos y poetas en que sabemos bien gastar las horas, he sostenido desde que lo conocí, que entre la media docena de poetas camperos que marcan el rumbo uno era él, Istueta Landajo, y estoy seguro de eso.
Hago mías palabras de Francisco Bourdieu para decir al unísono que el “Basko” “realmente nació poeta en todo el rigor del vocablo”.
Vale acotar que quizás su última aparición importante, haya sido su participación como “Picardía” -el hijo de Cruz-, en la grabación del Martín Fierro que encabezaba su amigo Moreno Palacios.
Finalmente digamos que había nacido en Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1938, y casado con Sara Josefina Martín Seeber, conformó un hogar que alumbró tres hijos: Álvaro, Soledad y Dolores. A ellos, nuestros respetos.
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Ta’ que nos la hiciste fiera… qué agachada “Basko”!... dejarnos solos en la matera cuando todavía estaba buena la cebadura…
………………….
 La Plata, 24 de Agosto de 2010
(Publicado en Revista El Tradicional Nº 97, del 9/2010)